miércoles, 29 de julio de 2009

Tiempo atrás


Repasando, fueron tres las canciones de Dani que arreglamos con Assahar, aunque una de ellas (Otra chica igual) nunca llegamos a grabarla con la mesa (sí en directo). Si Otra chica igual era una canción pop, que no desentonaba con el resto del repertorio, y la Canción amarilla el límite freak del mismo, en algún punto intermedio nada aristotélico vivía Tiempo atrás, gentil y enérgica, mi favorita de aquella maqueta.

Como la Canción amarilla, Tiempo atrás tiene varios cambios de ritmo, que volvían loco a Marcelo, el batería (aunque, como se aprecia, acabó cogiéndoles el punto). Se mueve también entre varias tonalidades, aunque con gentileza, sin la brusquedad de su hermana mayor. La referencia al lago me hizo pensar en El etrusco, de Mika Waltari, cuyo protagonista la hubiera suscrito; pero Dani no la había leído, así que la inspiración debió de llegarle de alguna otra fuente.

Todos los elementos dispares del grupo me parecen aquí fusionados felizmente: las voces de Dani e Isabel, la flauta (afinada esta vez), la base rítmica (que vence heroicamente las dificultades), las guitarras reverberantes y hasta ese acople que se insinúa repetidamente, sin llegar a desatarse, y acaba sonando como un órgano fantasma. O tempora!

Tiempo atrás,
mucho tiempo atrás,
encontré pequeñas
todas las montañas.
Abandoné mi lago,
abandoné el camino
y tú me esperabas.

Pero entonces no sabía
el lenguaje de las estrellas
y era como si el destino
se hubiera olvidado de mí.
Pero entonces no sabía
leer en las estrellas,
no pensé que fuera a perderte tan pronto.

Y soñé que volvía a mi lago al atardecer
y soñé que tú estabas allí
mirándome fijamente,
mirándome fijamente
y no sé cuánto tiempo pasé después
creyendo todo mentira,
buscando tu voz perdida,
pensando en tu voz perdida.

Tiempo atrás,
mucho tiempo atrás,
te vi por última vez.
Todas las noches contigo
eran distintas.
¿No recuerdas? Yo sabía
cómo hacerte reír.
Todas las noches contigo
eran distintas.
¿No recuerdas? Yo sabía
cómo hacerte reír.


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martes, 28 de julio de 2009

Canción amarilla


Ya he contado la historia: cuando éramos críos, tuvimos una banda de rock, Assahar, que disolvimos para hacer otra cosa. En esa otra cosa, siempre por definir, seguimos (increíblemente) mil años después. Pero en el propio repertorio de Assahar se colaron algunas briznas de esa música que nos llevó a la intemperie. Esta canción de Daniel, totalmente dadaísta, marcó la frontera: la sección rítmica y la cantante (que se abstuvo) la aceptaron a regañadientes, pero a los guitarristas nos encantaba, y se nota: hay sitio de sobra para ambos (el tímido y el volcánico) en el solo final de la canción, que empiezo yo y termina Nacho (los últimos compases, por cierto, han volado: no sé si aparecerá en otra cinta una versión completa). Bien cantada, hasta se entendería... Por si acaso, aquí va la letra:

Canción amarilla
del viejo pirata
y la dulce niña
con ojos de gata.

Yo no sé dónde encontrar...

Buque fantasma
sobre un mar de plasma
buscando un cristal.

Yo no sé dónde encontrar
el buque fantasma
sobre un mar de plasma
y el busque fantasma
sobre un mar de plasma
sin principio y sin final.

Haremos canciones
después del ocaso,
el tiempo es escaso
y tú
hoy estás tan bella,
acepta esta estrella,
olvida mi nombre,
yo soy un pirata,
yo no soy tu hombre,
yo vine a la orilla
a hacer la Canción Amarilla.







viernes, 24 de julio de 2009

Hexámetros, de nuevo


Los del Libro del agua, de Rafael Herrera, una de esas maravillas incomprensiblemente inéditas. Pongamos 1994.

Tengo en mis manos la sed y la muerte y el tiempo no existe
para mi nombre azul. Mi lugar es siempre distinto.
Guardo en mi seno la noche que engendra todas las noches
y la razón de la leche y el vino y la sangre caliente.
Puedes venir a mirarme. Tendrás la exacta medida
de lo que nunca serás. Tu reflejo se hace pedazos
con una herida cualquiera que yo me curo enseguida.
Puedo tomar una forma cualquiera y no tengo ninguna:
eso es ser infinito. No puedes cerrarme los ojos.
Vengo a dormir en tus sueños. Detrás de tus párpados vivo
y hago mi nido en cualquier rincón donde puedas oírme.
Es mi silencio más triste que el más desolado piano
porque si callo enseguida se escucha el rumor de la muerte.
Y sin embargo en mi voz se oyen las risas redondas
y las llamadas más seductoras que nunca escuchaste.
Algunas veces resbalo y me pongo de pie sobre el mundo
pero es tan sólo un disfraz de la larga carrera de siglos.
Sé que algún día vendrás a dormir otra vez en mis brazos
sobre mi pecho ondulante que fue tu refugio primero
y antes tu nimia semilla. De mí procedes. No olvides
que eres un hijo del agua porque eres hijo del mundo,
de este paisaje pequeño que sólo yo tengo en alto
para que puedan mirarme y hacerme masa del canto,
son de la música, luz del color que llaman marina
y triste dios del jardín donde anidan todos los versos.
Puedes besarme, jamás prenderás el sabor de mis labios.
Con tus caricias no sientes jamás el temblor de mi piel.
Nunca tus golpes me hieren, y tus palabras apenas
son una onda menuda que sabe borrarse enseguida.
Soy una amante imposible y mi amor te duele por eso:
sólo te estás masturbando si nadas desnudo en mi cuerpo;
cuando te seques de mí más triste será tu vergüenza.
Y sin embargo mi amor te sostiene por siempre. Recuerda
que sólo vives por mí. Aquí, por siempre, te espero.


*

Para lectores de Agustín García Calvo: una bandeja con ciertos tesoros.



viernes, 17 de julio de 2009

Emerson, Lake and Palmer


Para el Marqués, debelador de supersticiones

Un guerrero, un mago, un príncipe. La mitología del rock tiene bastante marcados los papeles: hablamos de un héroe de la guitarra, pero de un mago de los teclados. Los cantantes son príncipes (o, directamente, amantes) y a bajistas y baterías les queda como mucho ser bestias gloriosas, o, al final del camino, leyendas.

EL&P es, por su configuración, una iniciativa anómala, defectiva. Sin guitar hero ni cantante carismático, su apuesta iba por caminos inciertos. (Lake, buen guitarra y cantante además de bajista, nunca fue Hendrix ni Bowie; a pesar de alguna canción maliciosa que otra, su voz de querube le sitúa más cerca del príncipe de Beukelaer que de Prince). Emerson trataba de ser visualmente asombroso con el teclado: le clavaba cuchillos y, en definitiva, le declaraba un amor salvaje un tanto sobreactuado (lejano, digamos, de la brutalidad convincente de un Jerry L. Lewis).

En el mundo sublunar, magia es sinónimo de artificio. Ilusionistas de lujo, EL&P lograron algunas canciones y discos memorables, aunque tendían a envolverlos (sobre todo en los últimos años) en unos aires de grandeza no siempre justificados. Por suerte para ellos, el punk (otro fuego de artificio) les declaró la guerra y nos hizo amarlos, dotando a su pompa y circunstancia de un glamour retrospectivo inesperado.

Aunque Brain Salad Surgery es solidísimo y Tarkus y Trilogy se quedan cerca, creo que mi favorito sigue siendo el primer disco, y en él la canción más pop, Lucky Man. Generalmente, cuando uno escucha a EL&P cuesta obviar que está escuchando música: se les oye en clave de virtuosismo o de experimentación. Aquí, la música te lleva a un lugar que merece la pena visitar, y uno se olvida, como debe ser, del camino, pues todo (incluido el solo de Emerson) está al servicio de la canción y emerge naturalmente de ella.



miércoles, 15 de julio de 2009

Dunas y hexámetros

A pesar de tantos años dando la charla, procuro seguir a la escucha. Esto es lo que va trayendo de bueno (de mejor) esta semana. Traigo las dunas de Facebook (cortesía de Joaquín Andújar) y los hexámetros de un comentario anónimo a esta entrada.

*





*


Hace semanas se publicó una traducción de los Sonetos de Shakespeare en Hexámetros castellanos en Bubok, S.L. El autor es Antonio García Vargas, poeta español casi desconocido en España y es uno de los poquísimos que escriben en la actualidad hexámetros castellanos. Os dejo este fragmento como prueba de cómo escribe este poeta. Dificilmente podéis haber leído hexámetros tan bellos:

Rosa, pequeña criatura...
de Antonio García Vargas

"Ojo que muestras la imagen amada, permíteme verla
sólo un momento, aparta conceptos que velan los gestos,
deja el instante cual signo reflejo de un puro milagro.
Rosa, ¡es tu nombre la flor más hermosa de todas las rosas!,
física extraña que une la química y luego la adopta;
cuántica esencia de un caos que acaba y de nuevo comienza.
Miro y te veo, veloz la mirada recrea en el ojo
lentas figuras que nacen del alma sembrando florestas.
¡Ah, rosa! ¡Mínima glosa latente, sencilla y hermosa!
Rosa, ¡fulgente criatura!, ¡rotunda mixtura del fuego!,
rojo y profundo embeleso que atrapa del ojo el misterio."

*


Fuego amigo: pétalos.

lunes, 13 de julio de 2009

Actuación en El Escorial


Aquí vamos de nuevo: tocaremos algunas canciones este viernes en el recital de la poetisa Isabel Díez Serrano, Testigos del amor y la locura. El entorno promete: a las 20.00 en el jardín del centro de exposiciones Castilla (Avda. Castilla, nº4) de El Escorial.




sábado, 11 de julio de 2009

Rumbo a Ciudad


Una pieza de época. Del ciclo de Ciudad, un invento de Daniel que incluía cómic, cuentos y canciones, encontré ayer este fragmento que presenta a uno de sus personajes, Joe Cast.
*

A la luz de este árbol que era leña, cien metros aproximadamente en la dirección que señalaba mi nariz, descubrí unos faros que me miraban. Los faros estaban engarzados en un autobús. El autobús me guiñó los faros. Corrí hacia allí.

—Vamos, avive, hombre, que llega usted tarde —me recibió el jefe de estación con gorra e impermeable—. Venga, tire para arriba, que nos vamos.

—Escuche usted, ese árbol, que se va a quemar todo el parque...

—Con lo que llueve... Venga tire, tire para adentro que nos vamos.

—Pero, ¿y la música?, ¿y el humo blanco?

—Déjese usted de músicas que nos vamos ya.

Cerraron las puertas.

—¡Mi equipaje, mi equipaje!

—Déjese usted de equipajes.

Discutir no sirvió de nada porque, en efecto, nos íbamos sin remisión a Ciudad en un autobús incómodo y acogedor, con asientos de madera.

Me tocó viajar junto a un señor que andaría por los cincuenta, con gabardina y sombrero de gángster.

—¡Habráse visto con las prisas! ¿Dónde vamos que no se puede esperar a que uno encuentre el equipaje? Dos maletas recién estrenadas con dos trajes recién comprados. Total por dos minutos o tres de nada. En tres minutos estaba yo de vuelta aquí con mis maletas, tan ricamente. Pero no, de aquí salimos perdiendo el culo y dando por el culo a mi equipaje. Como se les queme el parque...

—Yo tampoco llevo equipaje.

—¿Que usted qué?

—No llevo equipaje.

—Bueno, algo sí llevará, una bolsa o algún bulto.

—En absoluto. No llevo nada.

—¡Ah... En fin... ¿Y cómo ha dicho usted que se llamaba?

El viajero me observó unos instantes con sus ojos de rata, como estudiando si procediera dar respuesta a mi pregunta. Después habló con una voz pausada y terminante que daba por concluida la conversación:

—Mi nombre es Joe. Joe Cast.

Y su mirada se perdió entre las sombras de detrás de la ventanilla.


miércoles, 8 de julio de 2009

96 horas de estancia, vino y pócimas de azul


La Sala, ídem de conciertos de Madrid, abrió sus puertas en 1991, y para 1993 ahí estábamos Dani y yo dando el cante con las canciones de nuestras primeras maquetas (y alguna que nunca llegó a grabarse 'en mesa', que no en estudio). Creo que el contexto era un concurso de grupos nuevos, en el que por supuesto no nos buscaban a nosotros. Aparecimos, no obstante, ante un público más bien hostil, con la excepción consabida de los amiguetes y algún oído milagrosamente abierto. En mi memoria aquello sonó mal, pero volcándolo ahora de la vieja cassette me parece que estas 96 horas de estancia, vino y pócimas de azul suenan estupendas y vigorosas, con un punto urgente que lo acerca al (oxímoron) punk acústico.


*

Para los que trasteéis por Facebook.



martes, 7 de julio de 2009

Entrevista inédita a José María Merino


Ordenar la habitación siempre es provocar al desorden, que sale de cualquier esquina con regalos imprevistos, decidido a apartarte de tu misión. En este caso, lo ha conseguido: he encontrado una entrevista inédita que hicimos al escritor José María Merino para el programa de radio El otoño en Pekín, que mi buen amigo Antonio y yo emitíamos en la primera mitad de los 90 en Onda Verde, y me he sentado de inmediato a disfrutarla (ya habrá tiempo de seguir sorprendiéndose). Agradezco al Alejandro de entonces la transcripción de la entrevista, que debió de ser cansada, pues se interrumpe sin razón aparente (¿quizá saltó la cinta?).

No me acuerdo quién nos presentó a Merino, pero el hombre fue muy amable con nosotros. Nos recibió en su casa y quedó en llamar al programa cuando emitiéramos la entrevista. Como éramos como somos, al llegar a la emisora nos dimos cuenta de que habíamos traído todo (música ad hoc, cuñas, sintonía) menos la cinta en cuestión. No sé si al final llegamos a emitirla. Si no, éste es el estreno, quince añitos después.

*

—Vamos a hablar de ti un poco. Eres un autor leonés, pero de origen gallego.
—Bueno, yo nací en La Coruña, por las causas azarosas de que mi padre en la guerra se había ido, digamos, escapado hacia Galicia, y, bueno, allí conoció a una señora que resultó mi madre. Nací en La Coruña pero me crié en León. De todas formas, estoy muy vinculado a todo el Noroeste, a Asturias y a Galicia, porque de niño he veraneado en Asturias, he veraneado en casa de mi abuela en Galicia; pero claro, soy sobre todo leonés, si cabe hacer estas distinciones, porque me crié en León, y en León está mi formación sentimental, digamos, de los inviernos. Mi más dura formación, pero también muy intensa, es leonesa. Luego, la de los veranos, la de la ensoñación, puede que sea gallega, pero la de lo cotidiano es leonesa.

—De cualquier forma, dos territorios muy verdes, naturales, y propicios también al misterio...
—Pues sí, yo creo que sí (porque son todas estas tierras...) Sobre todo, aunque a mí el mar me llama mucho, y me gusta mucho el mar, mi infancia no es tanto marítima como de pequeñas aldeas con ríos, con montañas. Es ese paisaje un poco, en fin, muy abrupto, y muy lleno de cosas. En ese sentido, los paisajes desérticos me impresionan, pero no estoy nada familiarizado con ellos.

—¿Y cómo has sentido ese sustrato de leyenda y tradición que siempre aparece en tus relatos? ¿Es algo permanente, como innato, o es algo recurrente?
—Bueno, yo creo que de niño escuché bastantes historias, y esas cosas siempre te van dando una tendencia; y luego, fui un lector fervoroso, sobre todo de historias fantásticas. Se puede decir que, durante un tiempo de mi vida, para mí la Literatura eran aventuras e historias fantásticas. Luego ya descubrí que no, que había una literatura seria y ya me hice también un degustador de la Literatura seria. Yo siempre he dicho que intento mantener en mí un lector inocente, que era el lector primerizo, y un lector avisado, un lector irónico, que es el lector, digamos, ya de la juventud, no de la infancia. He intentado mantener esos dos lectores dentro de mí.

—Y, ya por curiosidad, esas leyendas que te contaban, ¿cómo te las contaban? Porque, por lo menos nosotros, que somos ya de ciudad ciudad, los únicos cuentos y leyendas a los que hemos tenido acceso han sido a través de libros y más libros.
—Pues había de todo. Había desde familiares mayores, o criadas, o mi misma abuela gallega, o mi abuelo leonés, que me contaban historias. No sé, historias de todo tipo. No es que fuesen unas historias especialmente cargadas de trama, sino que eran muy sugerentes. A mí, por ejemplo, se me ha quedado siempre muy grabado las historias de huidos, de la gente que se había echado al monte para huir de la represión; o de la gente que había tenido que irse, por razones también políticas; o que había emigrado, y que entonces creaba otra familia, y acababan siendo bígamos... En fin, esas historias extrañísimas. O esas historias de extrañas venganzas, de robos, de un tipo que se había emborrachado y le habían robado una noche. O historias de lobos, por ejemplo, yo recuerdo muchas historias de lobos, que eran siempre terribles, las historias de lobos. Luego el lobo entró ya dentro, digamos, del sistema ecológico, y ya hemos sido con él mucho más... en fin, le hemos tratado mucho mejor, pero los lobos en mi infancia eran terribles, agresivos, peligrosos... Un día, yo recuerdo que cuando nevaba tanto, porque en León siempre nevaba mucho, ahora el cambio climático yo lo he ido viendo con la edad, con los años, pero todavía contaban pues como cuando a un motorista los lobos le tiraron de la moto, en la carretera de Asturias, a cuatro kilómetros de León, y allí mismo lo mataron y lo comieron, teniendo yo cuatro o cinco años. Tened en cuenta, además, que, efectivamente, el haber vivido en una pequeña capital de provincia en la posguerra era el sitio más lejano del mundo, y la sensación de que allí todo lo importante había pasado hacía miles de años. Ya no podía pasar nada, yo siempre digo : sólo pasaba la Vuelta ciclista a España y el Circo americano. Y ahora ya no pasa ni la Vuelta ciclista a España, o sea que ya no sé qué queda. Pero, ciertamente, vivías en un mundo un poco ávido de fábulas. Todo se convertía en algo..., adquiría, bueno, cualquier relato de una menudencia se convertía en un relato mítico.

—Es interesante, porque siempre se piensa en ese origen mítico de la leyenda, y en realidad ocurre constantemente. Como la historia de los lobos.
—Yo creo que la leyenda nace así, la leyenda nace de un pequeño hecho que tiene una cierta trascendencia individual y que se desorbita socialmente hasta convertirse en una especie de mito que pasa de boca en boca. Yo creo que siempre es la habilidad del narrador, el convertir la cosa más, tal vez, pequeña o insignificante del mundo en una aventura extraordinaria, y el hacer que eso se transmita.

—Yo recuerdo, por ejemplo, que yo tenía un profesor, Carlos García Gual, que era muy afecto al mito, y una de las cosas que recuerdo haberle oído, creo que era una cita de alguien, es que el mito pertenecía al territorio de la memoria, y que el territorio de la memoria en estas generaciones se hacía cada vez más estrecho, más neblinoso, y en ese sentido el mito tendía a desaparecer porque vivimos en una civilización de informaciones efímeras, en la que la memoria se hace cada vez menor. Tú, en ese sentido, ¿eres todavía optimista en cuanto a que pueda quedar siempre un sustrato o una capacidad imaginativa capaz de crear mitos y leyendas, o crees que el camino va, en ese sentido, en contra?
—A pesar de todo siempre mitificamos. Ahora, cuando ves por ejemplo que se habla de las tribus urbanas, y de los ritos de las tribus urbanas; eso está cargado de mitos, aunque desde luego son mitos degradados. Los grandes mitos de la Era Dorada, si alguna vez existieron, los hemos vivido en la psiquiatría : el complejo de Edipo, o la cantidad de complejos que hemos redescubierto en los clásicos. Tal vez los grandes mitos se han degradado. El mundo rural estaba cargado de mitos, y también se han perdido. Muchos, gracias a la racionalización a través del cristianismo. No olvidemos que los mitos están muy vinculados a la superstición, en el mejor sentido de la palabra: a las viejas creencias, a la vieja religión, al paganismo. El cristianismo, en ese sentido, lleva una guerra terrible contra los mitos, aunque muchos los incorpora y los asume. Pero claro, en el mundo rural el mito funciona porque está muy vinculado al ciclo de las estaciones; por lo tanto, está muy vinculado a la rueda de la vida, de la generación de los frutos, del nacimiento de las bestias. Allí funciona mucho el mito, y por eso, tal vez, yo he vivido mucho el mito en el mundo rural, y en el Noroeste, que es un mundo arcaizante, que tiende a cierto arcaísmo rural. En la capital, en el mundo del consumo, en el mundo de la sociedad industrial, claro, los mitos efectivamente ya no viven con nosotros, no pertenecen a lo cotidiano; pero se trasfunden en muchas cosas, y yo muchas veces los veo, incluso, en películas, en las grandes películas de los años cuarenta, años cincuenta, que están cargadas de mitos. Yo he hecho un análisis de Casablanca desde la perspectiva mítica, y es una historia de héroe y dragón; hay un árbol que es el centro del mundo, que es el famoso bar, no sé cómo se llama. El héroe renuncia, incluso, al amor, al final hay un sacrificio del amor... El cine está lleno de elementos de los mitos.
Ahora, por supuesto, el sentido mítico del tiempo, por ejemplo, se ha perdido totalmente, y en eso el mundo de lo efímero, y la cultura de lo efímero, que es la cultura del consumo, es una cultura profundamente antimítica, y va en contra también de la memoria, porque tiende a unificar, a que todos los seres seamos exactamente iguales y consumamos exactamente lo que quiere la cultura del consumo, que en realidad estará manejada por tres o cuatro corporaciones. Efectivamente, los mitos tienen mucho que ver con la memoria, con la conciencia del tiempo, con la conciencia de la muerte... Pero es que, claro, la sociedad de consumo tampoco quiere que pensemos en la muerte. Quiere otro producto humano, y no sé si lo acabará consiguiendo. Pero, a pesar de todo, por ejemplo, las relaciones de la juventud tienden a estereotipos míticos. Las relaciones del fan o del aficionado a cualquier cosa relacionada con los héroes, la magnificación del héroe, el estereotipo del héroe. En muchos casos, yo pienso que hay esquemas de lo mítico, muy degradados, ya te digo. Y que es difícil acabar con los mitos; al fin y al cabo, yo creo que los seres humanos estamos cargados de mitos porque a pesar de todo vivimos en el tiempo, somos efímeros, y tendemos a buscar cosas que le den una cierta perennidad a nuestro pensamiento.
De un modo u otro, es difícil acabar con el mundo mítico.

—Y de hecho, siendo cierto que esta civilización del consumo iría por principio contra la raíz del pensamiento mítico, la fantasía es un éxito editorial sin precedentes en este final de siglo.
—Sí, sí, yo creo que es curioso eso, por eso pienso que lo fantástico lo echas por la puerta y te entra por la ventana, y que es realmente muy difícil acabar con el pensamiento mágico. Yo soy muy aficionado a leer todo lo que hay sobre fantasía, y ahora, por ejemplo, hay un autor, Tommy Sivers, que es un autor americano, que estudia lo fantástico romántico a la luz de lo que llama él "supervivencia de la superstición", que es supervivencia del pensamiento mágico. En lo fantástico hay pensamiento mágico, y el pensamiento mágico siempre es un pensamiento no racionalista y, digamos, antihistórico, y todo lo que es antihistórico, pues tiende a ser mítico, evidentemente.
Yo creo que sí, que a pesar de todo en el gusto por lo fantástico es claro que hay una recuperación del pensamiento mágico y de lo atemporal. Es sorprendente que, por ejemplo, una de los últimas utopías del siglo XX, que yo creo que ha sido la fantasía científica, la ciencia-ficción, muchos grandes autores de la ciencia-ficción se están pasando a las espadas y brujería y al género fantástico, porque es lo que la gente demanda. Yo lo lamento porque me gusta mucho la clásica Ciencia Ficción, pero yo creo que ya ni como utopía aguanta la SF, es que ya no creemos ni en la SF.

—¿Tú crees que, entonces, se puede volver a una situación como cuando llegó a surgir Frankenstein, en que después de la victoria del racionalismo, de aplicar todas las leyes lógicas, surja de nuevo lo imposible?
—Hombre, yo creo que el Romanticismo sale de muchas cosas, porque, por ejemplo, Frankenstein es curioso, habría que analizar Frankenstein, que es una historia científica, moderna, de su época, escrita seguramente con plumilla de acero, porque yo creo que el paso de la plumilla de ganso a la plumilla de acero, que fue por esos años, tiene mucho que ver con la crisis romántica y con el siglo XIX. La reflexión sobre Frankenstein es durísima, el extremo de racionalismo, de cientifismo, el método científico, el intento de que el hombre domine a la Naturaleza, lo que crea es un monstruo terrible que realmente acaba destruyéndole; no destruyéndole, porque acaba volviendo a los hielos, pero lo único que ha creado es dolor, lo único que ha traído el mundo es... Ha creado un ser esplendoroso, maravilloso, que le hace parecer a Dios a Frankenstein, pero que es un ser lleno de dolor...

lunes, 6 de julio de 2009

Dedicatorias


Dedico (sic) estos días a repasar La Memoria Sumergida, una recopilación de materiales tradicionales aportados por alumnos de mi instituto. En su día, la marea de aportaciones fue tan copiosa que un buen número de folios se quedó esperando tiempos mejores. Esta mañana he subido algunas dedicatorias, esos textos que pueblan los cuadernos y carpetas de los adolescentes, y que suponen una maraña de influencias, desde la lírica tradicional medieval (Amor loco: yo por vos y vos por otro) y las rimas de Bécquer hasta las letras del grupo o ídolo latino de moda. Refranes, greguerías, coplas, pareados, piropos, desaires, todo convive en un amable desorden. El amor, desde luego, se lleva la parte del león, junto a la amistad, que a esa edad parece lo único duradero y sólido del mundo. La ingenuidad y el cinismo comparten habitación (y hasta hacen manitas). De un modo u otro, todos los recursos literarios desfilan por aquí, desde el hipérbato hasta la dilogía (Haz como los peces: ¡nada!). Una antología urgente da, espero, idea de los logros expresivos, que no predominan, pero están ahí, abriendo las posibilidades del género. En (des)orden alfabético:

Cada tío es un mundo diferente. ¡¡Haz turismo!!

Como una mano sin dedos,
un colegio sin recreo,
así me siento yo todos
los días que no te veo.

¿Crees en el amor a primera vista? ¿O tengo que volver a pasar?

Cuando la oportunidad llama, tienes los auriculares puestos.

Cuando pasas por mi lado
y no me vuelves la cara,
no sé si me quieres mucho
o si no me quieres nada.

Cuando te miro me pierdo, pero si no te miro no me encuentro.

Cuando todo falla es que hay que leerse el libro de instrucciones.

Da igual por dónde abras la caja del medicamento, siempre te molestará el prospecto.

Definición de educación sexual: da las gracias después de hacer el amor.

El amor es la única asignatura que se puede estudiar a oscuras.

El día que tú naciste
cayó una gran nevada,
por eso tienes la cara
de merluza congelada.

El día que tú naciste
se confundieron un poco:
no te trajo la cigüeña,
te trajo el pájaro loco.

El tiempo sin ti sólo sería empo.

Eres guapa, eres hermosa, ¿qué más quieres, asquerosa?

Hoy en día la fidelidad sólo se ve en los equipos de música.

La ironía de la vida: se vive hacia adelante, pero se aprende hacia atrás.

La lengua es un músculo; ¿echamos un pulso?

Las campanas de la iglesia
se están muriendo de risa
de ver a Pepe y Aurora
morrearse en plena misa.

Los chavales de mi pueblo
no saben decir Te quiero,
que sólo saben decir
Vente al huerto de mi abuelo.

Los pájaros pierden las plumas,
los peces sus escamas
y yo estoy perdiendo el tiempo
amando a quien no me ama.

Los problemas no se crean ni se destruyen, sólo se transforman.

Los seguros cubren todo menos lo que sucede.

Los tíos son como el cola-cao, mucha propaganda y poco resultao.

Llevo años buscando a mi media naranja y he llegado a la conclusión de que me la han exprimido.

Me quitan de que te mire,
me quitan de que te hable,
pero no podrán quitarme
los ojos para mirarte.

No desayuno porque pienso en ti,
no como porque pienso en ti,
no ceno porque pienso en ti
y no duermo porque tengo hambre.

¿Por qué un beso es internacional? Porque hay un intercambio de lenguas.

¡Qué poco azul para lo cielo que eres!

Si estudiar da frutos, que estudien los árboles.

Si mantienes la calma cuando todos pierden la cabeza es que no te enteras del problema.

¡Si tus labios fueran enchufes y los míos interruptores!

Siempre hay un problema para una solución.

Significado de monja: mujer que se casa con Dios porque no hay Dios que se case con ella.

Sólo cuando estás mojado en la ducha te das cuenta (de) que no tienes toalla.

Sólo los peces muertos siguen la corriente del río.

Trasto inútil es aquél que guardamos durante años y tiramos días antes de necesitarlo.

Tus besos son pecado y los más dulces del mercado.

Verdes son tus ojos,
verde tu mirada,
verdes son tus dientes,
que no te los lavas.

Vive como piensas o acabarás pensando como vives.

miércoles, 1 de julio de 2009

Horas de luz en mi castillo de arena


Por la razón que sea, algunas canciones acaban teniendo casi tantas vidas como los felinos de antaño. Es el caso de Horas de luz (en mi castillo de arena), que grabamos hace años en dos versiones cantadas, acústica y eléctrica, y que ahora alcanza la vida postrera, con una versión instrumental para dos guitarras que espero oír (y tocar) pronto en vivo.

Aquí van las tres, en el orden en que se grabaron: luz eléctrica (toda guitarras, con un punteo que luego me pareció un poco divagante), acústica (con flauta) y virtual. El juego de las diferencias está servido: aunque la armonía y melodía principal siempre son las mismas, en cada versión les nacen ramajes y vericuetos peculiares, que no sobreviven de una a otra.

[2/7. Edito la versión virtual, corrigiendo errores de medida y añadiendo las repeticiones pertinentes. 4/7 Idem con algunos rasgueos.]