domingo, 19 de marzo de 2006

Un globo, dos globos, tres globos


Flaming

Un globo, dos globos,
tres globos.
La luna es un globo
que se me escapó.
(Gloria Fuertes)


Serenidad: globo sonda.
Gloria Fuertes que voló.
La Fortuna es un reló
con cordaje de anaconda:
una inmensidad cachonda
como el sexo de un imán.
Llegan versos. ¿Dónde van
a doler mejor que en casa?
Llueve el sol. El tiempo pasa.
Micropuntos. Peter Pan.

13 comentarios:

  1. Tengo que decir que ya conocía esta décima de Al. Y es importante porque los versos, como todas las creaciones, pueden envejecer; o, mejor, pueden envejecer bien o mal, pueden resultar diferentes con el tiempo. Pero aquí, si es que se da alguna diferencia, es para mejor. Ahora me gusta más. Con el tiempo, esa informalidad de 'una inmensidad cachonda/como el sexo de un imán' me sigue pareciendo de una plasticidad exuberante.
    ¿Qué nos cuenta esta décima? ¿A qué alude? Es tan concisa al final que se vuelve hermética con la elocuencia de lo que no necesita decirse de otro modo. Lejos de intentar descifrarla, comento la impresión que me produce. Y encuentro el tema de la décima en estos versos:

    Llegan versos. ¿Dónde van
    a doler mejor que en casa?
    Llueve el sol. El tiempo pasa.
    Micropuntos. Peter Pan.

    ¿Dónde pueden sentirse las cosas hasta el dolor mejor que en uno mismo y en su relación con su ambiente vital más inmediato, testigo de todo su devenir?
    'El tiempo pasa', nos dice. Y aquí encuentro el tema de este poema: la tristeza, hasta el dolor, por la infancia perdida, recuperada en la poesía. Micropuntos. Peeter Pan.
    Todos los autores adolescentes o ya jóvenes han sentido alguna vez esta misma tristeza. Pero, a esa edad, falta la maestría para crearla sin salirse del tópico.
    No fue el caso de nuestro autor. Él tuvo esa maestría. Júzguenlo Vds.
    Saludos

    Grifo

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  2. Srs. Grifo o Al59: Su opinión sobre Jorge Valdés, poeta mexicano de mi quinta, ¿podrían dármela? S.V.P.

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  3. ¡Qué grande era en todos los sentidos nuestra añorada Gloria! Sus versos estaban llenos de gracia y densidad humana. Como esta décima que no conocía pero que también refleja un tema intemporal como comenta un comentario anterior. El tiempo pasa. Y la niñez, ese mundo extraordinario, tan breve, tan frágil, tan endiabladamente intenso, tan luminoso, queda cada vez más lejos pero constituye en muchos de nosotros una suerte de núcleo interno, una barrera de contención ante el desgaste de la realidad abrumadora.

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  4. La misma edad que cualquiera
    tiene el sol. ¿Una verdad
    privada o ingenuidad?
    Lo sabremos tras la espera.
    Sin embargo, hay –sí– una fiera
    que pone garfios las manos
    (calvos los cráneos o canos
    los cabellos, y la próstata...
    —qué mierda lo de la próstata),
    dilo, Coco: son los años.

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  5. Tengo la ilusión de conocer a un poeta cuando le veo batirse con un género que me es familiar. Jorge Valdés:

    EL DESASTRE

    El ángel de pasión dejó tu casa
    con un desorden tal que no sabías
    por dónde comenzar: copas vacías,
    ceniza por doquier. Y su amenaza

    rotunda de carmín: “En la terraza
    te aguardo. Un beso. Adiós”. Tú conocías
    la forma de cumplir sus profecías.
    Temblaste al recordar: “Todo lo arrasa

    un ángel si al partir te sobrevuela”.
    Te diste apresurado a la tarea
    de hacerla remontar por tu memoria,

    sus manos en tu piel, su duermevela.
    Pensaste: “Si es amor, pues que así sea”
    y fuiste a abrir la puerta giratoria.


    Sospecho que se le podrían afear varias cosas al autor: las asonancias entre las rimas consonantes de los tercetos, el encabalgamiento del segundo cuarteto con el primer terceto, la rima dialectal asa-aza. Dejando aparte que dos de esas (malas) costumbres me son familiares, nada de eso impide que el soneto diga y haga lo que quiere, y a mí, desde luego, me gusta.

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  6. Hombre, hombre, quién por aquí...

    Los años (lo recuerda Norje) matan
    de muerte natural: termina el plazo
    y acude, insobornable, el frío abrazo
    con el que sus tijeras nos desatan.

    Mohíno como niño al que arrebatan
    sus últimos juguetes, yo rechazo
    vivir con anestesia este pinchazo
    que las primeras canas ya delatan.

    He visto ya morir a los que fueron
    amigo, hermanos, torre y avenida
    seguras de mi malograda infancia.

    Yo los quería. Sé lo que ellos vieron.
    En qué termina el vicio de la vida.
    Qué da de sí nuestra insignificancia.

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  7. (A propósito de "El desastre")

    Esta discusión es vieja y, casi por tanto, fútil, pero atrae a quienes leemos poesía con cierta asiduidad.

    Si a un poema de catorce versos, por lo demás musicales, significativos y evocadores, caemos en llamarlo soneto, aparecen de repente defectos (encabalgamientos, asonancias y el resto de las cosas que con razón le achaca Al) a los que, qué quieren que les diga, nadie había llamado. Sin embargo, si tan sólo nos abstuviéramos de darle nombre (ie: olvidáramos que alguna vez nos enseñaron métrica), quizá quedara tal cual, un poema de catorce versos que, dicho sea de paso y sin que venga a cuento, me gusta bastante.

    Vamos, que en mi opinión como mucho se le puede acusar de encajar en un molde que a menudo da resultados excelentes (otra muchas veces, bastante horrorosos). Tal vez intentar ajustarlo le hiciera perder su gracia. Tal vez debiéramos leer los libros de métrica como leemos a Simone Ortega.

    En fin, sé que es casi cuestión religiosa, pero no me pude abstener.

    Hobbes.

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  8. Bueno, este intercambio me ha dado una idea para la semana que empieza (pero no digo cuál). A lo que señala Hobbes, sólo una consideración: ¿nacen las reglas y tabúes sonetísticos directamente del manual de métrica o llegan allí procedentes del oído sensible de algún oyente (y adquieren relevancia si y sólo si responden al consenso de la comunidad de oídos sensibles correspondiente)? En temas de métrica (y de lengua) ¿se legisla, en sentido estricto (¿con qué autoridad?) o se constata el derecho consuetudinario? En otros términos: ¿es útil un manual de métrica? ¿Contraproducente? ¿Con qué filosofía redactarías tú uno si el destino (dado a jugarretas aún peores) te pasara esa patata caliente?

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  9. Al : No conocía ese soneto. Desde luego el poeta es, por otros ejemplos leídos, un encabalgador casi compulsivo. Me interesa más su temática, esa sí me resulta bastante cercana. En general lo tenía por interesante, de ahí pedirles su opinión.

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  10. No le había leído antes, pero ese soneto y algunos otros poemas de los que ofrece la Red
    (http://amediavoz.com/valdes.htm) me han gustado. Por ejemplo:

    EL FOTÓGRAFO Y LA MODELO

    El tiempo que fue siempre tu enemigo
    se detuvo en tu imagen. Ya eres esa
    chica de calendario, la princesa
    sin fábulas, el ángel que consigo

    colgar de cualquier nube. De oro y trigo
    la luz ensortijada en tu cabeza,
    la arena que se acaba en donde empieza
    la línea de tu sexo. Estás conmigo

    y no tienes tristezas ni pesares
    ni citas por cumplir. Sólo reposas
    inmóvil en el cuadro, entre palmeras

    de plástico y heladas mariposas
    robadas del
    Cantar de los cantares.
    No sabes que no has muerto. Si supieras.

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  11. Aunque fuera de fecha, tengo que comentar que no conocía a este poeta, jorge Valdés, pero me parece un excelente sonetista. Es cierto que se le pueden achacar problemas, o detalles problemáticos, de índole formal. Pero hace vibrar el lenguaje, rebosa de imágenes felices y tiene aciertos monumentales como el del final de este último soneto. Autor que promete. Me atrevería a pedir algo más.
    Saludos.
    Grifo

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  12. Si me cayera la patata caliente de hablar/dictar de métrica probablemente me callaría, por miles de razones. Estoy de acuerdo en que al soneto (o a lo que sea) se llega por prueba y error, hasta dar con unas formas que resultan especialmente agradables y que por repetidas se adornan con nombre y tratados. Lo que digo es que salirse después de ese canon no es crimen mayor. ¿Sería el poema mejor (ie: más efectivo) sin el encabalgamiento, o con un respeto estricto a la consonancia? Habría que verlo, pero a priori lo dudo, o mejor aún, no me importa. Como queda esta bien. Dicho de otra manera: el poema tiene buena parte de las virtudes que yo aprecio en la poesía. Su mayor o menor encaje en el canon del soneto (o décima o quintilla real, puestos por caso) me parece irrelavante. (Y me atrevo a decir que a ti también... me equivoco?)

    Hobbes.

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  13. Creo que los dos estamos de acuerdo con Darío: el arte no es un conjunto de reglas, sino una armonía de caprichos. En eso, el sentido de la armonía, se cifra la cuestión. Creo que tanto la métrica como la armonía tienen como objetivo subir a conciencia lo que ya percibimos (o podemos llegar a percibir, a medida que la sensibilidad se aguza) 'de oído'. También es cierto que cada forma tiene su tradición, su memoria, y la del soneto reúne a todos los oídos hiperestésicos del mundo, del XVI para acá. Peligrosa compañía.

    Por poner un caso: leyendo el soneto de Hierro de ahí arriba, ¿no le parece que forma parte de su encanto y eficacia esa elegancia implícita en las asonancias evitadas —que vuelven doblemente resonantes las queridas?

    Viceversa, leyendo a Garcilaso, que utiliza sin problema rimas consonantes asonantes entre sí, ¿no constituye eso una de las (pocas) marcas de su (delicioso) primitivismo, de un virtuosismo que ya es admirable pero, al mismo tiempo, sólo acaba de echarse a andar?

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