Nadar en el mar me devuelve a mi infancia. Y a los versos. Se nada a la vez en el uno y los otros, enredado en los hilos que cruzan palabras y sensaciones. En Nadja y en otros sitios señala André Breton que el agua y el fuego también fluyen del uno al otro: 'Llama de agua, guíame hasta el mar de fuego'. En los versos que hice estos días se siente también el trasvase:
Oh mar inmemorial, oh mar de fondo,
telar en cuyas mimbres arde el tiempo;
si tu príncipe soy o tu despojo
es cuestión de opinión. Ojo por ojo,
tus párpados de espuma me vigilan
con amplia imprevisión. Ardo en tu sangre.
Qué envidia me dais aquellos que sois aún lo bastante niños (per sé o a través de los hijos propios) para apreciar el mar. A mí ha dejado de gustarme. Despedime definitivamente del mediterráneo este verano.
ResponderEliminar¿Y quién ha hablado del Mediterráneo?
ResponderEliminarSólo especificaba el trozo de mar del que me despedí para siempre.
ResponderEliminarA mí el único Mediterráneo que me mola es el de Serrat. (Bueno; y un poco el de Los Rebeldes.)
ResponderEliminarAl: hacia tiempo que no le veía.
ResponderEliminarSr. Verle
http://queremosverle.blogspot.com/