viernes, 7 de marzo de 2008

Inminencia


Padecí en su día, por noble contagio, la fiebre de la décima, esa notable arquitectura doméstica que moviliza aún a ciertos repentizadores. Aunque no llegué a alcanzar la velocidad (ni el repertorio de clichés) de los que improvisan, hubo días de diez décimas, vertiginosos. Pocas se salvan, claro. Hoy-mañana, día de cumpleaños, me siento cerca de ésta (que tiene que ver con la parálisis consciente del sueño, de la que querría hablar alguna vez con calma; una dulce amiga, católica ferviente, me la trajo a la mente estos días. Desperté, me dijo con naturalidad, y sentí un espíritu maligno que me agobiaba. Me puse a rezar y recuperé la calma).

¿Ha notado usted un hueco
en su retórica al uso?
¿Se ha despertado confuso,
persiguiendo un ruido seco
que palpita como el eco
bajo la piel de la almohada?
El corazón de la nada
ha comenzado a latir.
Partió quien ha de venir...
Incertidumbre sagrada.

8 comentarios:

  1. Prodigioso el tiempo en que abundaron las décimas y aquel en que los hombres usaban sombrero y hasta se descubrían.

    No sé como he podido vivir tanto tiempo sin saber lo que es la parálisis consciente del sueño, de verdad. Sí puedo decir que tuve que dejar de practicar en yoga el mudra o sueño consciente porque se me paraba el corazón o al menos marchaba muy muy despacio. A veces mi sueño es tan profundo que parece que en vez de despertar resucito. La descripción previa de Joan Amades de la Pesanta es muy elocuente. También la desconocía.

    Hubo una temporada en que por la noche veía las cosas más negras de lo que ya son, pero me salió una luciérnaga en un huevo Kinder que brillaba en la oscuridad (como las vírgenes de Lourdes y las manecillas de los relojes) y me fue muy bien. Igual la cuelgo en el blog.

    De la parálisis consciente del sueño no puedo hablar, pero sí que he experimentado las llamadas sacudidas hipnagógicas (cuya interpretación psicoanalítica desconozco) cuando se va a conciliar el sueño, el blefarospasmo o tic palpebral si hago cola y lo que todo el mundo llama déjà vu pero que a mi me gusta llamar "paramnesia".

    Haz mucho caso a tu amiga católica porque creo que está cargada de razón.

    Perdón por lo mucho que me he extendido, pero es que me entusiasmé.

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  2. Perdón, donde dije "mudra", digo "nidra". No me aclaro con el sánscrito.

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  3. Si da con razón y tino
    cuenta el maestro Agustín
    de que no hay principio o fin,
    ni pasado ni destino
    y, siguiendo ese camino,
    de que el tiempo es un engaño,
    no nos hagamos más daño
    y dejemos de contar.
    Pero... ¿de felicitar?
    ¡Tío, feliz cumpleaños!

    De Rafa

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  4. ¡Ah, dilecto Rafalín!
    ¿En qué mundos te escondías?
    Trae dos cervezas bien frías
    y aprestemos el latín,
    que hay que cantar a Agustín,
    a Horacio y a Kavadías.
    Si van volados los días,
    eso es lo nuestro: volar,
    perdernos para encontrar
    que aquí seguimos. ¿Decías?

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  5. Decía que desde luego
    fría está ya la cerveza.
    Tiremos, pues, con presteza
    de español, latín y griego.
    Hagamos, señores, juego.
    Brindo con mi botellín
    aunque sea por la red
    y, tras apagar la sed,
    ahpi va una del latín
    y espero la tuya luego:

    Amémonos, Lesbia mía,
    y olvida al viejo cotilla.
    Se pone el sol, luego brilla,
    pero cuando a nuestro día
    se le apaga ya el candil,
    noche nos aguarda fría.
    Dame un beso, cien y mil
    y haz de su cuenta un borrón,
    que al saberse cuántos son
    no nos hagan brujería.

    Rafa

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  6. ¡Admirable!

    Avive el seso y despierte
    contemplando (ya se ve)
    cómo la falta de fe
    vuelve borrosa la muerte,
    con qué lisura se vierte
    del latín al español
    la luz eterna del sol,
    la fugaz de nuestro día,
    cuando tu verbo la avía
    como llama en un crisol.

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  7. [Vivamos, Lesbia mía, amémonos,
    y los rumores de los viejos serios
    valorémoslos todos en un céntimo.

    Morir y regresar los soles pueden;
    tan pronto se nos va la breve luz,
    nos queda por dormir la noche eterna.

    Dame mil besos, dame luego ciento,
    mil más después y luego otra vez ciento,
    luego incluso mil más, y luego ciento.

    Cuando llevemos dados muchos miles,
    confundamos la cuenta, no sepamos,
    y que ningún malvado pueda aojarnos
    cuando sepa que fueron tantos besos.]

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  8. Impecable!
    A mí me has vuelto a contagiar la fiebre de las décimas (que no al revés), así que ahí te envío una del griego ahora.

    Uno la caballería
    prefiere, y el galardón
    le da el otro al pelotón
    de gallarda infantería
    por sobre la tierra oscura,
    y la marina asegura
    un tercero que vencía.
    En mi modesta opinión
    es mejor lo que uno ansía
    dentro de su corazón.

    Rafa

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