1992 sería cuando por primera y última vez los Ciento Volando participamos en un concurso de maquetas. Lo organizaba la revista Rock de Luxe (o Rock Especial, o Espezial, o algo así) y lo ganó (no lo sé, pero lo sé) algún grupo guitarrero y violento, seguramente anglófono. No sé qué perfidia nos hizo elegir de la decena de temas que tendríamos grabados por entonces, alguno bastante pop, esta rareza melódica de cuatro minutos largos, para teclado (de curioso registro), efectos de sonido, guitarra acústica y voz juvenil, pero aun así reprensible. Obviamente, por mucho que hablaran en las bases de originalidad, ni entonces ni nunca iba a ser esto lo que los rockistas buscaban —pero algún rato divertido sí pasé imaginando su repelús (de luxe) al dejar correr el primer minuto impopular de este Nada. Las culpas (composición, voz y solo irrestricto) me tocan casi todas. Sigo sin saber qué tipo de música es ésta, de modo medieval y extrañas modulaciones—pero su ronroneo me sigue arrastrando.
NADA
Nada
queda en pie,
ya nada,
casi apenas
nada más.
Nada
de lo que yo
amaba
queda en pie, ya
nada más.
Todo aquello
que yo quise
va tomando
tonos grises.
Sales del mar muerto
con guirnaldas de color,
flota en derredor
de tus ojos
como pozos
de tiniebla
y poco a poco ya,
ya no me queda nada,
la espuma de mi almohada
y una mañana más.
Nada
queda en pie,
ya nada,
casi apenas
nada más.
Nada
de lo que yo
amaba
queda en pie, ya
nada más.
Todo aquello
que yo quise
va tomando
tonos grises.
Sales del mar muerto
con guirnaldas de color,
flota en derredor
de tus ojos
como pozos
de tiniebla
y poco a poco ya,
ya no me queda nada,
la espuma de mi almohada
y una mañana más.