Me llegó esta semana por
David Coll (¡sean con él la paz y gloria!) noticia de un juego poético propuesto por José Alcalá Zamora, historiador y poeta, nieto del que fuera presidente de la II República, y autor (José), entre otros sonetos, de este:
Este punto de luz breve que soy
Este punto de luz breve que soy,
chispa en negro universo desmedido,
se apaga lentamente oscurecido
por un presente donde ya no estoy.
Serenamente, de quien fui me voy,
mi rostro va quedándose dormido
mi corazón detiene su latido,
vuelvo a la noche, dejo de ser hoy.
Escultura de tiempo derruida,
mi química acelera las permutas
y devuelve mis átomos al mundo.
El complejo artilugio de mi vida
se descompone en piezas diminutas
y en el negror del Cosmos me confundo.
Consiste el desafío en tomar el verso que da título a su soneto y fabricarse uno al gusto: un gambito imposible de declinar al que el propio Coll hizo justicia como sigue:
Este punto de luz breve que soy,
Fantasma que se ahoga en el pasado,
Cadáver de un amor nunca alcanzado
Que arrastro hacia la Noche a la que voy…
Este ayer sin mañanas y sin hoy,
Nostalgia donde soy crucificado,
Laberinto de fuego enamorado
Donde no sé jamás en dónde estoy…
Este dios con tristezas de payaso
Que lucha contra el mar del tiempo impío
Y a quien ni las locuras hacen caso,
Este esqueleto inútil y sombrío
Donde crujen los huesos del fracaso
Se hunde en las tinieblas del Vacío…
Y no, yo tampoco pude resistirme. Así sonó mi intento:
Cum
semel occidit brevis lux
Tan pronto se nos va la breve luz,
nos queda por dormir la noche eterna.
(Catulo)
En la noche
mi cuerpo se entristece,
torpe fábrica
orgánica de aliento;
como verbo abrumado
por su acento,
su ritmo se demora
y oscurece
hasta
hacerse un latido que decrece
revertido hacia
el centro donde, lento,
me agrío, me
enveneno, me impaciento
soñándome
infinito. Me parece
la vida tan
veloz como pequeña:
una luna funesta
que se adueña
golosa de
mis días. No me voy
(¿adónde?) y
ya ha pasado mi horizonte:
se extingue
en la pupila de Caronte
este punto
de luz breve que soy.
Pero la cosa, felizmente, no acabó ahí. Por Twitter, extendí el reto y a él acudió Josu Gómez, el gran Eleder, con este soneto de cabos agudos:
Este punto de luz breve que soy,
este hilo plateado que ya fui,
contemplan lo que tienen ante sí
desde el reposo trémulo del hoy.
¿Cómo unirán la historia del ayer
con el mañana incierto que será?
¿Qué destinos oscuros les traerá
el tiempo que aún ahora está por ser?
Silencios esperando alguna luz,
sombras mostrando irónicas su faz,
viento soplando un hálito feroz,
o bien el eco eterno de tu voz,
tus ojos regalándome la paz,
tu mano, amor, salvándome en la cruz.
¿Puede una serie así tener final? Seguramente, no: sabemos que el ínclito Luis Alberto de Cuenca también ha cedido a la tentación, aunque las pruebas no hayan trascendido de momento —y lectores tiene este blog capaces de darnos a todos los anteriores ciento y viento desde la sección de comentarios. Pero en lo que se lanzan ustedes, consideren también este de Rafael Herrera y concédanme que es complicado dar mejor remate a la entrada:
Desafiaba el nieto de Niceto
con cuatro rimas y una línea (este
punto de luz breve que soy): «Apreste
su pluma y estro quien acepte el reto».
¡Oh rigurosas leyes del soneto,
y el ingenio del Fénix! ¡Oh celeste
coro del Helicón! O cuncti adeste!
Prestadme vuestro auxilio y yo prometo
darle vueltas al verso, que este punto
de luz breve que soy, cuando se mueve,
cambia la rima al punto que le doy.
¿Se apagará este punto de luz breve
que soy, si al fin lo escribo todo junto:
este punto de luz breve que soy?