miércoles, 8 de marzo de 2006
Salida de emergencia
Vivimos de milagro, brevemente, persiguiendo la centena como Fenris que intenta devorar el sol. Al final es otra boca la que se abre —y caemos.
Vivimos de milagros, también. Algo en nuestra vida es más y menos que lo esperable, un vislumbre gratuito que va costándonos todo. Una vez gustado el licor, no hay nada que pueda saciarnos sino esa gracia implacable que es plenitud, enamoramiento, inspiración, mysterium tremendum. Estar en gracia (en Grecia): sentir por un instante que ninguna otra circunstancia sería mejor, que no nos estamos perdiendo nada. Algo como la ilusión escénica, pero desde el punto de vista del protagonista. Suspendida nuestra incredulidad (como el ahorcado de la canción), lo que importa y lo que nos rodea ya son la misma cosa, una infinita hora muerta en que el reloj olvidó sus deberes.
Las palabras, demacradas pero leales, alcanzan a decir lo que hace falta. Por vos he de morir, y por vos muero. Lo demás es sólo contraste.
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3 comentarios:
Nice site. Hopefully my site will be as good once done...Regards Jason
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No puedo estar más de acuerdo. Esos instantes de plenitud, de inspiración, de enamoramiento, de totalidad... que no pueden buscarse. Es un estado de gracia (¿en Grecia? ¿Por qué no?)gratuitos, que vienen sin buscarlos, así, como un don divino.
Querida O.,
Intenté llamarte, será que madrugas más de lo que pensaba... (¿no te dejaba esa sinecura tuya remolonear hasta las 9 en la cama?), que cómo estás, vaya dos semanas tontas en V., llegué exuberante de Grecia y anduve tres noches de crapuleo sucesivo, luego sólo pereza y abulia, este sábado me voy a R., de momento psché, ya me animaré al llegar, I presume. Lo de Grecia: fabuloso, tenés que ir, mina, los olímpicos siguen no sé si vivos, pero colean, sólo hay que tener paciencia, pasear a brújula esdrújula, dejar los ojos marabiertos para ver cómo irisa el sol el mármol crudo de los caminos (norte de Folégandros), y al rato cerrarlos, para dormirse en una playa de tamarindos (afueras de Mitilene), soplarle el polvo a los moscateles que enredan las pérgolas olvidadas (cualquier Dodecaneso), y dejar pasar a niñas refitoleras que sorben frappé y se llaman Andrómaca y Erígone y Calíope (esto en Kufonissia), nunca antes me pasó, O., que doliera tanto estar solo en lugares así de lindos, llegaba yo con la moto al extremo de las islas, me pelaba las canillas bajando los acantilados y cuando alcanzaba por fin el ensueño de calita divisada tan perfecta desde arriba, me tiraba al agua desde las rocas verdes y, antes de acabar la zambullida, ya me escocía el absurdo de no tener con quien compartirla, tamaño atracón de belleza a solas resulta mezquino, casi obsceno, tanta maravilla egoísta..., y cómo abusamos de la vida, de la nuestra, cómo fingimos el consuelo esperanzado de una ocasión nueva, de una reedición modélica y depurada de errores e insuficiencias, pero para entonces la vida ya es otra vida y me da que no se vuelven a tener veintiocho años ni se vuelve a Grecia con veintiocho años ni se vuelve a contener entre las manos un octubre radiante y griego de playas exactas y pinares calientes y horizontes estorbados de islotes que desde el prisma velero parecen las crestas sobresalientes de un inmenso saurio submarino, perdona la onda depre, es sólo el truco tonto para coger fuerzas antes de la espantada de todos los inviernos, a mí también me habría gustado escribirte mais j'ai oublié d'emporter ta adresse, a R. sí que me la llevo, ¿me escribes un poco tú también?, cuídat...
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