Las lecciones del tite Antonio. 1991, más o menos. Llego a su casa de Las Águilas con una hoja fotocopiada. Son los primeros versos de un largo poema de un compañero de la facultad, que me ha encantado. La fotocopia murió, y con ella el recuerdo del autor, al que apenas vi un par de días; pero aún recuerdo lo esencial:
El mar repite el verso o la verdad.
Creemos en el naufragio de amor
porque se salvaron las velas más altas...
Creemos en el naufragio de amor
porque se salvaron las velas más altas...
Antonio coge la hoja y la mira con atención. Son sólo unos segundos, sin embargo.
'Aleixandre', me dice, descartándolos. 'No, no, es un compañero de la fácul'. 'Ya. Pero es Aleixandre. El verso o la verdad. Aleixandre.'
Y lo era. No lo dijo entonces, pero ahora sé que la rima de mar y verdad, y hasta el uso mismo de esta palabra, también debió de molestarle.
Los versos aún me acompañan; pero tienen, desde entonces, algo de juguete roto.
1 comentario:
A veces los juguetes rotos son los que mas diversión proporcionan.
Publicar un comentario