Más un mundo que un libro, los que frecuentamos el Nickjournal no podemos leer
Bossa Nova. La historia y las historias, de Ruy Castro (Madrid: Turner, 2008), sin sentirnos conducidos por su traductor, José Antonio Montano. A su modo,
todo Montano está aquí: desde la fobia a los acordeones —no siendo el de João Donato— hasta el fluir de la prosa, no siempre idiomática (
un disco de oír para creer, p. 65), pero siempre achispada.
El héroe del libro, João Gilberto, mantiene una lucha enconada contra el mal gusto, una hidra cuyas cabezas (folclorismo, demagogia, chunda chunda) acaban seducidas por la canción del vate, moviéndose al compás de El Pato y la Garota de Ipanema. Inevitablemente, el triunfo de la Bossa Nova supone su trivialización —pero pocos movimientos han llegado a esa prueba tan bien protegidos por la autoironía y el as en la manga.
Aunque Ruy Castro promete objetividad (
Los seres humanos, al igual que los vinilos, tenemos cara A y cara B, y se ha puesto el mayor empeño en mostrar las dos), hay protagonistas a los que se les perdona todo (Gilberto, Donato, Vinicius) y otras (pues suelen ser damas) que, tras la lectura del libro, uno preferiría mantener a prudente distancia (Elis Regina, Nara Leão). (Aunque nadie sale peor parado que Roberto Carlos: un ye-yé que intenta emular a Gilberto, no da el pego y se tranforma en un pastelón sin paliativos.)
La ambigüedad que mejor se trasmite es la de Jobim, genial, acomodaticio, consentidor, oportunista. Al final, la impresión que uno tenía antes de leer la obra (que Jobim es el gran compositor de esta música —y, de hecho, la trasciende) sale corroborada
cum laude.
Por lo demás, el libro no tiene una hoja seca. Hay destellos a cada paso, como el descubrimiento de que, tantos años antes que el rock progresivo, hubo ya un Stan Kenton, paladín del
progressive (jazz), injertando las audacias de la música 'clásica' en la música de masas, e irritando por igual a patricios y pebleyos.
Sin querer discutir la definición que el autor da del libro (
la historia de una felicidad), el hecho de extender la crónica a las horas negras del género (al menos en Brasil) y no hurtar (aunque no entre en detalles) el declive de sus estrellas, muchas ya extintas, le da también un aire crepuscular y hasta enrabietado (
¿Alguien recuerda cuándo la gente empezó a avergonzarse de la expresión «bossa nova» y se puso a sustituirla por «MPB» [Música popular brasileña]?). Sin embargo, la obra se cierra con una discografía que, además de parecer muy completa, celebra su propia victoria: las reediciones en CD indican que el interés por el género es cada vez mayor, y el libro (publicado por primera vez en 1990, pero revisado en el 2001) se atribuye, sin duda con razón, mérito en ello.
La cosecha de buenas canciones es tan amplia que cualquiera puede servir. De las muchas que no conocía, las que más me sorprendo tarareando son
Chega de Saudade (que da título a la versión original del libro), compuesta por Jobim y Vinicius pero elevada a su máxima potencia por Gilberto, e
Influência do Jazz, de Carlos Lyra. Opto por la menor (y menos conocida).