Ayer martes tuve el placer de presentar junto al autor en la Fundación Concha el nuevo libro de Antonio del Camino, Paso a paso, la vida. Esto es más o menos lo que acerté a decir sobre este libro, una obra tan contenida como intensa, cuya lectura recomiendo encarecidamente. Mil gracias a Carmen, la esposa de Antonio, por la fotografía.
Paso
a paso, la vida
Tenemos
la suerte, querido público, de encontrarnos aquí esta tarde, en compañía del
talabricense Antonio del Camino, que presenta hoy entre nosotros su duodécimo
libro de poemas, Paso a paso la vida.
(El número alcanzado supone un aliciente especial para su siguiente trabajo,
que sin duda andará ya cocinando.) Y es que, en verdad, como cantan Pata Negra,
pasa la vida. De ahí la importancia
de encontrar algo digno que hacer con ella. De eso se trata esta tarde: de hacer
tan grata y provechosa como sea posible nuestra estancia en este lugar; y de
eso, de mantener el equilibrio en el traqueteo incesante que es la vida, trata
también el libro que viene a nuestro encuentro.
Se
trata, en efecto, un libro íntimamente ligado a la experiencia de la vida, del
paso del tiempo. No es, sin embargo, un libro biográfico al uso: aunque no
faltan en él evocaciones de la infancia, estamos ante un libro escrito desde y
para el presente. (De hecho, si aparece la infancia es sobre todo en calidad de
recuerdo, de pasado que se hace presente, de forma a veces inquietante.) Quizá
cabría (Antonio nos lo dirá) entenderlo como un diario no de lo que al poeta le
pasa, sino de los sucesivos estados de ánimo que esos aconteceres provocan en
él, y del balance de lo vivido que cabe hacer desde cada una de sus situaciones.
No me refiero a nada divagatorio ni abstruso, sino a realidades tan cercanas
como tremendas: por ejemplo, lo que sucede cuando llega, una vez más, tu
cumpleaños, sin chuches ni vainilla; o cuando uno se sienta a celebrar en
familia las fiestas y es inevitable observar que de la última vez a esta se han
producido tres bajas.
Dado
que el libro no contiene una biografía al uso, quizá sea obligación de quien
les habla ofrecerles una, que será necesariamente breve, aunque para ello tenga
que resumir con cierta violencia una vida rica en sucesos y, sobre todo, en
obras. Como sin duda son Vds. buenos observadores, saben ya lo esencial:
Antonio es un autor de largo recorrido, reincidente e inasequible a la fatiga
(este, hemos dicho, es su duodécimo poemario; ha publicado también libros de
otros géneros; y practica también la escritura en la Red, en su blog Verbo y penumbra). Podemos precisar un
poco la longitud de ese recorrido: nace en Talavera de la Reina en 1955,
comienza a escribir en la adolescencia y publica sus primeros textos en la
década de los 70, en la fértil veintena. Son de entonces sus libros Segunda soledad (Premio Rafael Morales de 1979) y Donde el
amor se llama soledad (1981). Este primer período culmina con
la publicación a sus 30 de Del verbo y la penumbra (1985), un título
memorable que mereció un accésit del Premio Adonais y que, como hemos visto, tiene
un feliz eco en el nombre del blog que mantiene actualmente.
Le
sigue a este período de actividad pública otro de relativa calma o oscuridad,
en el que sigue escribiendo con la misma autoexigencia, pero opta por la
autoedición, primorosamente artesanal. A comienzos de milenio, participa con su
alter ego Miguel Ardiles en una
curiosa aventura digital, la página web argentina poesia.com, en cuyos foros monográficos de sonetos y décimas
vinimos a coincidir los dos por primera vez, junto a otros amigos, como Alfredo
J. Ramos o Luisa Arellano. Se trata, sin duda, de un accidente; pero de un
accidente feliz que obedece a un interés común por las formas métricas citadas,
un interés que en su momento bien cabría definir como underground o soterrado, pues se producía en un panorama que, en la
medida en que la propia página poesia.com lo reflejaba fielmente, estaba
dominado por formas de expresión presuntamente más libres o modernas. (Sobre
esto, si les parece, volveremos en un momento.)
Tras
años de intenso trabajo en la Banca, llega su jubilación y, libre de compromisos
laborales, Antonio vuelve a circuitos más amplios de difusión de su obra (es
decir, a la ‘heteroedición’, si me permiten el palabro) con la publicación en
LF Ediciones de Para saber de mí, un
libro espléndido a cuya presentación en esta misma Fundación Concha tuvimos el
placer de asistir en 2015. Le sigue el libro que nos convoca hoy, Paso a paso la vida, un libro que acaba
de aparecer el mes pasado, pero del que ya podemos encontrar reseñas elogiosas
en la prensa escrita y en la Red. Elías Moro nos ofrece una estupenda desde la
propia solapa del libro: escribe allí que
En
un libro honesto (escrito «con la sobria belleza del olivo» y la hermosa
«aspiración al silencio») de tristeza y gozo, de afanes y deseos, de
cotidianeidad y memoria, el poeta desgrana el paso de sus días como trasunto
también de los nuestros . De su lectura, nos asegura Elías Moro, y corroboro yo, saldrá el lector aparte de incólume, más
sabio y limpio.
Hace
un par de semanas, el 13 de abril, aparece en el blog Fuente de papel, de José Luis Morante, una reseña también
elogiosa. Entre otras cosas de interés, Morante adscribe el libro a la
tradición de la poesía meditativa y
señala su distanciamiento radical de la poesía hermética, confusa e
ininteligible que todavía algunos siguen considerando avanzada o moderna. Es
una reseña perspicaz y muy bien escrita, que nos recuerda que la crítica de
libros, en buenas manos, es en sí misma un género literario de primer orden.
Hace
tan solo tres días, el 22 de abril, se publica en ABC (un diario cuyas páginas culturales gozan de merecida fama;
quizá no tanto algunas otras) una reseña de Alfonso G. Calero, Tres hondos poetas de hoy, en la que
escribe sobre el libro que nos ocupa que se trata de
un
libro hondo, sencillo, natural, que destila una filosofía cotidiana sin más
artificios que los propios de la vida: el tiempo, el dolor, los pequeños
placeres... y nos propone una serie de reflexiones sobre ello en un lenguaje
claro, que discurre como el agua de un río. (...) Un libro lleno de sabiduría y
auténtica poesía humana.
A poco que los comentaristas citados hayan estado
acertados, ya ven Vds. que Antonio es un autor que exige poco o ningún
intermediario en su comunicación con el lector. Dado que no es preciso explicar
a quien se explica estupendamente solo, si algún papel nos toca a los que lo
presentamos es lanzarnos a formular a calzón quitado los elogios que él, pudoroso y modesto por naturaleza y por
posición, no puede ni debe verter.
Hay
algo, sin embargo, que sí siento necesario hacer y es contribuir a deshacer dos
malentendidos que no sé hasta qué punto se dan o no, pero que resulta en
cualquier caso placentero combatir.
El
primero tiene que ver con la libertad creativa del poeta. La formulación del verso libre vino, por oposición, a
configurar el fantasma de un verso siervo
u obediente a convencionalismos
más o menos burgueses o antañones. Don Antonio Machado vino ya a resolver esta
impostura cuando escribió aquello de:
Verso
libre, verso libre...
Líbrate,
mejor, del verso
cuando
te esclavice.
La
poesía de nuestro Antonio es un ejemplo señero de lo que yo entiendo que es la
obra de un autor libre, en el sentido métrico: es decir, de alguien que tiene
libertad para elegir entre los diversos registros y formas porque se ha
familiarizado debidamente con todos ellos: es igualmente hábil con el soneto
(clásico o isabelino), la décima, el romance o el haiku que con el verso
blanco, sin rima (pero no menos rítmico por ello) o la prosa poética.
Dado
que se ha hablado mucho de la claridad de sus versos, quiero también deshacer
el posible equívoco de que lo que encontramos en este libro tenga algo que ver
con la línea clara, lúdica y
culturalista a su manera, defendida
en los últimos decenios por Luis Alberto de Cuenca. La claridad a la que nos
referimos nos remite, me parece, a otra tradición, a otras fuentes, más sobrias
y hondas: si en el fondo de la misma podemos distinguir a Fray Luis, ese
excelente poeta meditativo, más cerca de nosotros y de Antonio tenemos a su
tocayo Machado y a Pedro Salinas, cuya fidelidad a la propia voz resuena a
menudo en los versos de este libro; e incluso a Blas de Otero, aquel poeta que,
como Antonio, un día bajó a la calle y
comprendió. (Antonio, puntualicemos, no baja
a la calle: sale a la misma;
pues, como ha ido quedando claro, no vive en las alturas, en una torre ebúrnea
—sino a pie de calle.)
La
poesía de nuestro autor es meditativa, sí, pero también civil, agnóstica y
estoica: si algo queda claro en ella
es que el poeta no acepta ninguna golosina del Otro Mundo y se atiene con
limpieza a lo que vemos, a lo que hay: el paso del tiempo y la oportunidad de
salvar a través del verso algunas de las experiencias y sensaciones vividas (Cuanto escribo me salva ante mí mismo —Tempus fugit; y lo que escribe es
siempre un testimonio veraz de lo que vive: Un
verso que actúa de testigo —Ese
testigo). A esta exigente transparencia le acompaña una gran felicidad
verbal, que le lleva a formular estas verdades eternas de forma memorable. Por
ejemplo, cuando escribe (en Anunciada derrota)
que
En
la larga batalla que la vida propone
solo
hay un vencedor, y ese es el tiempo.
Por
último, me parece también significativo que un repaso a su blog nos deje ver
que los autores a los que ha dedicado más espacio son sus propios
contemporáneos, autores vivos y presentes como Francisco Castaño, Pedro
Tenorio, Alfredo J. Ramos e Hilario Barrero. Siento que a Antonio le hace feliz
formar parte de esa hermandad de poetas vivos, que no muertos, y estoy seguro
de que esa hermandad está abierta para incluir también a cualquier lector que
acepte el envite que hoy nos plantea con este libro lúcido, abierto y sereno.
2 comentarios:
Qué decir, Alejandro, más allá de mi enorme agradecimiento por acompañarme en la presentación, y tus más que generosas palabras para conmigo y mi tarea con el verso. Fue un placer, desde luego. Y una tarde que quedará en el recuerdo durante muchos, muchos días.
Un fuerte abrazo,
Una magnífica presentación, Antonio, estarás contento. Me alegro mucho, amigo.
El 21 de mayo me toca a mí en la Feria del Libro de Sevilla con León Molina:
él presenta mis "Microrrelatos domésticos" y yo su antología de Siltolá.
Gran abrazo.
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