lunes, 29 de diciembre de 2014

Un regalo de Navidad


El año que se avecina se me presenta difícil de olvidar: hay cosas que empecé hace ya 20 años y que debo acabar ahora, sí o sí, y hay otras que llevan tiempo pidiendo que las atienda. Esta es una de ellas: azuzado por mi amigo Daniel, he terminado ahora mismo la edición digital, escaneada, de un libro manuscrito de poemas y otros escritos, fechados en 1984 y 1985, de Antonio Hernández Marín, Aker (Santa Cruz de Mudela, 1951 - Valdemanco, 2009). No es este un texto que yo desee subir a la Red. Pero si conocéis a Antonio, por haberle tratado en persona o por haberle descubierto en este u otros espacios, estimo que tenéis derecho a este libro. Os pido simplemente que me escribáis en privado y yo os haré llegar con mucho gusto un ejemplar gratuito de la obra. ¡Feliz Navidad!

sábado, 6 de diciembre de 2014

Del otro barrio en este


Este viernes los lectores de Elvira Lindo tuvimos ocasión de regalarle el único ejemplar que ha habido y habrá de Nuestro otro barrio, un libro manuscrito que recoge todo tipo de impresiones sobre su libro de El otro barrio, que han estado leyendo durante este trimestre los muchachos de 4º de ESO.

Traigo aquí mi aportación al juego: un soneto que puede parecer críptico si no se ha leído el libro, pero que resulta bastante transparente en caso contrario.

Del otro barrio en este 

No hables con nadie, dice el abogado. 
Hablar algunas veces es dar forma 
a un vértigo fatal que se deforma, 
una caída libre hacia el pasado. 

Pero hablamos. Afloran nuestros hechos 
y con ellos las mañas de Fortuna: 
el hueso que se esconde en la aceituna, 
el filo oculto entre los berberechos. 

Amado por mujeres que te ocultan 
de la verdad y a ella, nuestra vida 
persigue, como el agua, la salida 

por grietas, accidentes, recovecos: 
conjeturas absurdas que resultan, 
la voz del padre ardiendo en nuestros ecos. 

jueves, 30 de octubre de 2014

Pan Bendito


Contar cuentos a mis niños cada noche me ha llevado a leer cientos de ellos en los últimos años. Mi último tesoro es un tomo en tapa dura de Siruela, los Cuentos populares de los gitanos españoles, recogidos por Javier Asensio García. Se trata de una obra maestra de su género, por la pulcritud con la que están recogidos los textos y por la riqueza de los mismos, que van de los cuentos maravillosos de toda la vida (de los que se aportan versiones que, al menos para el mundo payo, resultan a menudo novedosas) a otros muy divertidos sobre engaños y negocios turbios. Pero para mí la joya son los relatos del final que, más que cuentos, se acercan al formato de la leyenda, pues se trata de historias contextualizadas, narradas como reales, que a menudo le sucedieron a algún familiar del narrador, o incluso a él mismo.

Una de estas historias tiene que ver con el Pan Bendito, que da nombre al famoso barrio gitano de Madrid. Famoso y temido, aunque de adolescentes, por cuestiones de amistad y amor, mis amigos y yo anduvimos mucho por allí y jamás tuvimos ningún percance serio ni con los gitanos ni con otras gentes presuntamente peligrosas. Dice así el relato:

El pan protector

Esto le ocurrió a un gitano que acababa de hacer un trato muy bueno en una feria. Les había vendido a unos payos doce bestias.  Llegó a casa y empezó a darle vueltas a la idea de que, si los payos se arrepentían, iban a ir a buscarle para deshacer el trato. Así que le dijo a su mujer:
—Me voy de casa, no sea que los payos se echen para atrás.
Salió de noche, andando, andando, hasta que llegó a un caserón oscuro. Y no tembló:
—No le tengo miedo ni al lucero del alba.
Preparó una fogata con broza y paja para calentarse. Se puso a cenar lo poco que había podido llevarse de casa. En esto que oyó un murmullo de voces que no entendía y pensó: «¡Los payos!».
Rápidamente apagó el fuego con una pelota de trapo. Siguió oyendo los murmullos y pensó que los payos se acercaban. En lugar de salir por la puerta, subió por una escalera, se asomó a una ventana, dio un salto y cayó sobre el caballo. Entonces todos los gitanos llevaban faja, y como le había sobrado un trozo de pan y el pan es sagrado, no lo tiró. Se lo metió en la faja. Arreó el caballo y salieron camino adelante, pero al poco tiempo notó que el caballo se atollaba, que no podía seguir. «¿Qué pasa aquí?», se preguntó.
Entonces se dio la vuelta y vio el cuerpo de una persona que tenía la cabeza de cabrito y que le hurgaba en la faja.
Era cosa diabólica. Como el pan es sagrado, ese diablo, hasta que no le quitase el pan de la faja, no podía hacerle nada, y eso era lo que intentaba: arrojar el pan bendito al suelo. Pero el gitano se agarraba la faja y no dejaba que le tocasen el pan.
El diablo, visto que nada podía hacer, le gritó al oído, un grito estremecedor. Y el gitano murió del susto.

(Javier Asensio García, Cuentos populares de los gitanos españoles, pp. 277-8)

domingo, 26 de octubre de 2014

Las hadas de tu templo (2014)


¡Pero esto es una folía!, me dijo el maestro Aníbal cuando le enseñé esta pieza de nuestro querido Alfonso. Y como esa danza renacentista, con su debido contrapunto y algún guiño arcaizante al modo dórico, ha quedado arreglada en esta versión, que nace instrumental pero espera oírse cantada bien pronto.



miércoles, 1 de octubre de 2014

Con una cinta de seda


Llega una edad en que los hijos se van de casa. Así estas melodías que a uno se le ocurrieran para algunas canciones del maestro Agustín, como Ay lino y Con una cinta de seda, que ya el año pasado refrescamos con las ideas nuevas que traían los amigos Dani y Juanfran, y que ahora siguen su curso en el repertorio de La Araña Calva, mudando en el trayecto de estructura y a veces también de sustento armónico.

El resultado me parece especialmente brillante en el caso de Con una cinta de seda, donde la base de la canción ha sufrido una reescritura radical. Pero como uno es cabezón (lo dice un personaje de Borges: Todas las cosas quieren perseverar en su ser, ha escrito Spinoza. La piedra quiere ser una piedra, el tigre un tigre, yo quería volver a ser Hermann Soergel), los acordes originales han venido a visitarme esta noche para convencerme de que en ellos quedaba aún mucha música por exprimir. Y esto me cuentan.


miércoles, 24 de septiembre de 2014

Sweet sweet feeling


Seguro que mañana la veré con otros ojos, más duros ellos —pero ahora que la acabo de sacar, cuánto me gusta esta pieza, sencilla y pastoral como ella sola.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Animaladas


Paradojas del simbolismo: la lucha contra el animal salvaje, que nació como reivindicación de nuestra condición civilizada y rechazo, vía el animal externo, de la bestia que llevamos dentro, acaba siendo vista como lo que también es: una animalada que confirma lo brutos que somos. Un bucle del que solo se puede salir, me parece, no mediante la prohibición, sino mediante la desliteralización de la fiesta: liberando al animal de verdad del peso que nos habíamos acostumbrado a echarle encima (lo que no le librará, al menos de momento, de otros destinos horribles, como acabar en el matadero o hacinado en un espacio mínimo) y sustituyéndolo por cualquier otra cosa que pueda cumplir la función (aterrarnos y, sin embargo, resultar finalmente vencido). Se dirá que para contentarnos con sustitutos, mejor prescindir sin más del rito. Pero eso es no entender, respondemos, lo que es un rito. Plantéese el lector cuántos consumidores indignados piden al final de la misa el libro de reclamaciones al comprobar que, pese a la publicidad engañosa, no le han servido la tapa prometida de carne y sangre humanas.


Una cultura que haya proscrito todas las fiestas (incluido el circo) en las que participan y sufren animales tendrá, me parece, problemas para entender todo el arte (magnífico, a veces, como el de Lorca o MIguel Hernández) que, sin tocar una mica a los animales en cuestión, se ha construido alrededor del simbolismo de estos ritos. La taurofilia de los artistas parecerá entonces un atavismo vergonzoso, como cuando leemos que Platón o Edgar Poe no veían nada extraño en que algunos de sus congéneres fueran vendidos y tratados como esclavos. Sin duda la injusticia que supondrá esa renuncia a entender y apreciar la poética de la lucha con la fiera y su sacrificio es menor en comparación con la que sufren, aún hoy, los animales. Pero a mí me da que no será buena cosa. // En otro escenario posible, si esas fiestas evolucionan hacia la eliminación del sufrimiento animal (como nuestros ancestros pasaron del sacrificio de animales a los dioses a las ofrendas vegetales o directamente simbólicas), conservando sin embargo su valor sígnico, será posible leer y entender esa tradición como algo que tuvo, y sigue teniendo, sentido, pero que ha evolucionado, haciéndose más sutil y menos literalista. Imagino que en esta posición me quedo más solo que la una. Pero siento que, ya que lo pienso, me tocaba atreverme a decirlo.

I Me Mine


 Si yo no fuera yo... Me apunto al trato.
Quiero mirar el sol con otros ojos,
ver verdes estos rojos,
saltar por la ventana, ser el gato

que roba la comida de tu plato
y contemplar con lentes infrarrojos
el mundo más allá de los cerrojos
que yo destejo y teje mi recato.

Estoy cansado, sí, de quien suscribe.
Prefiero ser ese señor que escribe
las cosas que de vez en cuando firmo;

ser esa habitación donde no he estado,
tener recuerdo claro (lo confirmo)
de todo lo que nunca me ha pasado.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Barroquerías

Barroquerías

¿Qué se cuece, mi amor, en tu cociente?
¿En qué fuentes profundas se fraguaron
o fundieron las letras de tus labios?
¿Quién sabe de qué savia es tu saliva?
¿Qué cuesta recostarse en tu costado?
Retorcida cual árbol, como verja,
resentida tal llaga, cual recuerdo,
me agotas, me interpretas, me resumes,
me recorres, me ignoras, me descartas.
Tortura tortuosa a fuego lento,
señal sin afeitar (Usté está aquí),
me excomulgo, me acecho, me reviento.
Si algo tuyo era yo, no era la entraña.
Si algo bueno hubo en mí, no consta en acta.

martes, 16 de septiembre de 2014

Una herida sin causa


Soy fan (lo complicado sería no serlo) de J. Allan Hobson, probablemente el investigador actual más sobrio y perseverante sobre los sueños. Hobson sostiene que los sueños son resultado de la activación más o menos aleatoria de determinadas zonas del cerebro y del esfuerzo de este por sacarles algún sentido a los contenidos que de ese modo emergen. Ese esfuerzo, aunque baldío en sentido estricto (porque se trata, ya digo, de contenidos sacados al azar del almacén), tiene su porqué: durante la fase REM (o MOR, si son Vds. castizos), el cerebro duerme, pero se engaña a sí mismo creyéndose despierto. Y cuando uno está despierto eso es lo que hace: intentar dotar de sentido a lo que percibe, ponerles nombre a los animales.

No solo eso, sino que ciertas zonas activadas durante la fase REM tienen que ver con los sentimientos: de ahí que, en la visión de Hobson, soñemos tontadas más o menos azarosas, pero al mismo tiempo tengamos la sensación de que nos va la vida en ello. (Tampoco es nada que no le suceda al aficionado a las películas de sobremesa, que se encuentra, como le pasaba al maestro Agustín, moqueando o hipando de emoción ante melodramas como este mientras al mismo tiempo se ríe de lo cutre del sensacionalismo y su pornografía emocional.)

La teoría de Hobson, además de dar razón de por qué los sueños son absurdos o banales pero nos resultan significativos, explica también ciertas características recurrentes del sueño, como la incapacidad manifiesta del soñador para razonar con claridad o hacer memoria (dentro del sueño) de lo que se supone que ha pasado antes de lo que está pasando. La explicación no puede ser más sencilla: durante la fase REM, estos procesos que corresponden a lo que Hobson llama la conciencia secundaria no son posibles porque las zonas del cerebro que se ocupan de ellos están apagadas o fuera de cobertura.

Como digo, la explicación está bien urdida. Pero mis sueños tienen problemas con ella. Literalmente. Esta noche me fui a dormir dándole vueltas, entre otras muchas cosas, a un artículo de Hobson. Y esto es parte de lo que he soñado:

Estoy en casa con Carlos, un amigo muy querido con el que en los últimos tiempos he tenido la suerte de convivir bastante. En un momento determinado, me doy cuenta (o él me lo señala) de que tengo una herida en la cabeza. Aparentemente, ya está cicatrizada: alguien debió de curármela. Pero es de un tamaño considerable: de hecho, aunque yo me siento normal, tengo partido el cráneo un poco por encima de la oreja derecha, y las dos mitades partidas, aunque cosidas con esmero, no acaban de encajar. Pero ¿cómo ha podido pasarme eso y que yo no me haya dado cuenta de ello hasta ahora? Lo hablo con mi amigo y llego a la conclusión de que seguramente me pasó ayer, cuando estuve fuera de casa haciendo unas compras. De hecho, recuerdo ahora lo que iba a comprar: una aguja USB (en la vigilia, Carlos y yo habiamos estado hablando de comprar algún aparato que permita volcar viejos vídeos en VHS al ordenador vía USB). Pero, aunque llegué a comprarla, no tengo esa aguja, ni recuerdo cómo la perdí. Deduzco, pues, que alguien me la robó. Yo iba con mi bolsa por la calle (es lo último que recuerdo) cuando alguien debió de darme un porrazo, robándome a la vez la aguja y la conciencia. Esta última, con tanta eficacia que al parecer no la recobré hasta que me encontré, ya curado, en casa.

Procede, pues, investigar el robo. Y eso es lo que hacemos: mis padres y yo nos desplazamos a un bar donde, según nos ha dicho la policía, se está investigando a una banda de ladrones que ha cometido numerosos robos en el barrio. Sin embargo, no es un bar de barrio: es más bien uno de esos que se encuentran al lado de las autopistas, donde además de servirte un café o una cerveza puedes comprar el periódico o un recuerdo de Cuenca. Y, en verdad, los anaqueles están llenos de objetos, se supone que robados por la banda y recuperados por la policía. Entre ellos, por desgracia, no está mi aguja USB.

En estos bares también es más o menos común que los pedidos se hagan en una caja, donde abonas lo pedido y te dan un ticket, que luego debes cambiar en la barra por el producto solicitado. En este bar sucede algo así: hay una aglomeración de sujetos estrafalarios en torno a un punto central de la barra, que debería ser, por lo dicho, la caja, pero en este caso es más bien una especie de control policial. De hecho, según me comentan, el presunto cabecilla de la banda está allí junto a algunos de sus secuaces, esperando que les interroguen —es un oriental fornido al que los suyos llaman King Crimson. Su sonrisa indica que no teme nada del proceso —o al menos eso quiere que parezca. En algún momento, decidimos irnos del pajar: no hemos recuperado la aguja, pero al menos ya tenemos claro qué ha sucedido. La salida del bar, sin embargo, tiene su complicación: hay que atravesar un pasillo que da la vuelta por fuera a todo el establecimiento. Yo me retraso un poco, y cuando quiero darme cuenta me encuentro dando vueltas por el circuito sin acertar a salir. Cuando por fin lo logro, estoy en la calle, pero no hay ni rastro de las personas que me acompañaban.

 * 

El sueño da para bastantes comentarios. Como (al igual que Manuel Machado), no niego que llevo prisa, señalo al menos dos motivos recurrentes del sueño: el protagonismo del recuerdo y el razonamiento (o sea, los procesos propios de la conciencia secundaria que, según Hobson, no son posibles mientras soñamos) y el hecho de que los materiales que forman la trama, lejos de estar cogidos al azar, forman una galaxia significativa ligada no solo a las experiencias de los últimos días del verano (la convivencia con mi amigo, la posible compra de un aparato USB, la convivencia también con mis padres, la parada en uno de esos bares cuando vamos o volvemos a Madrid) sino a las preocupaciones que me ocupaban (que tienen que ver con la pérdida de facultades, sobre todo de la memoria, y con el temor a las distracciones y a los robos, literales o metafóricos: las cosas que me roban el tiempo, la sensación de que no encuentro la clave para orientarme). Incluso la referencia a King Crimson tiene que ver con el hecho de que estos días han vuelto a la carga, con un repertorio que, por primera vez, hace repaso de algunos temas, ya remotos, de los 70.

El sueño, pues, es un comentario sobre la obsesión por recuperar el pasado y el sentido; pero también una refutación irónica de las tesis de Hobson sobre el sueño. Esto es no es la primera vez que me pasa: cuando leo teorías sobre el sueño, tengo sueños que juguetean con ellas, generalmente para desmentirlas, o al menos escenificarlas con cierta sorna.

Ay de mi alma





Rescatan las buenas gentes de la Fundación Ramón Menéndez Pidal este romance inédito de Agustín García Calvo. Lo reproduzco, con alguna pequeña enmienda que creo razonable.



[ROMANCE «AY DE MI ALMA»]

Paseábase el rey moro
por las rosaledas blancas,
de acequias en arriates
donde se quiebra su alcázar,

–Ay de mi alma–

cuando le llegaron nuevas
–ángeles las murmuraban–:
que Alá le ponía cerco,
que era su alma tomada,

–Ay de mi alma–

que las huestes de su nombre
–pendones verdes y granas–
desparramados huían
por los campos, por el alba,

–Ay de mi alma–

que de la torre mayor
de la gloria y de la gala,
rendido al hambre, el alcaide
las llaves de oro entregaba.

–Ay de mi alma–

Perdidos sus cien alfanjes,
narguiles de ámbar y nácar,
perdidos eran los ojos
de Aixa y de Fátima y Zaida.

–Ay de mi alma–

A las nuevas que le llegan
no sabe el rey lo que haga;
algo en él decía «sea»,
pero algo en él suspiraba:

–Ay de mi alma–

«Cuántas guerras y tesoros
para alzarla y adornarla,
cuántos años de trabajos
y de músicas llenándola.

–Ay de mi alma–

»Le di diadema de rey,
le di por nombre Abenámar;
le dije que era y qué era
sabiendo que era engañarla.

–Ay de mi alma–

»Pero ella, en medio del sueño,
sabía bien que soñaba,
queriendo vivir, quería
saber la verdad que mata.

–Ay de mi alma–

»La aderecé de jazmines
y sollozos de guitarras
y le dije que era suyo
el oro, el harén, las cuadras.

–Ay de mi alma–

»Le dije que Alá en el cielo
un sitio le reservaba,
donde viviera por siempre
fiesta sin miedo y sin ansia.

–Ay de mi alma–

»Pero, ya que llegan nuevas
que entran a saco a la plaza,
pero ya que nada vale,
que está perdida y ganada,

–Ay de mi alma–

»si Dios y yo no podemos
vivir en la misma casa,
sea Dios, que es el que es,
y yo despierte a la nada.»

–Ay de mi alma–

martes, 9 de septiembre de 2014

Grabaciones encontradas (II): Desconfía


De la megalomanía a la paranoia. Se dice a menudo que la Movida fue apolítica. El punk, sin embargo, no lo fue. Y las fronteras entre ambas cosas eran harto borrosas cuando se grabó esta canción, que tiene un pie en el funk y otro en la onda siniestra.

Mañana nos vemos en Piccadilly, dijo Carlos Berlanga a sus compañeros Pegamoides cuando acabaron de ensayar el 23F de 1981. La Movida podía ser apolítica, pero solo era posible dentro de una democracia, tan preocupada en cuajar que dejaba, entre tanto, hacer de todo a sus polluelos (ya se resarcirían tiempo después los de arriba regulándolo todo, hasta la gayola).

Bajo las coordenadas de la Movida, no cabía otra canción política que una reconstrucción sarcástica de la canción protesta, llevándola a extremos apocalípticos (que, por otra parte, no le eran ajenos) para reventarla gozosamente. ¿Qué harías tú / en un ataque preventivo de la URSS? (Cambiar de champú, aparentemente.)

Desconfía de la CIA, dice el letrista, pero su retrato de los hombres con corbata que acechan la ciudad, decididos a gobernar, recuerda más bien a los yuppies y a los cuadros emergentes del PSOE. (Con lejano guiño, o mera sincronía, a los hombres grises de Momo.)

La cinta ofrece dos versiones de la canción. De la primera a la segunda, en que se incorporan las muchachas de feliz recuerdo, cambian bastantes cosas: con el riff memorable del bajo, la canción toma cuerpo, y la letra se define mejor. De repente, a pesar del sonido precario, el grupo parece a un paso de tomar un estudio de grabación y hacer eternas a sus cantantes gogós, en la vena que poco después explotarían Objetivo Birmania, Aerolíneas Federales y Dinamita Pa Los Pollos. No way!

Como se trata de escandalizar, además de un elogio del adulterio (recurre a la vecina, te puede hacer feliz; Manolo está en Vigo, lo puedes conseguir) —aún estaba reciente la Ley del Divorcio—, no falta una apelación a la lucha armada (coloca una bomba en tu ayuntamiento / en el Parlamento). En su versión de Jimmy Jazz, cantaban Kortatu que su héroe puso 20 kilos de Goma 3, / mandó a tomar por culo todo un cuartel. La desconfianza hacia el Gobierno y sus perros de presa (Mucha policía, poca diversión) es aquí la del drogata preocupado por el coche de la Plas, no la del héroe etarra del fétido Rock Radikal Vasco. Pero son los amorales 80, y hay cierta confluencia entre la frivolidad y el crimen: si Manson y Vicious se tatuaban (o pinchaban) esvásticas, decididos a molestar, no es raro que los jóvenes punkarras madrileños encontraran divertido insinuar cierta complacencia con ETA o los GRAPO —siempre dentro de una parodia paranoica en la que todo exige tomarse con una miga de sal.

A pesar de la distancia infinita (entre los 60 y los 80 parece haber transcurrido una era geológica), la voz cantante anima al protagonista a escapar (No lo pienses más, vete y sal corriendo), no sabemos de qué ni a dónde, al modo de la quinceañera de She's Leaving Home. Pero aquí no hay empatía con los padres abandonados: más bien resuena el eco de Kaka de Luxe (Rosario se ha escapado, se ha ido de su casa; ha matado a su padre con una lata, ha matado a su madre con una lata) —a los que tampoco hay que imaginarse predicando el parricidio literal (nuestros punkis del Rastro habían leído a Freud y sabían en qué consiste la muerte del Padre). El cinismo filial, por otra parte, nunca desaparecería del todo de nuestro pop, aunque para cuando lo retoman los Ronaldos el adiós es más bien un hasta pront (hasta que acabe la farra y haya que volver al nido) y, lejos de aspirar a la independencia, se asume con desenfado la dependencia económica (Adiós papá, adiós mamá, consíguenos un poco de dinero más).

(Como nota final, el comentarista, que soy yo, confiesa que encuentra turbador lo bien que encajan estas canciones en su momento: parecen emanar con tanta naturalidad de él que a poco le hacen a uno creyente en eso que llaman el espíritu de los tiempos, el Zeitgeist.)


lunes, 8 de septiembre de 2014

Grabaciones encontradas (I): Soy el jefe de la tribu



1979, indica la cinta que se utilizó para grabar encima esta maqueta casera.  No en 1979, desde luego, pero tampoco mucho después. Yo era un niño, pero recuerdo la algarada adolescente en algunas de las grabaciones, con las muchachitas punkies, estrellas invitadas, desgañitándose sobre una primitiva caja de ritmos.

Buena parte de las grabaciones son piezas rudimentarias de guitarra, pensadas seguramente para practicar encima (contando con que la velocidad del cassette al grabar o reproducir no alterase la afinación, cosa que pasaba a menudo). Pero hay unas pocas canciones completas, que voy a rescatar en esta entrada y las siguientes.

Las canciones de esos años tienen un sabor peculiar. Se dicen enormes burradas (somos Gabinete Caligari y somos fascistas; simpáticos los nazis; etc.), pero afortunadamente resulta imposible tomárselas en serio. Hay voluntad de espantar a la generación anterior, la de los progres, pero también de celebrar la libertad de expresión dejándose llevar sin ningún reparo por fantasías extremas, al modo de Portero de noche. Es la época de la Movida, pero también de El Víbora y de las primeras películas de Almodóvar.

No creo que se hablara entonces todavía de tribus urbanas, pero el sustrato imaginativo ya estaba ahí. Oigo los tambores sonando en el pueblo vecino; hay tribus ocultas cerca del río...

Paula quiere ir a Senegal. En la primera versión de Charlie y la fábrica de chocolate, Willie Wonka viaja a la selva africana y encuentra allí a los Oompa Loompa. El protagonista de la canción vive una fantasía similar, pero no regresa a Europa: se queda en Angola a disfrutar de su nuevo status: una mezcla de C3PO entre los ewoks, el Hombre Enmascarado y Pablo Escobar. (Homer, años después, hará el mismo viaje, pero a una isla del Pacífico.)

Todavía un poco más de contexto: Todos los negritos pasan hambre y frío, se mofaban Glutamato Yeyé, mientras Battiato hablaba con desdén de la monserga africana. Como también la incorrección política caduca, poco después Radio Futura pondría en su sitio la influencia africana con su Africano por la Gran Vía, y a no tardar mucho Las Hijas del Sol vendrían a hacerse las jefas del cotarro.

Pero esto es 1981 (más o menos). Un año que suena así:



lunes, 25 de agosto de 2014

La Lamia negra que encerró a Hades en su pecho


Volviendo sobre mis ogresas favoritas, las del mundo antiguo, encuentro sin buscarlo este poema de Kostis Palamás, incluido (creo) en su primer libro, Canciones de mi patria (1886), que podría adscribirse a eso que se llama en nuestra poesía, a propósito de Lorca y Alberti, el neopopularismo.


El poema, muy breve, es como un resumen de la canción tradicional sobre la Lamia que traduje en su día aquí. Palamás sigue los pasos del héroe del cantar, pero a diferencia de este, no logra escapar de la trampa que le tiende el monstruo: se queda allí abajo meditando en la ironía de su destino.

Así dice el poema:

Λάμια

Η μαύρη Λάμια που έκλεισε
στην καρδιά της τον Άδη,
να κατέβω με πρόσταξε
μέσ’ στο ξερό πηγάδι,
νάβρω το δαχτυλίδι της
που μέσα εκεί έχει πέσει
μ’ ένα διαμάντι λιόκαλο
καρφωμένο στη μέση.
Ψάχνω, δε βρίσκω τίποτε…
Ω νύχτα, ω τέρας πλάνο!
Στα πόδια μου μιαν άβυσσο,
και μια Λάμια αποπάνω.

Y así vendría a sonar la cosa en español (de más está decir que cualquier enmienda sabia es bienvenida):

La Lamia negra que encerró a Hades en su pecho
me pidió que bajara dentro de aquel pozo seco
para encontrar su anillo, que caído se le había,
con su diamante en medio que lucía como el día. 
Busco y no encuentro nada. ¡Noche, monstruosa infamia! 
A mis pies, un abismo; y arriba, una Lamia.

sábado, 9 de agosto de 2014

Del Laberinto al 30 (oda a Rosa Díez)


—¡El blanco!, —se mofó Saruman—, el blanco está bien para empezar. La ropa blanca puede teñirse. La página blanca puedes cubrirla de letras. La luz blanca puede quebrarse.

Rosa de colores mil 
(diez al menos), rosa blanca,
nacionalista al pilpil,
crítica (no con la Banca), 
bisagra por engrasar
del Partido Popular,
amiga de Savater, 
querida a más no poder
del barrio de Salamanca,
reformista cerebral
que conoce bien el mal
(del que fue socia entusiasta)
y a la que un fondillo basta
(así sea de reptil)
para subir al atril
tranquila por su futuro.
Lengua dúctil, verbo duro,
sacerdotisa del demos,
abomina de Podemos
y su demagogia basta.
Al bolivarismo casta,
de la progresía azote,
no duda en pegarse el lote
con la Iglesia liberal.
A su modo vertical,
cual su tocaya floral,
es Rosa de Luxemburgo.
Eficiente demiurgo,
creó un partido a su imagen
donde sin rubor encajen
tránsfugas de toda laya.
Única en desembarcar
al otro lado del mar
(otra no creo que haya),
no dejará de nadar
hasta por fin alcanzar
la más dorada medalla.

viernes, 8 de agosto de 2014

Escarcha de los hechos


Cold facts

En vano se desprende lo que pasa
del árbol fantasmal de lo posible:
apenas transcurrido, ya es factible
leerlo de mil formas divergentes,
precarias, espectrales, casi ausentes.
Los hechos... Pero todo se deshace,
se combina, se ahonda, se entrevera.
La muerte también tiene primavera
y el invierno florestas cristalinas.
No puede recobrar quien se disfrace
la creencia en sí mismo: ni desnudo
dejará de posar ni sordomudo
de andar entre señales ambarinas.
La sesión continúa: alguien valora
qué hay de cierto en la luz y se enamora
de la sombra que baila en su regazo.
El vértigo me acuna y me devora.
El juez rompe su mano de un mazazo.

miércoles, 6 de agosto de 2014

En vez de hablar


De vez en cuando sucede
que nos ordena quien puede
volver a la oscuridad;
es amarga la verdad
y en el margen se disuelve
como el columpio que vuelve
vacío de su niñez.
Pedimos a Dios la vez
y él nos da lo que Le sobra:
el atisbo de una obra
que no sabremos cumplir.
Entretenido en vivir,
uno hace pie donde puede.
De pronto, la arena cede
y vemos lo que vendrá:
un espectro que no está
muerto porque no le consta.
El mar olvidó la costa.
La rima olvidó pagar
y este lugar no es lugar:
solo el blanco muladar
donde se vierte la muerte.

lunes, 4 de agosto de 2014

Migas de luz


Hay canciones, o tipos de canciones, que uno está haciendo y rehaciendo siempre. Esta es una de ellas: la pieza es nueva, pero vuelve sobre ideas que me gustan mucho: jugar con el ritmo ternario propio del vals (sin recordar en absoluto a Strauss), construir en tono menor en clave traviesa (en vez de tristona) y traer a la canción pop algunas sonoridades modales, folkies e impresionistas. Una cara B, hecha con mucho cariño, con sus partes de flauta, violín y trompa. Así suena en versión virtual.


domingo, 13 de julio de 2014

Tres lunas llenas

La Luna que lucía ayer mientras tocábamos con la Bossa y la Vida en el Parque de la Estación, en  Navalmoral, no es de las que se puedan pasar por alto. Recordé haber compuesto, allá por 2010, tres miniaturas en honor de la luna llena, muy influidas por la música impresionista y el rock de los 70.  Mi recuerdo era vago. ¿Cómo sonarían? Pues he vuelto a oírlas y me parece que nada mal.

(Aunque el rótulo indica 'Ciento Volando', lo que suena es la Orquesta Encantada: un ensemble virtual.)

No sé si alguna vez tendremos la posibilidad de tocar estas piezas en directo. Pero bien que me gustaría. Ahí van.





sábado, 12 de julio de 2014

Mudo en Gaza



Infancia 

Çid, en el nuestro mal vos non ganades nada... 

Hoy el ruido recorre las calles, 
se detiene a llamar en tu puerta 
y el silencio lo envuelve, lo abraza. 
¿Alguien sordo en mitad de la fiesta? 
¿Un coágulo añil de tristeza? 
Poca cosa. Quizás con el tiempo 
se podría acotar tu experiencia... 
Ya se quiere marchar el rumor 
y una mano muy fría se aferra 
a sus mangas. ¿Qué quiere decir 
esa voz que no acaba ni empieza? 
No lo sé, no lo quiero saber. 
Quiero irme de aquí y el silencio 
ha cerrado de un golpe la puerta.


sábado, 5 de julio de 2014

Tú ves arder la tarde



Almas buenas me ayudan a no olvidar del todo mi precario francés. Canta Louis Philippe este poema de Paul Éluard, musicado por el gran Francis Poulenc. Y esto viene a ser lo que yo entiendo.


Tu vois le feu du soir qui sort de sa coquille 
Et tu vois la forêt enfouie dans sa fraicheur 
Tu vois la plaine nue aux flancs du ciel trainard 
La neige haute comme la mer 
Et la mer haute dans l'azure 

Pierres parfaites et bois doux secours voilés 
Tu vois des villes teintes de mélancolie 
Dorée de trottoirs pleins d'excuses 
Une place où la solitude a sa statue souriante 
Et l'amour une seule maison 

Tu vois les animaux
Sosies malins sacrifiés l'un à l'autre 
Frères immaculés aux ombres confondues 
Dans un désert de sang 

Tu vois un bel enfant quand il joue, quand il rit 
Il est bien plus petit 
Que le petit oiseau du bout des branches 

Tu vois un paysage aux saveurs d'huile et d'eau 
D'où la roche est exclue où la terre abandonne 
Sa verdure a l'été qui la couvre de fruits 

Des femmes descendant de leur miroir ancien 
T'apportent leur jeunesse et leur foi en la tienne 
Et l'une sa clarté la voile qui t'entraine 
Te fait secrétement voir le monde sans toi 

Somos (Tú ves arder la tarde)

Tú ves arder la tarde saliendo de su concha 
y ves el bosque hundido dentro de su frescor, 
la llanura desnuda en los flancos del cielo remolón; 
la nieve, alta como la mar, 
y la mar, alta en el azul. 

Piedras perfectas y leña dulce, velados auxilios. 
Ves las ciudades teñidas de melancolía 
dorada, de aceras llenas de excusas; 
un lugar donde la soledad tiene una estatua sonriente 
y el amor una única casa. 

Ves los animales, 
dobles malignos sacrificados el uno al otro, 
hermanos sin tacha cuyas sombras se confunden 
en un páramo de sangre. 

Ves un niño hermoso cuando juega, cuando ríe 
es mucho más chico 
que el pájaro chico al borde de las ramas. 

Ves un paisaje con sabores de aceite y de agua 
del que la roca queda excluida, donde la tierra deja 
su verdor al verano que la cubre de frutas.

Unas mujeres bajan desde su viejo espejo 
trayéndote su juventud y su fe en la tuya 
y una de ellas (su claridad la vela) que te atrapa 
te hace secretamente ver el mundo sin ti.

miércoles, 25 de junio de 2014

Solo pienso en ti


Leo aquí sobre el Toytown Sound: canciones de los grupos psicodélicos ingleses de los 60 que exploran el mundo de Alicia en el País de las Maravillas, El viento en los sauces, etc. And fairy stories held me high, cantaba Syd Barrett.

En Ciento Volando tuvimos siempre una vena parecida (de raíz sesentera, pero influida por la vena infantil, pero más siniestra, de The Cure y La Dama Se Esconde). Leyendo cómo se caracteriza el género, me he acordado de esta vieja canción, con sus marionetas y mariposas. La ejecución es torpísima, pero con los años creo que la atmósfera está bien creada.

Y es tan dulce tu mirada quieta, 
siempre en derredor
van comiéndome las marionetas,
pero solo pienso en ti,
solo pienso en ti. 

Y es tan dulce tu mirada rota, 
siempre en derredor
van mordiéndome las mariposas
pero solo pienso en ti,
solo pienso en ti.

viernes, 20 de junio de 2014

Se jubila Mari Ángeles


Hoy concluye un ciclo: hemos tenido el último claustro de la que ha sido directora de nuestro centro en los últimos seis años, Mari Ángeles Fraiz. En la vida es bastante común que amistades que en su día parecieron indestructibles acaben en el olvido o como el rosario de la aurora; pocas veces acaba uno entendiéndose estupendamente con gente con la que en principio, por circunstancias varias, se llevó regular. Pero sucede. Como ese ha sido mi caso con Mari Ángeles, me ha parecido que merecía la pena intentar este pequeño homenaje, a modo de despedida —y como  agradecimiento por el apoyo que en estos años les ha dado a todos mis empeños más o menos quiméricos.

Se jubila Mari Ángeles: se cierra
su reinado de seis años y un día
que arrancó con vapores de lejía
y concluye en dulcísima posguerra.

Directora directa, algo gamberra,
abstemia de la vil pedagogía,
conversadora en buena compañía
y para el papeleo un poco perra,

nos deja entre cortinas de suspense,
dejando que se dude y que se piense
quién merece heredar su buen talante.

Habiendo sido un día su adversario,
permitidme decid que hoy, al contrario,
lamento su partida —y que lo cante. 


domingo, 15 de junio de 2014

El ciego alunado



Tantos años escuchando a Malicorne, el gran grupo folk francés, y solo ahora empiezo a entender (literalmente) lo que cantan. Esta ha sido siempre una de mis canciones favoritas, pero no imaginaba que tuviera una letra tan ácida (que me recuerda a la Canción del mendigo, de Espronceda). Así dice, más o menos (gracias a María José y Ana, mis compañeras del insti, por ayudarme a traducirla).


EL LUNÁTICO CIEGO

Ciego soy, me compadecen
y yo a todos compadezco.
Mis ojos ya no están llenos,
pues han perdido sus globos.
En desdicha como esta,
(y tú te burlas, te burlas),
de nada sirve la vela.

Me levanto y de mañana
voy de un pueblo para otro.
Uno me da un cacho pan.
otro un trocito de queso
y cuando la dicha es buena
(y tú te burlas, te burlas),
un poquito de panceta.

Del tendero yo me burlo
y de todas sus cajitas,
yo no preciso papel
ni menos aún las gafas;
mi peine son mis diez dedos
(y tú te burlas, te burlas)
y mis mangas mi pañuelo.

Me guían perro y bastón,
mis dos fieles compañeros:
él uno me lleva a tientas
y el otro de la correa.
¿No os fiaríais mejor
(y tú te burlas, te burlas)
de ellos que de vuestros ojos?

Si algún día tengo un hijo
en esta vida tan grata
yo le rezaré al buen Dios,
también a la Virgen Santa,
que les saquen los dos ojos
(y tú te burlas, te burlas)
y que sean como yo:
ciegos lunáticos viejos.



viernes, 13 de junio de 2014

Toma el ojo de un mono o de un muerto de forma violenta

Papiro mágico griego

λαβὼν πιθήκου ὀφθαλμὸν ἢ νέκυος βιαιοθανάτου...
(PMG I 248-9)

Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar
  (RD)



Toma el ojo de un mono o de un muerto
de forma violenta,
piensa en cosas picudas y sucias,
heridas que ascienden,
mariposas que van asfixiando
la luz del lugar.
Ten presente que lo que aparece
no muestra sus cartas
y el silencio es a veces un modo
de hacerse negar.

Toma el ojo de un mono o de un muerto
de forma violenta,
piensa en esa mujer que deseas
y no mereciste
y contémplala en todas sus mudas
llegar y pasar,
sonreírse pensando que tú
la imaginas ahora,
rosa escuálida, eterna promesa
de un cielo voraz.

Toma el ojo de un mono o de un muerto
de forma violenta,
reconoce tu estrella en sus vagas,
heladas canicas
que contemplan con prisa (y, con todo,
su prisa es eterna)
la llegada de flores, arroyos,
espejos, rumores,
ocasiones de darse al olvido,
de arder o sangrar.

Toma el ojo de un mono o de un muerto
de forma violenta,
déjate recorrer por su miedo
que no desemboca,
por su amor que se pega a las cosas
y luego resbala,
su inocencia salada, grumosa,
que inflama tu lengua
como lágrima enferma de sueño
o la gota que quiebra el cristal.

Toma el ojo de un mono o de un muerto
de forma violenta,
y preséntate en casa de aquél
que lo sepa llorar;
sé su firme sostén cuando el suelo
reclame su peso.
Ten piedad, ya que no la mostró
quien cobró su despojo.
Y por arte de magia sé humano
—si aún hay lugar.