lunes, 26 de abril de 2010

Hablando de lo que huye


Vivo en lucha con el tiempo real (el que me falta,vaya). No sólo encuentro maneras estupendas de perderlo, sino que tengo con frecuencia (y quién no) la impresión de que me lo roban. A veces, en cualquier rato imprevisto (una guardia, un examen) me lanzo a escribir, tan rápido que luego olvido haberlo hecho. Me ha gustado descubrir esto, que debí de escribir hace unas semanas. Como ahora no sé por dónde pensaba seguir, va como vino: truncado.

*

Es difícil encontrar un texto sobre estados alterados de conciencia que refleje de forma fiel la experiencia y resulte, al mismo tiempo, legible por ojos sobrios. Caben dos estrategias, ambas arriesgadas, si no imposibles.

Una, la lírica: convertir el texto mismo en un fármaco, que emborrache al lector y lo coloque en un estado de conciencia afín al que se intenta recrear, bien activando por resonancia los recuerdos que el propio lector tenga de este tipo de experiencias (lo que en cierto modo sería hacer trampa, seleccionando de antemano el público), bien logrando que el cerebro acepte las palabras como un tipo especial de alcaloide, produciendo con ese estímulo una respuesta química de la misma naturaleza que la evocada (aunque, seguramente, distinta en grado).


La otra estrategia es la clínica: presentar la experiencia como un suceso en el que el narrador no participa sino como observador, recogiendo las palabras y actos de otros con la mayor exactitud posible. La parte más interesante de los textos psicoanalíticos, al menos desde este punto de vista, es ésta, la puramente fenomenológica; cuando el analista comienza a abordar el testimonio del paciente como una oportunidad para ejercitar sus tecnicismos y categorías, pone a prueba nuestra paciencia y se aleja inevitablemente de lo que quería abordar.

Sobre el papel, las limitaciones de ambos enfoques resultan evidentes. Sin embargo, nos han dado páginas espléndidas. En el primer caso, la poesía mística, que incluye el canto de un Cl...

domingo, 25 de abril de 2010

Libros y héroes que mueren y regresan


Dos veces llamó este libro a mi puerta. La tercera he tenido que ir a buscarlo.

Apareció en la biblioteca de mi colegio el año mismo de su publicación, en 1982. Formaba parte de una colección muy ambiciosa de Salvat, Temas Clave. En sesenta y pocas páginas y 30 apartados, a doble hoja cada uno, se ofrecía un resumen ameno de casi todo, desde la cosmología hasta las drogas o la música pop. No debieron de reparar en gastos: echando un vistazo a la nómina de autores uno encuentra a lo mejor de cada casa. ¿Dioses y héroes? Un hijo de Rodríguez Adrados. ¿Por qué la Historia? Manuel Tuñón de Lara. Y así casi todos.

De Rodolfo Gil tardé mucho en saber algo, pero el título de su libro me conquistó enseguida: Los cuentos de hadas: historia mágica del hombre. La impresión que me dejó entonces, a los doce años, es que el libro cumplía lo que anunciaba: más que hablar de los cuentos de hadas, parecía hablar desde ellos. Años después, al leer a Bachelard, pensé que el libro (cuyo autor no recordaba) iba por el mismo camino.

Lo tenía medio olvidado, en cualquier caso, cuando Daniel Mourelle, con su olfato característico, nos lo recordó a todos a través de su lista de correos, Motcy. Era el 2000, más o menos. El libro llevaba 18 años descatalogado, así que la única manera de hacerlo accesible era digitalizarlo, como hizo Mourelle, amorosamente, capítulo a capítulo. La colección, como todo mi correo electrónico del 96 al 2006, se fue como nieve al agua con un disco duro infiel; quedó el hueco.

Para entonces seguía, por cierto, sin saber nada sobre Gil. Volví a olvidar su nombre, lo que no me impedió comprarme otro libro suyo. Sólo hace unos días me dio por mirar su biografía, y entonces encontré que además de ser un arabista excelente, era también el autor de aquel libro legendario de mi infancia. Iberlibro mediante, me acompaña por fin.

Ahora lo admiro de otro modo. Contra lo que pensaba, Gil cumple con la estructura de los Temas Clave: su libro es académico, divulgativo y hasta científico, sin desbarres ni generalizaciones indebidas. Pero está escrito con tanto acierto que produce, de hecho, el efecto que recordaba, de complicidad con los cuentos mismos. Otro motivo de admiración es la bibliografía: obligado a citar lo esencial, Gil se limitó a enumerar, con modestia, los trabajos clásicos de Bettelheim, Eliade, Espinosa, Propp y Thompson. Sin embargo, casi todo lo que cuenta se buscará en vano en esas referencias, que tan fácil habría sido parafrasear.

El otro día hablábamos en Facebook sobre los héroes solares, a propósito de un vídeo que interpreta en esa clave el origen del cristianismo. Soles occidere et redire possunt, que decía Catulo. Traigo uno de los capítulos del libro de Gil, que pienso aclara bien lo que hay de solar en el héroe arquetípico. Que lo disfruten.

***

9. Cuentos de mensaje secreto

Y al final de los tiempos, el rey volverá para hacer justicia e inaugurar la nueva edad de oro que todo el mundo espera. Así se ha dicho del monarca celta Arturo, el de la Tabla Redonda; del emperador alemán Federico II Hohenstauffen, que fue a las cruzadas y volvió cargado de antigua sabiduría; del califa egipcio fatimí Al-Hakim, fundador de una nueva doctrina religiosa (actualmente profesada por los drusos, pueblo que habita entre Líbano, Siria e Israel) y desaparecido un día sin dejar rastro; del imán Muhammad ibn al-Hasan, que «se ocultó» a la muerte de su padre, y de quien sus seguidores chiíes esperan la aparición mística; y también, en definitiva, del Mahdi, figura portentosa que entre algunos pueblos islámicos representa al restaurador futuro del orden y la verdad, papel que en la religión persa de Zoroastro corresponde al Saoshyant o «salvador último». Y otros muchos. Es una constante de la Humanidad la de querer reanudar los lazos con el Cielo y la aspiración a realizarse comprendiéndose a sí misma, deseos que se resumen en estos hombres, situados allende el tiempo como prototipos de humanidad completa

En grado descendente, la nostalgia de un gobernante de justicia y la esperanza de que venga y reestablezca un equilibrio perdido surgen, viven y alumbran en muchos pueblos y en múltiples momentos de la Historia. «Boabdil de la montaña», durmiendo durante siglos, «está escrito en el libro del destino -como dice el norteamericano Washington Irving en sus cuentos- que cuando sean deshechizados descenderá... a la cabeza de su ejército, recobrará su trono en la Alhambra y gobernará de nuevo en Granada, y juntando los encantados guerreros que hay repartidos en toda España reconquistará la península ... ». Basado o no en leyendas andaluzas, este cuento nos lleva por el camino de las narraciones maravillosas que pueden contener un mensaje de esperanza, una advertencia y una bandera de enganche respecto al guía que va a venir. Cuentos, por tanto, de simbología política y religiosa.

El apartamiento del héroe literario y del héroe maravilloso, su encierro o su destierro, son parte de un proceso narrativo para que «renazcan» a un plano superior De otro lado, es sabido que la retirada a los lugares alejados y al encierro ha sido norma en las ceremonias de iniciación de la pubertad---celebradasincluso hoy en numerosas culturas-, que dan paso a muchachos y muchachas a la condición de adultos. En la vieja Babilonia, durante las fiestas llamadas Akitu, que se repetían una vez cada año, el rey era recluido en el templo y allí hacía penitencia, despojado de sus insignias reales, hasta que, purificado y absuelto, salía y regresaba a su función.

Mientras tanto, el mismo dios Marduk también padecía encierro en la montaña, preso de las fuerzas del caos, hasta ser liberado por su hijo, también divino. Ambos episodios eran paralelos, de tal modo que el encierro del rey era el encierro del dios, y la humillación del dios era la humillación del rey. Los dos personajes, finalmente, salían vencedores de la lucha y volvían por sus fueros, haciéndose cargo el uno del país y el otro del Universo durante un nuevo año.

En este ritual se llevaba a cabo la reactivación del jefe como tal, al tiempo que se volvía a representar, y a vivir, el momento dramático y feliz del Comienzo dentro del mito de la Creación. En este orden de pensamiento, la armonía interna, la buena marcha y la prosperidad de su grupo social dependen del jefe, en tanto que al dios corresponde la conservación del mundo. Pero los dos se cansan, o por decirlo de otro modo, la energía de que disponen es discontinua y pueden hacer uso de ella solo hasta que les disminuye peligrosamente. Por eso un jefe o un dios deben ser siempre jóvenes y estar en uso de todas sus facultades; y. sobre todo, deben poseer plenamente la energía que les permite ser jefe o dios, y que es la esencia misma de sus labores respectivas. Se impone, pues, la sustitución del jefe caduco y del dios agotado, su renovación periódica. En el encierro, en el apartamiento ambas figuras se encuentran a sí mismas, repiten el tempo y el proceso por los que se gestaron, triunfan una vez más naciendo y salen capacitados para asumir su función. El muchacho y la muchacha incorporan a su superior estado de hombre y de mujer. Los sacerdotes, los magos y los adivinos pasan por un periodo de noviciado retirado, tras el cual salen al ejercicio transcendente de sus dedicaciones. Y, en idéntico orden, la figura salvadora del héroe que volverá al final de los tiempos debe recluirse para poder retornar nueva y potente.

Bastantes narraciones maravillosas nos hablan de estos procesos. Pero es difícil la interpretación, porque el mensaje está encerrado entre metáforas. Tanto más cuanto que es muy probable que dichas narraciones -variantes, a veces, de un tema conocido y apropiado- hayan sido propagadas en momentos o en lugares en los que eran perseguidas las ideas que portaban. De este modo creemos que pueden haberse difundido, dentro de relatos árabes, muchos esquemas e ideas esenciales chiíes, contagiando incluso alguna narrativa europea, como la de las novelas de caballerías, herederas por otra parte, de las narraciones celtas. Y concretamente en algunos cuentos de Las Mil y Una Noches pueden hallarse incluso detalles e imágenes de grupos político-religiosos más reservados, como los ismailitas del «Nido del Aguila», aquellos que convivieron en tiempos con los cruzados y fueron destruidos por los mongoles; o los llamados hassasin o «asesinos», cuyo primer jefe, conocido en la leyenda y en la Historia por el «Viejo de la Montaña», parece planear sobre figuras similares de algunos cuentos.

(Rodolfo Gil, Los cuentos de hadas: historia mágica del hombre, Barcelona: Salvat, 1982, pp. 20-21.)

viernes, 23 de abril de 2010

Ateología


Algunas preguntas que tiene sentido hacerse; no tanto planteárselas a otros. Sustituirían a las que sufrimos habitualmente (¿eres creyente? ¿Te consideras una persona religiosa?).

1. ¿Piensas el mundo en términos míticos (ciclos que se repiten, paraísos perdidos, ciudades celestes, laberintos, tesoros ocultos)?
2. En el arte que sueles consumir (cine, literatura, comic) ¿abundan esos términos?
3. ¿Sueles recordar tus sueños? ¿Te resultan significativos? ¿Numinosos?
4. Cuando paseas por una ciudad desconocida, ¿te atraen las áreas convencionalmente marcadas como sagradas (iglesias, mezquitas, sinagogas, conventos, ermitas)? ¿Sueles hallarlas estéticamente superiores a su entorno?
5. ¿Te gusta la música religiosa? ¿Sientes que puedes reconocerla sin saber de antemano que lo es? Si es así, ¿por qué?
6. Si has explorado algunos estados alterados de conciencia a través de fármacos, ¿has tenido la impresión de entrar en un terreno numinoso, cercano en algún sentido al mito o la mística?
7. La palabra 'dolor' surge en respuesta a una sensación previa, extralingüística. ¿De dónde proceden palabras como 'sagrado' o 'numinoso'?
8. ¿Has tenido alguna vez una sensación marcadamente inefable, que pareciera abaratarse y desmentirse al convertirla en palabras?
9. Sólo el sabor de un helado de chocolate o el color azul tienen una gama amplísima. En religión, como en todo, ¿que nos acerca a la verdad? ¿Distinguir o reducir, por abstracción, lo diverso?
10. Si dioses y mitos son tipos de personaje y de historia, ¿qué necesidad hay de 'creer' en ellos? ¿Desaparecerán si no tenemos fe? ¿Si les niegas tu adhesión, dejarán de afectarte?


miércoles, 21 de abril de 2010

Afuerismos


Aforismos. Vengo de leer lo que escribí sobre ellos celebrando el Lucidario de Luis Valdesueiro. Tiene un pase (mi escrito, no el libro, que es magnífico). Ahora, llevado por el husmo del prólogo, que firma García Calvo, me he hecho con otro libro del mismo género, aunque bien distinto: Puentes en el desierto. Afuerismos, de Ángel de Frutos Salvador (Valladolid: Junta de Castilla y León, 2007).

Frutos, estudioso de Lacan, es mucho más espumoso que Valdesueiro. En gran medida, basa sus hallazgos en la paronomasia, esa coincidencia, plena o parcial, que la lengua produce entre significantes que no están relacionados etimológicamente. Para entendernos, aquello de Parra: de jóvenes, de tumbo en tumbo; ahora, de tumba en tumba.

Paronomasia y psiconálisis dan para bastante. García Calvo, en un prólogo de compromiso, más bien reticente, escribe:

Los hay que no creemos en ninguna conexión, ni consciente, ni subconsciente (no digamos "inconsciente") entre la morfofonémica de las palabras y su significado; que más bien disfrutamos con la arbitrariedad de la conexión, casi que como con una gratuidad; y que, cuando un chiste consiste en el juego de palabras, no nos reímos mucho.


Uno tiende a darle la razón al maestro cascarrabias; aunque no la tiene toda. Se puede empezar por lo más evidente (la huella de la onomatopeya en algunas palabras, como maullar), pero enseguida hay que ir más allá: una palabra es una combinación de fonemas. Quien la pronuncia es consciente en primer lugar del significado convencional de ese grupo de fonemas; pero, si se le da pie, es probable que sienta también el significado latente que se encierra tanto en aquellos componentes que lo tienen de hecho (lexemas, prefijos, sufijos) como en aquellos que lo obtienen de la analogía. Así la etimología popular convirtió vagabundo en vagamundos. Un punto más allá, no es un capricho constatar que ama el mal tiene una homogeneidad redundante, tóxica, de la que carece ama el bien, y cualquiera siente que la ponzoña encierra una amenaza angulosa que no tiene el simple veneno (una palabra cuyas querencias, opuestas a su significado convencional, salen a la luz cuando hablamos de veneno del bueno). Nuestro querido Antonio englobaba estos fenómenos dentro de la sinestesia, y creo que no es difícil probar que en cualquier texto literario la elección entre sinónimos viene dada, además de por el ritmo, por las llamadas connotaciones, de las que este contrasignificado o significado adicional es parte importante.

Yendo al texto de Frutos, creo que el decálogo puede servirnos también esta vez para dar una muestra conveniente. Aquí van diez afuerismos, de entre las primeras páginas. El resto, coséchelo el lector cuando guste.

1. Fe en erratas.
2. La voz que calma en el desierto.
3. Sus gracias reparte entre desgraciados y desagradecidos.
4. Función de la forma: poner un término al abismo.
5. De niños, a la escuela. De ancianos, a la esquela.
6. Lo que falta. Lo fatal.
7. Se salió finalmente con la suya. Era otra.
8. Ira de la razón. Ironía del corazón.
9. Arte: ficcionar la herida.
10. El premio, niña, tiene un precio.


martes, 20 de abril de 2010

Oratio in infirmos


Eso quiere decir, etimológicamente, enfermo: *infirme, que no hace pie. La cosa comenzó ayer por la noche: de repente, el frío me seguía por todas partes, como esa película de Carrey en que llueve sólo para él, siguiendo sus pasos. El termómetro (uno de esos que lo apoyas un instante en la piel y te canta la Traviata) negó presencia de fiebre; después, requerido a dar una segunda opinión, se inclinó por los 38 y pico; y apurado a decidirse, dijo que 37 estaba bien. No dudo que en alguna de las ocasiones haya acertado.

Fui a trabajar esta mañana, Gelocatil mediante, y no puedo decir que nadie me notara distinto, abonando la tesis de mi hipocondria. No obstante, llegué molido a casa y, sin probar un bocado, esta tarde he pasado un número inverosímil de horas en la cama, abrazado al gato, que desde que se ha hecho mayor es firme partidario de tales efusiones. Como ya pasé la toxoplasmosis en mi adolescencia, confío en que el remedio no sea causa directa de la enfermedad.

Imagino que mañana iré al médico, y profetizo pronóstico viral, que es cosa que a nada compromete (hasta te puedes ahorrar las medicinas). De momento ando por el mundo con un jersey de varias capas y exploro el género confesional. He aquí (¿por fin?) una entrada de lo más bloguera.


domingo, 18 de abril de 2010

¿Quién ha escrito las líneas de la mano?


Ya conté, creo, que dedico mis ratos memorieros a las narraciones más o menos tradicionales que van recogiendo mis alumnos marroquíes, muchas de ellas sobre genios, aunque no todas.

La más larga que me ha llegado, de R., un alumno al que ya no doy clase, y al que quiero especialmente, son cuatro largos folios sobre Yuseph, o sea, José. La aprendió de su abuelo, agricultor, y éste, directa o indirectamente, del Corán, cuya sura duodécima está dedicada al personaje. El relato coránico recoge a su vez el testigo de tres capítulos del Génesis (37, 39 y 45), aunque añade nueva información y se aparta a menudo, en los detalles, del relato bíblico.

Algo así pasa también con la narración de R. respecto a su fuente coránica. Por ejemplo, cuando la mujer de Putifar acusa a José de haber intentado violarla, el Corán recoge que «un testigo de la familia de la mujer» indicó a Putifar la manera de averiguar quién mentía: si la camisa de José estaba desgarrada por delante, indicaría que la mujer se había defendido; pero si la rasgadura estaba por detrás, confirmaría la versión de José. En el relato de R. este testigo anónimo se convierte en un pájaro, que interviene también después: cuando el Faraón le da vuelta a su sueño, intentando encontrar quien lo interprete, pregunta al pájaro sabio, pero éste sale volando, pronunciando sólo un nombre: Yuseph.

La variante que les traigo es una adición, no un cambio, a la trama que da el Corán. Leemos allí (12: 30-32, tr. Juan Vernet) que una vez preso José, a pesar de haberse probado su inocencia,

las mujeres de la ciudad decían: «La mujer de Putifar ha solicitado a su garzón: la hirió de amor en su corazón. Ciertamente, la vemos es un error evidente». Cuando Zulayja oyó sus habladurías, les envió un mensajero, las hizo preparar toronjas, las invitó y dio a cada una de ellas un cuchillo. Entonces dijo a José: «¡Sal ante ellas!». Cuando le vieron, le alabaron, se cortaron las manos sin darse cuenta y exclamaron: «¡Dios nos guarde! ¡Esto no es un hombre! ¡Es un ángel noble!» Zulayja dijo: «Vosotras me censurabais por mi conducta a su respecto...»

Así cuenta R. el mismo episodio:

Pasaron varios meses y un día la reina se enteró de que había unos rumores que decían que tenían encarcelada a una criatura sobrenatural y bella, porque la reina quiso acostarse con ella. Nada más oír esto, la reina llamó a las más bellas de Arabia y Oriente y a cada una les entregó un cuchillo y una patata y dijo la reina que cuando saliera Yuseph ellas cortaran la patata. Al salir, se quedaron asombradas. De tanto mirarle, no se daban cuenta de que se cortaban las manos (dice una leyenda que por eso tenemos rayas en las manos).

Sépanlo Auserón y los que en su casa moran.

jueves, 15 de abril de 2010

I'll Follow the Sun


(Este ocaso es un amanecer: la primera entrada que publica Aurora Babarro en el blog, aunque ya la oímos cantar antes. Allá vamos.)

El camino pagano de los muertos hacia el sol

Aunque el sincretismo religioso sea un proceso casi siempre espontáneo que se debe al contacto directo de varias religiones, es curioso observar cómo en el caso del cristianismo esta absorción y transformación de todo ritual con el que se toca, también es capaz de trasmutar mitos y rituales que simbolizan procesos vitales universales en hechos verdaderos y personajes míticos arquetípicos en señores de carne y hueso e incluso con papeles. Un hecho verdadero deja de ser un mito y, por tanto, toda energía natural, espiritual o ritual que explica este mito se convierte en un suceso "verídico" , despojándolo así de su auténtico significado de iniciación a lo desconocido o a lo místico. Es decir, la religión pierde su utilidad, que no es la simple explicación adoctrinada del universo a través de la fe, sino el desarrollo espiritual del ser humano hacia el conocimiento trascendental.

Por supuesto, tampoco el culto pagano céltico al "Ocaso del Sol" se libró de este fenómeno. Antiguas religiones que conocían los finos lazos de unión entre la cosmología universal, la vida terrenal y el cosmos de la psique humana marchaban en peregrinaje hacia los Finisterre antes de su muerte física, camino iniciático que comparten cientos de culturas a lo largo de la historia de la humanidad. El camino hacia el ocaso suponía simbolicamente la muerte de un ser más mundano e ignorante (atado al mundo de las apariencias), el proceso del viaje iniciatico (accidentes o acontecimientos vitales) y el renacer en la verdad revelada más trascendental, el renacer a la vida del Conocimiento.

En Europa en Cornualles, Galicia o Bretaña encontramos lugares donde los Celtas hacían este peregrinaje y donde simbólicamente los muertos recorrían el camino en barca desde las orillas hacia el horizonte acompañando el Ocaso del Sol.

Sin embargo, al arrebatarle su función sustancial, el Camino pierde todo significado y se convierte en el cristianismo, como la mayoría de sus expresiones, en un ritual mecánico, cuyos auténticos fines no son ya revelados ni tan siquiera a su élite de iniciados. Una ver usurpada su soberanía espiritual, el ser humano anda ciego y desorientado buscando por doquier ese único sentido que le puede acercar al conocimiento verdadero, el Espíritu.

Quizá, y esto ya es divagar, el peregrinaje actual sea más bien a las consultas de psicólogos y psiquiatras, quienes por un precio casi siempre desorbitado pretenden dar a estas almas en pena lo que la vida sin más les podría dar.

Aurora Babarro.


martes, 13 de abril de 2010

El aula encantada


No todos mis alumnos marroquíes creen en genios, pero casi. Los pocos escépticos que encuentro se consideran, no obstante, musulmanes (ignoran, quizá, que la creencia en cuestión es parte del dogma de su religión). Trato de llevar la cuestión al límite: ¿creen de veras que hay por ahí genios de la misma manera que hay gatos, y que uno puede, como narra uno de los cuentos que me contaban estos días, herir sin querer de muerte a uno de ellos al pasar sobre un charco? ¿Realmente conocen 'casos reales' de parientes o conocidos que han sido poseídos por genios y hayan tenido que pasar por un exorcismo?

La respuesta a estas preguntas es un sí sin fisuras, sincero. Pienso entonces en el abismo que para bien y mal nos separa. Un mundo donde ciertas puertas siguen abiertas no es el nuestro, aunque tenga territorios comunes. Cuánto más parecido a aquél de Tales: todo está lleno de dioses. También el aula en que los evocamos.


miércoles, 7 de abril de 2010

Canción de flores


A la escuela del Supremo Ser
—tintero, puntero, pupitre, pizarra—
ha venido Blancaflor
para hacerse una mujer
como Dios manda.
—Blancaflor.
—Servidor
del ser y de usted.
—Blancaflor, todos los hombres
son mortales, Blancaflor.
—Sí, sí, sí señor.
—Es así que
sabemos que
tú eres por ejemplo un hombre,
como lo indica tu nombre...
—Sí señor, puede ser.
—Luego, entonces, por tanto...
—Pues ya veremos a ver, ya veremos a ver.
Blancaflor sacude el pelo
y se ríe sin saber.
Pero pero pero
pero muera el Ser.
Muera el Ser en buena hora,
y que viva la blanca,
la blanca flor
de la zarzamora.

Ante el alto comité del Ser
—fusiles, estrellas, trompetas, medallas—
se presenta Rojaflor
a cumplir con su deber
de ciudadana.
—Rojaflor.
—Servidor
de la ley y de usted.
—Rojaflor, la ley es dura,
pero es la ley, Rojaflor.
—Sí, sí, sí señor.
—Es así que
la ley es que
te alistes en las banderas
y defiendas las fronteras...
—Sí señor, puede ser.
—Luego, entonces, por tanto...
—Pues ya veremos a ver, ya veremos a ver.
Rojaflor por la ventana
mira las nubes correr.
Pero pero pero
pero muera el Ser
en las minas y en las olas,
y que viva la roja
la roja flor
de las amapolas.

A la mesa de su Padre el Ser
—florero, sopera, cuchillo, cuchara—
se ha sentado Flordeor
a la hora de comer
cotidiana.
—Flordeor
—Servidor
del Ser y de usted.
—Flordeor, pobres y ricos
siempre ha habido, Flordeor.
—Si, sí, sí señor.
—Es así que
ya vemos que,
pese a huelgas y revueltas,
el mundo sigue dando vueltas...
—Sí señor, puede ser.
—Luego, entonces, por tanto...
—Pues ya veremos a ver, ya veremos a ver.
Flordeor tira la silla
y ríe y echa a correr.
Pero pero pero
pero muera el Ser que Ser se llama,
y que viva la flor
de oro, la
flor de la retama.

En el mágico bazar del Ser
—menaje, tualete, escalera mecánica—
se ha metido Moraflor
a comprar todo el placer
de la semana.
—Moraflor.
—Servidor
del Ser y de usted.
—Moraflor, cada producto
tiene un precio, Moraflor.
—Sí, sí, sí señor.
—Es así que
es claro que
hurtando lo que está en venta
contra el sistema se atenta...
—Sí señor, puede ser.
—Luego, entonces, por tanto...
—Pues ya veremos a ver, ya veremos a ver.
Moraflor regala besos
desde el debe hasta el haber.
Pero pero pero
pero muera el Ser.
Que se pierda el que se salva,
y que viva la mora,
morada flor,
la flor de la malva.

En el centro de liberación
—panfleto, petardo, consigna, tabarra—
se ha metido Negraflor
a hacer la Revolución
para mañana.
—Negraflor.
—Servidor
del Ser y de usted.
—Negraflor, imperialismo,
monopolio, Negraflor.
—Sí, sí, sí señor.
—Es así que
no hay mas que
a poder reaccionario,
poder revolucionario...
—Sí señor, puede ser.
—Luego, entonces, por tanto...
—Pues ya veremos a ver, ya veremos a ver.
Negraflor se acuesta con
su hermano y ríe al amanecer.
Pero pero pero
pero muera el Ser.
Muera el Ser sin testamento,
y que viva la negra
la negra flor
flor de pensamiento.

Agustín García Calvo, Canciones y soliloquios.

domingo, 4 de abril de 2010

Por qué se ríen los gules


En casa de mi padre encuentro novedades extrañas: libros que durante la mayor parte del año parecen vivir sólo en mi memoria, y que de repente se materializan de forma sorprendente, como si uno pudiera volver al pasado y jugar con sus objetos. Este libro en concreto tiene una larga historia: el autor fue amigo de la familia, y yo me crié con sus ediciones de H. P. Lovecraft para Alianza, con sus prólogos extraordinarios, que sólo pueden compararse con los que solía hacer Cansinos Assens para Aguilar.

Hubo un curioso empeño en los 70 de introducir en España algunos movimientos realmente esotéricos (quiero decir, ajenos al quiosco), entre ellos una suerte de neopaganismo que en vez de invocar a los Olímpicos o a los dioses nórdicos rescataba a los dioses egipcios, entronizando a uno de los menos conocidos, Kons.

Hay curiosas huellas de este nuevo club de egipcios en libros y películas de los 70 y 80: García Calvo los menciona con repelús en sus Cartas de José Requejoy pensar que vienen de Sevilla, la tierra de la Inmaculada!), y recuerdo que me quedé de piedra una noche cuando el protagonista de un corto insulso que echaban por la 2, un gordito incomprendido que se había subido al capó de un coche, recitaba sin venir a qué algunas líneas de un texto sagrado de la orden: creo en el universo, mi cuerpo infinito.

La filtración más notable, en todos los sentidos, de esta escuela neogipcia es el libro del que quería hablarles: El novísimo algazife o Libro de las postrimerías, de Rafael Llopis. Se publicó en Hiperión en 1980, y debió de agotarse poco después. Hoy no se encuentra, ni siquiera de segunda mano.

El título avisa de la conexión lovecraftiana: el libro clave de los Mitos de Cthulhu, generalmente conocido como Necronomicón, se llama en árabe Al-Azif, algazife. Llopis, especialista en Lovecraft, nos ofrece un Nuevo Algazife o Necronomicón: un libro escrito en broma que continúa en cierto modo, subvirtiéndola, la labor de una obra anterior: la Historia natural de los cuentos de miedo (Júcar, 1974). En 1974, Llopis hablaba de la literatura de terror desde la perspectiva de un psiquiatra escéptico que contempla con una sonrisa la fantasía humana. En 1980, tras la experiencia neoegipcia y algunas otras (como la lisérgica de la que nos habla en el prólogo de los Viajes al otro mundo de Lovecraft), haciendo pie en Jung, Castaneda y otros maestros, Llopis nos habla desde dentro: se ha convertido en portavoz y cómplice de las criaturas de la noche.

Tras este paso hacia fuera, que pasó desapercibido, Llopis dio dos hacia atrás, de vuelta al secreto: desapareció del mundo editorial y rara vez volvió a hablar en público sobre Lovecraft o cualquier otro tema. Me dicen quienes lo han visto que sigue más activo que nunca, convertido en un anciano vigoroso, al modo de Gandalf. Cabe, así, soñar sus aventuras secretas, que quizá trasciendan (o no) más adelante, por boca de alguno de sus discípulos.

Rescato aquí un fragmento de aquel Novísimo Algazife (cap. 8, De masticatione mortuorum, pág. 42). Que lo disfruten.
Evidentemente, muchas de las diferencias más notables que se registran entre vampiros y gules se deben a las distintas pautas alimentarias de los mismos. Pero a la inversa —y éste es un detalle curioso que merece consignarse— los hábitos análogos y un tipo de alimentación similar pueden modelar a seres muy distintos hasta proporcionarles rasgos típicos comunes. Así, sin que se sepa exactamente en virtud de qué mecanismos, los gules, al igual que las hienas, son muy dados a reírse de noche. Nadie sabe tampoco de qué se ríen ni qué motivos pueden tener para hacerlo, pero es un hecho observable que en las horas de oscuridad de algunos cementerios se oyen coros de ásperas carcajadas muy desagradables de escuchar. Si algún caminante extraviado sintiera tentaciones de acercarse a averiguar qué es lo que despierta tan ruidosa hilaridad, yo le aconsejaría que no lo hiciera. Pudiera suceder que el motivo de tantas risas fuera precisamente él.