lunes, 31 de octubre de 2011

Las cruzadas de Rick Wakeman


Que Rick Wakeman, el famoso teclista de Yes, no es ningún tonto ya lo sabíamos todos; pero yo, al menos, no conocía su sentido del humor. Como me ha hecho gracia esta columna suya, que aparece en el último número de la revista Classic Rock Presents Prog, me animo a traducirla:

LAS CRUZADAS CON CAPA DE RICK WAKEMAN

Hoy: cuando te reúnes con tus fans, quizá sea mejor mantener tu parte trasera bajo control.

Hace ya algunos años que me di cuenta de que tengo ciertos poderes que otros no tienen la suerte de tener. Sobre todo, he sido bendecido, según parece, con la habilidad de leer la mente de otras personas. Este don se ha puesto de manifiesto muchas veces en el pasado, pero he decidido compartir con vosotros un incidente en particular.

Justo el mes pasado, después de un concierto que di cerca de Nottingham, un hombre y su mujer, ambos en la mitad de la treintena, junto a su hija adolescente, se acercaron a la mesa donde yo estaba sentado firmando autógrafos, para preguntarme si me importaría firmarles un CD mío que habían comprado en la tienda Oxfam de su localidad ese mismo día, algunas horas antes.

Comencé a firmar mientras el hombre seguía contándome que la etiqueta del CD marcaba 50 peniques, pero que les dio un libra, como si fuera para obras de caridad. Entonces mis poderes psíquicos se activaron.

Miré a su hija y al instante leí su mente. Decía: «¿Por qué he venido a este concierto? Me arrastraron acá. Me he aburrido todo el rato y me aburro ahora mismo. Quiero irme a casa de una vez.»

En cualquier caso, la miré de arriba a abajo y supe en ese momento que ella no compartía mi talento para leer la mente. Si lo tuviera, me habría dado un golpe o me habría soltado algo como: «¡Viejos rockeros de mierda, sois todos unos pervertidos! Deberíais avergonzaros de vosotros mismos.»

Entonces, el padre me dijo que le gustaría hacerse una foto conmigo con su teléfono móvil. Su esposa no conseguía hacerlo funcionar y me encontré leyendo su mente, la cual, sorprendentemente, contradecía por completo las palabras que realmente salieron de su boca, que fueron: «No te preocupes, cariño. Hannah lo hará». Se refería a su hija. Pero lo más interesante es que en su mente se leía: «¿Por qué me casé con esta vieja vaca inútil? Llevamos ya tanto tiempo casados que me estoy quedando sin mujeres en las que pensar mientras follamos».

Me encontraba en este punto crucial cuando me tiré un pedo. Los tres me miraron, dudando a quién de nosotros se debía esta aportación más bien hostil al ambiente.

Decidí leer sus mentes. El padre echó una mirada a su mujer y su mente decía: «Dios mío. Encima de todo, va y se tira un cuesco.» La madre echó una mirada a su marido y su mente decía simplemente: «Sí. Este es uno de los suyos». La hija me miró y leí su mente: «Asqueroso pervertido, gordo y pedorro. ¡Das asco!»

«¿Te ha gustado el concierto?», le pregunté. «Sí, gracias».

La familia se alejó de la mesa. «Creo que se ha tirado un pedo», le dijo Hannah a su padre mientras se dirigían a la puerta.

«Ha sido tu madre», le oí responder.

domingo, 30 de octubre de 2011

James Hillman boga por el Aqueronte


Se nos ha muerto, esta semana, James Hillman, un autor que poco a poco se va publicando en España, gracias a editoriales como Siruela y Sexto Piso, pero del que aún queda mucho por desplegar. Hillman fue a Jung lo que Jung a Freud: el más atento y heterodoxo de los discípulos. Su discrepancia fundamental consistió en deducir, del politeísmo que el propio Jung había abrazado, una psicología igualmente rica en puntos de vista, en la que el Yo es un arquetipo poderoso (el del héroe), pero no el único ni el principal. Así, los sueños no están a su servicio: no nos dicen qué hacer cuando despertemos, sino dónde estamos, en qué casilla del sueño. Hillman también es único en su lectura del psicoanálisis, que en cierto modo deshace la tarea de Freud (pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza / no se puedan bailar, advirtió el poeta): si el Vienés psicologizó los mitos, comenzando por el de Edipo, Hillman argumenta de forma convincente que solo pudo hacerlo mitificando la psicología. Así, él mismo acabó siendo el protagonista de una historia edípica, con sus hijos espirituales (Adler, Jung) hundiendo en él lo mismo raíces que puñales.

Hillman planteó también lo que casi nadie se atreve a decir: llevamos un siglo de terapia y el mundo no parece haber mejorado nada. Más bien todo lo contrario. La causa, aventura, es el enfoque subjetivo, egoico, del análisis: si alguien llega a la consulta del psicólogo desalentado, confuso o colérico, la persona que lo trata tiende a plantear toda esa riqueza sentimental como una pertenencia (y un problema) de quien la demuestra, cuando en realidad se está manifestando en ella la vida de toda la comunidad, y de eso que solemos llamar entorno o naturaleza. Para superar ese enfoque que culpa al conductor estresado de su estrés sin tener en cuenta el atasco ni la vegetación sofocada por el asfalto, Hillman propuso una recuperación del análisis marxista (no se puede curar de nada al obrero sin modificar el sistema de producción) y de la noción del Anima mundi: si el mundo no mejora es porque él mismo está enfermo, esperando que alguien cure sus múltiples llagas.

Pródigo en pensamientos (que no frases) memorables, Hillman nos dijo entre otras cosas que el libro que se guarda en el cajón de todas las habitaciones de hotel de EE.UU. está equivocado: es una Biblia; debería ser la Odisea.

lunes, 24 de octubre de 2011

Heart of Gold


...and I'm getting old.


Mi corazón no es oro, sino carne
salada que atesora lo que es bueno
y envía su resumen por doquier.
No he muerto, y sin embargo para algunos,
guardando en mi regazo multitudes,
apenas soy quien soy.

sábado, 22 de octubre de 2011

viernes, 21 de octubre de 2011

Cristo (como Edipo) Rey


Hay un problema con Cristo. La animadversión más o menos comprensible que se le pueda tener («¡aplastad al Infame!») por los crímenes cometidos en su nombre, desde una postura atea, anticlerical o pagana, choca con la humillación total del personaje. Nada le podría desear uno a Cristo peor que lo que, según su cuento, le pasó. Murió, sí, aplastado, burlado, convertido en una parodia sangrienta de las esperanzas que se habían depositado en él. Su Resurrección tiene, inevitablemente, el valor simbólico del retorno de lo reprimido y vilipendiado, la reivindicación (necesaria, pero apenas creíble) de todo lo que mereció mejor suerte. Nos pagarán con oro por nuestras penas. / Seremos la merienda de los gorriones.

domingo, 16 de octubre de 2011

Toma y daca (leixa-prén)


Salen a la calle mis lindos amores
a maldecir alto contra sus señores
y ay Dios qué bien parecen.

Salen a la calle mis lindos hermanos
a maldecir alto contra sus tiranos
y ay Dios qué bien parecen.

A maldecir alto contra sus señores:
medios demediados, tribunos traidores
y ay Dios qué bien parecen.

A maldecir alto contra sus tiranos:
banqueros sin blanca, clérigos marranos
y ay Dios qué bien parecen.

Medios demediados, tribunos traidores
y expertos en turbios denominadores
y ay Dios qué bien parecen.

Banqueros sin blanca, clérigos marranos
cortos en alcance y largos de manos
y ay Dios qué bien parecen.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Vals de entretiempo

El regalo de esta tarde: una canción sin palabras (ni imágenes).


Ciento Volando - Vals de entretiempo (redux1)









*

Llegaron las palabras:

Flora de azar,
jara y sedal,
vals de entretiempo.
Luna de sal,
funde el cristal
bajo tu aliento.

Puedo enredarme,
tratar de aliviarte,
soñar tu crepúsculo impar.
Puedo soltarte,
dejarte sin arte,
volver donde nada es verdad.

Carpa de mar,
nervios de sal,
circo de invierno.
Risa fugaz,
vuela y se va,
novia del viento.

Puedo nombrarte,
tratar de escucharte, olvi-
dar que no sé dónde estás.
Puedo esquivarte,
dejar de esperarte,
rezar que no existes ya más;
cerrar nuestra puerta de atrás.

*

Pero la pieza, ay, siguió mutando (y mutando)...


Ciento Volando - Waltz de entretiempo (redux)









lunes, 10 de octubre de 2011

Valse romantique


El regalo de esta tarde: un mínimo, pero resuelto, vals en sol mayor, para flauta, piano y cello. Romántico por la secuencia de acordes del comienzo, que está tomada tal cual de Schubert: sol-si-sol-re / sol-la-re-fa#.

lunes, 3 de octubre de 2011

Dos piezas beatlémanas


Los Beatles han escuchado mucho a Ciento Volando, dijo una vez mi amigo Francis. Nunca más evidente que en estas dos piezas instrumentales: la primera una canción pop modal, una suerte de preludio a Ticket to Ride, cuya letra nunca prosperó; y la segunda una jiga bastante extraña que me he encontrado tocando anoche en un sueño, en modo mixolidio y con timbres y acentos de la música hindú (o de los Beatles haciendo algo parecido a la música hindú) y medieval. Con ésta van dos composiciones (la otra fue A muerte) importadas del reino de la noche: no son unicornios ni dinosaurios, pero como pruebas de la verdad onírica no están nada mal.





domingo, 2 de octubre de 2011

Rosa del amor probable


Del amor cobarde, decía la canción original; pero si he vuelto sobre ella es, precisamente, para atreverme a darle fin —después de años sufriendo, en cualquier momento en que hallaba vía libre, sus insinuaciones. El mayor obstáculo era la letra, que comenzaba como un oración sui generis: Rosa del amor cobarde, / nunca retorne tu mal... Renunciando a las palabras, he podido tirar del hilo puramente musical hasta donde daba de sí; que ha resultado no ser poco.

Dicen que a los músicos españoles siempre se nos acaban notando las raíces. En este caso no hay que escarbar mucho: el diálogo de la flauta y el oboe casi al final de la canción es un paseo por el modo frigio, entraña de nuestra música popular: no exactamente flamenco, sino del solar donde el flamenco, entre otras músicas, pudo nacer. Bajo los vientos, fluyen en 6/8 un harpa y un cello, habituales ya de la Orquesta Encantada.



Y al melotrónico modo:


sábado, 1 de octubre de 2011

Piel de rinoceronte


Para Nacho Goberna, cuyas canciones resuenan hoy en ésta.

Doce vidas muertas
se amontonan en mi puerta
y me impiden que abandone el lugar
que me fue asignado,
pues vivo en un bosque, atado
por instintos que no puedo explicar.

Y aunque no he perdido
el noble arte de la caza
que me mantiene con vida
estando abierta la herida,
ya no soy el mismo
ni recuerdo casi nada
desde que un otoño
me robó a mi amada.

Doce sueños duermen
al compás de aquella nana
que olvidamos tantos años atrás
y entre las cenizas
de la chimenea apagada
me acecha el nombre de un viejo lugar.

Cojo mi escopeta
que dispara caramelos,
mi catálogo del monte,
mi piel de rinoceronte
y este viejo loco
que acompaña mi camino
vaga por el bosque
sin ningún destino.

Ella me despierta
y no ha llamado a la puerta
y mi amigo el bicho bola se va.
A veces me cuesta
decidir si sigue muerta,
las bayetas bailan solas un vals.

Dejo a mis espaldas
la casita de la luna
donde el tiempo se detiene,
donde juego con los trenes
y salgo buscando
los cachitos que me faltan,
la luna se acuesta
y el sol se levanta.


Ciento Volando - Piel de rinoceronte