lunes, 30 de abril de 2007

El cortijo wikipédico


Para disfrutar de ciertas cosas conviene ignorar su funcionamiento. Alas, a mí me ha tocado hurgar un poco en los entresijos de la Wikipedia española, una experiencia por la que ya pasaron otros, y cuyo resultado siempre es el mismo: mientras tú dialogas con tus mejores argumentos, un grupito de matoncetes te está esperando con la cachiporra. En algún momento, lo que creíste diálogo se interrumpe, un burócrata estaliniano decide que eres malo malísimo y se te declara oficialmente expulsado de la Enciclopedia libre-pero-dentro-de-un-orden. Mientras tú no puedes contestar, el corifeo del Comité Central explica que has sido depurado, y en adelante sólo se te nombrará para meter miedo a futuros disidentes y evangelizar con tu mal ejemplo a los pobres de espíritu.

No se entienda que desaconsejo el uso o la colaboración con uno de los empeños más nobles de la Red. Mientras uno no se cruce con los dueños del cortijillo, lo que se ve de la Wikipedia es una parte tan real como la otra: una multitud encantadora de usuarios construyendo de buena fe, autogestionariamente, un recurso informativo formidable. Que a un organismo así le crezca un cáncer orwelliano entra dentro de lo previsible (la gravedad, que decía aquélla). Si la Wikipedia será capaz de reponerse de los que se creen sus dueños, está por ver. Entretanto, rasquen la purpurina bajo su propia responsabilidad —o evítense el susto y sigan disfrutando de su cutis soleado.

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Y bien, esta vez la gracia pudo a la gravedad. Gracias mil a quienes han deseado que fuera así y han ayudado a que sucediera.

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Del último asterisco acá, novedades: demostrando lo infundado de mis críticas, esta entrada del blog me ganó la expulsión definitiva del rancho. Para que luego digan que esta gente no sabe encajar las críticas. Que Dios se lo pague con una conciencia tranquila.


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Novedades a 16 de marzo de 2008: el inquisidor obtuso que me expulsó de Wikipedia y buena parte de su cuadrilla son historia. Incapaces de afrontar la respuesta que sus desmanes han generado, abandonan el barco. No es que me lo crea mucho (pienso que volverán, con el nombre infame que tenían u otro), pero no deja de ser un gran momento. Brindo por ello.

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Últimas noticias (30 de abril del 08): ahora que ya no es su cortijillo particular, a estos tipos la suerte de la Wiki les es, dicen, indiferente (en realidad, desean que se hunda, para que el mundo admita que sin ellos no es nada). Muy instructivo.

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Y seguimos: este trabajador ejemplar no lleva bien que los desterrados al Vacío eterno demos muestras de vida. Habla de muertos, el tío cenizo. Consejos vendo...

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Me escriben hoy, 25 de junio de 2009, para comunicarme que estoy desbloqueado. La eternidad no es lo que era. Mejor así. Gracias.


viernes, 27 de abril de 2007

Navidad jubilosa


Navidades en mayo. La vieja teoría freudiana: lo siniestro es lo infantil que retorna sin permiso, creencias propias de la mentalidad mágica, cuidadosamente reprimidas, que, sin embargo, se mueven. Este cortejo de muñecas y niños cantores.




jueves, 26 de abril de 2007

Jugar con los coches


Martes a jueves:
Mundo 3, Alejandro 1.

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Dice el licenciado en underground que los dos grandes del pop español reciente son los Planetas y los Piratas. Los primeros me han gustado siempre, aunque su ruidismo melódico está a un tris del dolor de cabeza. A los segundos, manieristas, he tardado en cogerles el punto, pero quizá acaben siendo los más adictivos. Hacerse adulto es quedarse sin juguetes. Mi infancia ha sido tan larga / que nunca acaba de terminar / y sigo sin encontrar algo que me divierta de verdad / como jugar con los coches / o tirar piedras al cristal / de aquel portal que tú conoces...

lunes, 23 de abril de 2007

Coso tu muñeco de algodón...


Veinteañero, más misógino y hechizado, escribí que a toda muchacha la acecha una bruja —por dentro. Cartas, horóscopos, filtros de amor, hay algo en todo eso que las chifla y les resulta injustificadamente familiar. "Me he informado" —cantan las Undershakers— "y voy a hacer vudú". En realidad no hacía falta salir de Europa:
el medio más rápido para quitarle la vida a un hombre con las artes de brujería consiste en hacer una figurita de barro con la misma forma de la persona a la que se desea matar y dejarla secar totalmente. Y cuando se desea que enferme en una parte más que en otra, se coge un alfiler o una espina y se clava en la parte del muñeco que deba enfermar. Y cuando se desea que una parte del cuerpo se consuma, se coge la correspondiente parte del muñeco y se quema. Y con este sistema, el cuerpo morirá. (Wonderful Discovery of Witches in the County of Lancaster, 1613).



domingo, 22 de abril de 2007

Jugando a las maquinitas


Otro que tuvo y retuvo —y acaso hasta mejoró: para mí que sus canciones le suenan mejor a él que al frívolo Daltrey.

La gestación de Pinball Wizard es curiosa: cuando tienen ya su opera-rock, Tommy, prácticamente concluida, invitan a Nik Cohn, periodista feroz y fan del grupo, a escuchar una primera versión del disco. Cohn les dice que será un gran logro y todo lo que quieran, pero que el rollo de Dios está más que pasado y en conjunto la obra resulta aburrida.

Mosqueado, Pete Townshend le dice que a lo mejor le interesaría más la historia si el protagonista, en vez de salir de su sordo-ceguera-mudez para convertirse en líder espiritual, invirtiera su talento en jugar al flipper. Cohn le responde que eso sí que sería interesante, y al poco Townshend le llama para escuchar Pinball Wizard.






sábado, 21 de abril de 2007

El tobogán


O sea, helter skelter, en inglés británico. No un tobogán cualquiera, sino uno en espiral que va rodeando una pequeña torre, a la que hay que escalar cada vez que uno quiere volver a tirarse.

El origen de la canción homónima de los Beatles es azaroso. Parece que Paul McCartney leyó una entrevista a Pete Townshed, de los Who, en la que éste presentaba su último single, I Can See For Miles, como la canción más ruidosa, cruda y sucia que hubieran grabado nunca. Sin conocer la de los Who, McCartney inventó una propia que se ajustara a la descripción —con tanto éxito que cuando escuchó la de Daltrey y compañía (excelente por otros méritos) le pareció muy poquita cosa.

El elemento siniestro, amenazador, de la canción se intensificó de forma impredecible cuando la canción llegó a Estados Unidos y Charles Manson, que al parecer no conocía el significado inglés de la expresión, interpretó la letra como una profecía de una inminente guerra racial en la que casi todos los blancuchos (pésimos bailarines) serían exterminados.

Aunque el hijo le salió farruco, McCartney sigue orgulloso de él. En los últimos tiempos, la ha interpretado a menudo en directo. (Y, perdónenme el tópico, quien tuvo retuvo. Ojo con él.)







viernes, 20 de abril de 2007

El balancín


Hay letras de canciones que no sabe uno. Esta del segundo disco de Pink Floyd, además de a cuento, viene a concurso. ¿Amor entre hermanos? ¿El balancín como símbolo? Y si lo es, ¿de qué?

El balancín
(Rick Wright)

Andan enamoradísimas las caléndulas,
pero a él, ni fu ni fa.
Levantando a su hermana,
se abre camino por la tierra o los mares.
Ella sube y él baja,
baja.

Se sienta en un trozo de madera
en el río,
se ríe mientras duerme.
Su hermana arroja piedras,
esperando acertar.
Él no lo sabe, así que
ella sube y él baja,
baja.

Otro tiempo, otro día,
cómo debe marcharse un hermano.
Otro tiempo, otro día.

Ella estará vendiendo flores
de plástico, un domingo por la tarde.
Recogiendo yerbas, no tiene tiempo
de preocuparse.
Todos pueden ver que él no está.
Ella crece para otro hombre
y él está abajo.

Otro tiempo, otro día,
cómo debe marcharse un hermano.
Otro tiempo, otro día.
Otro tiempo, otro día,
cómo debe marcharse un hermano.


jueves, 19 de abril de 2007

Retorno a los columpios



She's got a feeling for the Spring.
I`ve got another song to sing.

Girl on a swing.
Girl on a swing.
Girl on a swing,
0n a swing
Such a pretty thing.

She`s not a victim of despair,
She`s just a feeling in the air.

Girl on a swing,
Girl on a swing,
Girl on a swing,
0n a swing
Such a pretty thing.

She sways, silently she sings.
Her song gives my body wings.

Girl on a swing,
Girl on a swing,
Girl on a swing,
0n a swing
Such a pretty thing

(Kevin Ayers)



*

Se vuelve de otro modo (lo mismo que al aula), pero se vuelve, de la mano de un niño muerto de amor y de miedo, que no quiere subir a los columpios ni trepar a lo alto del tobogán, pero se queda hipnotizado observándolas —ese ir y venir que se lleva el sentido en cada vuelo.

*

Vuelve el columpio
vacío:
en el cielo,
otro angelito.

(Isabel Escudero)


miércoles, 18 de abril de 2007

Somos ladrones de juguetes


...y nos queremos divertir. Qué linda era Sandra Sutherland (la foto no le hace justicia), y qué maravillas nos servía en aquel programa de los primeros ochenta, Pista Libre, seduciéndonos con la parte más cool de la Movida. Qué tendrán las Sandras, que casi todas me han robado el corazón, algunas sin saberlo, otras por jugar con él —aunque fuera unos segundos.

sábado, 14 de abril de 2007

Salud y República (again)


Dada la calaña de los que atacan la idea de república en general, y nuestra Segunda República en particular, sentirse republicano resulta inevitable por mera respuesta inmunológica. Son años asistiendo al lavado de cerebro de los niños con concursitos (pinta a tu rey), soportando con incredulidad en los periódicos la censura sistemática sobre los negocios y putiferios borbónicos y manteniendo con nuestros impuestos a esa casta de cabezas huecas incapaces de leer sin errores (de redactar ya ni hablamos) el más sencillito de los discursos.

Cuando encima pretenden asustarnos con el Coco, prometiéndonos el caos y el rechinar de dientes si pedimos algo tan sensato como elegir por sufragio a quien ha de representarnos, sólo queda felicitarles por haber apartado al fin la careta. La transición era esto, oiga. O transiges o te enteras.

Pero es que hay mejores razones. Uno podría encontrarse republicano (y deuterorepublicano en concreto, por así decir) sólo por esta

anécdota contada por María Zambrano sobre el 14 de abril en que se proclamó la República luego desventurada. (...) Estaba María con su hermana Araceli en la Puerta del Sol, ya a la caída de la tarde. Un hombre con camisa blanca, fosforescente casi bajo un reverbero, abrió los brazos (repitiendo sin saberlo la trágica imagen goyesca) y lanzó un viva a la República, seguido de otro viva a España, algo más inusual como explica Zambrano: «Después la han nombrado mucho; nosotros no la nombrábamos, pero no porque fuésemos antipatria, sino todo lo contrario, porque la dábamos por supuesta. El caso es que, abriendo los brazos, el hombre de la camisa blanca lanzó un grito que andaba buscando y que al fin le salió: "Y muera... pues ¡que no muera nadie!". Y gritó por tres veces: "¡Que no muera nadie! ¡Que viva todo el mundo! ¡Que viva la vida!"» (Fernando Savater, Mira por dónde).

*

Eso decíamos ayer. Con el esquema de once mil artículos de Vargas Llosa, añadiríamos: si los ciudadanos de Francia y Alemania no necesitan un monarca que los tutele, ¿por qué se supone que nosotros sí? ¿De verdad somos ciudadanos de segunda, necesitados aún de esta rémora o incapaces de liberarnos de ella? Que a nuestros padres o abuelos no les quedara otra que tragarse el sapo, ¿nos obliga a nosotros y a los que vengan a desayunárnoslo indefinidamente? ¿Contiene la Constitución la Verdad Revelada? ¿Impide alguna tara genética a los Borbones ganarse la vida honradamente?

**

Sin Rey vivía, libre, independente
el pueblo de las ranas felizmente.
La amable libertad sola reinaba
en la inmensa laguna que habitaba;
mas las ranas al fin un rey quisieron,
a Júpiter excelso lo pidieron;
conoce el dios la súplica importuna,
y arroja un Rey de palo a la laguna:
Debió de ser sin duda buen pedazo,
pues dio Su Majestad tan gran porrazo,
que el ruido atemoriza al Reino todo;
cada cual se zambulle en agua o lodo,
y quedan en silencio tan profundo
cual sino hubiese ranas en el mundo.
Una de ellas asoma la cabeza,
y viendo la real pieza,
publica que el Monarca es un zoquete.
Congrégase la turba, y por juguete
lo desprecian, lo ensucian con el cieno,
y piden otro Rey; que aquel no es bueno.
El padre de los dioses, irritado,
envía a un culebrón, que a diente airado
muerde, traga, castiga,
y a la misma grey al punto obliga
a recurrir al Dios humildemente.
«Padeced, les responde, eternamente;
que así castigo a aquel que no examina
si su solicitud será su ruina.»


Tolkien distinguía la alegoría, que obliga a una lectura unívoca de la obra, de ese otro componente digamos ejemplar que invita a establecer analogías o aplicaciones entre el contenido de una historia y una serie no cerrada de hechos reales que la recuerdan. En el caso de la fábula de Samaniego, eco de otra esópica, está claro. Ya puestos, aquí va un término cualquiera de la serie.

jueves, 12 de abril de 2007

Simulacros II: jugando a los barquitos


Cuentan, pues, que Nectanebo, el último rey de Egipto, después del cual Egipto decayó de su anterior dignidad, dominaba todas las cosas con su poderío mágico. Todos los elementos cósmicos se sometían a él, a su palabra y, valiéndose de ese poder para someter a todos los pueblos por la magia, vivía en paz. Ya que si en alguna ocasión se lanzaba contra él cualquier potencia en son de guerra, no se apresuraba a equipar sus ejércitos, ni a montar sus ingenios bélicos, ni a disponer el armamento, ni a ejercitar a sus oficiales contra las formaciones enemigas, sino que tomaba un lebrillo y practicaba la lecanomancía. Echaba en el lebrillo agua de una fuente y con sus propias manos modelaba con cera barquitos y figurillas humanas y los ponía en el barreño. Él se revestía con una túnica de profeta y conservaba en la mano su báculo de ébano. Y puesto de pie invocaba a los supuestos dioses de los encantamientos, a los espíritus del aire y a las divinidades subterráneas, y a efectos de su conjuro cobraban vida las estatuillas humanas. De modo que entonces sumergía los barquitos en el lebrillo y, al momento de sumergirse éstos, los barcos de los enemigos que le atacaban por mar eran destruidos, gracias a lo muy hábil que era aquel hombre en los poderes mágicos. Así transcurría en paz su reinado.
(Pseudo Calístenes, Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Madrid: Gredos, 1988, tr. de Carlos García Gual)

miércoles, 11 de abril de 2007

Simulacros I: metáfora del sacrificio


Muy bretoniano: la evocación de juegos me lleva a las muñecas, y sólo entonces me doy cuenta de la armonía entre los dos empeños. Jugar a las muñecas es jugar a los dobles.

Los shabti, ushabti o ushebti (tienen surtido en portada), en egipcio «los que responden» (los responsables; ¡los replicantes!) son muñecos, figuras humanas reducidas de cera, madera o piedra que se enterraban en las tumbas de reyes o nobles para que en el Más Allá, tras recitar el conjuro adecuado (capítulo sexto de El libro de los muertos), cobrasen vida y realizasen las tareas cotidianas o engorrosas en beneficio del difunto. Resulta tentador pensar en una evolución. Primero, se liquida literalmente a los sirvientes del difunto para que le acompañen y sigan sirviendo en la Trastienda; después, se transige con el cambiazo, la metáfora. Por mí y por todos mis compañeros — pero éstos son ya figuras, palabras.

*

Si en este caso la evolución del sacrificio humano al de muñecos es hipótesis, los hay más explícitos. Síganme y conoceremos a la romana Mania: una dama siniestra, madre o abuela de los Lares o, según otros de las Larvas (o Manias).

Como su genealogía, su nombre se presta a equívoco: no tiene relación con el griego Manía, «locura», sino con el adverbio mane, «por la mañana» (Mania sería entonces la que nace con el alba) —o tal vez con los Manes, «los Buenos» (por la misma maniobra preventiva por la que aquellas otras Erinias o Furias dieron, por antífrasis, en Euménides, «Benévolas»). Mania: «la matutina», «la buena». [En un segundo nivel, lo mismo: la mañana no es otra cosa que «la (parte) buena (del día)»].

Según un experto en imposibilidades (Marciano Capela, De nuptiis Philologiæ et Mercurii II 160-5), Mania vive en la región que se extiende entre la zona media del aire y los confines de la tierra y los montes, en compañía de los semidioses o héroes. Nos dice otro docto, Macrobio, que en época del rey etrusco Tarquinio el Soberbio, al llegar la fiesta de las Compitales se sacrificaban en las encrucijadas ciertos bebés para que Mania les diera curso administrativo. Más tarde (sin duda asesorados por Jodorowsky), en los primeros días de la República, los romanos sustituyeron las cabezas humanas por cabezas de ajo y de adormidera. La diosa no protestó: si había contrato, lo releyó y estimó que los términos eran correctos.
Añadió Albino Cecina: «esa sustitución en el sacrificio que nos has presentado, Pretextato, la encuentro luego llevada a cabo en las fiestas Compitales, cuando por toda la ciudad en las encrucijadas se celebraban juegos, restituidos claro está por Tarquinio el Soberbio en honor de los Lares y de Mania a partir de un oráculo de Apolo, en el que se ordenó que se suplicara por las cabezas con cabezas. Durante algún tiempo se observó esta costumbre, el inmolar niños a la diosa Mania, madre de los Lares, para la preservación de las familias. Este tipo de sacrificio, una vez expulsado Tarquinio, el cónsul Junio Bruto resolvió que se celebrase de otra manera. Ordena, en efecto, que se realice la rogativa con cabezas de ajo y de adormidera, de forma que se satisficiera el oráculo de Apolo en lo tocante al nombre de cabezas, eliminándose, claro está, el crimen de un sacrificio infausto: y se hizo que, si algún peligro amenazaba a las familias, lo expiasen unas figurinas de Mania colgadas en la puerta de cada uno; y a estos mismos juegos, en referencia a los caminos de las encrucijadas (compita) donde se celebraban, los llamaron Compitales» (Macrobio, Saturnalia 7).
Pues no hay una sin dos, ni dos sin que sigan muchas, a esta Mania primeval la seguía un coro de Manias, tan numerosas como diminutas. En paradoja que no lo es tanto, se llamaba así a las hijas o nietas de Mania, coro de ogresas; pero también a las muñecas deformes de lana o harina que, con la misma función de las cabezas de ajo o adormidera, se colgaban en la puerta en honor de la Señora. Retrato y espejo: en cuanto víctimas sustitutivas, representaban a los hombres libres de cada familia, con los que deberían guardar una relación de semejanza; pero el hecho de que fueran figuras feas (turpes) y recibieran el nombre de aquélla o aquéllas a las que estaban dedicadas (maniae) sugiere que se trataba de representaciones apotropaicas, cuya eficacia estribaba en ser lo más similares posible a aquellos mismos espíritus a los que debían alejar.

Acusamos a los goblins de cambiones, pero está claro que somos los reyes del truco.

*

El prestigio siniestro de los muñecos viene, pues, de lejos. Quietos como muertos (así los encuentran o dejan las estriges), pequeños como niños pequeños que se niegan a crecer, dóciles como sirvientes. Silenciosos, hasta que la magia los vuelve shabti —aunque su mera presencia, como sucede al final de El planeta de los simios, pueda convertirse en un grito.

martes, 10 de abril de 2007

Juegos V: Tulipán (Freeze Tag)


La identidad es cuestión de exigencia, me dijo mi padre. Yo no soy el que jugaba a Tulipán, soñando con pasar entre sus piernas para liberarla —ni ella es Suzanne Vega jugando al Freeze Tag, congelada en la espera de un Bogart o un Dean (hay buenos tipos en venta / con sonrisas de chambergo y de James Dean). En la canción, sin embargo, cabe todo: la continuidad de los parques y los juegos, su aroma en las cuerdas de acero, atrapadas con una cejilla improbable, hecha con un bolígrafo y una goma para el pelo. El juego nunca acaba: cuando uno visite el velatorio del otro, estará aún tomando posiciones, dudando si ahora le tocara ligársela para siempre, hasta el final del trayecto. Por qué en invierno, querido alumno. Piénsalo (siéntelo) y no te des prisa en justificarlo.

Vamos al parque
en invierno.
El sol se pone con rapidez
sobre los toboganes
dentro del pasado,
sobre los columpios de la indecisión
en invierno.

En los diamantes borrosos
esparcidos por el parque,
en el cosquilleo
y el temblor
del Tulipán
en la oscuridad.

Jugamos a que somos actores
en la pantalla de una película,
yo seré Dietrich
y tú serás Dean.

Estás de pie
con la mano
en el bolsillo,
apoyado en el muro.
Tú serás Bogart
y yo, Bacall.

Y ahora sólo podemos decir sí
al cielo, a la calle, a la noche.

Haz un lento fundido en negro.
Juega conmigo otra partida
de caballerosidad,
tú y yo,
¿puedes ver
dónde suelo ocultarme
en este escondite?

Vamos al parque
en invierno,
el sol se pone con rapidez
sobre los toboganes
dentro del pasado,
sobre los columpios de la indecisión
en invierno,
invierno,
invierno...


(Suzanne Vega)

lunes, 9 de abril de 2007

Coda fantasmal: Georgina


Primer enigma resuelto: como sospechábamos, el gran poema de Juan Ramón Jiménez Cuando yo era el niñodiós se remonta al primer libro publicado del poeta (Almas de violeta, 1900) —pero la versión que traje en su día corresponde a una revisión muy posterior: en sus propios términos, es una versión revivida, completamente remozada. Para bien; es una lástima no tener ahora conmigo la primera versión, con la que he topado estos días por casualidad; pero todo se andará.

*

El segundo enigma es de resolución (y planteamiento) más difícil. Tiene que ver también con la vida y la obra de JRJ, pero no sólo. Diría que topé por primera vez con él a propósito de mi tocayo, el emperador macedonio. Se cuenta de él que cuando llegó a tierras de Asia se dirigió a la tumba de Aquiles y lloró largamente por aquel héroe, su predilecto. Hoy sabemos que la tumba era de pega; el dolor, genuino.

La versión juanramoniana de la historia comienza el 8 de marzo de 1904, cuando dos espabilados muchachos del Perú, José Gálvez Barrenechea y Carlos Rodríguez Hübner, deciden escribir al poeta para pedirle uno de sus libros, difíciles de encontrar (y quizá caros para su pobre bolsillo). Antes de posar la pluma en el papel, deciden que plantearle sin más la demanda sería torpe y de mal gusto. ¿Quiénes son ellos para pedirle algo así?

Deciden, pues, no ser ellos quienes escriben, sino una limeña veinteañera y melancólica que ha encontrado en los versos del maestro abrigo para sus penas: Georgina Hübner. El nombre corresponde a una prima de Carlos, que es cómplice del engaño, pero se mantiene (parece) al margen de la escritura.

La mañana que recibe la carta de Georgina, Juan Ramón le responde de inmediato, enviándole un ejemplar de Arias tristes y asegurándole que con el mayor placer le hará llegar cada uno de los que publique en adelante. La despedida da idea de su galantería:
Gracias por su fineza. Y créame su muy suyo, que le besa los pies, Juan R. Jiménez.
A esta primera carta, conservada, le siguieron otras, parece que perdidas. Sabemos, en cualquier caso, que la devoción de Juan Ramón por su Georgina creció hasta tal punto que se planteó acudir a su encuentro, cruzando los mares, y le ofreció como prenda de amor la dedicatoria de su próximo libro, Jardines lejanos.

Según Gálvez, en este punto la verdadera Georgina llamó a capítulo a sus amigos, inquieta por el progreso de la broma. Hubo una nueva carta (quizá la última) en la que la joven declinaba agradecida el ofrecimiento del poeta, y para evitar males mayores el trío de traviesos decidió dar muerte al personaje, contando para ello con un nuevo cómplice, consciente o no: el cónsul de Perú en Sevilla, que se encargó de dar la noticia al poeta.

Conmovido por la noticia, Juan Ramón compone dos poemas. Uno de ellos es célebre: «Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima», publicado años después en Laberinto (1913). El otro, inédito, no ha salido a la luz hasta la publicación del primer tomo del epistolario del poeta, Epistolario I. 1898-1916 (ed. de Alfonso Alegre Heitzmann, Madrid: Residencia de Estudiantes, 2006). Iba a formar parte de La frente pensativa (1911-1912), uno de los muchos libros que el poeta dejó inéditos, pero no aparece en la edición (póstuma) de 1964. Dice así:

Esta mañana fría
me he acordado de ti, Georgina mía.

Mano que me escribía
aquellas cartas grises de poesía,
cómo la tierra umbría
habrá desbaratado tu armonía,
mano que me decía
¡ven! (Y no fui) . ...¡Qué fría
mañana de dolor, Georgina mía!

Del otro poema, el célebre, no tengo el texto publicado en Laberinto, pero sí la versión revivida que el poeta acometió en sus últimos años, publicada póstumamente en Leyenda. Lo peculiar del asunto es que para entonces Juan Ramón ya estaba al corriente del engaño sufrido (una situación que mi tocayo macedonio no tuvo que afrontar). Si su reacción juvenil a la carta de Georgina fue noble, la respuesta del hombre maduro es para enmarcar:
En suma, yo tuve una gran ilusión y escribí un poema que se hizo famoso y que Neruda aprovechó bastante en sus versos de aquella época. (...) Nada me pesa el engaño, ya lo sabe Georgina Hübner, los que participaron en la farsa y la exquisita autora de las epístolas.
Si así se expresaba en una entrevista, en un apunte íntimo destinado a su autobiografía va más lejos:
Sea como sea yo he amado a Georgina Hübner, ella llenó una época de vacío mía, y para mí ha existido tanto como si hubiera existido. Gracias, pues, a quien la inventara.
Quizá alguien pueda y quiera traernos la versión primera, digamos clásica, del poema. De momento, aquí va la versión tardía, que el Epistolario (pp. 602-4) reproduce en versión facsímil, mecanografiada y con algunas correcciones añadidas a mano:

CARTA REVIVIDA
A GEORGINA HÜBNER
en los cielos de Lima.

(...Pero a qué le hablo a usted de mis pobres cosas melancólicas: a usted a quien todo lo sonríe!
...con un libro entre las manos, ¡cuánto he pensado en usted, amigo mío!
...Su carta me dio pena y alegría. ¿Por qué tan pequeñita y tan ceremoniosa?

Cartas de Georgina — Verano de 1904)


El cónsul de Perú me lo dice: «Georgina
Hübner ha muerto».
...Has muerto. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿En qué día?
¿Qué oro, al despedirme de mi vida un ocaso,
iba a rozar la dejadencia de tus manos
cruzadas, en sus tallos, sobre el parado pecho,
como dos lirios malvas ya planos de su peso?

Ya se pegó tu espalda para siempre a la tabla,
tus piernas están ya para siempre cerradas.
(Sobre el tierno verdor de tu reciente fosa,
el sol poniente ya inflamará los chuparrosas?)
Ya está más fría y más solitaria la Punta
que cuando tu la viste, huyendo de esa tumba,
aquellas tardes en que tu ilusión me dijo:
«¡Cuánto he pensado en usted, amigo mío!».

¿Y yo, Georgina, en ti? Yo no sé cómo eras.
Morena, casta, triste? Sólo sé que mi pena
parece una mujer, tú, tú que estás sentada,
llorando, sollozando al borde de mi alma.
Sé que mi pena tiene esta letra suave
que venía en un vuelo atravesando mares,
para llamarme «amigo»... o algo más... No sé... algo
que sentía tu corazón de veinte años.

(Me escribistes: «Mi primo me trajo ayer su libro».
¿Te acuerdas? Y yo, pálido: «Pero usted tiene un primo?»

Quise entrar en tu vida y ofrecerte una mano
limpia como una llama, Georgina... En cuantos barcos
partían fue mi loco corazón en tu busca.
Yo creía encontrarte pensativa en La Punta,
con un libro en las manos, como tú me escribías,
soñando entre las flores refrescarme la vida.

Ahora, el barco en el que iré una noche a buscarte,
no saldrá de tal puerto ni surcará los mares;
irá por lo infinito, con la proa hacia arriba,
buscando como un ánjel una celeste isla...
Y... ¡Georgina, Georgina, qué cosas! mis dos libros
los tendrás en tu falda, y ya le habrás leído
a Dios algunos versos... Tú hollarás el poniente
en que mis pensamientos dramáticos se mueven.
Desde ahí, tú sabrás que esto no vale nada;
que, quitado el amor, lo demás son palabras.

¡El amor, el amor! ¿Tú sentiste en tus noches
la llamada lejana de mis ardientes voces,
cuando yo, en las estrellas, en la sombra, en la brisa,
esclamando hacia el sur, te llamaba «¡Georginaaa!».
Una onda, quizás, del aire que llevaba
el profundo sentir de mis rotas nostaljias,
pasó junto a tu oído? ¿Tú supiste de mí
los sueños de la casa, los besos del jardín?

¡Cómo se rompe lo mejor de nuestra vida!
Vivimos ¿para qué? Para mirar los días
de fúnebre color, sin cielo en los remansos;
para tener la frente caída entre las manos;
para anhelar, cantándolo, lo que está siempre lejos;
para no pasar nunca el umbral del ensueño.
...Sí, Georgina, Georgina; para que tú te mueras
una tarde, una noche... ¡y sin que yo lo sepa!

Y el cónsul del Perú me lo dice: «Georgina
Hübner ha muerto».
Has muerto. Estás sin alma en Lima,
tupiendo rosa encima, debajo de la tierra...
Y si en ninguna parte nuestros brazos se encuentran
¡qué niño idiota, hijo del odio y el rencor,
hizo el mundo jugando con pompas de jabón!


Sentimientos reales; sucesos, personajes o escenarios ficticios. Hay algo en la historia que anticipa los corazones encandilados y rotos de estos días, presa de amores virtuales, nicks engañosos, clones del deseo ajeno. ¿Dime que me quieres, aunque sea mentira?

domingo, 8 de abril de 2007

Juegos IV: la reina del Mississippi


Ella sigue de pie
a la orilla del gran Mississippi,
sola en la pálida luz de la luna.
Espera a un hombre,
un tahúr que trabaja en el barco del río
y que debería volver esta noche.

Solían bailar un vals
a la orilla del gran Mississippi,
amarse la noche entera.
Él era un tahúr
decidido a hacer su agosto
y llevártelo a casa.

Evangeline, Evangeline
maldice el espíritu
de la Reina del Mississippi,
que le arrebató a su hombre.

Bayou Sam, del sur de Lousiana,
lllevaba el juego en las venas.
Evangeline, de la costa,
empezaba a perder la cabeza.

En lo alto de Hickory Hill
ella sigue de pie entre los rayos y truenos.
Abajo, en el río, el barco hizo pique.
Vio hundirse la Reina en el agua.

Evangeline, Evangeline
maldice el espíritu
de la Reina del Mississippi,
que le arrebató a su hombre.

(Robbie Robertson; Emmylou Harris & The Band)


jueves, 5 de abril de 2007

Juegos III: el juego de nada o mitad


Roger Caillois (más bien olvidado) escribió un libro notable sobre juegos, Los juegos y los hombres. Una de sus virtudes es recordarnos que junto a los juegos de competición (los que él engloba dentro del agón) hay al menos tres tipos distintos: los que giran en torno a la suerte (alea) y no el mérito; los que consisten en una imitación (mimicry) y los que juguetean con el vértigo (ilinx) —como dejarse caer rodando por una ladera.

El juego de la vida, tal como suele imaginarse y detestarse, es fundamentalmente competitivo, pero tiene armónicos de las otras modalidades. Ningún jugador en sus cabales minimizará el papel que tiene la chiripa en encumbramientos y caídas. Desde fuera, un Girard señalará que aprender a jugar es antes que nada aprender a imitar a los que ya saben. Quizá no haga falta nombrar a ningún sabio para que el lector acepte que el aliciente fundamental de cualquier empresa es el riesgo que entraña: la excitación del subidón y el coqueteo con el fracaso.

Jugar el juego por antonomasia llega a significar dejar de jugar, de modo paralelo a como la revelación del Dios verdadero (entre nosotros, el Dinero) reduce a arqueología decorativa cualquier panteón previo. Como ejemplo, valga para regresar esta canción del Gigante Amable (que se ríen amablemente de las fantasías del winner; con todo, uno de ellos, Derek Shulman, se convertiría en breve en alto ejecutivo discográfico, uno de los descubridores de Madonna...)

Mientras sujeto la llave
de la puerta trasera del mundo,
siento cómo mi mano
roza confines hasta entonces lejanos.
Puedo ver el poder
de mi posición
y mis ojos alcanzan
más que los de ninguno
en cualquier otro sitio.
Jugaré el juego
y jamás perderé la partida.

Soy el rey del agón:
las otras piezas están ahí
para que yo despliegue mi arte, mi táctica.
Mis juegos tienen un ganador
antes de empezar.
He hecho planes y no hay oposición
que pueda plantarme cara.
Jugaré el juego
y jamás perderé la partida.

Mis pensamientos nunca expresados,
sólo visiones en mi cabeza;
la verdad siempre intacta
en mis palabras mudas,
sin lengua que la traicione.

Gobernaré el timón de la patria
como su capitán,
recogeré mi recompensa
por el bien que estoy haciendo
y es inútil que me llamen canalla:
si les oigo,
el juego habrá comenzado de nuevo
y jamás perderé la partida.

lunes, 2 de abril de 2007

Juegos II: el ajedrez


Mira: esta píldora te hace mayor
y la de al lado te vuelve pequeño
y las que suele endilgarte tu madre
no te hacen nada. Pregúntale a Alicia
cómo es posible medir treinta metros.

Y si te pierdes cazando conejos
y tienes claro que vas a caerte,
di que una oruga que fuma en narguila
te ha dado el queo. Pregúntale a Alicia
cuando se vuelve pequeña, pequeña...

Los hombres del tablero de ajedrez
se alzan para decirte adónde ir;
acabas de tomar alguna seta,
tu mente avanza lenta.
Pregúntale a Alicia,
ella sabrá decirte.

Lógica y proporción
han caído, difuntas.
¿El Caballero Blanco habla al revés?
¿La Reina Roja chilla:
«¡esa cabeza, fuera!»?
Recuerda las palabras del lirón:
«Que nunca pase hambre tu cabeza».




domingo, 1 de abril de 2007

Juegos I: el Rescate


Nueva ronda del concurso de canciones del dr. Martinenson y quien suscribe. Esta vez se trata de localizar canciones memorables sobre juegos (del tulipán y policías a ladrones a la ruleta y el strip póker). Hagan ídem, señores.

Abro fuego con una cientovolandería: Esto es un rescate (que no un atraco), de Luli lulera.

Hoy vuelvo a las cosas que se dan si no se piensan:
esto es un rescate, juégate las prendas.
Mantengo el semblante firme, sólo río cuando observo
los campos nevados repletos de cuervos.
Creo que
me están observando,
creo que
andan comentando
que mi pelo ya no crece
del color que se merece.

Y es que no me importa que las piedras que me tiran
no sean de luna, sean de mentira.
Hoy que la luz juega a oscuras,
hoy que soy tu travesura,
ve y eh, no salgas a la calle, sólo
ve y eh, hace frío y baja el lobo,
ve y eh, enciérrame cuando puedas
en el cuarto de las fieras.

Si pudiera detener la luz por un instante
vestiría el arcoíris de un luto gigante,
vestiría las estrellas con corbata y con sombrero,
bailaríamos descalzos en un agujero
de agua fresca y transparente llena de monedas,
saltarían mis pies al verte sólo si quisiera.

Y es que no me importa que las cosas que te canto
te suenen distintas, sosas, sin encanto.
Hoy me como el mundo, hoy soy una mariposa ociosa
y viajo por el reino de la zarzamora.

Y así voy
detrás de tu sombra,
y así voy
recogiendo sobras
y así voy,
cargo toneladas
de sudor, lágrimas saladas.