sábado, 26 de febrero de 2011

Objetos perdidos


Hacía ya semanas que no acudía a verme ninguna melodía. No la esperaba, pues, pero ha sido ponerme a hacer lo que debía y acudir ésta, irresistible, a imponerse. El ritmo y la armonía son propios de una gymnopedie. A medida que iba saliendo, la melodía me resultaba familiar, pero he tardado en saber por qué: en sus recovecos se ocultan varios compases de una vieja canción cientovolandera, con toques modales, que nunca llegó a asentarse. Le he enseñado una primera versión al maestro Aníbal y me ha sugerido enriquecer la melodía con una segunda voz, por terceras o sextas. Dicho y hecho. Así queda la cosa, para oboe y piano.

*

Revisión masiva, ya el domingo: la pieza ha ganado unos cuantos compases. Hay ahora cuatro instrumentos (piano, oboe, corno y cello) y varias melodías que se combinan de forma, espero, armoniosa y no muy predecible.


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Nueva revisión drástica. Esta versión es, literalmente, cool: salen el oboe y el corno y entran sendos pianos congelados.


jueves, 24 de febrero de 2011

En Camelot ya nada es como antes


Anales de septiembre

En Camelot ya nada es como antes.
Murieron los dragones de mi infancia.
Todo se ha puesto verde. La distancia
venció sin armas a los contrincantes.

Un trovador de rasgos disonantes
revuelve las entrañas del laúd.
Esto nos queda: ejemplos. La quietud
jibarizó a los últimos gigantes.

El tiempo es un cadáver a la entrada.
Yo sigo haciendo puzzles, tú sumando
apóstoles nocturnos a tu bando.

En vano madrugó la luz del día.
Nacida para arder, muere la espada
en una vaharada de agua fría.

domingo, 20 de febrero de 2011

Vidas ejemplares


Mi amigo Enrique (desde aquí, una colleja) me ha aficionado a las autobiografías de rockeros más o menos infames. Me llegó hace poco la de Keith Richards y acabo de cerrar la de Lemmy Motörhead, White Line Fever. Es interesante sólo a ratos (las anécdotas sobre las giras y los mosqueos con las casas de discos acaban volviéndose tediosas), pero es imposible no cogerle cariño al personaje. Uno tenía la idea errónea de que cuando le echaron de Hawkwind, Lemmy echó por la borda la psicodelia y se convertió en un punk de pelo largo. Para nada. Con toda su colección de boberías del Tercer Reich, nuestro hombre sigue siendo un hippie que habría seguido toda la vida en Hawkwind si no le hubieran botado. Hay una buena colección de evocaciones nostálgicas de los 60. Esta es la última del libro (pág. 287) y las representa bien:

Estoy muy contento de haber vivido los sesenta. La gente que no los pasó no sabe lo que se ha perdido. Impulsamos cierta conciencia, una forma de vivir, y fue excitante —no había SIDA, la gente no se moría tanto por abusar de las drogas y fue de verdad una época de libertad y cambio. La única vez que he visto rebelión alguna ha sido en los 50, 60 y primeros 70. El resto os lo podéis quedar.

Pues eso.




viernes, 18 de febrero de 2011

Negros son los cabellos de mi amor verdadero


Tomé por el maestro Antonio, que así me lo sugirió, la costumbre de traducir en verso las letras de las canciones inglesas que iba subiendo. Ahora que nos falta, no sé bien por qué sigo haciéndolo.

Después de ver los vídeos que iba marcando como favoritos, el robot de Youtube me sugirió esta canción de un grupo que no conocía, Espers. Ojalá ande más veces tan acertado. Cuando uno topa con algo tan logrado, suele descubrir que se trata de algo tradicional. Es el caso. La canción se recogió por primera vez en los montes Apalaches, pero se supone que es de ascendencia escocesa. En la Wikipedia inglesa trazan bien el recorrido de la canción. Algunas de las versiones que citan son asombrosas, como las de Nina Simone y Patty Waters, pero ninguna me ha gustado tanto como ésta. Va por Vd., caballero.



Negros son los cabellos
de mi amor verdadero,
se diría su rostro
de algún hada de cuento.
Con las manos bien limpias
y este rostro tan bello
beso el suelo que pisa.

A mi amor yo lo quiero
y él lo sabe. Amo el suelo
dondequiera que vaya.
Si distingues su huella
en el suelo, es que acaso
como me aconsejaste
ahora te he aconsejado.

Hasta el Clyde yo me acerco
a sufrir y llorar,
mas no logro dormir
satisfecha jamás.
Le pondré una misiva,
unas líneas tan sólo:
que por él yo la muerte
sufriría mil veces.

Negros son los cabellos
de mi amor verdadero,
se diría su rostro
de algún hada de cuento.
Con las manos bien limpias
y este rostro tan bello
beso el suelo que pisa.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Baño María


Tuve una abuela María, muy querida. Parecía normal atribuirle el invento, en la época en que uno creía que poesía venía de Poe y la paciencia era la ciencia de la paz. Mi fe se ha tambaleado, pero la imagen de los huevos marrones cociéndose, secos, dentro del agua hirviente regresa cuando le place. Hace unas semanas leí de pasada una reivindicación de la alquimia en la que señalaban el baño María como uno de sus logros perdurables. No supe si creérmelo. Refinando mi hipótesis infantil, había acabado creyendo que la cosa podría remontarse a la María de las galletas Fontaneda, o, a lo sumo, a alguna de las tres Marías evangélicas.

Me llega hoy un libro de James Hillman que confirma el origen alquímico. Hillman tiene una manera tan linda de discurrir (razonar no es la palabra) y ha sido tan poco editado en español que merece la pena, creo, traducir el pasaje pertinente. La tesis del libro es que la alquimia es un lenguaje de y sobre el alma, la psique, y que tiene por ello un efecto terapéutico sobre ella. Mientras lo cuenta Hillman, suena verosímil. Que lo disfruten.

*

El baño María

El recipiente de cristal se aloja a su vez en otro recipiente. Puede asentarse en un puchero de ceniza o de arena, pero suele estar más a menudo en un contenedor mayor de agua: el baño María (
bain marie).

El calor penetra en la materia que hay en el recipiente de cristal a través del agua. Tanto el fuego como el agua colaboran regulando el calor, aunque ni uno ni otra tocan directamente la sustancia. Un método ingenioso de desvío, que reúne a dos notorios enemigos, el fuego y el agua, al servicio de la Obra. Generalmente, cuando se unen, silban y escupen y disparan nubes de vapor hirviente, pero el baño María impide que se den muerte el uno al otro y protege a la sustancia de la guerra de los elementos.


El baño María aparece en la tradición alquímica como un invento antiguo, de origen quizá egipcio, que deriva de una alquimista llamada María la Judía, idéntica a María la Profetisa, o confundida con ella. El baño María se desarrolló, supuestamente, en la cocina de una dama judía, mística, experimentadora, cocinera. Los cocineros actuales aún usan el recipiente para 'hervir doblemente'.
Mientras el agua llene el baño, la sustancia no puede arder, ni siquiera evaporarse. La temperatura del baño crece muy gradualmente para ir aflojando y relajando la resistencia obstinada de la sustancia mediante el calor suave. Como tu cuerpo en una bañera tibia, cuya temperatura va subiendo gradualmente a medida que echas más agua caliente. El calor que permea el recipiente es otra forma de imaginar la atención comprensiva, el apoyo amable, la tolerancia universal. Ceden los nudos, las fronteras, las restricciones.

«No realices ninguna operación hasta que todo se vuelva agua». Antes de hacer nada psicológico, debes disolver la forma de pensar inicial con la que abordas un problema. Los problemas mismos son fijaciones. La palabra problema se refiere en sentido primario al ajedrez, las matemáticas, la estrategia militar —condiciones todas muy tensas. Nos rendimos y nos dejamos ir, y la mente, empeñada en decidir, se libera de su propia forma de pensar que exige decisiones. La voluntad de poder se vuelve laxitud en el baño.


No realices ninguna operación hasta que todo se haya vuelto agua: el análisis racional debe esperar hasta que fluyan las emociones, floten las ensoñaciones, formen estanques, se revuelvan, apesten, encuentren desagües. Las distinciones se vuelven borrosas. Esto y aquello se funden lo uno en lo otro, lo bueno y lo malo y sus culpas se vuelven blandos y fofos, apenas importan, no hay hechos concretos, no hay certezas sólidas a las que aferrarse. Nos volvemos más suaves, más gentiles con nosotros mismos. Todo cede ante el agua cálida. Perdemos la intención de llegar, no hay prisa. Un baño no es una ducha. Somos la sustancia, nuestro cuerpo y nuestra mente entran en el recipiente del alma, el baño María. Somos el cocinero y lo que cocina, incapaces de sentir la diferencia.


(James Hillman, Alchemical Psychology, Putnam, Spring Publications, 2010, pp. 41-2.)


sábado, 12 de febrero de 2011

Tahrir


...La revolución renace siempre, como un fénix
llameante en el pecho de los desdichados.
(Luis Cernuda)

miércoles, 9 de febrero de 2011

Despierta y desnuda


En personas necias, sólo los deslices producen frases de algún valor. Resultan reveladoras, solemos decir; pero conviene matizar qué nos revelan. Desde luego, no que el bobo lo es (que mal podría disimularlo), sino que lo que es no agota lo que en él se juega: detrás del tinglado personal del sandio sigue latiendo el lenguaje, esa forma de vida impersonal y prodigiosa, que combina una y otra vez las palabras en cualquier inconsciente a su alcance, como esos programas informáticos que se activan cuando el usuario está despistado y se ponen a discurrir sobre el virgo de las galaxias y otros temas de provecho.

Me refiero, claro, a esas palabras que se le han escapado a un politicastro uno de estos días: dudaba si la compañera de oficio que había presentado una enmienda o propuesta la había elaborado despierta o desnuda. La prensa no ha sabido qué hacer con una cosa así y lo han metido en el cajón de sastre de las ocurrencias machistas, como aquella de Miguel Ángel Rodríguez sobre la Constitución y tantas otras caquitas. Obviamente, es otra cosa: uno de esos emparejamientos felices que sólo el azar produce, y que constituyen la mejor cosecha de las vanguardias de los 20 y 30. La semejanza fonética y morfológica (des-) fuerza el solapamiento de los significados: tanto despertar como desnudarse suponen un cambio de escenario y propósito, un verdadero salto de conciencia. Bajo la ropa, el cuerpo duerme; la desnudez lo enuncia desvelado, inteligente, presto para lucir al calor que sólo otra piel puede prestarle.

Si en vez de salir de la boca de este inepto (al que, con todo, se agradece no haber sabido evitarlo) nos hubiera llegado en un poema de Aleixandre, el sintagma sonaría como debe: con la deliciosa ambigüedad de la o, que tan pronto nos obliga a optar como reconoce una identidad inesperada (La destrucción o el amor). Soñémoslo, entonces:

Despierta o desnuda,
atraviesas mi mente tal pájaro en llamas.

Dejemos volar la imagen. Respiremos, si hay agallas, su fuego.

viernes, 4 de febrero de 2011

Cegatos y picajosos


Vigalondo: regresa el delito de blasfemia. Con excomunión y todo. La vacilación del autor del artículo de El País da fe del problema: en el primer párrafo se dice que Vigalondo hizo unos comentarios sobre el Holocausto. Todo el mundo entiende que hacer un comentario sobre tal o cual cosa es dar tu opinión sobre ella. Sin embargo, en el tercer párrafo la misma acción aparece expresada de manera bien diferente: Nacho Vigalondo bromeó en Twitter sobre el Holocausto. Bromear significa decir algo que no debe tomarse en serio, y que en modo alguno debe confundirse con lo que tú realmente piensas sobre el tema. Que los enemigos de EP quieran presentar lo uno como lo otro se entiende; que EP ceda y juegue a leer, también él, erradamente, da grima.

El mal es terrible, pero también ridículo. Sin humor sobre el Holocausto, éste habría sido aún peor. Los que lo sufrieron en persona fueron los primeros que se refugiaron en el humor cuando se sintieron capaces, del mismo modo que Carlos Giménez dibuja sobre las instituciones franquistas en las que se hacinaba a los niños tiras que son a la vez cómicas y trágicas, y Chaplin ridiculizó a Hitler adoptando su figura en El gran dictador. Esta enésima chapuza me recuerda la que se montó a propósito de aquella canción del que a mí me gusta lo blanco, muera lo negro. Parece que cada vez leemos peor; peor aún, aceptamos el criterio de los que leen mal como el único relevante, como cuando en mi Departamento borramos de la lista de lecturas libros interesantes porque no tienen bastantes dibujitos o 'pesan' más de cien páginas, dando por buenos los prejuicios de nuestros alumnos más vagos en vez de luchar por desasnarlos.

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Del mismo periódico, poco tiempo antes:

El humor israelí es bastante salvaje. Programas televisivos como El quinteto de cámara (1993-1997) o actualmente Qué país maravilloso han abordado con un sarcasmo sin límites temas tan terribles como el Holocausto o el bombardeo sobre Gaza en el invierno de 2009.

El quinteto de cámara hizo un sketch en el que se ironizaba sobre la abusiva utilización del Holocausto por parte de Israel. Dos atletas israelíes que participaban en una carrera en Alemania exigían salir con varios metros de ventaja sobre los demás competidores. Cuando el árbitro, estupefacto, se negaba, los israelíes invocaban el Holocausto y la película La lista de Schindler y acusaban a la organización de antisemitismo. Al final, evidentemente, conseguían la ventaja.

También fue polémico un sketch del mismo programa en el que un grupo de judíos de Varsovia organizaba una fiesta que concluía en las cámaras de gas de Dachau, con el exterminio de los participantes.

Lo más brutal emitido dentro de Qué país maravilloso fue un sketch durante el bombardeo de Gaza. En un momento absolutamente crítico, en el que las víctimas palestinas del bombardeo se contaban por centenares, los guionistas decidieron iniciar su sátira con una retransmisión de la guerra al estilo de un programa deportivo, en el que cada muerto palestino se celebraba como un gol. Acto seguido, la cosa derivaba hacia una parodia del festival de Eurovisión en el que cada país europeo votaba el número de muertos palestinos que le parecía permisible. Italia "autorizaba" hasta 800 muertos. Luego votaba Alemania, que subía hasta 6.000 muertos, con gran alborozo del público israelí. Entretanto, se intercalaban otras imitaciones: un líder de Hamás mostraba una guardería en la que criaba niños para utilizarlos como escudos humanos, y el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, justificaba el bombardeo de un parvulario palestino por el hecho de que en el tejado no estaba escrito en hebreo que se trataba de una escuela.

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Actualizo: la defensora del lector de El País hace equilibrios varios: reconoce que todo el 'caso' Vigalondo se basa en una lectura errónea, quizá interesadamente errónea, de su comentario en Twitter; pero al final condena de todas formas al cineasta (y apoya la decisión de los que la mantienen en el cargo) por haber ofendido a parte de los compradores (¿y anunciantes? ¿y propietarios?) de EP. Los que leen mal, pues, se salen con la suya. Para variar.