sábado, 27 de julio de 2013

Viaje en tren



Esto soñó Carmen, cinco días antes del accidente de Santiago. Y así lo apuntó, con la vaga pero imperiosa  sensación de que era importante hacerlo.

 * 

Tengo como una especie de flojedad de no comer bien, y ando sin fuerza para acordarme de él, fue como muy vivo, me duele acordarme, pero tengo que escribirlo antes de que se me olvide.

No puede el tiempo meterse en un tren e irse, no puede. No pueden mis huesos acordarse del todo de ese sueño, no pueden. Y sin embargo, aquí estoy, voy a intentarlo. En el sueño son tres, la que sueña quedó por ahí atrapada. Soñé con un viaje en tren. Era como una ciudad que viajaba. O era un tren, no sé si era yo la que viajaba a esa ciudad, o era ella la que venía a mí. El tren y ella parecía una sola cosa, alguna arquitectura había conseguido un paso más de lo inconcebible, un paso más de lo acontecido hasta ahora, una belleza sin par entre construcción y necesidad, utilidad y belleza. Lo útil es lo bello. Que la ciudad y el tren fuesen una y la misma cosa y a la vez que no lo fuera, que fuera y consiguiera con ello el brote y olor de cada rincón como distinto. A lo mejor el mismo tiempo pasaba por la ciudad, a lo mejor la ciudad pasaba por el mismo tren.

Recuerdo sus torres, además de su relación con el tren, la belleza de unas torres altísimas. Las torres de las ciudades eran bellas, altas, muy altas, tenían un encanto de modernidad, algo marchita, como si otra cosa con más gracia que hoy no tienen, la tuvieran. Tenía color rojo en los techos, y azul, colores hermosos. Recuerdo que en altura estaba su belleza y el tren era como si hubiera conseguido lo contrario que en N.Y. que el tren se aleja de la ciudad, es un monumento más, en esta ciudad era un elemento con tal gracia integrado que no se distinguía lo que era rincón de fuentes y aguas y lo que era tren. Y esa viveza y hermosura de esa ciudad se empezó de repente a caer.

Siempre que sueño, suelo soñar como si de ver una película se tratase, la acción de ella está adentro y yo la veo desde afuera. ¡En este caso al principio sí! Cuando estaba como absorbida por la sensación de llegar a un lugar tan hermoso, aquello de estar asombrada. La vía del tren estaba en alto pero se entremetía por todos los rincones, la ciudad tenía rincones, rincones hermosos y belleza, pero de alguna manera…, envejecida. En instantes y desde el tren, ahora, sentimos la noticia como de un Apocalipsis, un terremoto azotó por momentos la ciudad, partes de ella y partes de afuera, como si no se supiera bien cuáles eran los límites de aquella ciudad reino y si aquellos terremotos afectaban a más lugares. Había confusión, mucha confusión, y yo iba en el tren. Ahora sí, sentía que iba en esa máquina a punto de desbordarse por los precipicios, porque como no se sabía bien qué y cuántas partes ni cuáles de la ciudad había afectado, era un descontrol, a cada paso el tren se caía, pero casi como fiel a sus recovecos iba y volvía a la estabilidad (y se iba) según iba pasando por los lugares más o menos afectados.

El tren estaba muy afectado, en cada momento se partía y salían disparados los trozos de gentes hacia abajo. Yo estaba con A., tenía mucho miedo y un pánico muy fuerte. Pánico que iba y venía a ratos, vi y sentí que me moría, allí en ese tren, y en medio del gran alboroto la contraposición de unos niños que se reían, miraban la televisión y sonreían, agarrados de sus madres. El espectáculo no estaba en el tren y su inminente desgracia a desbocarse abismo abajo, sino que la desgracia casi no se sentía, había como una mudez, los cuerpos caían rectos, casi no alborotados, mirando la madre televisión. Yo estaba ya cansada de aquellas cabezas cortadas, de aquellas noticias, indignada porque todo se retransmitía al ciento por ciento de realidad y verdad. Todo era de una verdad y una mudez que me hacía más daño que la misma desgracia de lo que iba sucediendo. Pasaba todo a la vez, pero eran cuerpos casi muertos que caían en medio del desconcierto.

Tenia yo mucho miedo, y no me servia agarrarme a A., me caía literalmente, pensaba que ella era segura, pero no, era como si a una madre te agarras o crees que era como una madre, segura, y aquello no era seguro se desmoronaba. Pasé también como una especie de decepción, decepción de una amiga que no lo era, como si de una madre se tratase, que traiciona y te deja caer. Aquella amiga en medio de todo se descuajaringó, o la misma tragedia la hizo caer y yo andaba decepcionada porque la sentí como un monigote extraño y lleno de temblores, que algo me reclamaba. Pero voló, se cayó al abismo y yo dejé de tener miedo. Me dispuse a ayudar al guía del tren, y me dio aquella noticia fatal, que la sentí como si de una muerte que no llega fuese, era como si te hubieran dado la peor noticia que te podían dar pero no la sientes, ya no hay temor, y la noticia era que volvíamos dando un regreso, la vía estaba cortada y regresábamos al lugar donde empezaron los terremotos, al centro del ciclón, no quedaba otra para salvarse que pasar por allí. Todo se desmoronaba y caía.

Ahora que lo recuerdo, ahora pudiera el derrumbe, los terremotos, ser múltiples y traspasar más estados, más territorios, recuerdo lo hiriente de la televisión, yo me negaba a mirar. La televisión era el padre de todo aquello, las noticias escrupulosamente claras, me dolían en las yemas, pero parecía ser yo la única persona en aquel tren que lo sentía. El mundo que salía por aquella televisión de unas escrupulosas imágenes de cabezas cortadas delante de los niños…, la gente en medio del tren que pasaba por aquella ciudad apenas miraba entre las resquebrajaduras del tren que aquella máquina estaba a punto de desmoronarse junto con la ciudad, aquella que alguna vez habían el tren y ella hecho un juego de tal belleza sin par y maravilloso. Ahora sentía pánico del pánico, mudo y tan extraño que conseguía que corriesen de acá para allá, pero ellos nunca miraban lo que iba sucediendo en el tren. La televisión dictaba la orden de informar y aquello me dejaba en gran tristeza.

El viaje de vuelta fue de días, no había de nada, ni ropa, ni cosas para el aseo, todo estaba derrumbado, y allí encontré a R. que andaba por ahí. Recuerdo lo incómodo que era vestirme y estar guapa, para marcharme todavía a ver al Arriero, sentía como si a D., el dueño del bar, le hubiera pasado una apisonadora, que aunque dolido y confuso por todo aquello seguía con su bar maltrecho, más que nada, por la muerte de su padre, me dieron como ganas de abrazarlo, de darle el pésame, pero no se lo di, parecía entender que no hacía falta. No sé cómo pude bajar del tren para ir a este lugar a tomarme un café, puede que el bar fuera el bar del tren, esto no lo recuerdo, pero recuerdo la imagen. Volvíamos al tren y moría en la vuelta, o sentía el mundo morir sin retorno. La noticia devastadora era la muerte, pero no me vi morir y desperté.

viernes, 26 de julio de 2013

Lo que solía contar García Calvo


Se ha caído del artículo sobre Agustín de Wikipedia, y no sé si retornará a él o no, la sección que había sobre su pensamiento político. Por si fuera de alguna utilidad para alguien (cosas más raras se han visto), la traigo aquí.


*

En sus obras e intervenciones, García Calvo trató de dar voz a un sentir anónimo, popular, que rechaza los manejos del Poder. Esencial a esa lucha es la denuncia de la Realidad, una idea que se presenta como reflejo fiel de «lo que hay», cuando de hecho es una construcción abstracta, en la que las cosas son reducidas por la fuerza a ideas. De ese modo se mata cuanto pueda haber en las cosas de impredecible e infinito, y resulta posible someterlas a planes, esquemas y manejos. La gente, un caso más de cosa, queda organizada de este modo en Individuos, sometidos a una doble exigencia contradictoria: cada uno tiene que ser individual, y sin embargo todos han de ser sumables en una Masa numérica. Por fortuna, esta organización deja siempre cabos sueltos: a lo que pueda quedar en la gente de ocurrencias imprevisibles, no sometidas a plan ni cálculo, se refiere García Calvo como «el pueblo».

El progreso del Poder llega a su cúspide en las sociedades democráticas, compuestas por Masas de Individuos. Dado que el plan del Progreso es introducir este sistema en todas partes, la lucha popular debe dirigirse contra la Democracia, por ser ésta el régimen que administra la muerte (dado que lo único cierto del futuro es la muerte, anticipar éste —como hace el Poder— con planes o propósitos constantes es acercar la muerte para desvivir la vida) del pueblo en las sociedades más avanzadas. La pervivencia de formas más atrasadas de dominio (como las dictaduras comunistas o las de los países musulmanes) sirve para legitimar, por comparación, la Democracia burguesa, y debe considerarse por tanto un trampantojo.

Esencial para el Poder y la Realidad es la figura de Dios; que, tras tomar muchos nombres, como el de Hombre, en su forma más moderna o progresada se presenta con el nombre de Dinero: una idea omnipresente a la que todas las cosas son reductibles (todo tiene un precio). La religión de este nuevo Dios es la Ciencia, cuya misión esencial es mantener actualizada la idea de Realidad y convencer a los Individuos de que todo está bajo control: hay conocimiento seguro de todo, o lo habrá con el tiempo. Sin embargo, la investigación de los científicos, en especial la de los físicos, en la medida en que es honesta, no deja de presentar indicios de la resistencia de las cosas a su reducción a ideas.

En la Democracia, el Estado y el Capital son dos rostros de la misma cosa. La lucha popular debe dirigirse contra ambos, sin convertirse nunca en una reivindicación (que supone reconocer legitimidad al Poder) ni una alternativa de gobierno (que no haría sino contribuir al progreso del Poder). Esta lucha no es individual (pues el Individuo, construido a imagen y semejanza del Estado, es esencialmente reaccionario y constituye el primer enemigo del pueblo), sino de la gente, de lo que quede de pueblo, por debajo de los Individuos y en contradicción con éstos.

Respecto a los nacionalismos, señala García Calvo que parten de la conversión del pueblo indefinido e inmanejable en una idea (los pueblos) manejable y sumisa al Poder.

El lenguaje tiene un papel destacado en la opresión del pueblo, pero también en su rebelión. Las palabras con significado de las lenguas configuran la Realidad, distinta para cada tribu. En la medida en que el lenguaje contribuye a crear la ilusión de que sabemos todo lo que hay y cómo llamarlo y manipularlo, constituye un arma contra el pueblo. Sin embargo, en el uso común de las palabras se producen continuamente vislumbres que apuntan a lo contrario (a que no sabemos lo que hay, ni la Realidad cubre todo lo que se da), y en ese sentido el lenguaje, que cualquiera puede usar pero que no es de nadie, es la expresión popular por excelencia.

Ejemplos concretos de la lucha contra la Realidad los podemos encontrar en el ataque al automóvil (vehículo individual por excelencia) y la defensa del tren; en la lucha contra la concepción de que "Hacienda somos todos"; o en la decisión de "escribir como se habla", frente al uso pedante del lenguaje por parte de eruditos, funcionarios y periodistas.

domingo, 7 de julio de 2013

Divinas palabras


Una de las características recurrentes de los textos sagrados es que utilizan un lenguaje simbólico: lo que se dice casi nunca es solo ni principalmente lo que parece que se dice. En los Evangelios, se hace evidente este punto en las parábolas que cuenta Cristo, y en su advertencia: quien tenga oídos, que oiga.

Esto mismo sucede en la poesía popular, donde morir puede significar alcanzar el orgasmo:

Dentro del vergel
moriré,
dentro del rosal
matarme han.

Y es también, claro está, moneda corriente en la poesía culta de los llamados simbolistas, que en cierto modo aspira a ser una nueva poesía sagrada. Pero lo he recordado ahora en otro contexto: leyendo un cuento popular argelino en el que la protagonista, una niña maltratada por su madrastra, huye de su hogar y va a parar a un jardín paradisíaco (dentro del vergel, dentro del rosal) en el que vive una  ogresa. Por suerte para ella, la niña ha oído contar a las mujeres del pueblo que la ogresa no te hace ningún daño si tienes la precaución de mamar de sus senos (convirtiéndola así en tu madrina).

Y así sucede:

Cuando la niña llegó cerca del jardín y de las otras plantas, todas abrieron sus flores ante ella, y así fue como la ogresa fue avisada de la presencia de la niñita. La niña paseó por el jardín, hasta que llegó al castillo donde estaba la ogresa. Esta la llamó:
—¡Eh, niña!
—Aquí estoy, madre.
Se dirigió hacia ella y la vio con los pechos que le colgaban sobre el vientre. Se agarró a uno de ellos y se puso a mamar.
—Ah —exclamó la ogresa— si no hubieras mamado de Aissa y de Mussa, te habría comido de un bocado, me habría bebido tu sangre y tus huesos crujirían entre mis dientes como el trueno en el firmamento, así es que siéntate —añadió— y sé bienvenida.
Hay que decir que la niña estaba dotada de una gran inteligencia. Dios le había concedido la comprensión de los discursos enigmáticos

(J. Desparmet, Cuentos populares de ogros, Palma de Mallorca: Olañeta, 1992. p. 27)

La niña manifiesta esta inteligencia interpretando correctamente las órdenes que le da la ogresa, que en aparencia le ordena agredirla (golpearla en la cabeza con un hacha, romper las ollas y las cacerolas). La niña entiende que lo que quiere la ogresa es que la peine y que lave y ordene los cacharros. La ogresa, satisfecha, la recompensa con una bolsa llena de monedas de oro.

Como es de esperar, la madrastra piensa que si su hijastra ha conseguido aquello, qué no logrará su hija legítima. Y la envía a ver a la ogresa. Pero la hermanastra muestra su poca inteligencia siguiendo al pie de la letra lo que la señora le manda —y es recompensada como se merece.

La tradición contiene, pues, un elemento autocorrector (que, por desgracia, nunca es suficiente): se advierte a los creyentes que es un error ser literalista (hoy diríamos fundamentalista), que siempre es necesario interpretar las órdenes, y que a veces hay que cumplirlas haciendo justo lo contrario de lo que en apariencia se nos manda. Por supuesto, esto repugna a los que no quieren enigmas ni parábolas, sino ordenanzas claras (y terribles castigos para los que las desafíen). O sea, el tipo de personas que convierte una revelación más o menos numinosa en una religión organizada, con sus jerarquías, excomuniones y demás verrugas del alma.

miércoles, 3 de julio de 2013

3 de julio: abierto por obras


Se recuerda en Twitter el tresjulismo, curiosa herejía poética que le nació al blog de Arcadi Espada en 2006, impulsada por el poeta Clonclón (Miguel Postigo in partibus infidelibus). En este blog se pueden leer los comentarios de aquel día que se negó a acabar. Aprovecho el aniversario para traer los versos que fui enviando entonces, y que en su mayoría tenía olvidados.

ABIERTO POR OBRAS

Un tres de julio el mundo se renueva
negándose a girar donde solía:
ubicuo, sempiterno, el nuevo día
aguarda la palanca que lo mueva

como Lilith aguarda ver a Eva
o Ajab a Moby Dick. En armonía
el lobo y el cordero beben fría
la miel de la venganza. Algo nos lleva

de vuelta al Paraíso, que no existe
y tiene la solemnidad de un chiste
que brota de los labios del difunto.

Tanto entusiasmo absurdo, puesto junto,
burló la gravedad. Escapa vivo
el duende conclonero de este archivo.

OJO AL DATO

Éste que ves (reproches omitidos,
trabucos sin origen, zarandajas,
Pandoras perezosas en sus cajas
y pájaros que vuelven a sus nidos)

y el otro que te mira (los sentidos
atentos al trasiego de navajas,
consignas, estatutos de tartajas
y chistes sin gracejo concebidos)

uno son, que se ofrece sin rebozo
a la impaciencia súbita y al gozo
fraterno del lector que se acalora,

dispuesto a disparar a lo que haya
tras la pantalla azul: velo de Maya
que el aire ha sonrojado en tiempo y hora.

ABIERTO POR OBRAS (again)

Contemplen el milagro de Uroboros:
igual pero distinto, el día empieza.
Su cola va volviéndose cabeza,
corona predinástica, as de oros.

Como niños cristianos tornan moros,
el agua eterna sabe ya a cerveza:
los fragmentados quedan de una pieza
y el rumor vuelve incrédulos los foros.

Dulce eterno retorno: ya merece
un segundo trayecto cada coma.
Tornan al árbol bífido que crece

las pomas polvorientas de Sodoma.
Amor extemporáneo: ¡amor eterno
que hace fresas las brasas del infierno!

ABIERTO POR OBRAS (La Fiesta Sombría)

Rememora esta vez, que es la primera,
tu propia condición: declina el día
y exprime en su sonámbula agonía
el zumo de tu amarga primavera.

La conclusión es siempre traicionera:
el milagro feroz del mediodía
ya es un sorbo cansado de agua fría
que dirige al abismo tu escalera.

Desciende si atreves: no hay remedio
contra la mordedura de este tedio
poético tal vez. El ojo herido

recorre hasta el final su propia herida.
El tiempo es una bomba. Su latido
acompasa la siesta del suicida.

ABIERTO POR OBRAS (Variaciones)

La Parca por la Musa: Musa parca
que el universo inagotable abarca
en el filo fugaz de sus favores.
La Musa por la Parca: sin rencores,
la tierra va sacando de su arca
el rédito imposible de estas flores.

OCHO DE JULIO

Ese tufo a pescado del periódico
que envuelve un universo caducado.


lunes, 1 de julio de 2013

La Virgen Sangrienta



En el folklore de los niños de la calle de Miami, Bloody Mary (llamada también la Llorona) es la Virgen María —pero, por razones desconocidas, se ha rebelado contra su Hijo, convirtiéndose en una figura siniestra capaz de asaltar el Cielo al mando de un ejército de demonios y poner a Dios en fuga. El mismo Satán la teme. Sus ropas se mueven siempre como si el viento las agitara, incluso cuando aparece en una habitación cerrada. Con su rosario rojo, golpea a los niños en la cara y los mutila antes de matarlos. Llora lágrimas de sangre y se alimenta del miedo de sus víctimas; cuando algún niño muere en un tiroteo o es asesinado, canturrea llena de alegría. Su lugar como figura protectora lo ocupa otro personaje, la Dama Azul, que vive en el océano, pero acude siempre que es necesario a salvar a los niños que la invocan utilizando su nombre secreto. Bloody Mary es especialmente cruel con las niñas sin hogar, cuyos brazos rasca con sus garras bajo la piel, arrastrándolas para convertirlas en sus esclavas, en adictas al crack o integrantes de las bandas callejeras (gangs). Sin embargo, una niña de cada mil es, por su bondad y bravura, una Chica Especial: cuando Bloody Mary topa con una de estas Chicas, su figura se desvanece y aparece en su lugar un rostro bello y luminoso que brilla en la oscuridad. Es el rostro que tenía María antes de hacerse malvada.