jueves, 31 de diciembre de 2009

Como el viento en un buñuelo


Fin de año. Balance rápido: no hay mal que por bien no venga.

*


Las palabras de Zapatero sobre la Tierra y su dueño han tenido, al menos, un efecto positivo: me han servido para repasar, con el debido asombro, la presencia del viento en mi vida. Uno de mis recuerdos infantiles es andar por la calle, de vuelta a mi portal, con Begoña (aquella vecina morena, ya adolescente, que me iba a esperar para que fuéramos novios). Iríamos muchos, claro, pero yo sólo la recuerdo a ella. 'Qué peinadito vas', me dijo. 'Es el viento', contesté, quizá por que se riera, como lo hizo. 'El viento no peina, tonto. Sólo despeina'. 'A mí sí'. Y en esa cabezonería rampante sigo pasados los años, con esas complicaciones que adquiere todo lo que persiste y se ramifica.

Repaso versos sueltos y me sorprendo: 'Sigo esperando que el viento me lave la voz', comienza una canción inconclusa, quizá de la misma época que el estribillo de aquella otra: 'Y el viento, siempre atento, repasaba su labor: / florecillas del averno, fotos a todo color / de mis sueños'. El viento, también, como maestro de cifra: 'Envuelto como el viento en un buñuelo'. El que más me gusta, en fin, iniciaba o concluía un poema del que sólo se ha salvado él: 'Trayectoria ejemplar: / un papel que lleva el viento'.

Tampoco son todo poéticas y epitafios. De cuando aquel paseo con Begoña viene también el recuerdo de Don Viento, aquella canción de Barrio Sésamo. Valga, en el original, como extraño villancico. Feliz Nochevieja a todos.





miércoles, 30 de diciembre de 2009

El niño busca su voz


En estas Navidades eleusinas (luego explico, si puedo) voy conociendo a Mompou, en sus diversas facetas: pianista, musicador de poemas y compositor para guitarra y orquesta (aunque las piezas orquestales que compuso, no las orquestaciones a posteriori de piezas para piano o guitarra, me está costando mucho encontrarlas). Tenemos la suerte de que su viuda, Carmen Bravo, pianista excepcional, explicara en su día muchas cosas sobre la estética de Mompou, su sentido del humor y el humus del que crece su obra. La pieza no tiene desperdicio: se abre con unos compases de una de mis canciones favoritas de Lorca:

El niño busca su voz.
(La tenía el rey de los grillos).
En una gota de de agua
buscaba su voz el niño.
No la quiero para hablar;
me haré con ella un anillo
que llevará mi silencio
en su dedo pequeñito.
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
(La voz cautiva, a lo lejos
se ponía un traje de grillo).



martes, 29 de diciembre de 2009

Concierto a la vista

Ensayando con Ciento Volando, para recuperar el tiempo perdido. Tenemos concierto el cinco de enero, en el Rincón del Arte Nuevo, a las diez de la noche. La combinación de sonidos es curiosa: bajo, guitarra eléctrica, bouzouki, más algo de saxo y flauta. También el repertorio: clásicos (Hoy toca) y muchos estrenos, que incluyen incunables (Lo improbable) y novedades (El maestro de órgano). Si les place, allí nos vemos.

(Tocaremos, por cierto, Íbamos andando, aka El rock de los gatos. Allá va.)




lunes, 28 de diciembre de 2009

Damunt de tu només les flors


Mil gracias a Josepepe

Youtube y la necromancia. Invoco al espíritu de Mompou (enter) y aparece el compositor en persona interpretando al piano, junto a Victoria de los Ángeles, esta maravilla. Que la disfruten.

Damunt de tu només les flors.
Eren com una ofrena blanca:
la llum que daven al teu cos
mai més seria de la branca.

Tota una vida de perfum
amb el seu bes t’era donada.
Tu resplendies de la llum
per l’esguard clos atresorada.

Si hagués pogut ésser sospir
de flor! Donar-me com un llir
a tu, perquè la meva vida

s’anés marcint sobre el teu pit.
I no saber mai més la nit
que al teu costat fóra esvaïda.


Sólo las flores sobre ti.
Eran como una ofrenda blanca:
la luz que daban a tu cuerpo
no volvería ya a la rama.

Toda una vida de perfume
junto a su beso te era dada.
Resplandecías de la luz
por tu mirada atesorada.

¡Pudiera ser suspiro yo
de flor! Y darme como un lirio
a ti, para que así mi vida

fuera a morir sobre tu pecho.
Y no saber la noche más,
que junto a ti se desvairía.



sábado, 26 de diciembre de 2009

Preludio de la Suite Compostelana

Sigo con mi ciclo particular. Hoy, Mompou para guitarra: un planeta lejano, pero íntimo. Mompou compuso esta suite para Andrés Segovia, en 1962. Al parecer, fue una de las pocas veces que compuso para un instrumento distinto del piano. Toca (y cómo) Thomas Rouw.


jueves, 24 de diciembre de 2009

Jeunes Filles aux Jardin

Con los impresionistas pasa lo mismo que con los años 60: detrás de los nombres obvios (en este caso Debussy, Ravel y Satie) hay otros logros magníficos, que la comparación ha oscurecido. Mi profesor de guitarra, Aníbal, me comentó después de oír La puerta secreta que, teniendo en cuenta las cosas que voy componiendo, me encantaría Federico Mompou. Y tiene razón. Como suele pasar, me sonaba el nombre pero nada más. Espero que haya escrito tantas piezas como días del año, y poder descubrirlas a ese ritmo. Ésta, desde luego, es un magnífico comienzo. (La segunda versión, para sexteto de jazz, recuerda por momentos a Nino Rota y ¡Soft Machine!).



miércoles, 23 de diciembre de 2009

Guerra Civil: la noche de los muertos vivientes


El verdadero mito de la Guerra Civil (el único que merece ese nombre, del que tanto se abusa) es una variante de un mito más viejo: el del eterno retorno. Para los trastornados por el guerracivilismo, el tiempo es una ilusión, una añagaza. La guerra no empezó en el 36, sino en el Paleolítico; no ha terminado, en cualquier caso. Zapatero es Negrín, si no Durruti —y Hermann Tertsch, Ramiro de Maeztu. Hordas rojas recorren las calles violando monjas (para obligarlas a abortar) y le roban la moto al Marqués de Cubaslibres. Hay que hacer algo, repiten los conscientes, y esperan que en los cuarteles alguien escuche y comprenda. Hoy, como ayer, sólo Italia está dispuesta a dar el callo a nuestro lado. Que no decaiga.

*

En efecto, un mito es una historia previa o exterior a la Historia. Cuando un suceso real se lee en clave mítica, todo se trasforma en pretexto, discurso en clave. No importan las apariencias: nada sucede que no haya sucedido ya, y, por eso mismo, nada puede cambiarse. España es la Guerra Civil. Aquí pasó lo de siempre. [¿Hay salida? Desde luego. La que practica el Coyote en este dibujo de Pluto (5:08-10).]

*

Hay un trasfondo muy cristiano, por lo demás. No sé si en otra religión se hallará algo similar a esa costumbre de leer el pasado (el AT, Asturias, las luchas de liberales y conservadores) como prefiguración del momento crítico (i.e., el 36-9) y todo lo venidero como conmemoración, consciente o no, aguada siempre, de los deicos eventos. No importa cuánto se alejen los hechos de la pauta, ni cuán improbable resulte volverlos a su cauce: la Segunda Venida (ese algo indecible que hay que hacer) es un milagro, pero está en el guión. No habrán muerto todos los presentes antes de que (España estalle, el Ejército deba intervenir, surja un líder a la altura del reto), etc. Reíd. Ya temblaréis.

*

Literatos de tercera y cuarta fila, nonatos incluso, los hay en cualquier período; pero sólo los del 36 y sus orillas son objeto de tan amoroso escrutinio. Es la cábala paciente que fatiga el Eclesiastés, pero también el libro decimonono de Baruch, si lo hubiere. En época de revelaciones, el detalle esencial puede esconderse en cualquier obra de apariencia menor. La autoría individual pierde, de hecho, importancia: se trata de reconstruir con precisión la red de envidias, intereses, mentalidades, y para ello ningún material sobra. Nada es banal cuando un país se dispone a afrontar su destino.

*

La izquierda, por supuesto, tiene su propio parque temático: la República. Para ellos se trata de que sea lo que no pudo ser: otra vez, pero esta vez la buena. Poco que ver con la derecha delirante, de gustos más broncos: su aspiración no tiene nada de utópico. Se trata de que venga de una vez (¡nos conocemos!) lo inevitable.

martes, 22 de diciembre de 2009

Me visitan los marcianos


Me visitan los marcianos
como bandejas que flotan,
como tartas que rebotan
entre dos planetas planos.
Reverdecen los veranos
sus menudas intenciones,
antenas y posiciones
de hormiga maleducada.

Me los como en ensalada.
Me devoran las visiones.

(Antonio Hernández Marín,
Pequeño libro de planetas y banquetes)




sábado, 19 de diciembre de 2009

Trasfondo


Blanco y negro: sigue abierta la convocatoria.

*


Leo que Machado proponía recoger fuera del poema, pero al cabo en algún sitio, la metafísica que sirve de fondo al texto poético, y que alguna relación tiene con éste. Uno se educó con la creencia contraria, que no deja de ser razonable: lo que el poema no dice, es inútil que el poeta o algún otro comentarista lo añada en nota o al margen. Es un placer saltarme por una vez este dogma para darme un gusto múltiple: mostrar al lector tonto o malintencionado (lo uno es lo otro) lo que no supo ver y explorar la conexión con un par de pensadores privilegiados: el anarquista Proudhon y (¡ops!) nuestro presidente, Rodríguez Zapatero.

Los versos que tengo en mente abren un poema que envié recientemente a los cuervos:

Con el lenguaje idéntico del llanto
pedimos lo que no nos pertenece.
Todo el silencio es nuestro o viceversa.
Lo eterno no es rival de lo que empieza.

Por la posición en el poema y por el contenido mismo (el llanto, lo que empieza) es claro que estamos en territorio primario, infantil. Nacemos llorando, pidiendo lo que (ya) no tenemos, y protestando por ello. Nunca dejaremos de hacerlo, aunque el instrumento se vuelva más sofisticado, pasando del llanto al lenguaje articulado, sin mudar el propósito (lenguaje, pues, idéntico en función al llanto; pero también, por inarticulado, llanto idéntico a sí mismo: un lenguaje primario que reitera su única palabra y mensaje).

Nacemos sin nada: todo lo que nos llegue será primero cesión, regalo; luego, apropiación mediante la violencia o el trabajo. Pero así nacieron todos. Nada es de nadie, hasta que alguien se lo apropia: no miente Proudhon (y no tiene nada de ingenuo) cuando escribe que la propiedad es un robo. 'A partir de ahora, esto es mío. ¿Alguien tiene algún problema?'. Sólo secundariamente llegaremos a confundir lo que somos (lo que es, impersonalmente, nosotros) con lo que tenemos (diciendo 'mi mano' con la misma música que 'mi finca'), o aun aquello que nos posee (mis gustos, mis ideas, mis dueños, mis enfermedades).

La tierra, en fin, antes de ser de quien la trabaja o la rodea con una valla electrificada, no es de nadie; y, en algún sentido, nunca llega a serlo, más allá de la ficción legal. 'De nadie' significa que ni siquiera es del viento; pero se entiende, más allá de la torpeza, el propósito de la metáfora que tanto le han reprochado a nuestro presidente en la última cumbre anticlimática. (Quien, por cierto, es evidente que hablaba de la Tierra, del planeta. Todos los comentarios que he leído lo pasan por alto. Hasta ese punto llega la manipulación sistemática.)

La posesión, por otra parte, no es la única manera de pensar nuestra relación con las cosas. La palabra es en origen ruego apelativo o vocativo (mamá, teta) pero también, al mismo tiempo o poco después, identificación de lo que hay con lo que guardamos como idea en la cabeza —y convocatoria mágica, en fantasma, de lo que no hay mediante su huella o recuerdo (hágase la luz; sea x). Así no las palabras, sino las imágenes que evocan, devienen sucedáneos de las cosas, pero también destilación y enriquecimiento de las mismas, que permite el nacimiento de lo que nunca vimos (la fuente que nadie ha labrado: Ripple; el sol de medianoche): ficción, pero también arquetipo (eso que Jung llama 'lo más verdadero que lo verdadero').

Así el silencio, lo no dicho, es espacio sin límite a nuestra disposición, todo nuestro, donde podemos hallar o inventar (etimológicamente, y acaso no sólo, lo mismo). Pero qué es sino invención nuestra identidad: no es menos cierto que 'nosotros', como un fantasma más del mundo del que se habla (no en cuanto praxis: el que habla), surge en el silencio y a él vuelve.

A ese ir y venir de no tener nada a participar y adquirir, para luego perderlo (y perdernos) en el desengaño o el deterioro, sufrir en definitiva, lo llamamos vida. Pero lo que haya en todo ese circo de puro o permanente, en ninguna parte está más vivo que el inicio, abierto a todas las posibilidades. Cualquier hombre o mujer de éxito, asentado, que no haya enloquecido del todo cambiaría sus medallas o posesiones por volver a los quince años, si no a los siete. No digamos nada si el balance de lo vivido es más bien lúgubre. Poner el marcador a cero, hacer tábula rasa muriendo o borrando lo vivido, lo escrito: no es extraño que lo uno y lo otro se crucen tan a menudo en la fantasía del suicida o el melancólico.

No nos es dado entrar en lo eterno, salvo tornándonos muerte o dejando que lo intemporal se (des)diga encarnando en lo accidental, transparentándose en ello. Empezar a comer cuando se tiene hambre es más satisfactorio que imaginar el cuerno de la abundancia; y si éste se hiciera 'real', sólo pasaría por tal cuando le echáramos el diente. Lo eterno, en fin, sustenta lo que hay como la forma el objeto, pero es inútil pretender trascender el accidente buscando lo invariable, inaccesible en cuanto tal. En ningún sentido es lo eterno rival de lo que empieza.




viernes, 18 de diciembre de 2009

Christmas Time is Here Again




Me llega este crisma, fruta de temporada. Con gusto lo comparto.

CARTA A LOS DE LA FAMILIA
¿NAVIDAD OTRA VEZ?

Como una bola de nieve falsa lanzada a rodar desde lo alto que amenaza aplastar el nacimiento con todas sus figurillas, como no puedo menos de sentirla venir (que a ver quién se libra) y de encontrármela ya istalada con todos sus anticipos (ya sabéis: anuncios desde hace por lo menos un mes, derroche de lucecitas de colores, escaparates despampanantes rebosantes con los artículos de la felicidad que se compra para todos los paladares, números de lotería para todos los compañeros, planes y planes de viajes y comilonas y encuentros con los seres queridos, muchedumbres impacientes por hacer el ridículo en masa inundando los lugares de la compraventa con los mismos gorritos y cuernos y pelucas del año pasado, declarando con su desvergüenza la vergüenza que nadie quiere sentir, familiares embaucando a sus tiernas crías, que piden ansiosas que les embauquen y les prometan el oro y el moro para las fechas señaladas...), os envío esta carta no ya sólo para deciros que no contéis conmigo, que no voy a poder cumplir como está mandado, sino también para animaros a desobedecer por una vez: que también vosotros podíais dejaros arrastrar por la desgana o la pereza de cumplir con el cansado y consabido programita de cenas y jolgorios reglamentarios. Que lo celebren ellos -¿no?-, los que lo necesitan. Quiero decir ellos: los grandes almacenes con sus grandes números de clientes, los ayuntamientos, las empresas, políticos y banqueros, reyes y pontífices, los medios de formación de masas de individuos con la televisión a la cabeza, los bloques de pisos recuperando el número completo de miembros aún con vida de cada nicho familiar, los automóviles que tienen que petardear al compás de las fechas del año prometido; que lo celebre papanoel, ¡vaya!, y los que tienen siempre tanto interés en hacer que los niños que nazcan reciten el credo que les toque y no se dejen pensar ni hablar como Aquel otro cuyo nacimiento dicen celebrar, que ése decía algunas cosas que no conviene dejar que suenen, y doctores tiene la Iglesia para esplicarnos cómo no atentan en realidad contra la fe de los padres y de la familia entera y de la humanidad entera, como atentarían si se oyeran de verdad. En fin, que no saben lo que hacen, pero todo su empeño es disimularlo y decir que sí, que cómo no: que si tradición, que si turrón, que si fechas van y fechas vienen y que si paz y amor en medio de la guerra y del dinero. ¿Y vamos a ser nosotros también de la misma Familia del Género Tonto, con las caras que se nos están poniendo de tanto obedecer?

Lo voy a poner más claro: que lo celebren los que estén muy contentos consigo mismos, con la vida que llevan y han llevado ellos sus padres y sus hijos, con la marcha del mundo y lo bonito que lo están dejando, con la Ciencia y la Educación y el Deporte y la Carretera, con el progreso del Ser, del Estado y del Capital. Si vosotros sois de ésos, pues nada: a celebrar el éxito y el triunfo de un año más. Si no, ya nos encontraremos por ahí y nos reiremos un poco de las fechas señaladas para la espera, porque tampoco pasa nada por no celebrarlas (¡fuera restos de superstición!), y que quizá haya en ello un aliento de cordura y de salud y de descubrimiento de que aún hay vida que desde aquí deseo que nos invada a los que, ante la repetición del engaño, podamos quedarnos preguntando “¿otra vez?; pero ¿por qué? ¿Qué es Navidad? ¿qué es Nochebuena? ¿qué es…?” .

¡Salud y razón para esos corazones!

ni está el mañana (ni el ayer) escrito.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Canon


Iª vez

Creímos estar solos, abandonados.
La inmensidad nos enredó como una hiedra
nudosa y ruín; creímos estar tristes,
vanos bajo el aburrimiento y las instancias
de los crepúsculos: todo lo bello sobra.

Pero nuestro proyecto es la Ciudad,
sus calles que congregan a los números
vivos, sus plazas que desencadenan
la expansión, su monumento irradiante.

IIª vez...

A veces somos indiferentes, soberanos.
Medidos, un azar y el Universo
valen lo mismo; a veces coincidimos
con el tren de las horas, se detiene
la ley, merodeamos por márgenes exentas.

Pero nuestro proyecto es la Ciudad,
sus avenidas rectas que apuntalan
el horizonte, el vertebrado sol
de su armonía, su eje razonable.

...y IIIª vez

Transitamos, huimos, merecemos, trepamos
por una vuelta más; esto es cuanto había
tras las preguntas, éste el mundo límite;
acaso la Ciudad sean sólo sensaciones,
sombras de una pared; no obstante, aún la esperanza...

Pero nuestro proyecto es la Ciudad,
el perímetro exacto de los hechos:
nuestras pasiones flotan en el ambiente
y decaen con la niebla de las tardes...

(M. 9·10·85)

[Antonio Hernández Marín, Cuaderno B (años 80)]


sábado, 12 de diciembre de 2009

Diciembre sabe a chocolate blanco


Por Navidad
a ver qué tal envuelves
la realidad,

escribí hace tiempo. Conviene no olvidar, de todas formas, que la realidad misma es un envoltorio (o un embolado).

*

Hoy, vía Wikipedia, he pagado un tributo de gratitud a Fergus Hall, el creador del Tarot de 007 o Tarot de las brujas, que me acompaña desde crío (3 años tenía cuando salió a la venta como parte del merchandising de Vive y deja morir). La película en sí me deja tan frío como el resto de la serie Bond, pero es notable que en torno a ella giren tan buenos planetas: el Tarot de Hall y la sintonía compuesta por McCartney.



*

Si se hiciera una lista de los damnificados por la Verdad, los obsesos de la ficción ocuparíamos un puesto importante —sólo unos puestos por debajo de quienes han creído que la Verdad les acompañaba y han despertado (o no) demasiado tarde, a solas en la intemperie.

*

Con ustedes, Trapiello y su larga nariz de madera.

lunes, 7 de diciembre de 2009

La trastienda


Sigo recordando sueños. En el de ayer, aunque la edad ya no acompaña, estoy pasando unos días en un campamento de verano, y salgo a dar una vuelta por un camino de tierra que parece perderse en el campo, con un amigo algo mayor que conoce la zona. Entramos en un pueblo que, como Navalmoral, consiste apenas en una calle principal con comentarios. En el sueño lo llaman Piornal, pero tiene poco que ver con el pueblo de ese nombre. A los lados hay vallas muy altas, de color verde oscuro, y edificios aún más elevados. Se supone que aquello es una reconstrucción de lo que fue el pueblo en época de los indianos, con palacetes y prodigios varios, pero lo poco que no cubren las vallas, hoteluchos y restaurantes cutres y pretenciosos, parece más bien de los años 70, y mi amigo, que algo sabe de estos temas, comenta con sorna que de la época colonial no quedan allí ni dos piedras juntas. La Junta, eso sí, se ha gastado un pastón enorme en convertir aquello en una suerte de parque temático de lo extremeño, con tiendas de productos típicos que parecen, aunque abiertas, totalmente abandonadas. Entre dos vallas de aquéllas (en las que están escritos los presupuestos y plazos mayúsculos del dinero gastado y por gastar), un pasadizo nos lleva a lo que resulta ser una librería, modesta a primera vista, pero en realidad enorme. Allí sí hay gente: es como si los pocos habitantes del pueblo se hubieran reunido en aquel lugar para charlar, en voz baja, de sus cosas. La ordenación de los libros me confunde, hasta que comprendo que siguen (caso inédito) la CDU. El librero indica a mi amigo que ya han reunido su pedido: toda una larga balda de libros viejos, con volúmenes encuadernados de forma artesanal y algunas hojas manuscritas. Buscando algún título de mi gusto, voy a parar a una estancia algo retirada, donde no hay nadie, sólo cientos de libros colocados en sus baldas y marcados con un punto rojo en el lomo. No está claro si están o no a la venta. Echando un vistazo descubro títulos muy interesantes, de Gilbert Murray, por ejemplo. La marca a fuego se debe a que todos ellos han sido condenados por el Mossad, aunque en realidad tratan de los temas más diversos, sin sesgo político apreciable. Flota también la idea de que aquellos son los libros *originales*, irremplazables; los que circulan por el resto de la librería, aunque valiosos, son sólo traducciones y reediciones de este canon. Tomo en mis manos un volumen sobre los misterios de Eleusis, en inglés, pero no sé si llego o no a adquirirlo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Aladas palabras


Escribe Hillman que los sueños han sido uncidos a los sistemas que los interpretan; pertenecen a escuelas: hay "sueños freudianos", "sueños junguianos", etc.. Tiene razón, pero no es tan malo como lo pinta. No se trata sólo de una violencia ejercida desde fuera contra la verdadera naturaleza (indefinida) del sueño. Los sueños, insaciables miméticos, asumen como un reto todos los estilos o registros que les sugiere nuestra dieta lectora y fílmica. Es imposible que leer a Jung no enriquezca la trama nocturna: para no quedar como un patán, el guionista interior se ve obligado a sofisticarse. (Del mismo modo, quien lee a Breton llama la atención del azar objetivo: ha entrado en nómina.)

*

Los lugares de los sueños son decorados, ficciones ajustadas a un único propósito: la verosimilitud inmediata. Todo es lo que parece: un entorno hecho a medida y dotado de una naturaleza orgánica, como si lo estuviera tejiendo una araña. Materiales y formas mutan constantemente (el palacio se convierte en cementerio, nuestra madre en Taras Vulva —sic—), pero la metamorfosis no sucede nunca ante nuestros ojos: como un tahúr, el sueño aprovecha que nuestra atención está en otra cosa para convertir lo que no miramos en algo que, un momento después, puede pasar por coherente —lo es, de hecho, aunque sólo en ese instante. Es cierto que hay fallos: ese sueño en que, tras bajar al sótano de una librería de viejo, me obstino en abrir un volumen, para mí inédito, de Lovecraft y leer lo que pone. Las letras brincan y no acaban de fijarse. Al tercer intento, se convierten en hormigas aladas que invaden las mesas y el suelo, y tengo que salir corriendo —no ya de la tienda, sino del sueño.

**

...tejiendo en torno suyo una atmósfera dramática con un hilo de elaboradas mentiras que no se molestaba en sostener de un día para otro (La vida de André Breton, p. 46)




sábado, 5 de diciembre de 2009

Pureza y peligro

..esa mezcla de seducción y miedo que es la sexualidad (La vida de André Breton, p. 15). Si no 'la sexualidad', esa sexualidad simbolista, posromántica, de la virgen lasciva. El Grial y su lanza sangrante: pureza y peligro.




*


Nuestro amigo ha ido sembrando sueños, algunos inquietantes. Yo tuve uno la noche antes de enterarme de su muerte: mi hermano había muerto en un accidente de coche y yo partía en su busca. Cuando llegaba al coche, vacío y abandonado en una cuneta, encontraba una llave. En un gimnasio cercano, la llave encontraba su taquilla, y dentro un cuaderno o carpeta con poemas. Incluso en el sueño, yo sabía que mi hermano no escribía poemas ni tenía un coche como aquel, de los que se pueden conducir sin carnet. Desafiando lo posible, ese cuaderno existe y está en mis manos.

Hoy estábamos en el porche de su casa, que nunca la tuvo. Antonio está tendido en una hamaca, y yo no espero que despierte, pero lo hace, para volver a quedarse inmóvil en cualquier segundo. La hamaca y su vaivén: de un lado al otro de la muerte. Cuesta hablar con Antonio: parece distraído, aunque aprecia mi entusiasmo. Por la casa van pasando nuestros amigos, que traen vino, libros, hachís. Unos vienen a despedirse de su cadáver, y eso parece ser lo que ven; otros hablan con él distendidamente. En algún caso, a la salida oigo un murmullo: la muerte no ha curado según qué heridas.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Vals de los muertos (y puerta secreta)


Hay que ver qué ideas tan raras se me ocurren. ¿Será el tiempo?

(Actualizado. Animado por Gharghi, he añadido unos compases a La puerta secreta. La versión de GoEar es la más completa.)









martes, 1 de diciembre de 2009

Sixties


Sigo a la escucha. La lista de correo dedicada a la Incredible String Band es una fuente inagotable de sugerencias e ideas. Se debate estos días sobre la música de los 60: qué la vuelve especial y cómo contrasta con la anterior. Una observación interesante es que las melodías de esta época no tienen generalmente el acabado perfecto de las grandes creaciones del cancionero americano (el repertorio, un suponer, de Sinatra). Nacen de una música deliberadamente simplista (el rock'n roll de los 50) y, a pesar de la sofisticación cada vez mayor que impulsan los Beatles, retienen siempre un carácter ingenuo y urgente, abierto a la improvisación, el cruce y el experimento. Con frecuencia, sólo el arreglo y la interpretación vuelven memorable lo que, reducido a partitura, suena banal (prueben, por ejemplo, a interpretar Like a Rolling Stone como instrumental, al piano). De ahí quizá que, a pesar de que el repertorio de los 60 se recrea una y otra vez en las décadas siguientes, casi todas las versiones nos dejen una impresión de sucedáneo descafeinado, casi molesto.

Aunque nadie lo dice claramente, quizá por temor a la neocensura, la influencia de las drogas psicodélicas es esencial. No porque éstas resulten necesarias para hacer buena música, o la garanticen, sino por las vivencias específicas que producen y que gran parte de la música de los 60 intenta recrear por sus propios medios: disolución de límites, revelación inesperada de maravillas, armonía de contrarios, visión del alma de uno como un fascinante (y a veces tétrico) parque temático. Me parece bastante claro que es esta 'temática' (por llamarla de algún modo: en realidad, se expresa tanto o más a través de la música misma que de las letras) la que da ese sabor especial a la música, al menos, del 66 al 73.

Por otra parte, asombra la calidad de la música que se hizo entonces y no alcanzó reconocimiento masivo. Hay cientos de discos notables por descubrir, más allá de los diez nombres más evidentes (Beatles, Stones, Kinks, Who y etc.). Uno de ellos, por ejemplo (siento, por cierto, que quien lo subió a YouTube no permita incrustarlo aquí; ¿por qué?). Y otro: