lunes, 30 de noviembre de 2009

El amor


Estos días me persigue la malquerencia. Buena ocasión para recordar este poema de Antonio.

El amor

Caí del Otro Mundo...,
de la Recta absoluta del cristal.
Sentí vergüenza y desnudez.
Anduve
con los ojos cerrados todo el día,
sin querer saber nada,
imaginando
que el sueño es doble y todo está vacío.
Y después, no sé cómo, los abrí
y te vi: habías caído y dabas vueltas
a mi lado, sin verme y, como yo,
sin querer saber nada,
imaginando
que el sueño es doble y todo está vacío...

[Antonio Hernández Marín, Cuaderno B (años 80)]


domingo, 29 de noviembre de 2009

De la mano de Poe


Un matrimonio logró colarse en la fiesta de Obama y darle la mano. Ya podía haber tenido Grace Slick tanta suerte con Nixon, cuando intentó convidarle a una copita de ponche lisérgico.

*

A veces, la traducción mejora el original. Mis terrores, escribió Poe, no son de Alemania, sino del alma. La semejanza accidental de las palabras castellanas (paronomasia, en Linneo) dota a la contraposición de una energía nueva, contraria quizá al propósito del autor. Alemania contiene alma: ésta es el alma o almendra de aquélla —pero la conexión funciona también al revés: también el alma tiene su propia Alemania, su propia terra gothica e incógnita. En esa provincia o reino (y no en otros, de los tantos que el alma pueda tener) vivió y padeció Poe, aventurero psicodélico donde los haya. Y allí parece haberse quedado tras su muerte, tal nuevo Virgilio. Por esa Europa espectral conducirá años más tarde los pasos de su sucesor: cuando a H. P. Lovecraft le felicitan por la descripción de París que aparece en uno de sus cuentos (La música de Erich Zann), confiesa que sólo ha estado allí una vez. With Poe. In a dream.

*

Sobre Poe, un nuevo libro. De muestra, un pezón. (¡Y otro sobre Breton! No paramos. Bien está.)

*

Alguien se ha dejado abierta la puerta del portal. Una anciana se detiene a cerrarla. Puerta cerrá, llega el diablo y se va.Ojalá.

*

Hoy me apetece utilizar esto como un cuaderno de anotaciones. Otra: en muchas culturas se da el fenómeno de la glosolalia. Un médium entra en trance y comienza a 'hablar en lenguas', cantando o salmodiando en una lengua inédita. Si no recuerdo mal, en los textos mágicos griegos se llama nombres efesios, o bárbaros, a estas incursiones en la lengua de otro mundo. Sin embargo, el sismógrafo no yerra: la música gramatical (acentos, entonaciones que marcan la modalidad de la frase, pausas de coma, punto, etc.) de cada medium corresponde a la lengua habitual del mismo. The speech of glossolalists reflected the patterns of speech of the speaker's native language. También los espíritus tienen denominación de origen.

*

Por otro lado: glosolalia y jitanjáfora. La vanguardia vuelve, conscientemente o no, sobre las formas expresivas del espiritismo. El ejemplo más famoso es la escritura automática; pero ya se ve que no es el único.



miércoles, 25 de noviembre de 2009

Salvado por las Vainica


Taquicardia, el Álbum Blanco de Vainica Doble, es quizá el mejor de los suyos. Era 1984, el año de La ley del desierto, la ley del mar. El libro que Fernando Márquez, el Zurdo, escribió sobre ellas en la colección Los Juglares, de Júcar, publicado en julio de 1983, había demostrado a los modelnos que no era pecado gustar de las Vainica, y una compañía independiente, Nuevos Medios, ofreció a nuestras damas la oportunidad de explayarse como mejor les pluguiera. La aprovecharon, pariendo un disco doble donde incluso los éxitos (como éste que les traigo, profanado en su día por Sergio y Estíbaliz) aparecen envueltos en arreglos arriesgados, con abundancia de piano clásico y arreglos beatlémanos. Habría que esperar a su última entrega, En Familia (también con un pequeño sello independiente: Elephant Records) para que el dúo volviera a dar lo mejor de sí. De Berlanga y Canut a los Planetas, pasando por Pauline en la Playa y La Monja Enana, todos los que saben han reconocido el magisterio de este dúo de señoras de cierta edad, mercuriales e imprevisibles. En estos días agotadores, en que uno aprende a no desear lo que no tendrá tiempo de hacer (por ejemplo, mantener en pie este blog), Taquicardia (un disco que nunca logro oír entero) me va entregando a tropezones sus secretos. Lo mismo les deseo.




viernes, 20 de noviembre de 2009

Lo restante (y II)


Nueva entrega de la orquesta encantada: esta vez clarinete, vibráfono, cello y guitarra. La melodía surgió mientras leía el poema de Antonio, así que en cierto modo lo comenta. Va por usted, maestro.

(Edito: la versión en GoEar es la más reciente, con algunos cambios, creo que a mejor, en la instrumentación y el acompañamiento. Sigue el cello. Salen los demás instrumentos y entran en su lugar corno inglés, dulcimer y piano eléctrico.)







*


Vaya. A Antonio Piñero, que algo sabe de estas cosas, también le gusta Ágora. Ya somos dos. (Con García Gual, asesor de Amenábar, tres.)

domingo, 15 de noviembre de 2009

La fe mueve montañas


La fe mueve montañas.
La fe las desarraiga, sobre todo.
Convierte la pendiente en una raya
por la que nada sube ni desciende.
'Dios' dices, y no hay dios en el Dios tuyo,
ni vértigo ni espíritu travieso.
Se mueven, sin embargo
ya están muertas.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Despedida


(Nota del transcriptor:
Para Fuensanta y Sergio.
A ambos os lo debía.)


Todos
los poetas
han escrito
alguna vez
ese poema
que se inicia
con el verso
cuando yo muera...,
o yo me iré...,
o al ver mis horas de fiebre,
etcétera...
Yo también
soy poeta
en el deseo.
Quisiera
decir palabras
nuevas,
palabras
viejas.
Por ejemplo
decir:
cuando yo muera,
y yo me iré,
o al ver mis horas de fiebre,
etcétera;
y que
al oírlas
o al leerlas
te sonaran
eternas.

Escribir
por ejemplo:

cuando yo muera,
sonríeme.
Deja
mi cuerpo
al sol.
Mi cuerpo
concebido
bajo las piedras.
Que la luz
me disuelva.
Ni descanso
ni paz
ni olvido
ni tristeza
ni muerte.

O por ejemplo:

...y yo me iré
sin niebla
sin misterio
sin miedo,
casi
sin darme
cuenta.
Simplemente
me iré
de donde nunca
vuelva
para romper
el vicio
de la circunferencia.

O también por ejemplo:

al ver mis horas
de fiebre,
cuando desierta
esté mi casa
y lenta
llegue la última
hora
y me duela
aún la ignorancia,
escribiré mi último
poema:

"Amigos,
la muerte es la última
escena.
Levantad
el telón.
Sólo se mueren
cuantos aquí
se quedan".

[Antonio Hernández Marín, Cuaderno B (años 80)]

*

Cortesía.


viernes, 13 de noviembre de 2009

¿Alguna pregunta?


Ya preguntas por qué
sin saber qué preguntas,
sin saber que preguntas
por la causa imposible,
el motor que se esconde,
la razón de la huida.
Ya preguntas. Contesto
lo que sé: "por si acaso".


jueves, 12 de noviembre de 2009

Polanski encerrado

Pues eso: tres canciones con Polanski encerrado. La primera es del musical hippie por excelencia, Hair ("Claude Hooper Bukowski / finds that it's groovy / to hide in a movie, / pretends he's Fellini / and Antonioni / and also his countryman Roman Polanski"; visto lo visto, también habría valido ésta); la segunda, de Vainica Doble ("el gato de Polanski / se pudre en el ropero"); la tercera, de Polanki (o Polansky) y el ardor, grupo punkarra de la Movida.









jueves, 5 de noviembre de 2009

Los trenes de Tozeur


A los amigos de Facebook, ellos saben por qué

Los tranvías de mi pueblo (en mi pueblo no hay tranvías). Así los trenes de Tozeur, localidad tunecina que linda con el desierto, y a la que no llega (dicen) la red ferroviaria. Haberlos, sin embargo, haylos: en un viaje al lugar (¿quizá en busca de las raíces del sufismo?) Franco Battiato los vio avanzar entre espejismos, y les dedicó esta canción, una de sus mejores, incluida (alimentando mi sospecha) en Ecos de danza sufi. El invento concursó en Eurovisión en 1984, en voz de Battiato y Alice, pero no tuvo que pasar por la ignominia de la victoria. En 1998, las dos volvieron a interpretar la pieza juntos en directo. Aquí van las dos versiones.

(A todo esto, resulta que hay un tren de Tozeur; más exactamente, lo hubo, dejó de haberlo y hoy —¿gracias a Battiato?— ha vuelto y es uno de los reclamos turísticos del lugar.)






miércoles, 4 de noviembre de 2009

Rumba catuliana


No hay límite que el ingenio, fecundo en ardides, no burle. La rumba se puede cantar en griego (¿Katalavénis eliniká? Katalavéno polí calá), y Catulo hacerse rumbero. Testigo (y trickster) Rafael Herrera, que el mes pasado enviaba estos versos al blog Las diosas y las nubes. Con permiso del autor, aquí van de nuevo.

Ay cateto de Catulo
no seas desaborío,
y manda a tomar por culo
lo que ya tienes perdío,
no se, no seas desaborío, leré,
y manda a tomar por culo, leré,
lo que ya tienes perdío...

Te cantaba a ti otro gallo
cuando a tu gachí seguías,
la gachí que ningún payo
querrá como tú querías.

Qué juerga en aquellas fechas,
tú le pedías caprichos
y no se hacía la estrecha.
¡Ese gallo era otro bicho!

Si ya no le da la gana,
no la quieras tú tampoco,
no sigas a esa gitana,
que vas a volverte loco.

Ponte duro, dale caña.
¡Hasta nunca, chavalita!
Catulo ya no se engaña
y tus espinas se quita.

Ya no va a pedirte nada
y entonces, qué negra pena,
qué vida tan desgraciada
la que te espera, morena.

¿Quién va a pedirte amoríos
y arderá por ti en deseos?
¿A quién llamarás querío?
¿Con quién muerdos y morreos?

Ponte duro, dale caña...

martes, 3 de noviembre de 2009

¿Quién puede navegar sin viento?



Vem kan segla förutan vind?
Aprendí esta nana sueca hará ya quince años en el Castillo de La Mota, de quien sabía cantarla en su idioma, y desde entonces la melodía me sigue visitando de cuando en cuando, reparadora e insidiosa. Ordenando papeles, aparece sin querer el documento que suponía desaparecido: la letra en sueco y en español y los acordes, gentileza de Lars-Erik Odman. Escuchando las versiones que hay en la red, me doy cuenta de que he acabado (con)fundiendo esta nana con otra hispana: La mar estaba salada (o serena). Traigo, pues, las dos y envío un abrazo a Lars-Erik, donde quiera que pare.

¿Quién puede navegar sin viento?
¿Quién puede remar sin viento?
¿Quién puede separarse de su amiga
sin verter lágrimas?

Yo puedo navegar sin viento.
Yo puedo remar sin remos.
Pero no puedo separarme de mi amiga
sin verter lágrimas.


lunes, 2 de noviembre de 2009

Compro Ágora


Vengo de ver Ágora (ya era hora). Contento. No es una obra maestra, pero sí bien hecha, valiente y (por intempestiva) oportuna. En general, no comparto las críticas que había ido leyendo (frialdad y falta de respeto al espectador): me he emocionado y encuentro que Amenábar plantea bien en el comienzo de la película tanto los errores de los paganos (cuando atacan cobardemente a los cristianos y se jactan de que, en tiempos mejores, se les trató adecuadamente, echándolos al circo como pasto de fieras) como el atractivo de la nueva fe (capaz de atravesar el fuego sin quemarse, de convertir el auxilio al desvalido y la igualdad fraterna en valores prioritarios y efectivos). Es fácil convertir a los 'malos' de la película (el obispo Cirilo y sus fanáticos, en este caso) en personajes increíbles, caricaturescos, que cometen barbaridades sin motivaciones creíbles. Amenábar consigue que comprendamos en todo momento el punto de vista de sus villanos, y los presenta convencidos de estar haciendo el bien (ni siquiera el obispo, a pesar del cálculo algo maquiavélico de sus palabras, deja de actuar en todo momento de forma coherente con sus valores).

En cuanto a Hipatia, Amenábar hace bien en no traicionar su carácter virginal, artemídeo, a sabiendas de que un personaje así (al modo de Simone Weil) no encaja con la idea moderna de una mujer liberada y ha de parecerles a muchos una frígida o estrecha. Dudo, eso sí (y ahí va mi primer pero) que la historia hubiera perdido nervio (quizá incluso hubiera sido al revés) si se hubiera respetado el hecho de que la Hipatia que murió lapidada no era ya una mujer en sazón, sino una anciana (tampoco nonagenaria, de todas formas: entre 45 y 60 años). Admito, no obstante, que la distorsión de los hechos sigue un molde muy griego: en arte como en filosofía (platónica), la verdad y la bondad exigen la belleza. No bastaría con presentarnos una Hipatia veraz y bondadosa si no la acompañara la belleza que también, según las fuentes, poseyó en grado sumo; y es opción comprensible, y muy griega, presentar la belleza de la juventud como la única que se impone por sí misma. Pienso, con todo, que habría bastado con retratarnos a una mujer que *fue* hermosa (y quien tuvo, retuvo) para que aceptáramos que su antiguo esclavo (personaje ficticio, pero sometido como tal a la cronología del relato: tampoco podría él ser, cuando su ama cumplía los 60, ningún mancebico) y los que fueron sus alumnos siguieran colados por ella. (Recuerdo, en este sentido, cómo Elia Barceló consigue que aceptemos el amor entre un hombre aún joven y una mujer fascinante, pero ya anciana, en su novela Disfraces terribles. Pero en fin: no era ésa la guerra de Amenábar, y quizá aceptar ese reto le habría llevado demasiado esfuerzo y metraje, en una película que, si en rigor no se hace larga, está en un tris de caer en ello.)

Otro desvío de los hechos es la conducta de Sinesio, el discípulo de Hipatia que acabó siendo obispo. En realidad, murió antes que Hipatia, y las cartas que escribe muestran que mantuvo siempre una lealtad sin fisuras hacia su maestra, sin sentirse en ningún caso en otro bando que en el común de la religión neoplatónica, la de los sabios, que si puede aceptar circunstancialmente cualquier religión exotérica (en el caso de Sinesio, el cristianismo) es sólo para desvincularse explícitamente, en petit comité, de su contenido literal y reconducirla por metáfora a una versión codificada de la verdad filosófica, única admisible por hombres cuerdos. Sabemos de hecho que Sinesio se dejó hacer obispo más bien mal de su grado, y dejando claro que no estaba dispuesto a renunciar a sus convicciones neoplatónicas para hacerse creyente en lo que consideraba fábulas.

En este caso, la distorsión de Amenábar obedece a las necesidades del relato. En la vida, que no está obligada a atar cabos ni a resultar significativa en cada pormenor, un personaje como Sinesio pudo morir antes del desenlace y permanecer, antes de eso, lejano y ausente de los hechos. Una película o novela exigen que los personajes secundarios se ganen su puesto interviniendo de manera inteligible en la trama y manteniéndose cercanos al conflicto que se plantea. Tomada esa opción, plantándole en mitad de la pista, Amenábar no tenía otra opción que presentarmos un Sinesio fiel a Hipatia, que acaba muriendo con ésta (o exiliándose) o uno que, en última instancia, la traiciona. (Dicho lo cual, el desvío no deja de ser considerable y merecería la pena haberlo destacado y ponderado más en las reseñas.)

En otros aspectos, la película elige ser fiel al sentido general de los hechos a cambio de sacrificar el detalle. La Biblioteca de Alejandría sufrió muchos golpes antes de desaparecer por completo (alguno ya en la época en que, como consecuencia de la guerra civil de César y Pompeyo, se incendió el barrio portuario). La película así lo plantea (lo que queda ya es un resto o rescate de una destrucción anterior), y por más que quepa objetar que Teófilo o Cirilo no le dieron el golpe definitivo (o no en la forma que plantea la película), no hay duda de que el descuido de la Biblioteca, el vandalismo consentido o alentado y, al fin, la destrucción total en la época de la conquista árabe, obedecen en su conjunto a una hostilidad creciente del monoteísmo y su verdad única contra la pluralidad enojosa de opiniones y saberes heredados de la Antigüedad clásica y el helenismo.

Cabe decir lo mismo sobre la supervivencia de la escuela neoplatónica: si es cierto que no se dejó matar junto a Hipatia, no lo es menos que sobrevivió malamente, unas veces tolerada como antigualla más o menos inofensiva y rescatable en parte (si se traducían sus filosofemas al cristiano) y otras abiertamente hostigada. No es casual que Damascio, el último escolarca de la Escuela de Atenas, que es también el principal defensor de Hipatia, se viera obligado a exiliarse en Persia y se jugara, en fin, el pellejo. Si no se lo cargaron, no fue porque no él asumiera ese riesgo, sino porque sumar otro mártir hubiera sido excesivo y contraproducente, cuando la batalla estaba ya ganada (o perdida) de sobra.

La obra, en fin, retrata con fidelidad el conflicto, lo que estaba en cuestión. Que Hipatia fuera asesinada por lo que tenía de contrapoder a la influencia de Cirilo no elimina el componente fanático y misógino de su muerte, y de todas formas la motivación política inmediata queda bastante clara (contra lo que afirman algunas críticas) en la película, que incluso se apunta a la hipótesis más benigna al presentar un Cirilo que si bien arremete desde el púlpito contra la filósofa, no ordena directamente su muerte, y hasta parece ajeno, convenientemente desligado, de las deliberaciones de los asesinos.

Por no alargar más la reseña, no voy a entrar ahora en la cuestión más importante (la vigencia o no del conflicto que se denuncia), y entro sólo de paso, para acabar, en otro pero que debo poner a la película: alguien debería haber advertido a Amenábar que a la segunda vez que nos envía al cosmos ya hemos entendido que la Tierra es, como dice Jayán, un grano de polvo en el espacio y nuestras certezas y crímenes, bien poca cosa. Insistir en ello una y otra vez acaba cansando.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El Hombre Palote

Esta noche animada no aceptaría una entrada cualquiera. Vaya, pues, un enlace a esta escena, mágica donde las haya, de la película El hombre de mimbre (The Wicker Man). Menores de edad mental, abstenerse. [Horrendo, por cierto, el remake de Nicholas Cage. Manténganse a prudente distancia.]

(El enlace lleva a la versión buena, sin censura. Por si cayera en algún momento, aquí va otra, con el audio y una foto fija).