martes, 4 de abril de 2006

Don Gato


...there is no song before it. Incluso la calle del mercado (o del pescado) estaba cerca de mi casa, dándole a la canción una veracidad incontestable.

ESTABA EL SEÑOR DON GATO (á.o)
(Don Gato: IGR 0144)

Primera versión

Recopiladora: Lucía C. Montero López, nacida en 1985
Fecha: otoño del 2002
Informante: su hermana Belén, nacida en 1987.

Estaba el señor don Gato
sentadito en su tejado,
marramiaumiau miau miau,
sentadito en su tejado.
Ha recibido una carta
por si quiere ser casado,
marramiaumiau miau miau,
por si quiere ser casado
con una gatita parda
sobrina de un gato pardo
marramiaumiau-miau miau,
sobrina de un gato pardo.
De contento que se ha puesto,
se ha caído del tejado,
marramiaumiau miau miau,
se ha caído del tejado.
Se ha roto siete costillas,
el espinazo y el rabo,
marramiaumiau miau miau,
el espinazo y el rabo.
Ya le llevan a enterrar
por la calle del pescado
marramiaumiau miau miau,
por la calle del pescado.
Al olor de las sardinas
el gato ha resucitado,
marramiaumiau miau miau,
el gato ha resucitado.
Por eso dice la gente:
«siete vidas tiene un gato
marramiaumiau miau miau,
siete vidas tiene un gato».

Segunda versión

Informantes: cantores anónimos.
Lugar: Navalmoral de la Mata.
Fecha: 1995-2000
Recopilador: Félix Contreras Sanz.
Intérprete: Petri Monago Rodríguez.

Estaba el señor don Gato
sentadito en su tejado,
marramamiau miau miau,
sentadito en su tejado.
Ha recibido una carta
que si quiere ser casado,
marramamiau miau miau,
que si quiere ser casado
con una gatita parda
sobrina de un gato pardo
marramamiau miau miau,
sobrina de un gato pardo.
El gato por ir a verla
se ha caído del tejado,
marramiaumiau miau miau,
se ha caído del tejado.
Se ha roto siete costillas,
el espinazo y el rabo,
marramiaumiau miau miau,
el espinazo y el rabo.
Ya lo llevan a enterrar
por la calle del pescado
marramiaumiau miau miau,
por la calle del pescado.
Al olor de la sardina
el gato ha resucitado,
marramiaumiau miau miau,
el gato ha resucitado.
Por eso dice la gente:
«siete vidas tiene un gato,
marramiaumiau miau miau,
siete vidas tiene un gato
y otras siete un zapatero
que remienda los zapatos».

El origen de tan celebérrimo romance infantil no ha sido aún establecido con certeza. Se cree que es hijo del gusto renacentista por las aventuras y desventuras de animales humanizados, del que dan fe el Coloquio de los perros de Cervantes y La Gatomaquia de Lope de Vega. Tenemos testimoniados en 1597 romances de ciego con títulos como «El testamento del gallo» y «El testamento de la zorra», que tienen mucho que ver con una de las familias de las versiones de Don Gato: aquélla en la que el gato, tras caerse del tejado, hace venir un escribano y dicta testamento de sus muchos latrocinios. A continuación, muere y es enterrado, con regocijo de los ratones, que bailan, y luto de los gatos.

La otra familia, a la que pertenecen nuestras versiones, no incluye referencia a tal testamento: en ella, el gato muere a consecuencia de la caída, pero cuando lo llevan a enterrar por la calle del Pescado (o del Mercado), resucita al olor de la sardina, confirmando el refrán según el cual los felinos tienen siete vidas.

Son interesantes los dos últimos versos, que prolongan en este caso el refrán sobre las vidas del gato:

y otra siete un zapatero
que remienda los zapatos.

La atribución de las siete vidas al zapatero viene probablemente, por hipálage, de la prolongada vida de los zapatos viejos de los pobres, que no pudiendo cambiarlos por otros se resignan a que revivan como puedan en las manos de un remendón.

Bonifacio Gil edita en el primer tomo de su Cancionero otra versión extremeña, similar a las que aquí recogemos (Gil 1998: I 85). La distinguen, no obstante, algunos rasgos: el estribillo (¡y ole pun!... ¡y ole pun, catapún y ole pun!); la aparición, tras el accidente, de un médico, que le receta una tacita de caldo (con la advertencia de que si no la quiere bebé, / que le den doscientoh palo); y la mención de los asistentes al entierro de Don Gato: lah gatita van de luto, / y los ratoneh, bailando.

En el segundo tomo (Gil 1998: II 515-6) ofrece una versión de Castilblanco, con descripción del juego infantil asociado al romance. El estribillo es marramamiau, y el texto es muy parecido al de nuestras dos versiones, aunque incluye un interesante final alusivo al juego:

Por eso dice la gente:
«Siete vidah tiene un gato»:
y lah niñah que lo bailan
tienen que darse un abrazo.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, sí. Recuerdo que solíamos cantarla en el jardín de arena del recreo con cinco ó seis años. Menuda polvareda levantábamos cuando la cantábamos dando vueltas en corro. Creo recordar que al cantar el estribillo (marramamiau, miau, miau!) todos nos agachábamos. Me parece que la versión que manejábamos era una de las dos primeras, no recuerdo lo del zapatero, pero sí “la calle del mercado” que también estaba cerca de mi casa. Me ha sorprendido leer que aún haya testimonios del soniquete en el año 2002. Pensaba que estas cosas ya no se cantaban en los recreos.

No sé si fue la primera, me dicen que en la cuna solían cantarme, pero hasta que no he leído tu post ni me acordaba de ella.

Anónimo dijo...

Los gatos han sorprendido siempre por su legendaria pericia al aterrizar de cuatro patas (aun dejándolos caer panza arriba), hecho que se basa en dos características típicamente felinas: un esqueleto inusual y unos reflejos simplemente excepcionales. Estructuralmente, pese a poseer más huesos que los humanos, los gatos no poseen clavícula en sentido estricto, hecho que unido a un esqueleto altamente flexible le permiten deslizarse a través de orificios de tamaño inverosímil. En este caso, el límite más severo en el tamaño de orificios que puede franquear viene impuesto por las dimensiones de su propia cabeza (esto es, el cráneo, cuya función primaria como muro protector del cerebro no le permite excesivas alegrías en lo que a flexibilidad se refiere).
Respecto a la caída, los gatos han desarrollado la habilidad, de retorcer su anatomía en un ilustrativo ejemplo de un principio físico bien conocido: la conservación del momento angular. (sigue)

Anónimo dijo...

Desde las tres o cuatro semanas de vida (y de forma plena, a partir de las siete semanas), los gatos adquieren el hábito de rotar en plena caída para así reorientar su cuerpo y afrontar el impacto con el suelo en las mejores condiciones posibles. Debido a su sorprendente flexibilidad, son capaces de darse la vuelta con sólo girar la cabeza y la parte superior de su anatomía hacia un extremo (giro que se comunica al resto de su cuerpo).
En la física que describe la rotación de un cuerpo, el componente esencial es el llamado momento de inercia del sistema, que mide la forma en que se encuentra distribuida la masa de un cuerpo en relación con el eje de giro: a mayor distancia al eje, mayor momento de inercia.
En situaciones como la que nos ocupa, en la que no existen agentes externos que ejerzan fuerzas sobre el sistema (o más propiamente: que no ejerzan momentos netos sobre el sistema), el producto entre el momento de inercia del sistema y la velocidad (angular) de rotación se mantiene constante. De esta manera alternando la distribución de masa de un sistema (y por tanto, su momento de inercia) podemos modificar su velocidad de rotación. (sigue)

Anónimo dijo...

Esto explica por qué una patinadora aumenta vertiginosamente su velocidad de rotación al acercar sus brazos al cuerpo (esto es, al reducir su momento de inercia). En el caso de un gato, su excepcional anatomía le permite modificar suposición en una caída moviendo adecuadamente sus articulaciones (patas y cola), sin violar, claro está, ninguna ley física. Y eso sin haber ido a la escuela primaria.
¡Miau!, o la física de la Catwoman.
por Jordi José / Manuel Moreno

Eleder dijo...

¡Me encanta esa canción! Yo también la conocí de niño. Pero mi versión, cantada por mi madre en Bilbao, difería un poquito:
"que si quiere ser casado / con una gatita blanca / sobrina de un gato pardo / al recibir la noticia / se ha caído del tejado".

Y para quien les puedan interesar las aventuras de la Universidad Autónoma de Númenor... ¿has leído esto? :D