sábado, 8 de abril de 2006

Armas tomar


LA DONCELLA GUERRERA (ó)
(Doncella guerrera: IGR 0231)

Lugar: Navalmoral de la Mata
Fecha: 10-5-2003
Informante: Guadalupe Alegre.

Y en Sevilla a un sevillano
la desgracia le dio Dios:
de siete hijas que tuvo

y ninguna fue varón.

Y un día la más pequeña

la vino la inspiración

de irse a servir a la patria

vestidita de varón.

—Hija mía, no te vayas,

que te van a conocer

con ese pelo tan largo
y esa cara de mujer.

—Padre, si lo tengo largo,

padre, me lo cortaré
y con el pelo cortado

y un varón pareceré.

Siete años estuvo en guerra

y nadie la conoció

y un día monta a caballo,

la espada se la cayó.

—¡Maldita sea la espada

y maldita sea yo!—

y el rey que la estaba oyendo
de ella se enamoró.



El tema de la doncella guerrera, de hondas raíces folclóricas, sigue siendo muy bien recibido en la moderna cultura de masas: pensemos en el personaje de Éowyn, de El Señor de los Anillos, o en Mulan, de los estudios Disney.

El romance español es, al parecer, considerablemente antiguo: aunque no conservamos ninguna versión completa anterior al siglo XIX, los dos primeros versos aparecen citados en la comedia Aulegraphia del dramaturgo del XVI Jorge Ferreira de Vasconcellos.

Las versiones se dividen en dos familias: la primera, muy rica en detalles, comienza indicando que se produce una guerra y que el cabeza de familia maldice a su mujer por no haberle dado un varón (en algunos casos, esto supone que tendrá que ir él mismo a filas); la hija menor sale en defensa de su madre y se ofrece para ir a la guerra vestidita de varón; el padre o la madre tratan de disuadirla, indicándole los rasgos que denuncian su condición femenina, pero ella los rebate, mostrando cómo ocultará en cada su caso su feminidad. Acude a la guerra y tiene éxito en ella, pero el hijo del rey sospecha su verdadera naturaleza y pide consejo a su madre. Ésta le indica una serie de pruebas que el príncipe va aplicando a la doncella guerrera para intentar que se delate; tras vencer en algunas de ellas, fracasa en la última. Una vez descubierta su identidad, el joven le declara su amor.

La otra familia, a la que pertenece nuestra versión, ha reducido al mínimo los elementos: se nos dice sólo que el padre es infeliz por no tener un varón, y la hija se ofrece a pasar por tal en la guerra. Sigue un breve diálogo sobre las dificultades de tal travestismo, y después se nos narra muy sumariamente el éxito en la guerra. La doncella se delata sola, sin que el príncipe le ponga ninguna prueba, al referirse a sí misma en femenino: Maldita sea yo. El rey oye estas palabras y se enamora de ella.

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