domingo, 9 de abril de 2006

Y me cortaron el pelo


Hablábamos, hoy, de monjas, su dulzura empedrada que cantaron Machado o García Lorca. Estos versos los cantaba (y los canta) mi madre, y aunque Joaquín Díaz lo intenta, no es lo mismo. Cierra el ciclo de romances —y va por ustedes.

Monja a la fuerza

Una tarde de verano
me sacaron de paseo
y al revolver una esquina
me encontré un convento abierto.
Salieron cuatro monjitas
todas vestidas de negro;
con una vela en la mano,
que parecía un entierro.
Me metieron en la caja
como si me hubiera muerto;
me encendieron cuatro velas
y me cantaron el credo.
Me sentaron en la silla
y me cortaron el pelo.
Pendientes de mis orejas
y anillitos de mis dedos;
lo que más sentía yo
era mi mata de pelo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Linda viñeta y romance como broche de esta espléndida serie. La viñeta está bien escogida: ella es la mejor monja a la fuerza, la mejor denuncia de ese tremendo ritual en que una mujer se corta la cabellera y renuncia a sí misma.
Me pregunto: la monja de la viñeta ¿es la falsa monja, la monja obligada a serlo? ¿O su belleza no es sino la belleza real de las monjas, la clase de flor en la que se transforman, que nadie puede ver?
Me sumo a los poetas que así las han amado.
Saludos.

Grifo