viernes, 30 de junio de 2006

Balada de la vida exterior


BALADA DE LA VIDA EXTERIOR
[traducción de Ana Leal]

Y crecen niños con los ojos hondos,
que nada saben, crecen y se mueren
y cada hombre sigue su camino.

Y son dulces los frutos antes verdes
y por las noches caen como aves muertas
y quedan unos días y se pudren.

Y siempre sopla el viento y siempre más
oímos y decimos muchas cosas
y gozan nuestros cuerpos y se cansan

y corren calles por la hierba y plazas
hay por doquier con luces, plantas, lagos
secos de muerte y llenos de amenazas...

¿Por qué se construyeron? ¿y que nunca
sean iguales y tantas hay sin cuenta?
¿Qué cambia risa en llanto, en palidez?

¿Qué nos va en todo eso y ese juego
de ser grandes y siempre solitarios
y errantes sin tener ningún objeto?

¿Y qué importa también mucho haber visto?
Y al cabo algo se dice al decir "tarde",
palabra que pesar y hondura mana

como la espesa miel del panal hueco.


BALLADE DES AUSSEREN LEBENS
[Hugo von Hofmannsthal]

Und Kinder wachsen auf mit tiefen Augen,
Die von nichts wissen, wachsen auf und sterben,
Und alle Menschen gehen ihre Wege.

Und süße Früchte werden aus den herben
Und fallen nachts wie tote Vögel nieder
Und liegen wenig Tage und verderben.

Und immmer weht der Wind, und immer wieder
Vemehmen wir und reden viele Worte
Und spüren Lust und Müdigkeit der Glieder.

Und Stragen laufen durch das Gras, und Orte
Sind da und dort, voll Fackeln, Bäumen, Teichen,
Und drohende, und totenhaft verdorrte...

Wozu sind diese aufgebaut? und gleichen
Einander nie? und sind unzählig viele?
Was wechselt Lachen, Weinen und Erbleichen?

Was frommt das alles uns und diese Spiele,
die wir doch groß und ewig einsam sind
und wandernd nimmer suchen irgend Ziele?

Was frommts, der gleichen viel gesehen haben?
Und dennoch sagt er viel, der "Abend" sagt,
Ein Wort, darans Tiefsinn und Trauer rinnt.

Wie schwerer Honig aus den hohlen Waben.

jueves, 29 de junio de 2006

Melusina


Melusina
[traducción de Ana Leal]

En bosque nacida,
en río casada,
así yo mi vida
la quiero,¡tan larga!

Había hoy soñado
con las hondas aguas
y yo allí en lo oscuro
dormir no lograba.

Lo que en ese estanque
por mirarse entró
prendido en mis ojos
sin sueño quedó.

Los árboles tristes
por los que brillaba
cuando la gran bola
se puso encarnada;

las pálidas niñas
que sin ruido van
ven con ojos blancos
en la oscuridad

de damas del bosque
susurrante tropa,
en el pelo suelto
coronas y hojas...

¿Coronas de oro?
¿De perlas las sartas?
Ya se me ha olvidado.
Yo más no he de hallarlas.

*

Melusine
[Hugo von Hofmannsthal]

Im Grünen geboren
Am Bache gefreit,
Wie ist mir das Leben
Das liebe, so weit!

Heut hab ich geträumt
Von dem Wasser tief,
Wo ich im Dunkel
Nicht schlief, nicht schlief!

Was sich im Weiher
Spiegeln ging,
In meinen wachen
Augen sich fing:

Die traurigen Bäum,
Durch die es blinkt,
Wenn der Ball, der große,
Rot-atmend sinkt,

Die blassen Mädchen,
Die lautlos gehn,
Mit weißen Augen
Ins Dunkel sehn,

Und der Waldfrauen
Flüsternd Schar,
Mit Laub und Kronen
Im offnen Haar...

Rotgoldne Kronen?
Und Perlschnüre schwer?
Ich hab es vergessen,
Ich finds nimmermehr.

miércoles, 28 de junio de 2006

Palabras malditas


Tiene maneras de Edad Dorada aquélla en que todo (desde el bautizo a la lápida) optaba a hacerse buen verso —incluso las maldiciones, como ésta del romano Tibulo (1. 5. 49-58) a la pécora que malogró sus amores:

[Metamorfo: sanguineas edat illa dapes]

Que con su boca cruenta devore sangrientos manjares;
tristes brebajes que beba / bien rebosantes de hiel;

vuelen en torno de aquélla las almas que lloran su sino
siempre, y que cante violenta / desde el tejado la strix;
que enloquecida, llevada del hambre, en las tumbas las yerbas
busque y los huesos que allí / dejan los lobos furiosos;
que con los muslos desnudos aúlle cruzando las calles;
que desde el trivio la turba / de ásperos perros avance.
Va a ser así: sus señales da el dios: ¡dioses tiene quien ama!
Venus se duele, olvidada / por la injusticia que es ley.

martes, 27 de junio de 2006

Por amor a lo que venga


Un acopio de refranes como navajas con sacacorchos. Dime lo que enseñas, te diré qué ignoras. El que desespera, espera —aunque no lo sepa ya.

Esperando entre la nieve
por si fueras a llegar:
el que desespera, espera
aunque no lo sepa ya.
Si cambiamos impresiones,
las tuyas, ¿a cuánto están?
No me cuentes lo que sientes.
Házmelo probar.

Por amor a lo que venga
nos iremos a brindar,
chocaremos candelabros,
medallones de champán.
Si las ilusiones vuelan,
quién supiera dónde van:
son cometas del recuerdo,
vuelan hacia atrás.

Por la senda del olvido
llegaremos al jardín
donde venden laberintos
de los que no tienen fin.
Vengo a pedir recompensa,
¿cuánto piden por salir?
Toma todo cuanto tengo,
sácame de mí.



domingo, 25 de junio de 2006

Pero tú no lo sepas


(Esos libros color caramelo de menta ultrafuerte...)

Unos lo llamaron
Imperturbancia,
otros el Placer;
la Virtud aquéllos,
éstos la Verdad;
para algunos sólo
el Bien se llamaba;

unos en el oro
lo ponen, otros
en el cielo; acaso
la tabernera
lo vistió del nombre
y los calzoncillos
de un marinero

que quedó al pasar;
y el anacoreta
por ahorrar saliva,
le dice a secas
Dios; o suspirando
también algunos
Vida lo llaman,

y otros, con los ojos
endurecidos,
Muerte; en las revistas
de colorines
es Felicidad,
en la negra prensa
Paz o Progreso

u Orden o Justicia,
si cuadra; a otros
les oí mentar
con sus cinco sílabas
la Revolución,
y hasta los más pobres
gritan al menos

Libertad. Pero ea,
vosotros, pobres
de la tierra, nunca
creáis en nada:
una cosa es cierta,
que no se sabe
cómo se llama,

ni aun siquiera acaso
si tiene nombre:
nombre son los otros
los que lo tienen,
este carnicero
y aquel ministro
y esa bandera

y esa lavadora
y el automóvil
ese y esas cárceles.
Todos ésos,
sí, sabed quién son,
para con su propio
nombre matarlos;

pero lo que amas,
jamás su nombre
sepas: el amor
por amor es mudo;
la declaración
de tu amor es sólo
el no de tu odio.

(Agustín García Calvo)

sábado, 24 de junio de 2006

El rostro de la muerte


Leer al Savater descatalogado, casi borroso, de sus primeros libros es el mejor antídoto contra el adocenamiento que conozco. Los que disculpan con sonrisilla forzada estas travesuras de juventud, tildándolas de ingenuas, quieren que olvidemos que se escribieron en años salvajes, en los que la presión para ser comedido y avenirse a lo inocuo no era menos hiriente que ahora. Savater, por lo demás, sabía lo que se avecinaba. Quizá ningún pasaje lo expresa mejor que estas líneas de Sobre la probabilidad de la muerte, último argumento (amenaza) con el que cualquier totalitarismo espera vencernos. Retimbrando a Epicuro, razona que vivir es aceptarse inmortal (mientras dure), pues nunca viviremos nuestra muerte sino en cuanto vivísima fantasía diurna. Dos intimaciones, sin embargo, nos amortajan en vida. La una tiene que ver con el trabajo, que nos vuelve pieza rígida, intercambiable y al fin inerte, de su mecanismo. Que sea él quien nos cuente la otra:

Otro argumento que apunta a corroborar la amenaza de mi fallecer es el de la necesidad de adoptar, para triunfar en la vida, el rostro de la muerte. Llamo «rostro de la muerte» a ese semblante severo, ceñudo, duro, inflexible, que los ruegos no ablandan ni las consideraciones ternuristas conmueven. ¿Cuántas veces al día debo adoptar esta máscara de hierro? Siempre que deseo obtener un éxito rápido. En el penoso juego del amor, por ejemplo, es quien con mayor frecuencia adopta el rostro de la muerte quien lleva las de ganar; quien sepa hacer que el otro se estrelle contra unos ojos duros y unos labios apretados, quien sea más despiadado en el malentendido y menos tolerante en el «tú-hiciste-luego-yo-te-hago», ese será quien logre domeñar a su amante de manera irresistible. Y ¿qué diremos de la política o de la economía, donde el rostro de la muerte es el uniforme exigido para cualquier circunstancia? Ambos contendientes se lo ponen y triunfa aquél que lo guarda más tiempo, como ese terrible juego de los jóvenes americanos hipermotorizados, en el que se lanzan frente a frente y a toda velocidad dos automóviles, y gana el que tarda más tiempo en apartarse de la trayectoria mortal. Paulatinamente, quien se ha acostumbrado a ganar adoptando el rostro de la muerte, lo conserva puesto más y más tiempo; pero hay un día en que Hyde no puede volver a ser Jekyll, en que lo que comenzó siendo máscara termina por modelar el rostro verdadero a su imagen y semejanza. Al ver cómo incluso en mi rostro relajado de los días festivos ya apuntan perdurablemente las férreas asperezas de mi careta de muerte, no puedo por menos de conceder que, a fin de cuentas, también yo debo ser mortal.

(FS, Escritos politeístas, Madrid: Editora Nacional, 1975, pp. 81-2)

viernes, 23 de junio de 2006

Cuánto valgo


Lo que demuestras, dijo aquél, y no le temblaba la mano. Lo suficiente —adujo el pedagogo— para sacarte algún provecho. Un tesoro, aseguraban sus amigos, convenientes. Ponle un cinco, magnánimo, el de Inglés, califa por un día de la Década. Titula. Promociona. Mola mazo.

En clase de García Calvo nosotros nos poníamos las notas, jugando a cuantificar nuestro romance con la asignatura. Me merezco un notable, dijo la pizpireta, porque siempre se puede gozar más —y el traductor de Sade sonreía. No siempre.

jueves, 22 de junio de 2006

Fortaleza


Eres hermosa
como esa minoría inasequible
que nunca mienta a Peter Pan en vano
y vota extrema izquierda en los comicios.

Eres hermosa; a veces
soy tus manos.

miércoles, 21 de junio de 2006

Prosa diabólica


Alpinista y cartógrafo del Inframundo, pagano sincero, nuestro hombre adoptó ante los medios la máscara peluda del Anticristo. En muchos sentidos, prefigura a Timoteo Leary: como le pasa a éste, debajo del brujo, del trickster, sobresale siempre el educado universitario. Predicó la lucidez eroto-comatosa y la ingesta del propio semen (upps), pero siempre dentro de unos parámetros de lo más oxoniense e ilustrado. Enemigo del oscurantismo, predicó el iluminismo científico: el método de la Ciencia, el objetivo de la Religión. Gnosis, en definitiva, al gusto de los mallarmeanos: no me cuentes lo que sientes, házmelo probar.

Escribía bien, o a mí me lo parece. Tras la brillantez de los eslogans (Cada hombre y cada mujer es una estrella. Hacer tu voluntad será la única ley) aguarda el laberinto de su peculiar escritura automática: libros dictados por algún demon tardoegipcio, más devoto de Athanius Kircher que de Champollion. Como prosista consciente es autor de títulos únicos: Mortadello (sic) o el Ángel de Venecia, obra cómica (claro), Moonchild (¡ajá!) y una prometedora "auto-hagiografía" (que, así dicho, nos remite a aquel Nietszche de Ecce Homo: por qué soy tan brujo y titulo tan bien mis libros).

Prefigurando la soltura de Breton a la hora de asignarse precursores, en el manifiesto de la orden que fundó, la O.T.O. (Orden del Templo Oriental), incluye como socios arcaicos a Orfeo, Apolonio de Tiana, Catulo, Merlín, Paracelso y Osiris. Con carné más reciente desfilan el mentado Nietzsche, Wagner, Ricardo Francis Burton, Goethe y Eliphas Lévi. La lista nos aclara su progenie romántica: todo gran poeta fue un iluminado, todo explorador sincero acaba arrivando al misterio. La carta a su hijo (777, como buen sucesor del 666) es un documento especialmente emotivo: Aprende de mí, le dice, el testimonio de la Historia y la literatura: un gran Manuscrito de Sabiduría que tiene por papel la piel del Hombre y por tinta la sangre de su corazón.

Donde esperaríamos citas del Libro de Dzyan o los Manuscritos Pnakóticos, nos remite a Shakespeare, Abelardo y Eloísa, Dante y Apuleyo. ¡Y al Evangelio! Entiende, hijo mío, en tu juventud estas palabras que algún sabio, anónimo ahora, dijo antaño: si no os volvéis como niños pequeños, jamás podréis entrar en el Reino de los Cielos.

Corruptor de jóvenes (¡como Sócrates!), retimbrador de adultos, se creyó el heraldo de un nuevo eón, y desde luego lo fue, mucho más dignamente que la barullera Blavatsky o el estreñido, aunque brillante, Guénon. Habrá quien diga que lo suyo, al fin y al cabo, no es más que sexo con glamour, un tipo peculiar de fetichismo —como si eso fuera poco. Ojeando sus papeles secretos (que hoy Internet airea) uno siente que también las sectas, con el progreso, han ido a peor. Cuando surja otra tan desesperadamente literaria como la suya, lectora de Shakespeare y Nietzsche, avísenme sin tardanza.

(Sus cuentos, por cierto, están publicados en Siruela:
El testamento de Magdalen Blair
.)

martes, 20 de junio de 2006

Felicidad


Eres hermosa
como quedarse en cama hasta muy tarde

doblando las esquinas hipnagógicas
con pasos decididos a perderse;


como burbuja en un plato de sopa
te expandes generosa, como el cuadro

que sin aviso rinde sus colores;

el sello que con ácido litúrgico
otorga absolución a la conciencia.

Eres hermosa y sabes olvidarlo.

lunes, 19 de junio de 2006

Ferocidad


Eres hermosa
como una conclusión insostenible
que viene a coronar nuestros esfuerzos

con las espinas blancas de sus dedos.


Acostumbrados a pacer arpegios

hoy va desafinándonos la lluvia

en un registro de color grasiento.


En letras como parques insolventes

tu soledad escala ojos abiertos.


Eres hermosa y sabes que no es cierto.

domingo, 18 de junio de 2006

When I'm 64


Antes de pudrirse del todo, contaba Gabriel Albiac en una de sus soflamas que cuando era joven escuchaba música pop, entre tomo y tomo de Althusser, con la mala conciencia de quien se entrega a un subconsumo banal y efímero. Treinta años más tarde, los clásicos del pensamiento urgente son ilegibles, mientras los Who continúan atronando con la misma eficacia.

Hoy Pedrito escribe en su periódico su ración dominical de sandeces, y recuerda con nostalgia el día que compró su ejemplar del Sargento Pepper. Sucede que hoy Pablo McCartney cumple aquellos 64 con los que fantaseaba, lo cual da pie a que Pedrito escriba algunas frases tiernas y se equivoque de instrumento, adjudicando a McCartney quién sabe qué vuelos sobre su guitarra eléctrica. Bajo. Bajo vuelas, Pedrito, como golpeas, canonizando a deshora al mismo González al que, dando de ti, cubrías de mierda. No te preocupes: en unos añitos, si la especie no prescinde de tus servicios, podrás solazarte comparando con ventaja a Zapatero con algún otro anticristo más rentable.

Lo reconozco: me desazona que esta élite periodística, esta opinión autorizada y absolutamente dócil, aún crea reconocerse en los acordes de Getting Better. Como cantaba la Incredible (y ya es conceder), Oh, you know all the words, and you sung all the notes, / but you never quite learned the song. Gilmour, ese mal letrista, podría también explicárselo: Thinking that we're getting older and wiser —when we're just getting old.

(Un premio, ya que estamos, para quien localice en la portada a Aleister Crowley.)

sábado, 17 de junio de 2006

Fascistas


Cierta madrugada, uno de mis compañeros y yo habíamos salido a disparar contra los fascistas en las trincheras de las afueras de Huesca. Entre su línea y le nuestra había trescientos metros, una distancia a la que era difícil acertar con nuestros anticuados fusiles; pero si se acercaba uno arrastrándose a un punto situado a unos cien metros de la trinchera fascista, a lo mejor, con un poco de suerte, le daba a alguien por una grieta que había en el parapeto.

Por desgracia, el terreno que nos separaba de allí era un campo de remolachas llano y sin más protección que unas cuantas zanjas, y había que salir cuando todavía estaba oscuro y volver justo después del alba, antes de que hubiera buena luz. Aquella vez no vimos a ningún fascista; nos quedamos demasiado tiempo y nos sorprendió el amanecer. Estábamos en una zanja, pero detrás de nosotros había doscientos metros de terreno llano donde difícilmente se habría podido esconder un conejo. Todavía andábamos infundiéndonos ánimos para echar una carrera cuando oímos mucho alboroto y silbatos en la trinchera fascista: se acercaban aviones nuestros. De pronto, un hombre, al parecer con un mensaje para un oficial, salió de un salto de la trinchera y corrió por encima del parapeto, a plena luz. Iba vestido a medias y mientras corría se sujetaba los pantalones con ambas manos. Contuve el impulso de dispararle. Es cierto que soy mal tirador y que es muy difícil dar a un hombre que corre a cien metros de distancia, y además yo estaba pensando sobre todo en volver a nuestra trinchera aprovechando que los fascistas estaban pendientes de los aviones. Sin embargo, si no le disparé fue por el detalle de los pantalones. Yo había ido allí a pegar tiros contra los «fascistas», pero un hombre al que se le caen los pantalones no es un «fascista»; es, a todas luces, otro animal humano, un semejante, y se le quitan a uno las ganas de dispararle.

(George Orwell, Recuerdos de la guerra civil)

viernes, 16 de junio de 2006

Verónica


¿Qué es el espejo?
Reflejo

de la vida que te dejo.
¿Eres un juego?

Soy fuego.

¿No tienes cama?
La llama.

¿A quién esperas?

Tijeras...

jueves, 15 de junio de 2006

Libro de espectros


Las tijeras
bien abiertas,
rosas rojas
en tu honor.
La cabeza en
la repisa.
Quién de todos
era yo.

miércoles, 14 de junio de 2006

El derecho obligatorio


Hay en todo esto el aire de un malentendido. En el letrero de una de las clases (Aula 7) alguien ha añadido una J inicial. Se sienten presos, y es verdad —aunque no toda. Enseñanza obligatoria, forzada. Para que aprendan a ser libres; para abrirles las puertas al campo: salir del pueblo o del barrio, contrastar el mundo de papá y mamá con otros muchos también pertinentes. Es la felicidad por decreto, un pequeño fragmento de utopía decimoctónica hecho realidad y, por tanto, pesadilla. Algo les dice que un quieras o no quieras no puede jamás ser verdad ni justicia, y no les miente —o les miente con la verdad. Si tuvieran que permanecer ante la tele (o el monitor del PC, o el cielo estéreo del mp3) seis horas diarias, con un control de asistencia y un sistema de premios y castigos, lograríamos tal vez liberarlos de su adicción alienante al (neg)ocio. Lo mismo vale para la sorda discoteca, o incluso el autoasalto a mano armada. Oficiales los quería yo ver. Complementaria: no hay escritor de gira por colegios que no haya descubierto que prohibir la lectura la volvería un placer sensual.

Sin embargo, es lo que hay, compañeros ilustrados. Llegamos al poder, impusimos las buenas leyes, concedimos de antemano lo que creemos deseable. Enseñanza para todos, control que garantice que ninguna familia niega a sus retoños la posibilidad de ampliar sus horizontes. Bien gratuito, ciencia contrastada, convivencia excitante entre clases, etnias y sexos. Cómo arrepentirse de eso. Podemos pensar que el límite de la obligatoriedad está mal puesto (a los 16 en vez de a los 14), pero, con todas las repercusiones del caso, no deja de ser un matiz.

Ahora que entierran a Freud, seguimos enfrascados en su océano: tras la máscara del fracaso escolar, el malestar de la cultura. Ya es casi indiferente que la enseñanza sea sobre todo un sucedáneo (me obligan a estar aquí cuando podría estar...) o la respuesta a una pregunta que no habíamos llegado a hacernos. El bebé ya nos lo dice cuando le obligamos a comer sin hambre. Nosotros ya lo decimos cuando le dejamos comer cuando y como le plazca y entonces nos despierta a las tres de la mañana o se niega a comer otra cosa que chuches.

No hay salida, folks. Estamos aquí para hacernos adultos y jamás se lo perdonaremos al Sumo Arquitecto. Quien pueda, que caiga de pie. Un sobresaliente (cum laude) para quien se atreva a hacerlo con gracia.

martes, 13 de junio de 2006

Días extraños



Hoy, por ejemplo, me expongo a una tertulia televisiva. El tufo a falsedad es acojonante. Preterición masiva. Cada vez que alguien dice no pongo en duda o no quiero insinuar, todo el mundo sabe que miente —pero nadie muestra sorpresa y mucho menos indignación. El público del plató aplaude una cosa y la contraria: avispas aristofánicas, verdaderos gourmets de la sofística. Los ponentes (políticos con carné de periodistas, o algo así) actúan en consecuencia: se trata, ni más ni menos, de mantener las consignas en el mercado. De vez en cuando, se puede arrojar alguna nueva, a ver qué opina el público experto. De los que tienen voz, el menos malo se declara, con cierto orgullo, equidistante y pide consenso entre Tigres y Leones. Está ahí porque es una pieza más o menos privilegiada de los medios de formación de masas —pero no se ruboriza cuando declara que habla como ciudadano de a pie.

El tema es la negociación con un poder fáctico antidemocrático. ETA, en este caso. Nadie quiere reconocer que se dialoga con ellos, sencillamente, porque son poderosos: paraestatales, como en el 78 el ejército franquista. Patxi López quiere convencernos de que se trata de evangelizar a las ovejas descarriadas, abrirles los ojos a la verdad democrática. Los de la derecha replican que es inaceptable dialogar con criminales (en un momento, están a punto de descubrir por vía inversa que la ilegalización del brazo político etarra fue una metedura de pata y constituye ahora un estorbo —pero por supuesto se detienen a tiempo).

Todo el teatrillo es tan vil que hay que conjurar imágenes de dictaduras pasadas y presentes para, por contraste, hallarlo estimable. Justo para eso están esas imágenes, claro. Si no te vas a la cama convencido de que tu bando es el mejor, tendrás al menos la sensación confortable de que vives en el mundo libre. Entre tanta plurodiversidad, puedes estar seguro de que nadie va a repetir la blasfemia de Mairena: ¿De qué nos serviría la libre emisión de un pensamiento esclavo? Pues eso, bonita. Para comerte mejor...

lunes, 12 de junio de 2006

Fin de curso


El año que empecé a trabajar de profesor (y a lo tonto ya van nueve), el inconsciente, juguetón, me arrojó tal cual estos dos versos:

A veces cuando vuelvo del verano
ya han muerto casi todos mis alumnos.

Alguien se espeluznó cuando se los recité (qué buen rollo), y quizá no supe explicarle lo que a mí me estaban diciendo. El caso es que en cada final de curso me vuelve esta melancolía, y con ella estos versos, como un ancla que se quiebra o un diente que se te cae. Por mal que hayan ido las cosas (y a mí este año me han ido muy bien), siempre hay unos cuantos alumnos que, por hache o por be, se te meten en el corazón. Un curso es la imagen de un mundo, de un siglo: al menos, uno de pequeño los vivía así, vidas completas, eternas, con espacio para todo tipo de experiencias y mutaciones. El final de curso me trae la evidencia, adulta y adúltera, del acelerador: el tiempo que se va a toda hostia por el desagüe. De pronto estás dando la última clase, en un aula que, se diría, están ya desmantelando para montar otra cosa. Aquellos versos proféticos: cuando vuelva septiembre (mes cruel donde los haya), muchos de estos alumnos ya no estarán, o habremos pasado, ellos para mí, yo para ellos, a un discreto segundo plano. La excepción da idea de la crueldad de la regla: este año tuve la alegría paradójica de encontrarme de nuevo en clase de Literatura Universal a alumnos que, por razones personales que nada tienen que ver con el rendimiento académico, repetían curso. Ha sido una gozada enorme. Una parte de mí, egoísta, los tendría repitiendo siempre, cimentando aún más esa complicidad que me evita explicar obviedades y nos permite saltar a otro nivel mucho menos transitado.

Sin embargo, hay que pasar a otra cosa, resignarnos a hacernos recuerdo, fantasma. Es la vida. Algo se muere en cada fin de curso —y se queda a habitarnos para siempre.

domingo, 11 de junio de 2006

Feliz desde la orilla


Un hallazgo feliz (feliz hipálage) este libro que regresa a mis manos, Jardines de bolsillo. Tres mil años de poesía, de José Luis García Martín, en la editorial Trea (Gijón, 2006). En este recorrido por el tiempo hay muchos clásicos que suenan, en traducción encantadora, nuevos. Otros poetas antologados son, al menos para mí, desconocidos. Entre ellos, este Umberto Saba, poeta italiano de la primera mitad del XX.


Feliz desde la orilla

Tranquilo ya en el barco
que va al país de donde no se vuelve,
oí me que me llamabas feliz desde la orilla.
Y aquí me tienes, alimaña joven.
Muerde mi corazón: es todo tuyo.

sábado, 10 de junio de 2006

El espejo encendido


Los virus de la memoria (memes por mal nombre: en castellano suena a memez) se cuelan por todas partes. Una tradición sigue viva mientras es infecciosa, capaz de mutar adaptativamente. En la novela Últimos ejemplares, de Pablo Rivero (Gijón: Trea, 2006), rebosante de vida y memorias, me topo con un ejemplar estupendo (¿avanzado? ¿arcaico?) de Verónica.

El chalé de la Mamba daba miedo. El óxido se había zampado ya la mitad de la verja, y el portón, que se sostenía a duras penas, chirriaba como un cerdo en día de matanza; en el jardín había un pozo donde, según Celeste, si arrojabas una gota de tu sangre, podías contemplar en el reflejo ondulante tu propia muerte.

viernes, 9 de junio de 2006

Postrimerías


Hoy en clase aparecieron, sin que nadie recuerde haberlos invocado, los Jinetes del Apocalipsis. El caso es que no recordábamos si eran nueve (como los Jinetes Negros), siete (como los enanitos) o cuatro (como los elementos). La duda me ha llevado a pasar esta madrugada sumergido en la lectura del Apocalipsis, libro fascinante donde los haya (pero en el que nunca me había detenido realmente). Por si alguien tuviera tiempo y coraje para seguirme, aquí van en primicia mis apuntes apresurados.

Apocalipsis: el gozo tras la aflicción

1. El género apocalíptico Sucede con el Apocalipsis lo mismo que con el Evangelio: estamos acostumbrados a pensar en él como un libro único (en este caso, el Apocalipsis por excelencia es el de san Juan, libro canónico que cierra el Nuevo Testamento) cuando en realidad constituye un género literario del que conocemos varios ejemplos.

La palabra griega apocalipsis está construida a partir del verbo kalýpto, «esconder» (recordemos a Calipso, la ninfa que esconde en su isla a Ulises). El verbo derivado apo-kalýpto significa *«des-esconder», es decir, sacar a la luz lo que estaba oculto, «desvelar», «revelar». Puede, pues, traducirse como Desvelamiento o Revelación. De hecho, en una Biblia inglesa el libro que llamamos Apocalipsis se titula Revelations o Book of Revelation.

El género apocalíptico surge dentro de la cultura judía, y sus primeras manifestaciones se remontan al siglo II antes de Cristo. Nace como una evolución del género profético, practicado por personajes como Isaías, Ezequiel o Jeremías. Estos hombres, inspirados por YaHWeH (el dios judío), tuvieron visiones de lo que iba a suceder al pueblo de Israel y las comunicaron a sus compatriotas para intentar que la comunidad volviera al camino de la salvación.

Mientras que en los libros proféticos lo esencial es la predicación del profeta, que intenta influir en sus conciudadanos y apartarlos del mal, en el apocalipsis se enfatiza el elemento visionario: el núcleo de un libro de este género es la visión sobrenatural que Dios concede a un Elegido, generalmente referida al fin del mundo, la llegada del Mesías y el inicio del Reino de Dios.

Dado que los apocalipsis se centran en la descripción de los sucesos últimos (en griego tà éskhata), tienen un carácter escatológico. [En el buen sentido de la palabra… Por un curioso capricho del destino, en castellano son homófonas y por tanto parónimas dos palabras de significado y origen totalmente distintos: escatológico 1, «sobre el fin de los tiempos» y escatológico 2 (de skátos, «excremento»), «referido a los excrementos» (por ejemplo, un chiste escatológico).]

Es esencial al género apocalíptico el fatalismo: la idea de que el futuro está predeterminado según un plan divino. Eso tiende a restar importancia a las decisiones de los seres humanos, pues hagan estos lo que hagan, lo que tiene que pasar, pasará.
Aunque su fatalismo entre en conflicto con la libertad humana, el apocalipsis es ante todo un mensaje de esperanza: tiene como objetivo recordar a la comunidad de los creyentes, en momentos de crisis y sufrimiento, que la historia tendrá un final feliz: más temprano que tarde, el mal será derrotado y los que hayan permanecido fieles al Señor tendrán su recompensa.

El apocalipsis presenta el final de los tiempos como un parto doloroso y sangriento, un trago difícil por el que hay que pasar para que sea posible el nacimiento de un mundo nuevo.

2. Apocalíptica judía

Hay elementos apocalípticos en algunos libros proféticos del Antiguo Testamento, como los de Isaías (capítulos 24-27), Daniel y Ezequiel. En este último aparece una imagen que se convierte en un elemento clásico del género: Dios ofrece al profeta un libro que contiene la palabra divina, y éste se lo come, asimilando así la Verdad (Ezequiel 2: 9 – 3: 3):

Vi entonces una mano extendida hacia mí, con un rollo. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito en el anverso y en el reverso; tenía escritas elegías, lamentos y ayes.
Y me dijo: «Hijo de Adán, come lo que tienes ahí; cómete este rollo y vete a hablar a la casa de Israel». Abrí la boca y me dio a comer el rollo, diciéndome: «Hijo de Adán, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este rollo que te doy». Lo comí y me supo en la boca dulce como la miel. El autor del Apocalipsis cristiano atribuido a san Juan retoma esta imagen simbólica (Ap. 10: 8-10):

La voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo diciendo: «Ve a tomar el libro abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra». Me acerqué al ángel y le dije: «Dame el librito». Él me contestó: «Toma y cómetelo; te amargará las entrañas, aunque al paladar te sabrá dulce como la miel». Tomé el librito del ángel y me lo comí; en la boca me sabía dulce como miel, pero cuando me lo tragué sentí una amargura en las entrañas. La verdad de la revelación es amarga porque anuncia las desgracias y pruebas por las que tendrán que pasar todavía los fieles; pero al mismo tiempo es dulce porque al final de todos los pesares llegará el Reino de los Cielos.

Además de los elementos apocalípticos incluidos en los libros proféticos del Antiguo Testamento, entre el 200 a.C. y el 100 d.C. se escribieron unos 21 libros apocalípticos, atribuidos a personajes prestigiosos de la religión judía, como Noé, Enoch, Baruch y Abraham. Algunos de estos libros se titulan Apocalipsis; otros, Testamentos (pues el narrador confía su visión a los que le rodean en su lecho de muerte).

3. Apocalíptica cristiana

Los cristianos prosiguen con entusiasmo la tradición apocalíptica judía, pero introducen en ella importantes novedades:

  • los personajes a los que se atribuyen las visiones ya no son sólo patriarcas de épocas lejanas, sino también los apóstoles de Cristo (en especial, Pedro, Juan y Pablo);
  • el objetivo es asegurar a los cristianos que las persecuciones a las que les sometían los emperadores de Roma (en especial Nerón y Domiciano) no serían eternas: antes o después, el Imperio caería y la nueva religión se impondría, transformando el mundo.
En los evangelios llamados sinópticos (de Marcos, Mateo y Lucas) hay un pasaje claramente apocalíptico. Leemos un fragmento de la versión de Mateo (24: 6-13 y 29-31):

Van a oír estruendo de batallas y noticias de guerras. Miren, no se alarmen, que eso tiene que suceder, pero no es todavía el final. Porque se alzará nación contra nación y reino contra reino, habrá hambre y terremotos en diversos lugares, pero todo eso no es más que los primeros dolores. Los entregarán al suplicio y los matarán, por mi causa los odiarán todos los pueblos; entonces fallarán muchos, y se delatarán y odiarán unos a otros. Saldrán muchos falsos profetas y extraviarán a mucha gente; al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría, pero el que resista hasta el final se salvará.

(…) Inmediatamente después de la angustia de aquellos días el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Y entonces brillará en el cielo la señal de este Hombre; y todas las razas de la tierra se golpearán el pecho viendo venir a este Hombre, sobre las nubes, con gran fuerza y majestad; y enviará a sus ángeles con trompetas sonoras y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. También es claramente apocalíptica una de las cartas atribuidas a san Pablo, la segunda epístola a los tesalonicenses. En ella se describe a un personaje fundamental del imaginario apocalíptico: el Anticristo (2 Tes 2: 3-10), cuya llegada anuncia el fin del mundo

Primero tiene que llegar la apostasía y aparecer la impiedad en persona, el hombre destinado a la ruina, el que se enfrentará y se pondrá por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose el mismo Dios. ¿No recuerdan que estando aún con ustedes les hablaba de esto? Porque esta impiedad escondida está ya en acción: apenas se quite de en medio el que por el momento lo frena, aparecerá el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el aliento de su boca y aniquilará con el esplendor de su venida. La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás, con ostentación de poder, con portentos y prodigios falsos, y con toda la seducción que la injusticia ejerce sobre los que se pierden. Además de estos pasajes del NT, conocemos trece apocalipsis cristianos apócrifos (es decir, no integrados en el Canon: la lista definitiva de los libros considerados revelados), con títulos como el Apocalipsis de Pedro, los Apocalipsis de Pablo, Tomás y Esteban o las Revelaciones de Bartolomé.

4. El Apocalipsis por antonomasia

El libro apocalíptico más importante es, sin embargo, el que se atribuye al apóstol Juan, que cierra la Historia Sagrada de la Biblia con la descripción del fin del mundo. Cuando hablamos de «el Apocalipsis» sin dar más datos, nos referimos siempre a esta obra.
Se cree que la obra se escribió durante el reinado del emperador Domiciano († 96), que persiguió con dureza a los cristianos, pues éstos se negaban a dar culto al Emperador y reconocerle naturaleza divina. El autor se identifica como Juan, pero la crítica no se pone de acuerdo sobre su identidad: por la fecha, se piensa que no puede ser el apóstol, el discípulo predilecto al que Jesús encomendó el cuidado de su madre —pero quizá sea un discípulo suyo.

El libro contiene imágenes simbólicas de una enorme fuerza, que han fascinado a los lectores de todas las épocas. El acierto fundamental del autor es que expone sus visiones, pero no las explica, confiando en que el lector sepa leer entre líneas lo que verdaderamente quiere decir.

El lector cristiano de la época, familiarizado con los profetas del AT y los libros apocalípticos, reconocía las imágenes que Juan toma de la tradición (por ejemplo, la que hemos visto ya del libro que el profeta come).

En buena medida, el libro es (como Rebelión en la granja) una alegoría: contiene un ataque frontal contra el Imperio Romano, pero nunca lo llama por su nombre, sino que lo sustituye por otros lugares y personajes: la Prostituta de Babilonia, la Bestia, el Anticristo.

Recorramos los elementos simbólicos más importantes del libro:

1. Los Siete Sellos: en el capítulo cuatro del libro se inicia la descripción de una visión escatológica. El cielo se abre y Juan ve a Dios sentado en el trono, con cuatro vivientes alrededor de él, uno semejante a un león, otro a un novillo, otro a un hombre y otro a un águila. [La imagen proviene del profeta Ezequías e Ireneo de Lión la interpreta como una referencia a los cuatro evangelistas: Marcos, Lucas, Mateo y Juan.] En la mano derecha, Dios sostiene un rollo escrito por ambas caras y sellado con siete sellos. Un ángel proclama un desafío: ¿quién será capaz de soltar los sellos y abrir el libro? Nadie es capaz. Pero entonces aparece el Cordero, degollado pero en pie, con siete cuernos y siete ojos. Se acerca al trono, recibe el rollo y comienza a soltar los sellos.

2. Los Cuatro Jinetes: cada vez que el Cordero abre uno de los cuatro primeros sellos aparece un jinete. El primero lleva un caballo blanco y recibe una corona. Al segundo se le da el poder de quitar la paz sobre la tierra y hacer que los hombres se degüellen unos a otros. El tercero lleva un caballo negro. El cuarto jinete se llama Muerte y lleva un caballo amarillento.

3. El Día de la Ira. Al abrir el quinto sello aparecen los mártires asesinados por dar testimonio del Cordero. Reclaman el Juicio Final. La apertura del sexto tiene consecuencias desastrosas: se produjo un gran terremoto, el sol se puso negro como un vestido de pelo, la luna se tiñó de sangre y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como caen los higos verdes de una higuera cuando los sacude un huracán. Ha llegado el Día de la Ira (Dies Irae, Dies Ire). Todos los fieles del mundo aparecen ante el Cordero vestidos de blanco.

4. Las siete plagas. Cuando se abre el séptimo sello, se produce un silencio en el cielo. Luego, siete ángeles reciben siete trompetas y las van soplando. Con el sonido de cada una de ellas se desata una plaga. Primero cae sobre el mundo granizo y centellas mezclados con sangre, y un tercio de la tierra se abrasa. En segundo lugar, cae en el mar una enorme masa incandescente y un tercio del mar se convierte en sangre. En tercer lugar, un cometa llamado Ajenjo cae sobre un tercio de los ríos y las fuentes, volviendo amargas sus aguas. En cuarto lugar, un tercio del sol, la luna y las estrellas se oscurece. Con la quinta trompeta (primer ay), se liberan de la tierra las langostas, que buscan a los hombres que no lleven la marca de Dios y les muerden con veneno de escorpión, que no les mata pero les envenena. En aquellos tiempos los hombres buscarán la muerte y no la encontrarán, ansiarán morir y la muerte huirá de ellos. Las langostas están a las órdenes del ángel del abismo, Abaddón el Exterminador. Con la sexta trompeta, quedan libres los cuatro jinetes del Apocalipsis, cuyos caballos arrojan por la boca fuego, humo y azufre y tienen por cola serpientes que muerden. Matan a un tercio de la humanidad. A pesar de este despligue de poder, los hombres que sobreviven no se convierten ni arrepienten de sus pecados.

5. El librito profético. A continuación, Juan come el librito profético que contiene la verdad.

6. Los dos testigos. Dos hombres santos enviados por Dios profetizan vestidos de saco 1260 días. Tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no llueva, convertir el agua en sangre y expandir todo tipo de plagas. Su labor termina cuando del abismo sale una fiera que les combate y les da muerte. Sus cadáveres yacen en las calles de la ciudad del pecado, llamada Sodoma o Egipto. Los hombres celebran la muerte de estos profetas, pero después de tres días y medio Dios hace que resuciten y los eleva al cielo. Se produce un gran terremoto, con siete mil víctimas: es el segundo ay.

7. La séptima trompeta. Con el ruido de la última trompeta, los justos que rodean a Dios anuncian que ha llegado la hora del Juicio Final.

8. La madre y el dragón. En el cielo aparecen dos señales. La primera es una mujer parturienta. La segunda, un gran dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos. El dragón planea comerse al hijo en cuanto nazca. La mujer da a luz a su hijo, destinado a regir a todas las naciones con cetro de hierro. Los ángeles se llevan al niño, sin que el dragón pueda herirlo. A continuación, hay un combate entre el Dragón (la serpiente primordial que se llama diablo y Satanás) y los ángeles, capitaneados por Miguel. El dragón cae a tierra y allí busca a la mujer para dañarla, pero ésta está protegida por Dios y resulta indemne. La fiera entonces se dedica a hacer el mal a todos los servidores del Señor.

9. La(s) Bestia(s). El dragón se detiene a la orilla del mar y de las aguas sale una fiera (o bestia) con diez cuernos y siete cabezas. Lleva un título blasfemo. El dragón le confiere todo su poder. Aunque una de las cabezas parece mortalmente herida, su herida mortal sana y todos adoran a la Bestia gritando ¿Quién hay como la Bestia? ¿Quién puede combatir con ella? Maldice a Dios y expande su dominio por toda la tierra. Sólo los elegidos del Señor se resisten a su poder.

Tras esta primera bestia, surge del mar otra que tiene dos cuernos de cordero pero habla como un dragón. Consigue que todos los hombres den culto a la primera fiera y marca a todos los hombres en la mano derecha o la frente, para impedir comprar ni vender al que no llevara la marca con el nombre de la fiera o la cifra de su nombre. Aquí del talento: quien sea inteligente interprete la cifra de la fiera, que es una cifra humana. Y su cifra es 666.

(Momento, claro está, de recordar la legendaria canción de Iron Maiden que habla precisamente de esto):

The Number of the Beast
(Iron Maiden, The Number of the Beast, 1982)

Woe to you, oh Earth and Sea,
for the Devil sends the beast with wrath
because he knows the time is short.
Let him who hath understanding
reckon the number of the beast,
for it is a human number.
Its number is six hundred and sixty six.

I lived alone, my mind was blank.
I needed time to think, to get the memories from my mind.

What did I see! Can I believe that what I saw
that night was real and not just fantasy?

Just what I saw in my old dreams
were they reflections of my warped mind staring back at me.

Cuz' in my dreams it's always there
the evil face that twists my mind
and brings me to despair.

The night was black,
was no use holding back
cuz' I just had to see was someone watching me.
In the mist dark figures move and twist,
was all this for real or just some kind of hell?
666, the Number of the Beast,
hell and fire was spawned to be released.

Torches blazed and sacred chants were phrased
as they start to cry hands held to the sky.
In the night the fires are burning bright,
the ritual has begun, Satan's work is done.
666, the Number of the Beast,
sacrifice is going on tonight.

This can't go on, I must inform the law.
Can this still be real or just some crazy dream?
But I feel drawn towards the chanting hordes.
They seem to mesmerize... can't avoid their eyes.
666, the Number of the Beast.
666, the one for you and me.

I'm coming back I will return
And I'll possess your body and I'll make you burn
I have the fire I have the force
I have the power to make my evil take its course.

10. Últimas plagas: las siete copas. Siete ángeles derraman sobre el mundo el contenido mortífero de siete copas. La primera produce una llaga maligna en los hombres que llevan la marca de la Bestia. La segunda cae sobre el mar y lo convierte en sangre: todos los peces mueren. La tercera cae en las fuentes y ríos, que se convierten en sangre. La cuarta cae sobre el sol, que abrasa a los hombres con horribles quemaduras. La quinta cae sobre el trono de la Bestia y hace que su reino quede en tinieblas. La sexta cae sobre el río Éufrates y lo seca. Entonces, de Oriente llegan tres reyes: de la boca del dragón, de la boca de la Bestia y del falso profeta (la segunda Bestia) salen tres espíritus impuros en forma de ranas, demonios que reúnen a todos los reyes de la tierra para la última gran batalla, que tendrá lugar en Harmagedón.

11. La séptima copa y la Prostituta de Babilonia. Cuando el ángel derrama la séptima copa, la gran ciudad se rompe en tres pedazos, las capitales de las naciones se derrumban. Del cielo caen granizos como adoquines. Un ángel conduce a Juan al desierto: allí ve a una mujer vestida de púrpura que monta una bestia escarlata. En la frente lleva escrito su nombre: la gran Babilonia, madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra. Está borracha, pues ha bebido la sangre de los mártires. Un ángel anuncia la ruina de la ciudad: ¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios. Los reyes que fornicaron con la prostituta, los comerciantes que se hicieron ricos con sus mercaderías, lloran por su caída. Los justos se alegran.

12. Derrota de la Bestia. Aparece en el cielo un caballo blanco. Su jinete es la Palabra de Dios, Rey de reyes y Señor de Señores, que va a regir las naciones con cetro de hierro. Lucha contra la Bestia y los reyes de la tierra, que se han reunido en el lugar llamado Armagedón. Captura a la Bestia y al falso profeta y los arroja en un lago de azufre. A los demás los mata con la espada que sale de su boca, y las aves del cielo se dan un festín con su carne.

13. Derrota del Dragón. Del cielo baja un ángel con la llave del abismo y una cadena. Agarra a Satán, el Dragón, y lo encadena para mil años, arrojándolo al abismo. Echa la llave y pone un sello encima. Los justos asesinados, que no habían aceptado la marca de la Bestia, resucitan y son reyes con el Mesías durante mil años. Pasados los mil años felices del reino del Mesías, sueltan a Satán, que de nuevo reúne a los reyes de la tierra y les engaña para que luchen contra Dios. Pero del cielo baja el fuego y los devora. Al dragón lo arrojan al lago de azufre con la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

14. Juicio Final: ahora resucitan todos los muertos, buenos y malos, y desfilan ante el trono de Dios. Se abren los libros que contienen los actos de los hombres, y son juzgados por ellos. En otro libro hay una lista de los vivos. A todo el que no está en esa lista lo arrojan a un lago de fuego, que supone una segunda muerte.

15. La Jerusalén Celeste. Aparecen entonces un cielo y una tierra nuevos, pues los anteriores habían desaparecido. Del cielo baja la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. En ella vivirán los justos en compañía de Dios. La Ciudad tiene doce puertas, cada una de ellas hecha de una sola perla. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estará el trono de Dios y del Cordero, y sus servidores le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Noche no habrá más, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios esparcirá luz sobre ellos y serán reyes por los siglos de los siglos.

El grupo de los sesenta Incredible String Band recrean el ambiente apocalíptico, con su final beatífico, en su canción Las lágrimas de Job:

Job's Tears
(Incredible String Band, Wee Tam & The Big Huge, 1968)

We're all still here,
no one has gone away
Waiting, acting much too well
and procrastinating.

The cross of the earth
(let me go through),
the four winds point them
body to body,
seas to anoint them,
the reed they brought him,
sponge and vinegar,
fiery serpents
spitting gold and cinnamon.
The moon was bleeding
and stars were shallow
and the sword that killed him
was a sword of willow.

Hello, I must be going, well I only came to say
I hear my mother calling and I must be on my way.

O I remember it all from before!

The winter and the midnight
could not hold him,
the fire could not burn him
nor earth enfold him.
Rise up, Lazarus,
sweet and salty.
Brother soldiers,
stop your gambling and talk to me.
The thieves were stealers
but reason condemned him
and the grave was empty
where they had laid him.

Why heroes die at sunrise?
Why the birds are arrows of the wise?
Why each perfumed flower?
Why each moment has its hour?

It's you,
it's all true.

Stranger than that, we're alive.
Stranger than that,
stranger than that.
Whatever you think,
it's more than that, more than that.
Happy man, the happy man
doing the best he can.

Keep on walking where the angels showed
(all will be one),
travelling where the saints have trod
over in the old golden land.
In the golden book of the golden game
the golden angel wrote my name.
When the deal goes down, I'll put my crown
over in the old golden land.

I won't need to kiss you when we're there
(all will be one).
I won't need to miss you when we're there
over in the old golden land

We'll understand it better in the sweet bye and bye,
you won't need to worry and you won't have to cry
over in the old golden land.

miércoles, 7 de junio de 2006

Don dina daina


Tiempo de exámenes, evaluaciones, incordios. Ser trasnochador y, a pesar de ello, caer profundamente dormido antes de las diez, sin tiempo de cenar ni cambiarse de ropa. A las tantas, despertarse con el paladar en llamas y entonar en defensa propia estos versos de Agustín / Amancio Prada:

Me ha despertado
de madrugada

la sed

del agua lejana.


La dejó irse,
ahora le falta.
No volverá.

Don dina daina,

las torres de París
repicaban,

hablaban.

martes, 6 de junio de 2006

Con la luz roja encendida sólo admite el rostro exacto



El cansancio es el fin. Todas las puertas se tornan lejanas. El mundo se ha vuelto tan viejo que ya no cabemos en él. Mañana será otro día (y el mismo) —pero vendremos del extranjero y la piel se nos hará fresca. La pócima existe. Mientras la luz abandona el lugar, juega a llamarla como prefieras.

lunes, 5 de junio de 2006

El jardín de los muertos


POEMA DEL CEMENTERIO
[metamorfo]

Fue la mejor noche de mi vida.
Aunque aún no había hallado una mujer,

tenía a mis amigos a mi lado.
Estábamos muy juntos;

brincamos por la tapia,
saltamos al cementerio.

Las sombras antiguas nos rodeaban por todas partes.
El húmedo rocío
resultaba más fresco que la niebla.

Dos hicieron el amor en un lugar antiguo,

uno fue a cazar un conejo a las tinieblas,

una chica se emborrachó y se tiró a los muertos
y yo le di sermones vacíos a mi cabeza.


Cementerio, frío y tranquilo,
odio tener que dejar tu terreno sagrado;

temo la lechosa llegada del día.

(Devocionario pop)



domingo, 4 de junio de 2006

Soy capitán de un barco inglés...


A SAILOR'S LIFE
[metamorfo]

La vida del marino alegre es por demás.
Despoja a las muchachas de su felicidad.
En llanto y negro duelo las va dejando atrás
y nunca saben cuándo irán a regresar.

Ahí tienes veinticuatro, en fila todos van.
El mi amor verdadero es el mejor galán:
es alto como debe, gentil y lo demás,
y si él no es para mí, ninguno lo será.

Mi padre, te lo ruego, hazme un bote en la mar,
que por las vastas ondas en él pueda viajar
y si encontramos barcos, los de Su Majestad,
por mi marino amado les he de preguntar.

No llevan mucho tiempo en el profundo mar
y un barco de la Reina vinieron a encontrar:
«Los marineros todos, decidme la verdad,
¿tal vez entre vosotros mi buen Guillermo va?».

«Oh no, gentil doncella, aquí no lo hallarás.
Que se haya ahogado mucho tememos en verdad.
Cuando aquella isla verde dejábamos atrás,
a tu marino amado ya no lo vimos más.»

Comienzan su cabello sus manos a mesar.
Como de niña joven es grande su pesar;
contra una dura roca su bote vino a dar.
«¿Vivir cómo podría? Guillermo ya no está».

(Devocionario pop)



sábado, 3 de junio de 2006

Formentera Lady


[metamorfo]

Casas enjalbegadas, como heladas,
custodian la pálida costa
rematada por cactos y pinos.
Vago aquí, donde crecen
la dulce savia, las extrañas yerbas,
por un camino arrugado
de piedras recocidas por el sol.

Ruedas polvorientas se oxidan al sol,
muros de marrón rapé
que cruzan lagartijas españolas.
Aquí estoy, a la sombra
de una higuera-dragón que me abanica,
rodeado de hormigas,
meditando sobre el hombre.

Sacaré mis viejas cuerdas cuando se ponga el sol,
no hay cima que alcanzar mientras el sol siga brillando.
Dama de Formentera, canta para mí tu son .
Dama de Formentera, dulce amante.

La luz de las lámparas brilla
en las guitarras viejas que rasguean los viajeros.
Niños de incienso danzan al son de un tambor indio.
Aquí cayó embrujado Ulises por la negra Circe,
aún persiste su aroma, aún su hechizo.

La mano gris del tiempo no me hallará en el ocaso,
seré libre de lazos, de cancelas,
si brillan las estrellas.
Dama de Formentera, haz tu danza para mí.
Dama de Formentera, negra amante.

viernes, 2 de junio de 2006

A Whiter Shade of Pale


(metamorfo)

Saltamos el fandango tan ligero,
hicimos volteretas por el suelo.
Yo me sentía un poco mareado,
pero la multitud pedía más.
La habitación zumbaba con más fuerza
mientras el techo huía por el cielo.
Pedimos otra ronda
y el camarero trajo una bandeja.

Y así fue que más tarde,
oyendo el cuento aquél del molinero,
la cara de ella,
vagamente espectral en un principio,
cobró una palidez aún más blanca.

No hay ninguna razón, dijo ella entonces,
la verdad se distingue fácilmente
—mas yo perdí la vista entre mis cartas
y no iba a permitir que ella estuviera
entre las dieciséis castas vestales
que habrían de partir hacia la costa;
y aunque iba con los ojos bien abiertos,
me hubiera dado igual caminar ciego.

Me dijo: Estoy en casa
de vacaciones, lejos de la mar,
aunque en verdad surcábamos las olas,
así que la cogí por el espejo
y la obligué a aceptarlo
diciendo Debes ser esa sirena
que se llevó a Neptuno de paseo
—pero me sonrió tan tristemente
que mi rabia murió en ese momento.

Si la música es cebo del amor,
la risa habrá de ser su soberana
y pues delante va lo que hay detrás,
la suciedad resulta inmaculada.
Mi boca, por entonces de cartón,
cruzaba, resbalando, mi cabeza;
así que de repente nos hundimos
buceando con límpida avidez
hasta alcanzar el lecho submarino.

jueves, 1 de junio de 2006

Una escalera al cielo


Una dama está segura
de que es oro cuanto brilla
y anda comprando una escala
para subir hasta el cielo.

Cuando llega hasta allí, sabe
que, aunque cerradas las tiendas,
puede con una palabra
lograr por lo que viniera.

Y está comprando una escala
para subir hasta el cielo...

Hay un signo sobre el muro,
pero quiere asegurarse
porque a veces las palabras
tienen (sabes) dos sentidos.

En un árbol junto al río
hay un pájaro que canta:
«a veces lo que pensamos
está lleno de temor».

Un sentimiento me invade
cuando miro hacia el oeste
y mi espíritu suspira
por partir.

Por los árboles en sueños
vi girar anillos de humo
y oí las voces de aquellos
que observan, puestos en pie.

Si hay bullicio en tus arbustos
no te alarmes: es tan sólo
un baño de primavera
para la Reina de Mayo.

Dos senderos hay que puedas
tú tomar... mas a la larga,
y aún hay tiempo de que cambies
el camino que ahora sigues.

Tu cabeza zumba y no
se irá: por si no lo sabes,
es el flautista: te llama
para que te unas a él.

Y mientras descendemos el camino,
más largas nuestras sombras
que nuestras almas,
una dama que todos conocemos
camina envuelta en luz

y desea mostrarnos cómo todo
aún se vuelve oro.
Si escuchas con la máxima atención,
te llegará por fin la melodía:
cuando uno es todo y todo es también uno
ser una roca y no rodar (...y está
comprándose una escala para el cielo).