martes, 13 de junio de 2006

Días extraños



Hoy, por ejemplo, me expongo a una tertulia televisiva. El tufo a falsedad es acojonante. Preterición masiva. Cada vez que alguien dice no pongo en duda o no quiero insinuar, todo el mundo sabe que miente —pero nadie muestra sorpresa y mucho menos indignación. El público del plató aplaude una cosa y la contraria: avispas aristofánicas, verdaderos gourmets de la sofística. Los ponentes (políticos con carné de periodistas, o algo así) actúan en consecuencia: se trata, ni más ni menos, de mantener las consignas en el mercado. De vez en cuando, se puede arrojar alguna nueva, a ver qué opina el público experto. De los que tienen voz, el menos malo se declara, con cierto orgullo, equidistante y pide consenso entre Tigres y Leones. Está ahí porque es una pieza más o menos privilegiada de los medios de formación de masas —pero no se ruboriza cuando declara que habla como ciudadano de a pie.

El tema es la negociación con un poder fáctico antidemocrático. ETA, en este caso. Nadie quiere reconocer que se dialoga con ellos, sencillamente, porque son poderosos: paraestatales, como en el 78 el ejército franquista. Patxi López quiere convencernos de que se trata de evangelizar a las ovejas descarriadas, abrirles los ojos a la verdad democrática. Los de la derecha replican que es inaceptable dialogar con criminales (en un momento, están a punto de descubrir por vía inversa que la ilegalización del brazo político etarra fue una metedura de pata y constituye ahora un estorbo —pero por supuesto se detienen a tiempo).

Todo el teatrillo es tan vil que hay que conjurar imágenes de dictaduras pasadas y presentes para, por contraste, hallarlo estimable. Justo para eso están esas imágenes, claro. Si no te vas a la cama convencido de que tu bando es el mejor, tendrás al menos la sensación confortable de que vives en el mundo libre. Entre tanta plurodiversidad, puedes estar seguro de que nadie va a repetir la blasfemia de Mairena: ¿De qué nos serviría la libre emisión de un pensamiento esclavo? Pues eso, bonita. Para comerte mejor...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también caí en la trampa de ver ese programa con preterición y alevosía. Y el crimen que se contemplaba en la pantalla nos hacía complices, puesto que el espectáculo siempre lo completa el espectador cuando lo asimila.
(Ojo, el crimen perfecto de Baudrillard)

Anónimo dijo...

Excelente comentario el de hoy sobre el desencanto que provoca la pluralidad de opinión cuando todas las opiniones se revelan como falsarias.
Está claro que, con tales planteamientos (como el bien señalado de la preterición o desverguenza del cinismo), nuestros problemas públicos no tienen solución; ni nuestros políticos, voluntad de solucionarlos.
Yo no vi ese programa. Admiro la resistencia de los que hayan podido hacerlo.
Saludos.

Grifo

Al59 dijo...

Blogger está hoy también triscaidecafóbico. En fin. Paciencia...

Al59 dijo...

Ah, Baudrillard. Me alegra usted el día. Aunque se ha hecho costumbre denigrarlo (y reducirlo a caricatura), yo disfruté un montón con sus estrategias fatales. Un souvenir:

Todos somos unos jugadores. Es decir, lo que esperamos con mayor intensidad es que se deshagan de vez en cuando los encadenamientos racionales, que van paso a paso, y que se instale, aunque sólo sea por un breve tiempo, un desarrollo increíble de otro tipo, un incremento maravilloso de los acontecimientos, una sucesión extraordinaria, como predestinada, de los menores detalles, en la que se tiene impresión de que las cosas, hasta ahora mantenidas artificialmente a distancia por un contrato de sucesión y de causalidad, de repente, no están entregadas al azar, sino espontáneamente convergentes y concurriendo a la misma intensidad por su propio encadenamiento.