jueves, 13 de abril de 2006

El país de los tuertos



La derecha: resaca con pretensiones de lucidez. Frente al desafío (en el fondo el mundo está bien, pero nosotros no acabamos de montárnoslo acordemente), la complacencia en la ruindad (en el fondo, todo es una mierda y lo que hemos sabido montar, cutre o no, es lo que hay y hay que apencar). No la toques más, que así es la fosa.

La desilusión, el desencanto de este o aquel espejismo, hace olvidar que la vocación de iluso es persistente. El que iba de enterado de la Revolución orgasma ahora desalmando ingenuos: sigue siendo el mismo listillo. Dinero, saber estar, buenos vinos: cualquier cosa sirve para seguir montando el tenderete. Sedicentes escépticos, exhalan convicción: creen de buena fe que lo han visto todo. Ojo el día que sospechen que algo (el tiempo, la oportunidad, una puerta fugazmente abierta) pasa y les pasa —desapercibido. Todo lo que me importa y no sé traducir cabe de sobra en esa sospecha.

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