martes, 3 de octubre de 2006

Cuando yo era el niñodiós (JRJ)


A mí el Juan Ramón Jiménez que más me gusta es el primero. No voy a decir que detesto sus experimentalismos y ataques místicos posteriores porque de hecho me gustan —pero si toca elegir, me quedo a cualquier hora con estos versos niños:

Cuando yo era el niñodiós, era Moguer, este pueblo,
una blanca maravilla; la luz con el tiempo dentro.
Cada casa era palacio y catedral cada templo;
estaba todo en su sitio, lo de la tierra y el cielo;
y por esas viñas verdes saltaba yo con mi perro,
alegres como las nubes, como los vientos, lijeros,
creyendo que el horizonte era la raya del término.

Recuerdo luego que un día en que volví yo a mi pueblo
después del primer faltar, me pareció un cementerio.
Las casas no eran palacios ni catedrales los templos,
y en todas partes reinaban la soledad y el silencio.
Yo me sentía muy chico, hormiguito de desierto,
con Concha la Mandadera, toda de negro con negro,
que, bajo el tórrido sol y por la calle de Enmedio,
iba tirando doblada del niñodiós y su perro:
el niño todo metido en hondo ensimismamiento,
el perro considerándolo con aprobación y esmero.

¡Qué tiempo el tiempo! ¿Se fue con el niñodiós huyendo?
¡Y quién pudiera ser siempre lo que fue con lo primero!
¡Quién pudiera no caer, no, no, no caer de viejo;
ser de nuevo el alba pura, vivir con el tiempo entero,
morir siendo el niñodiós en mi Moguer, este pueblo!

8 comentarios:

j. dijo...

A mi también me gusta Juan Ramón el joven. Es tan claro que me resulta imposible siquiera la sospecha de impostura, de mentira. Luego ya me harta, con su egocentrismo -ahí, ya ve, sin embargo, todo me parece falso, una construcción-. Creo que hay que leerle en ediciones lo menos anotadas y numeradas posible. Ese afán historicista de fecharlo y organizarlo todo, llenar sus libros de números -y notas al pie en las reconstrucciones de sus proyectos de vejez, pero eso ya no es culpa suya-, arruina la lectura necesariamente en silencio de sus poemas.

Un saludo.

Anónimo dijo...

No entré ayer. Entro hoy. Saludos, amigos de Juan Ramón y amigos míos. JRJ no tuvo la culpa de ser como fue. Fue responsable de sus actos, como cualquiera. Pero no de sentir como sentía. Lo cierto es que él sentía; y que enfermaba por ello. Hay que situarlo en su contexto. Su obra pesa sobre la memoria española a veces un tanto negativamente como pesa la obra de todos aquellos que tienen más reconocimiento fuera que dentro de esta España. El JRJ 'negativo' es un mito, un ídolo de barro, de nuestra mala conviviencia. Es cierto que fue insoportable en ocasiones; pero nunca hipócrita.
El poema hoy reseñado tiene un recuerdo de aquél, tan célebre: 'Y yo me iré / y se quedarán los pájaros cantando...'
Es el Juan Ramón tardío, que vuelve a la sencillez de partida, con la profundidad (y los neologismos y torceduras de palabros) que ha ido adquiriendo en el camino. *Cuando todos los siglos vuelven / anocheciendo a su belleza...*
Saludos.

Grifo

Juan Poz dijo...

Este poema podría ser el pórtico para "Platero y yo", con ese apunte psicológico desgarrado, la nostaljia infinita y el tiempo entrañado.

El Sablista Escapista dijo...

Alej, le he dedicado mi post en el Zulo. Algo muy particular hecho con sincero afecto.

Al59 dijo...

Grifo:

La reelaboración que Juan Ramón hizo de su obra temprana vuelve liosa la fecha de este poema. En la antología de la que he sacado (una Antología General editada dentro de la colección Los Premios Nobel) el texto aparece atribuido a Leyenda, «Nubes sobre Moguer», 1896-1902. Leyenda es una publicación póstuma de 1978, pero se supone que responde al último repaso que JRJ hizo de su obra. Ahora bien, yo entiendo la referencia como que se trata de uno de sus primeros poemas, compuesto en algún momento dentro de ese lapso (en 1896 tenía 15 años). Podría ser que las fechas indicaran otra cosa: que Juan Ramón reunió en esa sección poemas relativos a su adolescencia y primera juventud. Pero éste no es un poema sobre su adolescencia, sino sobre su niñez... (aunque no sé: la segunda mirada sí puede ser la de un Juan Ramón que ya se siente o cree adulto). Total que no me decido. ¿Alguien con más conocimiento del tema puede zanjar la cuestión: si es un poema temprano o un poema tardío sobre sus años tempranos?

Al59 dijo...

Creo que apunta a la primera opción el índice de Leyenda que aparece aquí (Google: "nubes sobre moguer" +jiménez), donde los años indican claramente proyectos llevados a cabo durante ciertos años:

LEYENDA ("Poesía")

Nubes sobre Moguer (1896-1902)

Violeta del naranjal y ninfea del pantano (1896-1902)

Rima de sombra (1896-1902)

Roces de otras voces (1896-1902)

Aire triste (1901-1903)

Jardines lejanos (1901-1904)

Pastorales con Dios (1901-1905)

Olvidanzas del moguereño (1901-1907)

Baladas del Monsuorio (1907)

Elejías solas (1907-1908)

La soledad sonora (1908)

De lo májico y lo ardiente (1909)

Arte menor (1909)

Esto (1908-1911)

Nido agreste (1910-1911)

Laberinto del sentido (1910-1912)

Tiempo de melancolía (1910-1911)

Poemas impersonales (1911-1912)

Historias del Monsurio (1909-1912)

Libro de amores (1911-1912)

Domingos del forastero (1910-1913)

La sien pensativa (1911-1912)

La pura realidad (1912)

El silencio de oro (1908-1913)

Idilios plásticos y románticos (1912-1913)

Estela al amor (1913-1916)

Devoción y consecuencia (1910-1914)

Sonetos interiores (1914-1915)

Verano verde y oro (1915)

Diario de poeta y mar (1916)

Arenal de eternidades (1916-1917)

Ellos de mi propia sangre (1918-1923)

Forma del huir (1917-1924)

Piedra y cielo (1917-1918)

La realidad invisible (1917-1924)

Las tres presencias desnudas (1917-1924)

Pasada de las almas (1917-1924)

Hacia otra desnudez (1917-1936)

Hijo de la alegría (1918-1923)

La estación total (1923-1936)

En el otro costado (1936-1942)

Una colina meridiana (1942-1950)

Dios deseado y deseante (1949)

De ríos que se van (1951-1954)

Joselu dijo...

A mí me viene otro tipo de reflexión al leer el poema que propones. ¡Qué rica y fértil la infancia de un niño sensible en el Moguer del siglo XIX! ¡Qué anodina la infancia de un niño en el hiperprotegido siglo XXI en donde los niños privilegiados tienen todo tipo de facilidades y la única aventura es ir al hipermercado. El ansia de infinito que llena la poesía de Juan Ramón pervive desde estos poemas primeros hasta el extraordinario poema Espacio. Late el alma de un niño en ambos momentos de su vida. No creo que haya un Juan Ramón cargante y otro sencillo. Son diferentes tempos y su etapa mística está contenida ya en sus primeros poemas. ES la misma mirada aunque las palabras sean distintas.

j. dijo...

Joselu, tal vez te parezca una sobrada por mi parte, pero creo que la diferencia entre el niño de finales del XIX y el del supermercado está en las herramientas de que dispone para expresar lo que siente. Juan Ramón a los 16 tiene una formación, conoce un vocabulario y está familiarizado con unos conceptos, que hoy día ni tiene ni se le exige a ningún chaval. Mismo caso que Rimbaud. La creatividad la pone él, la mirada, la sensibilidad, pero tiene con qué expresarse. Uno puede pensar -y yo lo pienso- que en un supermercado hay desolación y maravilla, el problema está en cómo se transmite, como se convierte en inteligible, si las herramientas son pobres e insuficientes.

Un saludo.

(P.D: que se me pasó: la caligrafía de JRJ es preciosa, tanto de joven como de anciano. Puro dibujo.)