Variaciones
Un arcoíris entra por la ventana de mi habitación.
El gato se incorpora y se pone a jugar con una flor caída.
Los libros se abren y rompen a hablar solos.
La radio da noticias maravillosas.
Me sitúo debajo, donde el cielo
agita sus banderas transparentes.
Y comienzo a trepar por los colores.
Encuentro algunas aves en el camino, empapadas, como yo,
por regueros azules, amarillos, verdes, violetas... Nos hacemos señales.
Recorro los vacíos de lo alto. Pero me aburro, al fin,
de tanta buena música, de tanta esfera, de los grandes conciertos
y de la castidad que se refleja en sus intérpretes.
Desciendo. Vuelvo a mi habitación.
Ahora, en el cielo, una nube negra derrama una cortina de lluvia oscura.
Poco después, el sol se asoma y se pone a jugar con las esquinas.
Un arcoíris entra por la ventana de mi vecino.
Antonio Hernández Marín
13-09-06
2 comentarios:
Toda exaltación tiene un después. Baudelaire describió en su Albatros la experiencia del poeta como un vuelo gozoso por el infinito, seguido por la vergüenza de tocar tierra y descubrirse vulnerable y torpe. El después vuelve inútil el antes, promesa falsa de liberación; pero al poeta le queda fantasear con una elevación sin retorno: que el albatros no vuelva a posarse. El poema de Antonio es mucho más nihilista: es la elevación misma la que, pasado un rato, aburre y hace desear el retorno a ras de tierra. Así que el arcoíris tiene que buscar otro ingenuo al que echarle el anzuelo. Una mera excursión lo extraordinario....
A mi, sin saber bien cómo decirlo, con qué palabras, este poema me ha gustado mucho...
Un saludo.
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