domingo, 30 de octubre de 2011

James Hillman boga por el Aqueronte


Se nos ha muerto, esta semana, James Hillman, un autor que poco a poco se va publicando en España, gracias a editoriales como Siruela y Sexto Piso, pero del que aún queda mucho por desplegar. Hillman fue a Jung lo que Jung a Freud: el más atento y heterodoxo de los discípulos. Su discrepancia fundamental consistió en deducir, del politeísmo que el propio Jung había abrazado, una psicología igualmente rica en puntos de vista, en la que el Yo es un arquetipo poderoso (el del héroe), pero no el único ni el principal. Así, los sueños no están a su servicio: no nos dicen qué hacer cuando despertemos, sino dónde estamos, en qué casilla del sueño. Hillman también es único en su lectura del psicoanálisis, que en cierto modo deshace la tarea de Freud (pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza / no se puedan bailar, advirtió el poeta): si el Vienés psicologizó los mitos, comenzando por el de Edipo, Hillman argumenta de forma convincente que solo pudo hacerlo mitificando la psicología. Así, él mismo acabó siendo el protagonista de una historia edípica, con sus hijos espirituales (Adler, Jung) hundiendo en él lo mismo raíces que puñales.

Hillman planteó también lo que casi nadie se atreve a decir: llevamos un siglo de terapia y el mundo no parece haber mejorado nada. Más bien todo lo contrario. La causa, aventura, es el enfoque subjetivo, egoico, del análisis: si alguien llega a la consulta del psicólogo desalentado, confuso o colérico, la persona que lo trata tiende a plantear toda esa riqueza sentimental como una pertenencia (y un problema) de quien la demuestra, cuando en realidad se está manifestando en ella la vida de toda la comunidad, y de eso que solemos llamar entorno o naturaleza. Para superar ese enfoque que culpa al conductor estresado de su estrés sin tener en cuenta el atasco ni la vegetación sofocada por el asfalto, Hillman propuso una recuperación del análisis marxista (no se puede curar de nada al obrero sin modificar el sistema de producción) y de la noción del Anima mundi: si el mundo no mejora es porque él mismo está enfermo, esperando que alguien cure sus múltiples llagas.

Pródigo en pensamientos (que no frases) memorables, Hillman nos dijo entre otras cosas que el libro que se guarda en el cajón de todas las habitaciones de hotel de EE.UU. está equivocado: es una Biblia; debería ser la Odisea.

4 comentarios:

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Perdóname la pedanteria, ¿pero no haría mejor cruzando el Éstige? Teófilo Folengo en su "Baldus" describía un infierno en cuyo seno había una gigantesca calabaza donde diablos sacamuelas desdentaban a poetas y filólogos; creo que estoy haciendo méritos para ir a él.
Un cordial saludo.

Al59 dijo...

Qué va, José Miguel, bienvenida y muy agradecida la corrección. Al menos podría haber dicho 'la Estigia'. Y es que las prisas no son buenas para nadie. (Por si acaso, no se la den en cruzar la calle; ni la laguna).

Joselu dijo...

Mi base psicoanalítica es muy endeble, así que no puedo valorar adecuadamente las aportaciones de Hillman respecto a Jung, un tipo éste que tiende a caerme bien. Me gusta mucho la idea de que el yo es el arquetipo del héroe. Así he sentido yo mi vida, pero ignoro si los demás sienten del mismo modo.

En cuanto a que la razón de la enfermedad del ser es la expresión de la enfermedad colectiva, no hay mayor evidencia que ésta. Dicen que los ríos están inundados de los residuos que dejan los antidepresivos y ansiolíticos que tomamos. Para resistir la vida depredadora que llevamos, sin duda hay muchos resortes que saltan evidenciando la enfermedad. Pero lo que el psicoanálisis parecía llevar a cabo era la adaptación del individuo a la sociedad para evitar que sufriera. O mejor dicho, a la realidad, sea esto lo que sea o se considere. Si hemos de esperar a que la sociedad sane para curar al individuo, me temo que no llevamos el camino adecuado. Lo escribo frente al mar, viendo el atardecer (que tan raramente logro contemplar), y ya la luna se muestra como raja de melón en el firmamento. Saludos.

Al59 dijo...

Comprendo la renuencia a aceptar el giro que propone Hillman, Joselu, pero creo que tiene bastante razón. Él lo explica mejor:

Every time we try to deal with our outrage over the freeway, our misery over the office and the lighting and the crappy furniture, the crime on the streets, whatever — every time we try to deal with that by going to therapy with our rage and fear, we're depriving the political world of something. And therapy, in its crazy way, by emphasizing the inner soul and ignoring the outer soul, supports the decline of the actual world. Yet therapy goes on blindly believing that it's curing the outer world by making people better. We've had that for years and years and years. 'If everybody went into therapy we'd have better buildings, we'd have better people, we'd have more consciousness.' It's not the case.

— We've Had a Hundred Years of Psychotherapy and the World's Getting Worse