miércoles, 21 de abril de 2010

Afuerismos


Aforismos. Vengo de leer lo que escribí sobre ellos celebrando el Lucidario de Luis Valdesueiro. Tiene un pase (mi escrito, no el libro, que es magnífico). Ahora, llevado por el husmo del prólogo, que firma García Calvo, me he hecho con otro libro del mismo género, aunque bien distinto: Puentes en el desierto. Afuerismos, de Ángel de Frutos Salvador (Valladolid: Junta de Castilla y León, 2007).

Frutos, estudioso de Lacan, es mucho más espumoso que Valdesueiro. En gran medida, basa sus hallazgos en la paronomasia, esa coincidencia, plena o parcial, que la lengua produce entre significantes que no están relacionados etimológicamente. Para entendernos, aquello de Parra: de jóvenes, de tumbo en tumbo; ahora, de tumba en tumba.

Paronomasia y psiconálisis dan para bastante. García Calvo, en un prólogo de compromiso, más bien reticente, escribe:

Los hay que no creemos en ninguna conexión, ni consciente, ni subconsciente (no digamos "inconsciente") entre la morfofonémica de las palabras y su significado; que más bien disfrutamos con la arbitrariedad de la conexión, casi que como con una gratuidad; y que, cuando un chiste consiste en el juego de palabras, no nos reímos mucho.


Uno tiende a darle la razón al maestro cascarrabias; aunque no la tiene toda. Se puede empezar por lo más evidente (la huella de la onomatopeya en algunas palabras, como maullar), pero enseguida hay que ir más allá: una palabra es una combinación de fonemas. Quien la pronuncia es consciente en primer lugar del significado convencional de ese grupo de fonemas; pero, si se le da pie, es probable que sienta también el significado latente que se encierra tanto en aquellos componentes que lo tienen de hecho (lexemas, prefijos, sufijos) como en aquellos que lo obtienen de la analogía. Así la etimología popular convirtió vagabundo en vagamundos. Un punto más allá, no es un capricho constatar que ama el mal tiene una homogeneidad redundante, tóxica, de la que carece ama el bien, y cualquiera siente que la ponzoña encierra una amenaza angulosa que no tiene el simple veneno (una palabra cuyas querencias, opuestas a su significado convencional, salen a la luz cuando hablamos de veneno del bueno). Nuestro querido Antonio englobaba estos fenómenos dentro de la sinestesia, y creo que no es difícil probar que en cualquier texto literario la elección entre sinónimos viene dada, además de por el ritmo, por las llamadas connotaciones, de las que este contrasignificado o significado adicional es parte importante.

Yendo al texto de Frutos, creo que el decálogo puede servirnos también esta vez para dar una muestra conveniente. Aquí van diez afuerismos, de entre las primeras páginas. El resto, coséchelo el lector cuando guste.

1. Fe en erratas.
2. La voz que calma en el desierto.
3. Sus gracias reparte entre desgraciados y desagradecidos.
4. Función de la forma: poner un término al abismo.
5. De niños, a la escuela. De ancianos, a la esquela.
6. Lo que falta. Lo fatal.
7. Se salió finalmente con la suya. Era otra.
8. Ira de la razón. Ironía del corazón.
9. Arte: ficcionar la herida.
10. El premio, niña, tiene un precio.


5 comentarios:

Luis Valdesueiro dijo...

Aunque en su momento te hice llegar mi gratitud, por caminos que terminaron siendo intrincados (yo entonces no era bloguero, ni usuario de internet), te la reitero ahora desde aquí.

Al59 dijo...

Entonces y ahora, un placer, Luis. Y, ya que estás por aquí, te comprometo (un poco): como aforista, ¿qué impresion te dan los afuerismos de Frutos?

Luis Valdesueiro dijo...

Los juegos de palabras me gustan, pero con medida. El problema puede ser la cantidad -a más cantidad más cansancio-. No es lo mismo jugar con el título de un libro como hizo Arreola (Los cantos de mal dolor), que escribir una ristra de aforismos aplicando mecánicamente una fórmula. En cualquier caso, diez no dan para cansarse, y son agradables de leer, a pesar de las excesivas metátesis.
Saludos.

Aa dijo...

Calmando en el desierto: prefiero las frases al vuelo y los hallazgos o las frases sacadas de su contexto que los aforismos que son buscados. Es como el pájaro del cuento, que apresado no canta o parece un guante seco o un bicho disecado. Por lo demás, para mi gusto, donde se ponga un mal epitafio que se quiten las greguerías, los enigmas, los eslogans y las quedadas en general por resonantes u ocurrentes que sean.
Saludos.

Al59 dijo...

Las ocurrencias de Frutos tienen un trasfondo freudiano, una caja de resonancia, en el que sería justo detenerse. 'Fe en erratas' lo resume bien: el lapsus de la lengua o el teclado es una caída de una cierta verdad e intención a otras más hondas. El lenguaje dice más de lo que queremos decir, no sólo ni principalmente a través de la ambigüedad literaria, voluntaria. Frutos utiliza las paronomasias como atajo hacia esos lapsus reveladores: 'el fin justifica los miedos', por poner otro ejemplo. Cuando acierta, el método se justifica. Pero un libro da tiempo a todo...