Los del Libro del agua, de Rafael Herrera, una de esas maravillas incomprensiblemente inéditas. Pongamos 1994.
Tengo en mis manos la sed y la muerte y el tiempo no existe
para mi nombre azul. Mi lugar es siempre distinto.
Guardo en mi seno la noche que engendra todas las noches
y la razón de la leche y el vino y la sangre caliente.
Puedes venir a mirarme. Tendrás la exacta medida
de lo que nunca serás. Tu reflejo se hace pedazos
con una herida cualquiera que yo me curo enseguida.
Puedo tomar una forma cualquiera y no tengo ninguna:
eso es ser infinito. No puedes cerrarme los ojos.
Vengo a dormir en tus sueños. Detrás de tus párpados vivo
y hago mi nido en cualquier rincón donde puedas oírme.
Es mi silencio más triste que el más desolado piano
porque si callo enseguida se escucha el rumor de la muerte.
Y sin embargo en mi voz se oyen las risas redondas
y las llamadas más seductoras que nunca escuchaste.
Algunas veces resbalo y me pongo de pie sobre el mundo
pero es tan sólo un disfraz de la larga carrera de siglos.
Sé que algún día vendrás a dormir otra vez en mis brazos
sobre mi pecho ondulante que fue tu refugio primero
y antes tu nimia semilla. De mí procedes. No olvides
que eres un hijo del agua porque eres hijo del mundo,
de este paisaje pequeño que sólo yo tengo en alto
para que puedan mirarme y hacerme masa del canto,
son de la música, luz del color que llaman marina
y triste dios del jardín donde anidan todos los versos.
Puedes besarme, jamás prenderás el sabor de mis labios.
Con tus caricias no sientes jamás el temblor de mi piel.
Nunca tus golpes me hieren, y tus palabras apenas
son una onda menuda que sabe borrarse enseguida.
Soy una amante imposible y mi amor te duele por eso:
sólo te estás masturbando si nadas desnudo en mi cuerpo;
cuando te seques de mí más triste será tu vergüenza.
Y sin embargo mi amor te sostiene por siempre. Recuerda
que sólo vives por mí. Aquí, por siempre, te espero.
para mi nombre azul. Mi lugar es siempre distinto.
Guardo en mi seno la noche que engendra todas las noches
y la razón de la leche y el vino y la sangre caliente.
Puedes venir a mirarme. Tendrás la exacta medida
de lo que nunca serás. Tu reflejo se hace pedazos
con una herida cualquiera que yo me curo enseguida.
Puedo tomar una forma cualquiera y no tengo ninguna:
eso es ser infinito. No puedes cerrarme los ojos.
Vengo a dormir en tus sueños. Detrás de tus párpados vivo
y hago mi nido en cualquier rincón donde puedas oírme.
Es mi silencio más triste que el más desolado piano
porque si callo enseguida se escucha el rumor de la muerte.
Y sin embargo en mi voz se oyen las risas redondas
y las llamadas más seductoras que nunca escuchaste.
Algunas veces resbalo y me pongo de pie sobre el mundo
pero es tan sólo un disfraz de la larga carrera de siglos.
Sé que algún día vendrás a dormir otra vez en mis brazos
sobre mi pecho ondulante que fue tu refugio primero
y antes tu nimia semilla. De mí procedes. No olvides
que eres un hijo del agua porque eres hijo del mundo,
de este paisaje pequeño que sólo yo tengo en alto
para que puedan mirarme y hacerme masa del canto,
son de la música, luz del color que llaman marina
y triste dios del jardín donde anidan todos los versos.
Puedes besarme, jamás prenderás el sabor de mis labios.
Con tus caricias no sientes jamás el temblor de mi piel.
Nunca tus golpes me hieren, y tus palabras apenas
son una onda menuda que sabe borrarse enseguida.
Soy una amante imposible y mi amor te duele por eso:
sólo te estás masturbando si nadas desnudo en mi cuerpo;
cuando te seques de mí más triste será tu vergüenza.
Y sin embargo mi amor te sostiene por siempre. Recuerda
que sólo vives por mí. Aquí, por siempre, te espero.
2 comentarios:
Ganas me dan, sobre todo ahora que paso largas horas en la última novela de Hidalgo Bayal, de ponerme a señalar largas y breves, separar dáctilos y espondeos y, en fin, llevarle la contraria al mismísimo Heráclito bañándome de nuevo en el río de la adolescencia... O tempora, o mores! Esta forma de escribir tiene en su contra la falta de oído (y más sentidos) de los escrutadores de poemas, sean editores o solo ilusos mercaderes; aunque deberían imponerse, independientemente de la forma, por su intensidad...
Don Alejandro,
muy buen post. A veces me dejo pasar por aquí. Pero lo mejor son los tesoros que nos deja ahí del buen AGC, para que nosotros los traperos de las redes, recojamos las cosillas que entre tanta basura encontramos.
¡No sabía que el buen Calvo había pasado por el estrado de Jesús Quintero! Que bueno... aunque hay algunos links rotos, me ha dado por buscar y la he encontrado...
La otra vez pillé en Youtube, al Príncipe Galín también con el Loco. Unas risas echamos al aire.
En fin,
gusto el leerle:
Salud!
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