sábado, 31 de mayo de 2008

De Ubik a Tintín


Tengo mucho que escribir (mucho embrollo, en general), pero sólo me apetece leer. Ni siquiera de la pantalla: paso la parte más dulce (al menos, más libre) del día ensimismado (¿enmimismado?) en un menú caótico de libros y tebeos.

De un lado, los tebeos de Tintín, que nunca me habían llamado especialmente la atención, pero ahora, leídos casi a ritmo de volumen diario, me maravillan con su humor y sentido del ritmo. En los primeros de la serie, cuando el joven no tiene aún más compañía que su perrito Milú, la trama parece gobernada por el azar objetivo bretoniano: Tintín sale a pasear y su atención, siempre pronta a fijarse en cualquier anomalía, acaba sacándole del país. El pretexto de la trama es risible (la lucha contra el narcotráfico —qué ingratitud). Lo importante es que combatiendo a los suministradores del opio Tintín acaba haciéndose amigo de Haddock, ese borracho (drogadicto) entrañable e irredento; de Tornasol, cuyo cuelgue perpetuo no precisa atajos químicos, y de Fernández y Hernández, verdaderos Cástor y Pólux de la incompetencia policial, que se pasan la mitad de los tebeos persiguiendo a Tintín, con la decidida voluntad de no atraparlo.

El otro plato es la estupenda biografía de Philip K. Dick que ha publicado Emmanuel Carrère, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos. Philip K. Dick 1928-1982 (Barcelona: Minotauro, 2007). Hay algo muy dickiano en esas fechas palíndromas, que se extiende a todo el libro, cómplice implacable y travieso de las locuras del autor. En la vida de Dick no falta de nada: incluso ese momento Elvis, tan norteamericano, en que el autor pacta con su enemigo secular (el FBI) y se ofrece como confidente contra la subversión que él mismo ha propulsado. Su inteligencia, propulsada a tiempo casi completo por un cóctel de fármacos legales e ilegales, es incapaz de reposar: mientras se deja adoptar por una larga serie de mujeres que lo cuidan, desatienden y agobian, Dick es en rápida alternativa muerto de hambre y autor de éxito, gnóstico y descreído. Todas las psicopatías confluyen en él, le arruinan la vida y lo fecundan: su paranoia le permite continuar donde Kafka y Orwell se detuvieron, creando (o desvelando) un mundo donde el control secreto de las cosas se confunde con el caos que las desteje; su esquizofrenia le permite entablar, en su obra póstuma, Exégesis, una partida de ajedrez interminable (y apasionante) entre la certeza y la duda. Sometido a terapia desde pequeño, se convierte en un experto en manipular psiquiatras y médicos en general.

Es imposible, en fin, aceptar sus tesis (él mismo las propone para demolerlas de inmediato), y sin embargo casi toda la ficción de interés moderna remite de forma inevitable a ellas. Como Lovecraft, escribe de forma irregular e imperfecta, pero sus aciertos trascienden la obra en sí: crea o canaliza una corriente que no se deja ignorar.

La biografía de Carrère parece una novela del propio Dick, mejor escrita e igualmente amena. El poso es más bien agrio, pero dudo que haya biografía veraz que no narre un fracaso (hasta la consagración, cuando la hay, llega tarde y suele provocar efectos secundarios). En el libro no hay (y se agradece) moralejas sobre nada: no sabemos con qué Dick quedarnos, las tensiones no se resuelven y hasta hay, para escépticos recalcitrantes, ese molesto milagro en que Dick, siguiendo su lógica delirante, se obstina en llevar al hospital a su hijo, convencido de que tiene una malformación congénita que los médicos han pasado por alto —y resulta que, inexplicablemente, tiene razón y le salva la vida.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Tintín leido cronológicamente es una gozada, como va cambiando de tebeo para niños a adolescentes -que es su cumbre- y finalmente a adultos que quieren recuperar el sentido infantil de la maravilla -donde la serie ya flojea en ocasiones-, y como se va conviertiendo en una obra coral con la incorporación de más y más secundarios que se hacen inmediatamente familiares.

A mi me gusta mucho La estrella misteriosa, que es casi como un ensueño, una embriaguez ligera, con esa atmósfera irreal -y más precisamente en una serie como ésta-. También El templo del Sol, un album de aventuras perfecto, pero es que toda esa etapa central es sobresaliente.

Aunque, como a mucha gente supongo, siempre me repelió que fuese todo tan perfecto y limpio en el fondo -pocas cosas dan tantas ganas de parodiar como Tintín y su casto mundo- como me admira esa misma perfección en la forma -terminará en los museos, al menos las portadas, como terminaron los carteles de Mucha o Tolouse-Lautrec-. Pero, claro, son inseparables y responden a una misma concepción, la de su creador, de las cosas 'como deben ser'.

Un saludo!

Tsevanrabtan dijo...

Me lo ha contado un amigo, que está leyendo un libro sobre Leon Degrelle. Degrelle afirmaba ser la inspiración de Tintin, y presenta como prueba su tupecillo. Incluso afirma que el Milú está basado en el perro que aparece en una fotografía de Hitler de cuando era sargento en la Gran Guerra.

El libro del nazi Degrelle se llama Tintin, mon copain!

http://bp3.blogger.com/_bB3ujesAoUs/R1KdY9V02RI/AAAAAAAAAHM/tcTWodT7UPY/s1600-R/degrelle.jpg

Y el libro sobre Degrelle es de Jonathan Littell (Le sec et l'humide)

Tsevanrabtan dijo...

http://img142.imageshack.us/img142/8802/adolfhitlerimerstenweltkrieg16.jpg

Éste se supone que es el origen de Milù.

Funes dijo...

Uno de los tintines que más me gusta es el de Las Joyas de la Castafiore; tantos sopechosos y al final no hay caso.

El libro de Carriere me atrapó al principio y acabó haciéndoseme pesado, la verdad

Funes dijo...

Pero el nombre de Milú viene de una antigua novia de Hergè

Funes dijo...

Pero, Tsé, ¡¡si ese que sale con el perro es Charles Chaplin!!

Al59 dijo...

Javi, Tse, Funes: qué bueno leerles a los tres, oigan. Me han levantado la tarde.

Hegre se parece a Lovecraft en que, a medida que avanza su vida, su ideología va dando menos pena. Aprendieron.

Recuerdo haber visto un documental sobre la relación de Herge con un amigo chino en el que se ponía de manifiesto su alejamiento paulatino de los estereotipos. En El loto azul se vé muy bien: su simpatía por los chinos y su antipatía por los japoneses, a los que, nadie es perfecto, estereotipa con saña.

Por eso me da siempre tanto repelús el juicio de una persona por sus opiniones políticas: ¿qué pensaríamos de Unamuno si se nos muere antes del enfrentamiento con Millán Astray?

Anónimo dijo...

Tengo leído que Hergé de joven admiraba a Degrelle hasta la imitación. Se conocían personalmente, ya que ambos andaban en los mismos ambientes de ideología nacional-católica. Está bien recordar las ideas y simpatias de juventud de Hergé, pero siempre que sea al objeto de valorar justamente su evolución posterior, evolución que es innegable. Lo uno sin lo otro, lo otro sin lo uno, es un poco ganas de buscar sangre o hacer hagiografía, que las dos se dan.

Johannes A. von Horrach dijo...

Buenísimo el libro de Carrère. Como biografía puede que no sea demasiado fiel, pero tiene un pulso que engancha. También valoro esa falta de moralina que señalas, Alejandro. ya puestos con Carrère, ¿has leído 'El adversario', esa obra que me cuesta clasificar (¿hay necesidad?) y que analiza un caso que me fascinó nada más conocerlo: el de la vida falsa de JC Romand?

saludos