martes, 8 de junio de 2010

A la huelga

Huelga y holganza (y aun folgar) son términos hermanos, pero bien distintos. Uno hace huelga sabiendo que pierde dinero y quizá también el tiempo; pero convencido de que cumple su deber. En tiempos de crisis, suelen caer las caretas. El juego es bastante descarado: quienes nos han arrastrado a este escenario pretenden que los demás paguemos sus piruetas especulativas, y consiguen (lo que es realmente lamentable) dividir a los trabajadores, animando a los del sector privado a sentir alegría maligna por el recorte que sufrimos los funcionarios. Una maniobra, además de miserable, falaz, pues no hay que ser un genio para ver que los recortes que sufrimos hoy unos influirán negativamente en los convenios colectivos de otros.

No comparto casi nada de lo que escucho o leo en estos días sobre los sindicatos, que, mejores o peores, son nuestra defensa ante las arbitrariedades del patrón, privado o público. El precedente está claro: la abominable Thatcher logró hundir a los sindicatos durante la crisis de finales de los 70 (cuando más falta hacían), y la derecha (ese brazo retórico de la injusticia) pretende lograr lo mismo esta vez, privando a los trabajadores de la capacidad para responder organizadamente a las agresiones que sufren y colándonos la monserga de siempre: que sólo su modelo (el mismo que nos ha llevado al desastre) es realista y viable.

Pues bien: lo 'real' es que un colectivo sin capacidad de presión está sujeto a lo que otros más poderosos dispongan para él. De ahí que se intenten cargar el movimiento sindical. Las críticas a los compromisos de los sindicatos con el poder o sus insuficiencias siempre son oportunas; pero no deberían impedirnos reconocer que si nos dejamos pisar, nadie apreciará la nobleza de nuestro gesto. No les demos ese gusto.

*

Sobre los liberados sindicales. Cualquier parecido del discurso cavernícola sobre los mismos con los hechos es pura coincidencia.


5 comentarios:

Gharghi dijo...

Y al final los que podrían bajarse sustancialmente sus inflados sueldos y solucionar, por décadas, los problemas económicos de los países que gobiernan no lo hacen.

¡500 euros de paga máxima a los políticos y sus allegados ya!

Anónimo dijo...

Yo estoy de acuerdo con que todos tengan derecho a huelga... es más, ni siquiera les hace falta el derecho. Que la hagan.

Lo que ya me sabe un poco mal es que lo hagan ahora. Que lo hagan justo ahora y que sea por dinero. Ya le quita la gracia. ¿No vemos a los maestros quejarse y requejarse de los planes de estudio? ¿O ir en contra de Bolonia? ¿O contra la cada vez peor, nefasta y aburrida manera de enseñar?

No. Es por dinero. Gane quién gane, si de ello se trata, gana siempre el Dinero.

A ver, ¿para cuando una huelga para detener Bolonia? Pero no una huelga de cuatro gatos locos, sino de todo el profesorado... ¡eso le importa tres cojones! Pero, a señor, cuidado con que me toque usted la nómina.

Alejo Urzass dijo...

Amigo Al, estando profundamente de acuerdo en sus razones (aplaudo esa definición suya de la derecha como "brazo retórico de la injusticia") me han convencido más estas otras (aquí) .

Lo que me parece inaudito es que tanto quienes están a favor como en contra, todos coinciden en pensar de fondo lo mismo, que este gobierno no pinta nada y su recambio tampoco; que como publicaba El Roto en una viñeta "¿si votamos a partidos por qué luego nos gobiernan los mercados?"

Opino que esta huelga es una queja no una protesta. Recordemos de paso que "the revolution will not be televised".

Al59 dijo...

Comentarista anónimo: los que hemos hecho la huelga sabemos que no detendrá las medidas adoptadas (ni las que puedan venir) y que al hacerla perdemos dinero. Así que, si el móvil fuera sencillamente no perder dinero, lo coherente sería no haberla hecho. Se trata de no dejar sin respuesta las agresiones que sufrimos. Que haya motivo para responder en otras ocasiones, y que a menudo no se responda como es debido, no lo dudo. Pero se trataba de decidir si ahora y por esto. Y sí.

Al59 dijo...

Amigo Alejo: hay que pensarse bien hasta dónde abstrae uno. Cuando alguien me dice que los puestos y las organizaciones piensan por sí mismos y que en cierto modo o medida da igual que esté este o aquel, creo entenderle y puedo estar de acuerdo... en cierto modo o medida. Yo creo que tampoco cuesta nada entender que, desde otro punto de vista, sí puede importar bastante que esté Juan o Pepe. Es cierto que estamos en un momento en que el gobierno de España da la impresión de no tener mucho margen de maniobra; pero no parece que siempre haya sido así, y habrá que ver por cuánto tiempo da esa impresión. Mucha gente opina que si se hubieran tomado medidas más suaves antes, no se nos habrían impuesto ahora éstas. Si tienen razón, he ahí un caso en que las decisiones locales sí importan.