La operación no es inocente. Mucho más eficaz que prohibir el uso de un término es alterar su significado, sustituyéndolo por otro inocuo. Como si se tratara de un homenaje perverso a Orwell, que trató la cuestión en 1984, el villano de su novela pasó a dar nombre a un pan y circo televisivo. Si hoy buscas en Google "Gran Hermano", 9 de diez resultados te alejarán de Orwell. Por algo será.
Con RIO sucede lo mismo. Nos atruenan estos días con Rock in RIO, el festival 'de madres e hijas' (sic), lleno de rockeros macizorros y divas neumáticas, y empujan hacia el fondo de Google aquel otro RIO del año 78: un movimiento musical que agrupó al ala más vanguardista del rock progresivo en un momento en que las casas de discos sólo estaban interesadas en el bote de Colón y similares. Como el megaterio que nos aturde, el RIO de los 70 nació también como una celebración: Henry Cow, una banda inglesa, invitó a cuatro grupos europeos a acudir a Londres para tocar en un festival llamado Rock In Opposition (RIO). Se trataba de oponerse, como siempre, al principio de realidad, es decir, al intento de reducir cualquier iniciativa o inquietud a un producto inocuo, intercambiable por dinero, como cualquier otro.
La organización material del RIO duró poco (para el 79 se daba el movimiento por finiquitado), pero el planteamiento y el estilo no se han dejado borrar tan fácilmente. La entrada de la Wikipedia inglesa informa bien sobre sus idas y venidas.
Aunque el RIO nunca ha sido mi estilo predilecto, no viene mal recordar hoy a su grupo más representativo, Henry Cow. Así sonaban en directo arrancándose por Phil Ochs (!), con la bella Dagmar Krause al micrófono.
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