jueves, 24 de septiembre de 2015

No es nada personal


La gente se obsesiona con la muerte.
La miran de reojo, por si acaso
se da por aludida y al ocaso
acude a recetarnos nuestra suerte.

Mas ella ni siquiera se da cuenta.
¡Somos tantos!  Su aciaga lotería
hace girar con sórdida entropía
la rueda accidental que la alimenta.

Un pobre ser resbala, otro asesina;
aquel descubre, tras la nieve fina,
la traza impopular de una emboscada.

Todos juegan y el ganador no sabe
que el paso que ahora da será la llave
que cancele la puerta ya entornada.

2 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Excelente soneto, Alejandro (otro más), en torno a la de la guadaña y su tarea. Salvando las distancias, me ha recordado un poema jocoso alrededor del mismo asunto que subí al blog, allá por 2010. Con tu permiso, ahora lo comparto contigo (espero poner bien el enlace):

La muerte se despista con la noche

Un abrazo.

Al59 dijo...

Mil gracias, Antonio. Leyendo el estupendo soliloquio de tu muerte despistada, he recordado aquellas palabras del maestro Mairena en que se chancea de todos nosotros (y de sí propio, supongo): «Siempre que tengo noticia de la muerte de un poeta, me ocurre pensar: ¡Cuántas veces, por razón de su oficio, había este hombre mentado a la muerte, sin creer en ella! ¿Y qué habrá pensado ahora, al verla salir como figura final de su propia caja de sorpresas?»