martes, 11 de septiembre de 2012

Érase una vez (pero ya no sé cuántas)


Volver sobre los versos ahora célebres, 
ya secos de aquel jugo que les daba 
su incógnita vidilla, su sustancia. 
Contemplarlos muñón, latiguillo, Museo,
refrán, frase deshecha, cortinilla, retuíter. 

Decir, entonces, 
como quien abre un viento, 

Hoy la tierra y el cielo se sofríen; 
hoy el fondo del alma huele a alcohol; 
hoy la he frito, he untado y me he empapado. 
Cásome en Dios. 

Seguir

Me gustas cuando hablas; imparable, eres fuente 
de noticias, rumores, sinsentidos hirientes 
que me arrastran; de pronto, te detienes en seco 
y estoy alegre —alegre de inventar tu silencio. 

Constatar

Puedo escribir los versos más hueros esta noche. 
Imitar a Neruda, sentir que me disperso. 
De otro, son de otro los trajes que me pruebo 
y yo soy su relleno: la muerte de un deseo. 

Recordar, moralista,

 Vinieron a buscar a Bisbal, pero no me importó porque yo era muy indie. Cuando, extrañado de que no me llamaran, acudí por mi pie hasta el plató, ya era tarde: habían cerrado el casting

Concluir, fiel al día

Sigan ustedes sabiendo 
que mucho más temprano que tarde 
abriremos las líneas telefónicas 
 para que puedan hablar los muertos.

5 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Bien tirado, Al; muy bueno. He disfrutado, sonreído y reflexionado con este homenaje a los clásicos, no exento de crítica y mordacidad.

Gharghi dijo...

Inspirado te veo, y bien acertado.

Al59 dijo...

Gracias, Antonio. Es tan irritante esa manía de mutilar y neutralizar a los poetas de antaño que algo habrá que hacer en su defensa —que es también defensa propia.

Al59 dijo...

Gracias, Gharghi. Los comienzos de curso siempre son inquietos.

vera lourdes dijo...

Deberías etiquetarme, primo... ¡Que buena! Salu'!