Al dar el sol su luz mejor, apenas hay
adónde huir; sin eco tiene nuestra voz
un tono gris de sofocante intimidad.
Estamos ya donde el amor apenas es
el hilo afín que destejiéndonos se va,
la mano en llamas que se niega a consumir
el excipiente refractario a toda luz,
el resto opaco en que consiste nuestro ser.
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