Para Montano, un poema de Horacio traducido por el maestro García Calvo.
Odas IV 13
Oyó el cielo mi voz, Lice; los cielos han
escuchado mi voz: vieja te ves y aún
te las echas de linda,
juegas, bebes y sin pudor
con canturria temblona al remolón amor,
ebria, incitas: el cual en la mejilla en flor
de la bien tañedora
Quía monta la guardia ya:
pues al vuelo y desdén secas carrascas él
pasa, y tuerce de ti, porque los dientes mal-
amarillos te afean,
mil arrugas y canas mil;
ni te va a devolver púrpura coa ya
ni el más caro joyel días que el tiempo en un
bien notorio registro
volandero cerró una vez.
¿Dónde fue la Color, ay? El airoso andar
¿dónde? ¿Qué tienes ya de ésa, de aquella tú
que alentaba de amores,
la que a mí me robó de mí,
tras de Cínara tú alta en favor, tu faz
luz del arte feliz? Sólo que a Cínara, ay,
breve vida los hados
dieron,
prestos a hacer durar
largo a Lice, a la edad de la corneja, a fin
de que mozos de hoy puedan en bulla ver
no sin risa la antorcha
derruyéndose en frío hollín.
(tr. Agustín García Calvo, )
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