sábado, 19 de septiembre de 2009

Barbazul


¿Del libro o de la cabeza? Si hay elección, el niño prefiere siempre que su padre le cuente los cuentos de memoria. Hay cuentos que el padre recuerda sólo vagamente, pero incluso aquéllos que tiene recientes acaban mutando de una noche a otra, adquiriendo detalles nuevos. Los mejores cambios vienen en el calor del momento, como un regalo del cuento a quien se atreve a narrarlo. Cuando el rey se ha dormido, la reina se levanta de la cama y atraviesa el castillo en silencio, como una sombra entre sombras. En la oscuridad total, se abre la puerta de una habitación que no se puede ver: sólo está ahí de noche, cuando ella la busca a ciegas. Dentro, brilla un espejo. De vuelta al castillo, tras darle de comer la manzana, la madrastra de Blancanieves se ríe, y a cada risa le desaparece una arruga. Cuando entra en palacio parece, de nuevo, una niña. La madrastra de Hänsel y Gretel y la bruja del bosque son hermanas. Cuando la bruja muere en el horno, los niños lo abren y encuentran una piedra roja, fría a pesar de las llamas: es el corazón de la vieja. Nadie quiere casarse con Barbazul, pero la familia de Lucía está cargada de deudas. Por enjugarlas, la niña accede a unirse con el monstruo, pero pide a sus hermanos que vengan a visitarla una vez al mes, para asegurarse de que todo anda bien. Cuando llevan pocos días de casados, Barbazul entrega a su dama un llavero con 30 llaves, tantas como días estará ausente. Puedes abrir, le dice, todas las habitaciones de palacio, menos la de esta llave negra. Espera que regrese de mi viaje y la abriremos juntos. Parte Barbazul y Lucía va abriendo habitaciones, cada una más hermosa y sorprendente que la anterior. Una de ellas está llena de espejos: cuando Lucía la abre, es como si muchas Lucías (esas hermanas que nunca tuvo) hubieran venido a visitarla. 30 días después, agotadas las demás sorpresas, piensa Lucía que no romperá su juramento si abre un instante la puerta prohibida y, sin entrar, asoma la cabeza (la puntita, nada más). Sin embargo, el maleficio se cumple: la llave funciona como un cuchillo que hiere la puerta, y en la oscuridad Lucía siente un hedor insoportable. Enciende la vela, asoma la cabeza —y apenas ha comprendido lo que hay dentro cuando ya está Barbazul de vuelta a casa, preguntándole qué le ha parecido el castillo. Por suerte, este día final del mes es también aquél en que sus hermanos vendrán a visitarla. Cuando hieren al monstruo, no se sorprenden al comprobar que su sangre es tan azul como su barba.

3 comentarios:

Al59 dijo...

Últimamente, Barbazul me parece un La bella y la bestia que sale mal. Supongo que por eso ha aflorado una de las variantes: que Barbazul promete a su esposa abrir juntos la puerta de la habitación prohibida cuando vuelva de su viaje. Después que ella hubiera probado su fidelidad, ambos habrían roto el maleficio (consumando su unión).

Anónimo dijo...

No, no... ¿Barbazul como el feo de La bella y la bestia? En ese cuento, ni ella tan bella, ni él feo. En el de Barbazul, en cambio, está presente la fealdad extrema de todos los varones que consideran a las mujeres meros juguetes a su disposición, a la de su exclusivo mundo aburridísimo y coercitivo, en el cual las normas las ponen ellos, ésas que ellos no cumplen para sí mismos, para hacer más patente de este modo, en su infinita estupidez, que son "superiores". O algo así entiendo yo en este cuento horrible pero con mucha miga psicológica y sociológica, je.
Salux,

Drix

Al59 dijo...

Humm.. Quizá me pierde la simetría, Drix, pero yo veo ahí dos resoluciones distintas de la misma situación. Muchacha bella casa con monstruo que resulta no serlo tanto. El monstruo la pone a prueba (una prohibición: en el caso de la B & la B, tiene que volver en equis tiempo al castillo o él morirá). La muchacha falla. Y ahí viene la diferencia: el amor de la Bella revive a la Bestia, quedando así redimida la falta; mientras que la transgresión de la esposa de Barbazul se resuelve con la intervención de los hermanos de la misma, que dan muerte al monstruo.