sábado, 25 de septiembre de 2010
El reportaje fantasma
No creo en sincronismos —pero ellos no lo saben y siguen cortejándome. Algunos son muy cantosos. La presentación del libro que hicimos el curso pasado, El aula encantada, ha ido derivando (menos mal) hacia nuevas actividades con sentido propio, que toman el producto previo como excusa para tirarse la piscina. Una de ellas es que los chavales recojan leyendas: esta vez, leyendas locales (no desespero de encontrar una sobre el instituto donde penamos) y leyendas urbanas. Sondeando el terreno, mencionamos en clase, como una de las más famosas, la historia de la autoestopista fantasma, de la que promociones anteriores recogieron ya una versión local, ambientada en la curva de Torreseca.
Bien. Cuando llego a casa, mi amiga Guadalupe me pregunta si sé lo de Peraleda. Al parecer, todo el pueblo está revolucionado porque el último programa de 'misterio' del infumable Iker Jiménez ha sacado a la luz una historia increíble. Suponen bien: se trata de una aparición que frecuenta las carreteras de la comarca. Al parecer, los rumores vienen de lejos, pero ahora ha surgido un testigo de impecable reputación que da la cara y afirma haber visto por tres veces a la susodicha.
Por decirlo todo, no es una autoestopista al uso. En realidad, ni siquiera está claro que le cuadre lo de autoestopista. Según nuestro hombre, se trata de una niña vestida con un traje blanco de comunión, al gusto de nuestros abuelos, con gorrito y libro de pastas de nácar. La niña parece perdida, en busca de ayuda; pero cuando él se decide a bajar del coche e intenta hablar con ella, sale corriendo cual alma que lleva el Diablo (lo cual no debe descartarse).
Sobre el aparato Jiménez uno preferiría hablar lo menos posible. Su método de investigación, en cualquier caso, impresiona. Hay que ir a los sitios de noche, y a ser posible llevarse una máquina de ésas de humo para cubrirlo todo de niebla, así sea agosteña. Un rápido vistazo a la historia local hará el resto: se localiza un pueblo despoblado (Valparaíso) y se nublan, también, las causas del despoblamiento (en este caso, una guerra que se llevó a los jóvenes del lugar), de modo que el espectador pueda proyectar sobre la zona la película de terror que mejor le cuadre: sectas satánicas, incestos rurales, brujas en celo... Si todo falla, siempre cabe dejar una grabadora en mitad del campo, para después, con ayuda de un buen procesador de ectoplasmas, localizar algún crujido de yerbas o hipo de pájaros que pueda pasar por voz del Maligno.
Imagino que en estos casos hay que asumir la manipulación televisiva como un último tentáculo, purulento quizá, del folklore. En cualquier caso, la coincidencia es curiosa. A ver si algún alumno de Peraleda se anima a darle forma a la historia. Seguiremos informando.
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3 comentarios:
Después de ver el vídeo, he de decir que suscita interés y parece verosímil por el testimonio del trabajador de Almaraz. Seguramente sea todo una impostura, pero estas apariciones fantásticas por improbables que sean, siguen manteniendo esas imágenes que Bécquer trazó en sus Leyendas que no dejaban de ser leyendas de su siglo y que él recogió y narró con maestría. Pienso que en un tiempo como el nuestro -absolutamente tecnológico- aportan algo de romanticismo. Y desde luego, mi hija pequeña se sentirá fascinada por esta historia, ya que le hechizan las leyendas de las que estamos tan faltos acostumbrados las púberes a Canal Disney.
La leyenda, como el mito, es ficción, pero su vocación es otra. Declararlas leyendas o mitos es, de algun modo, desactivarlas, y hay algo admirable en la resistencia que oponen al desencanto. De todas formas, tanto su verosimilitud como su carácter ficticio esconden la cuestión realmente interesante: que puedan ser veraces, de algún modo, no sobre lo que cuentan sino sobre algo más profundo. Tu comentario apunta en esa dirección, creo (tú me dirás): lo que sigue apareciendo, o apareciéndose, es un arquetipo, y no cabe duda de que tiene una persistencia y realidad que ya quisieran muchos de los seres reales.
Subrayo y suscribo estas palabras de tu post, Al: «el infumable Iker», uno de los mayores «vendedores de humo» del mundo de la comunicación.
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