sábado, 8 de septiembre de 2007

Mi pequeño dolor


Los comienzos de curso siempre me dejan agotado, sin ánimo para contar aquí gran cosa. Sin embargo, veo sombras amigas junto a la fuente seca, y adquiero el suficiente para rescatar alguno de mis archivos de naderías e improbabilidades.

Esto no pasa de un registro apresurado de tanteos, concebido para recordar unas cuantas ocurrencias y volver con más tiempo (que no habrá) sobre ellas; pero, pese a los errores garrafales de ejecución, a lo mejor alguien muy indulgente me concede que tiene 'sus momentos'.

Hay un registro cientovolandero que se remonta a la infancia, con acordes sencillitos y melodías cantarinas. Alguna vez me gustaría reunir en un disco (que tendrá que ser virtual) algunas de las canciones de este tipo, comenzando por las de Luli, que es la maestra (Érase una vez que era / cumpleaños de la niebla).

De momento...


4 comentarios:

Joselu dijo...

Comparto contigo esa sensación de agotamiento antes de haber empezado. Estoy inquieto. El registro cientovolandero es hermoso. Te animo a que recopiles los registros que citas. Luli, la maestra, ¡qué sugerente! La infancia como territorio.

Aker dijo...

Bonito tema, que no conocía. Ciento Volando es inagotable. Jamás un grupo tan desconocido tuvo tanto en sus despensas (por así decir).
Sr. Verle: Imagino que le gusta Stromboli tanto como a mí (interpreto así su alusión de ayer). Es mi película mágica. No soy cinéfilo. He visto poco. Y no podré olvidar jamás ni la ambigüedad peligrosa de su protagonista femenino; ni la escena final de ella ante el cráter del volcán cuando, tras una noche angustiosa de subida, la luz del amanecer le descubre el espectáculo sobrecogedor.
Las demás películas palidecen a su lado. Es así como le interpreto. No obstante, Los Pájaros es obra maestra. Y Siberiade (Kurosawa) es una preciosidad inolvidable.
Incluso 'La Muerte tenía un precio', pese a su inclusión en la lista por motivos evidentes de humor, constituye un monumento musical que marcó toda una época (de decadencia de un género ya caduco).
Saludos.

Aker

Al59 dijo...

Joselu: me alegra mucho leerte de nuevo. Es un nuevo comienzo, agotador pero fértil. Tal y como vienen los muchachos, no nos vendría nada mal que los maestros de toda la vida nos dieran un par de consejillos. Recuerdo, a bote pronto, estos versos de Isabel Escudero:

La maestra, como el agua:
siempre repitiendo
las cosas claras.


Confieso que, como docente, temo un poco el culto a la claridad, si se entiende como sacrificio de las complejidad de las cosas: hacerlas ser lo que no son para que resulte más sencillo explicarlas. Pero los versos van, seguro, por otro camino: lo claro es lo desnudo, sin desnatar, domesticar ni adornar. Enseñar es lidiar con esa búsqueda de lo esencial. A tu blog acudiremos muchos en busca de orientación y ejemplo. Conforta pensar que estarás ahí.

Anónimo dijo...

ya decía yo que llevaba un rato sonando y no sabía qué era

amor