sábado, 3 de noviembre de 2007

Black Sabbath


El Día de los Difuntos me ha animado a recopilar las canciones (grandilocuencia viene) más inquietantes de todos los tiempos (grandilocuencia va). Creo que ésta no podría faltar. Todo el disco al que pertenece es un hallazgo de lo que Rafael Llopis, buen connoiseur, llama el macabrismo:

Lo terrorífico tradicional —aquelarres, casas encantadas, sepulcros y criptas— constituye el meollo de la música que hacen conjuntos británicos como Black Sabbath, Uriah Heep o Black Widow, en la que no hace falta tener un oído demasiado fino para reconocer el viejo macabrismo de Saint-Saëns enriquecido por efectos especiales concretos, al igual que las bandas sonoras de las películas de miedo, y envuelto todo ello en la estridencia rítmica del rock.
(Rafael Llopis, Historia natural de los cuentos de miedo, Madrid: Júcar, 1974, p. 411).

Definidos alguna vez como 'la versión pobre de King Crimson', Black Sabbath son mucho más primitivos que Fripp y compañía: rock paleolítico, con riffs primitivos, preindoeuropeos, más graníticos que eléctricos. El tritono (intervalo del Diablo) nunca ha sonado tan lapidario como en esta descarga:

¿Qué es este bulto que ante mí se yergue?
Una figura oscura me señala.
Me doy la vuelta, presto, y salgo huyendo
tras descubrir que soy el Elegido.

Masa de oscuridad, ojos de fuego
que cuentan a la gente sus deseos,
Satán está ahí sentado, sonriendo,
mientras las llamas crecen, aún más altas.

¿Ha llegado ya el fin, amigo mío?
Satán está a la vuelta de la esquina.
La gente sale huyendo: tienen miedo.
Más os vale escapar. ¡Cuidado, necios!


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