Para Rafa. Quien manda, manda.
El tren
Si controlas tu viaje,
serás feliz.
El viaje comenzó donde termina,
exhausta, la memoria del viajero:
un abismo voraz que se ilumina
y un vértigo feliz que tiende a cero.
Desde la piedra en flor nos examina
quien siempre estuvo allí o llegó primero:
la calavera gris que vaticina,
burlona, nuestro rostro verdadero.
No hay límite en el alma; sí en los pasos
que vuelven sobre sí, como la noche
parte y cesa entre idénticos ocasos.
El ritmo no se agota; el instrumento,
tal vez. Abre la mano sin reproche
y déjalo volar. ¿Catorce? Ciento.
El tren
Si controlas tu viaje,
serás feliz.
El viaje comenzó donde termina,
exhausta, la memoria del viajero:
un abismo voraz que se ilumina
y un vértigo feliz que tiende a cero.
Desde la piedra en flor nos examina
quien siempre estuvo allí o llegó primero:
la calavera gris que vaticina,
burlona, nuestro rostro verdadero.
No hay límite en el alma; sí en los pasos
que vuelven sobre sí, como la noche
parte y cesa entre idénticos ocasos.
El ritmo no se agota; el instrumento,
tal vez. Abre la mano sin reproche
y déjalo volar. ¿Catorce? Ciento.
6 comentarios:
Rosendo es Dios.
Tamaña diligencia...
gracias mil.
Catorce o cien, la vida se ilumina
cuando encuentra su ritmo verdadero;
se escucha el tren que a su compás camina
por más que esté desierto el apeadero.
El instrumento es otro si se afina
distinto, mas su timbre es el primero.
Se acuesta el mar y se alza la colina:
sentado sigue siempre el pasajero.
¿Será tal vez que a logros y fracasos
se puede poner siempre el mismo broche
engastado de sinos y de acasos?
Catorce o cien, con el oído atento
por si sonara en medio de la noche
la dulce chimenea del momento
Rafa.
Otras tantas. (Des)variando:
Tomé el tren de la bruja: su luz,
su brebaje de flores del sur,
su unicornio azulado, su cruz.
Are you experienced? Lo fui y sigo aquí
y supongo, supongo
que sí.
Por amor al vacío salté
para ser lo que no puede ser;
ahora aquí, donde nunca pensé,
de puntillas, se siente uno bien
sin saber si seguir es volver
o empezar (empezar
a caer).
Para ver lo que había, subí
y, un segundo imposible, lo fui:
un lugar que no era Madrid
pero estaba en el centro de allí;
uno mismo que ya no era yo
y tenía mi rostro, mi voz.
Por buscar el camino, llegó
su respuesta a quemarme los pies:
cualquier sitio es el sitio que es
y también lo que no puedes ver
te contempla riendo, sin fe.
Uno vuelve y se queda: no sé
ni explicar ni olvidarlo. Tu tren
es también de cualquiera. Su piel,
mi frontera; sus ojos, tu andén.
(Re)figurando:
Esclarecido más que alucinado
e iluminado cuanto oscurecido,
será que lo que habrá de ser ha sido
y nada ocurrirá si no ha pasado.
El rostro satisfecho se deshace.
Compóntelo distinto, si te place.
Rafa
Querido Rafa: a veces me confundo
y la cosa más simple de este mundo
se me vuelve un centón de ambigüedades.
Perdóname si agora estas verdades
te las canto en romance: el caso es
que echo mucho de menos (ya lo ves)
la comuna, pandilla o como quieran
llamarnos. No es tan sólo que me hieran
(y me hieren) algunos que podrían
estar y no estarán (cómo se enfrían
algunos corazones), sino que ando
del júbilo a la angustia, rebotando,
y quisiera decirte cuánto siento
que el tiempo no nos deje ser los ciento
volando una vez más y darle marcha
a este mundo tan pródigo en escarcha
y falto en lealtad. Si tú estuvieras,
no habría en este mundo primaveras
capaces de fallar. Echo de menos
(como nunca de más) esos venenos,
pervigilios, ferlosios, patas negras,
con los que en la memoria aún me alegras
las noches (como éstas) algo frías.
Me da fuerza saber que tú estarías
y por tanto estarás: vienes conmigo,
mitad del alma mía, buen amigo.
Gracias por eso y tanto. Hasta muy pronto,
un abrazo bien grande de este tonto.
No son las ambigüedades
una carga que moleste:
polisemia de verdades.
Y vengan en verso llano,
blanco, libre, suelto, cojo,
conceptista o culterano,
las verdades que lo son
se meten por los oídos
y llegan al corazón.
Cantando de la memoria,
que nos quiten lo cantao
y nos desmienta la Historia.
Seguro que vendrá un día
en que vuelvan a juntarse
tu guitarra con la mía.
De momento es un consuelo
calentar así las noches
que aquí también son de hielo.
Y al son de Juan Panadero
te mando un abrazo fuerte.
Buenas noches, compañero.
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