viernes, 23 de enero de 2009
Patio Maravillas
Está a punto de caer el Patio Maravillas, en Madrid, uno de esos espacios muertos que la gente convierte en poco tiempo en útiles y entrañables. Acerco los enlaces de varios medios y el testimonio de Ricardo, buen amigo, que ha sido usuario del Patio y conoce bien cómo funciona.
Este cuento se acabó, el cuento que ha sido el Patio Maravillas durante año y medio.
De nido de ratas a centro social. Libreteca (préstamo/intercambio de libros + sala de lectura), Fotopatio (grupo de fotografía social), Chikiasamblea (ludoteca + apoyo escolar a niños), Hacklab, el restaurante vegeta con terracita nocturna para cenar al fresco en Madrid por 6 euros, BAH (bajo el asfalto está la huerta, unos piraos que compran terrenos rústicos y los cultivan en plan ecológico, son más de 300), taller de cuerda (música de cámara, si no tenías violín ellos te prestaban uno para que ensayaras en casa), asistencia legal a inmigrantes, taller de rap magrebí (toma ya), grupo de literatura horizontal (sea lo que sea eso) y, por supuesto, el coro. Y os hablo sólo de los grupos que conozco Directamente. Y, claro, todos gratuitos y todos formados por gente de todas las edades (creedme que todas) y pelaje social. Uno tiende a pensar en los okupas como chavales con cresta y chupa con clavos, pero yo he visto de todo, de rastas a pajaritas (y no es coña), de 6 años a unos 60. Parados, camareros, albañiles, doctores en biología, profesores de conservatorio que dan clases por la cara, editores de libros de texto, abogados y hasta un ingeniero de instrumentación espacial.
Ayer la gente terminaba de sacar las cosas (libros, ordenatas, pianos, lámparas de mesa, colchones...) y preparaba la resistencia. Cortaban travesaños aquí y allá y convertían lo que había sido su casa (vivían allí unas 20 personas, en unas aulas decoradas como hogares) en una sucesión de barricadas y vías de escape. No plantean una lucha numantina, tan sólo que el desalojo dure lo suficiente como para que llegue la prensa. Y entre martillazos y soldadores y maestros de la radial, los compañeros se despedían, macuto en mano (los hay ya con juicios pendientes por otras ocupaciones y no pueden arriesgarse más) y otros llegaban a echar un cable la última noche. No me dejéis ponerme muy sentimental, pero tenían todos un gesto de saber que las próximas horas serían muy largas, que aquel cuento se había acabado y que tan sólo quedaba la gran traca final. Alguien con pendientes por todas partes explicaba a un grupo que había que tener muy claro que la policía siempre entra a hostias, que lo de sacar a la gente por los sobacos y los tobillos sólo pasa en las pelis y que lo primero suele ser una patada en los riñones. "Hay que saber lo que se viene encima y aguantar... o apoyar desde la calle". Apoyar desde la calle, como he hecho yo y un montón más de gente del barrio, aplaudiendo, cantando y coreando consignas... y preguntándome por qué no estoy ahí dentro, defendiendo lo que ha sido la casa más mágica del barrio desde que llegué a la calle de la Palma hace un año.
Cuando me he venido aún no había llegado la policía (lo harán cuando se hayan ido todos los medios, por eso es importante resistir hasta que regresen... si regresan). En V. me espera una reunión, un seminario y unos bonitos chorros de telemetría en los que leer cosas fascinantes y maravillosas. Maravillosas. Como el Patio Maravillas.
Habrá otros patios, otras ocupaciones y más gente lista que sepa sacar de una escombrera cultura, sueños y libertad. Este cuento se ha acabado, pero no se vayan todavía, aún hay más.
Buena suerte.
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