miércoles, 26 de agosto de 2009

—¿Quién soy? —¿Quién lo pregunta?

Extraño asunto. Cualquiera de nosotros llega a ser un país inabarcable. Leo estos versos y pienso que deben de ser cosa mía, aunque no me recuerdo escribiéndolos. Me valen, en todo caso. Pruébatelos, si te apetece.

—¿Quién soy? —¿Quién lo pregunta?
En esta llave
marcial de dialéctica uno solo
se va encontrando múltiple y apenas
consigue echar de menos ese centro
de gravedad perenne idolatrado.
—Somos los que quedamos. —Lo que quede,
más bien, por suceder. —Somos espuma
tan sólo porque hay mar. —Somos la luna
jugando a seducir los telescopios.

Los márgenes definen a la hoja
diciendo qué no es. Nosotros vamos
quedándonos también en una imagen
que un día fijará la última cámara
de un hospital feliz. El movimiento
embroma, mientras tanto, las instancias.
No somos las respuestas. Nuestra tinta
se queda en el tintero. Mientras vive,
un hombre es un rodeo: se conoce
la meta, pero no la trayectoria.


6 comentarios:

Antonio del Camino dijo...

Tema sustancioso, amigo Al, este del "ser" y del "yo", y, como bien dices, somos tantas caras de un solo prisma que en ocasiones nos cuesta reconocernos en alguna de sus representaciones, pasado un tiempo. Como ya dijera Pessoa, ese múltiple poeta de los Heterónimos: "Cuanto fui, cuanto no fui: todo eso soy." Y, posiblemente, estuviera bien encaminado.

Un abrazo,

Antonio

Al59 dijo...

Así es, amigo Antonio. Erik Satie indicaba, también, algo así como 'pero, ah la belleza de todo lo que no he hecho'.

Rafael Herrera dijo...

Como un guante, gracias.
Es un placer, tras tan largo tiempo de silecio y me(re)cidas vacaciones, volver a casa, y por la tuya, y encontrarse con tu délfica pregunta. Por todas esas razones, me permito este comentario largo, para compartir contigo tres espejos donde mirarse cuando nos preguntamos lo que tú.

MEMORIA EXTERNA

I

Proteo el sueño, lábil su frontera.
Delgado como un beso su color.
Al ansia fiel, infiel en el amor.
Su gruesa indecisión, flecha certera.

Su aguda exactitud, farsa grosera.
Indiferente o cruel con el amor.
Tenaz e infatigable cazador
que sigue el rastro incierto de una fiera.

Dueño de mi capricho, prisionero
del suyo, y enemigo del hogar.
Amigo de lo ajeno, y embustero
que confunde la hora y el lugar.

Heraldo de la noche en pleno día.
Igual que el sueño, así es el alma mía.


II

(A un amigo que, preguntándose por nuestra labor, decía:
“Lo nuestro... qué sé yo... ¿nombrar sus nombres?”)

Nombrar sus nombres, sí; y a su compás
trazarle al corazón un derrotero.
Mirarse el alma por el agujero
que a veces nos ofrece su antifaz.

Quitarle a la costumbre su disfraz
y ponerle al asombro su sombrero,
y desandar a tientas el sendero
sin hilo que nos lleve marcha atrás.

Tienes razón, Antonio: que la tierra
es la verdad, su don nuestro alimento,
su juego los amores, y su guerra
contra el tiempo y sus daños nuestro aliento.

El mundo nos enseña, buen maestro,
lo que somos en fin... ¡Eso es lo nuestro!


III

Armarios de la edad, libros y amigos,
que no se acaban nunca de cerrar
y esconden, al abrigo del azar,
los años y la soledad. Testigos,

libros y amigos, de obras y de días.
Nocturna centinela de un hogar
que ya no va a volver, y en su lugar
inventan vacilantes geografías.

Volvemos a sus páginas abiertas
en busca de un abrazo que recuerde
cuando las horas gastan su color.

Y están, libros y amigos, a las puertas
del mundo a donde va lo que se pierde,
rescatando fragmentos del amor.

Al59 dijo...

Hemos perdido todo (no era nada
de nuestra propiedad) y aquí seguimos,
sujeto de las cosas que decimos,
destellos que perdieron la alborada

y esperan sin urgencia la dorada
meada del crepúsculo. No vimos
venir este presente del que huimos
como hojas que abandonan la enramada

(así la de los hombres) o profetas
anclados a la tierra que les brinda
el cómodo cansancio por reposo.

Esto es lo nuestro: postergar las metas,
ser el testigo límite, la guinda
de este pastel enfermo y asombroso.

Al59 dijo...

Es un placer volver a leerte, Rafa. ¿Te importa si subo tus sonetos a una entrada?

Rafael Herrera dijo...

Sólo de lo perdido la tonada
da cuenta, lo que ha sido y lo que fuimos.
Hinchados de futuro, los racimos
se agostan al final de la jornada.

Entre un lucero y otro, apenas nada:
así la de los hombres y sus primos,
los dioses olvidados. Pero abrimos
la tierra porque vuelva renovada.

Vamos haciendo acopio de caretas
que disfrazan de cosas el vacío
y les regalan nombre, forma y peso.

Eso es también lo nuestro: inventar tretas
como Ulises que busca en el desvío
olvidarse del día del regreso.

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Haz con ellos lo quieras, desde luego. Al fin y al cabo, “no era nada de nuestra propiedad”. Son sonetos baratos (de ocasión), escritos en respuesta a otros. Si los usas, invitaré al de los originales, que le gustará conocerte.
Un abrazo.
Rafa