viernes, 9 de octubre de 2009

El maestro de órgano


Hoy han homenajeado a Antonio Hernández Marín sus compañeros de la Escuela de Egiptología. Me hubiera gustado asistir, pero lo descarté, con dolor, hace días. Esta mañana, fiel al marasmo de este comienzo de curso, había olvidado por completo la cita. Daba vuelta a mis miserias cuando ha llegado por su propio pie esta canción, que con sus quiebros me ha animado un día bastante precario. Maestro de órgano le llamábamos cuando empezamos a visitarle, y lo era, aunque apenas nos dejamos enseñar. Como él diría, es casi un exceso que después de todo siga haciéndonos regalos como éste.



El maestro de órgano
cruza la puerta,
la mañana abierta
comienza a vibrar.

Somos cuerdas sin arco,
estrellas de un charco,
los viernes de un año
sin números ya.

¿Dónde van esas cosas
que no se reparten,
amores sin arte,
columpios sin parque,
dolores que nacen
y no mueren ya?

El maestro de órgano
cruza la meta,
la ruta secreta a
los pueblos del sur.

El reloj de la sala
despliega sus plumas,
un rastro de dudas
que eriza el cristal.

Somos números negros,
relámpagos ciegos,
acordes de fuego
que buscan el mar.

El maestro de órgano
cruza los dedos,
aventa los miedos
que puedan quedar.

Por jardines de roca
la luz se presume,
crepúsculo impune
sin punto final.

¿Dónde van esas cosas
que no se reparten,
amores sin arte,
columpios sin parque,
dolores que nacen
y no mueren ya?






(Si GoEar sachangao, aquí está el mp3)

(Re-actualizado: salen piano, órgano y theremín, entran cello, dulcimer y contrabajo. A la canción le ha salido una coda que pregunta por Erik Satie.)

3 comentarios:

Al59 dijo...

Y sorprenderse esperando su respuesta (después de todo, es el tipo de entrada que él comentaría).

Gharghi dijo...

Lo difícil es imaginar que diría.

Al59 dijo...

Qué diría. Algo inesperable, sin duda.