jueves, 11 de noviembre de 2010

Noticias de Antonio

Antonio Hernández, que mucha gozosa guerra nos siga dando, puede decir de su obra lo que Cirlot de Osiris: también él se repartió generosamente, en este caso entre sus muchos amigos. Antes de Internet, fue uno de los pocos que seguían escribiendo cartas con asiduidad (si no a diario, yo apostaría que casi todas las semanas), y cada una de ellas traía, además de noticias suyas, muestras de sus innumerables empeños: meditaciones sobre ciencia, poesía, política o emblemática, narraciones, poemas, diálogos.

Me escribe hoy, dándome un alegrón, un amigo de Antonio al que no conocía. Me recuerda, con muy buen criterio, cuánto amaba Antonio este mes, asociado al dios Sokari y a los senderos de los muertos; y me hace llegar este poema jeroglífico que nuestro amigo escribió por el año 94, en que publicó un artículo memorable sobre el círculo de oro de Uresh-Nefer.

El poema es un ejemplo extremo de la influencia de la escritura jeroglífica sobre la letra de Antonio: nos recuerda que sus invenciones, para los que las conocimos así, son indisociables tanto de su voz como de su forma peculiarísima de trazar las letras. Cualquier edición futura que se haga de su obra tendría que tener en cuenta este hecho, incorporando, si no imagen de todos sus textos manuscritos, al menos una muestra generosa que recoja todos los casos notables, como éste. (Sucede algo parecido, por cierto, con García Lorca: aunque, por desgracia, no ha emergido de momento ninguna muestra de su voz, que todos los que le conocieron coinciden en considerar inolvidable.)

Desde aquí, un gran abrazo para todos los amigos de Antonio: tanto los que le conocisteis en vida como los que le habéis seguido a través de lo que vamos publicando de él en este u otros medios. Y gracias a él por seguir, ahora como siempre, sorprendiéndome.

*

Actualizo: ahora haciendo click en la imagen se accede a una versión más grande. De todas formas, por si acaso, el texto dice así:

Señor, ¡qué grandes son las obras de tus manos!
¡Que por la eternidad te alaben tus criaturas!
¡Su número proclaman las estrellas!
Tu Belleza y tu Luz duran por siempre.
Has suspendido el Cielo Superior
y revelas en él la gloria de Tus pasos.
Del sueño de la tumba sacas la luz del día
y de noche iluminas a los inertes.
Los Tres Cielos recorres en un instante:
las Horas te obedecen cuando caminas.
Tú guías a las almas en los sarcófagos
y en el Valle de arena los reconfortas.
Los misterios abriste para los simples
y a los pequeños diste toda la herencia.
Tu luz radie en la frente de tu hijo Ornosofre
mientras rueden las Horas de su reloj de piedra.
Que coma el alimento que sacia a los Espíritus:
el trigo y la cebada que brotan de tu cuerpo.
Los Ancianos le abran el Horizonte.
Su gloria corra en pos de su descendencia.

6 comentarios:

Gharghi dijo...

Baah, qué lástima no seguir contando con su voz para oírle recitar esta oración. Que eso y no otra cosa parece.

Al59 dijo...

Un himno, sí. Pero pocas cosas tan poéticas, cuando bien hechas.

Gharghi dijo...

Di que sí.

Juan Poz dijo...

La letra me ha recordado a la muy hermosa de Gamoneda.

Al59 dijo...

¿Hay alguna muestra en la Red de la escritura de Gamoneda, Juan Poz?

Juan Poz dijo...

Yo la vi en una exposición en León, en la casa Botines de Gaudí, creo recordar, y en ella había un diálogo entre sus textos y la intepretación que de ellos habían hecho algunos pintores de renombre. No he buscado en la red, la verdad. Pero lo que sí me impresionó fue el trazo artístico, la creación caligrafica, que se avenía a la perfección con el contenido de sus poemas, que bien conocerás.