Cada día trae su regalo. Ésta es la hora de los percusionistas: estaban al fondo de la orquesta encantada, aburridísimos, cuando vieron que se arrancaban el fliscorno y la tuba y decidieron sumarse a la fiesta. La tonada, brevísima, nació con letra, irreproducible; y un tonillo cantábile sí que le queda. Ahí vamos: una marcha paramilitar para muchachas de dedos ligeros.
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Actualizo: de las gitanillas, dije, pero no sabía por qué. Ahora lo sé: el ritmo va por peteneras.
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