Tuve una abuela María, muy querida. Parecía normal atribuirle el invento, en la época en que uno creía que poesía venía de Poe y la paciencia era la ciencia de la paz. Mi fe se ha tambaleado, pero la imagen de los huevos marrones cociéndose, secos, dentro del agua hirviente regresa cuando le place. Hace unas semanas leí de pasada una reivindicación de la alquimia en la que señalaban el baño María como uno de sus logros perdurables. No supe si creérmelo. Refinando mi hipótesis infantil, había acabado creyendo que la cosa podría remontarse a la María de las galletas Fontaneda, o, a lo sumo, a alguna de las tres Marías evangélicas.
Me llega hoy un libro de James Hillman que confirma el origen alquímico. Hillman tiene una manera tan linda de discurrir (razonar no es la palabra) y ha sido tan poco editado en español que merece la pena, creo, traducir el pasaje pertinente. La tesis del libro es que la alquimia es un lenguaje de y sobre el alma, la psique, y que tiene por ello un efecto terapéutico sobre ella. Mientras lo cuenta Hillman, suena verosímil. Que lo disfruten.
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El baño María
El recipiente de cristal se aloja a su vez en otro recipiente. Puede asentarse en un puchero de ceniza o de arena, pero suele estar más a menudo en un contenedor mayor de agua: el baño María (bain marie).
El calor penetra en la materia que hay en el recipiente de cristal a través del agua. Tanto el fuego como el agua colaboran regulando el calor, aunque ni uno ni otra tocan directamente la sustancia. Un método ingenioso de desvío, que reúne a dos notorios enemigos, el fuego y el agua, al servicio de la Obra. Generalmente, cuando se unen, silban y escupen y disparan nubes de vapor hirviente, pero el baño María impide que se den muerte el uno al otro y protege a la sustancia de la guerra de los elementos.
El baño María aparece en la tradición alquímica como un invento antiguo, de origen quizá egipcio, que deriva de una alquimista llamada María la Judía, idéntica a María la Profetisa, o confundida con ella. El baño María se desarrolló, supuestamente, en la cocina de una dama judía, mística, experimentadora, cocinera. Los cocineros actuales aún usan el recipiente para 'hervir doblemente'. Mientras el agua llene el baño, la sustancia no puede arder, ni siquiera evaporarse. La temperatura del baño crece muy gradualmente para ir aflojando y relajando la resistencia obstinada de la sustancia mediante el calor suave. Como tu cuerpo en una bañera tibia, cuya temperatura va subiendo gradualmente a medida que echas más agua caliente. El calor que permea el recipiente es otra forma de imaginar la atención comprensiva, el apoyo amable, la tolerancia universal. Ceden los nudos, las fronteras, las restricciones.
«No realices ninguna operación hasta que todo se vuelva agua». Antes de hacer nada psicológico, debes disolver la forma de pensar inicial con la que abordas un problema. Los problemas mismos son fijaciones. La palabra problema se refiere en sentido primario al ajedrez, las matemáticas, la estrategia militar —condiciones todas muy tensas. Nos rendimos y nos dejamos ir, y la mente, empeñada en decidir, se libera de su propia forma de pensar que exige decisiones. La voluntad de poder se vuelve laxitud en el baño.
No realices ninguna operación hasta que todo se haya vuelto agua: el análisis racional debe esperar hasta que fluyan las emociones, floten las ensoñaciones, formen estanques, se revuelvan, apesten, encuentren desagües. Las distinciones se vuelven borrosas. Esto y aquello se funden lo uno en lo otro, lo bueno y lo malo y sus culpas se vuelven blandos y fofos, apenas importan, no hay hechos concretos, no hay certezas sólidas a las que aferrarse. Nos volvemos más suaves, más gentiles con nosotros mismos. Todo cede ante el agua cálida. Perdemos la intención de llegar, no hay prisa. Un baño no es una ducha. Somos la sustancia, nuestro cuerpo y nuestra mente entran en el recipiente del alma, el baño María. Somos el cocinero y lo que cocina, incapaces de sentir la diferencia.
(James Hillman, Alchemical Psychology, Putnam, Spring Publications, 2010, pp. 41-2.)
3 comentarios:
Delicioso texto, Al. Gracias por compartirlo.
Un abrazo.
El sutil proceso de la meditación, el lento recitado del mantra, que surgiendo de lo más profundo recorre el cuerpo liberando los pensamientos que estorban. Concentración, silencio interior, estadio superior de conciencia. El hombre acercándose al estado de Liberación.
Celebro que os haya gustado, Antonio e Isabel. El imaginario de Hillman no siempre es confortable, pero da gusto visitar este recoveco en concreto. Un abrazo.
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