Cambian los vientos, pero no los mares;
bajo los sentimientos,
la sensibilidad cierra y nos abre
las puertas de la dicha.
Malditas, malsonantes, malnacidas
las palabras convocan al que duerme
muy lejos de palacio. Unas a otras
las flores se contemplan, se devoran
en busca del matiz. Abre los ojos,
oh cielo, y míranos: somos cristales
dispuestos a cortar o a deslumbrarte.
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