No
está viva la herida si no duele
ni
es tu nombre tu nombre si no sientes
cómo
te llama desde cada esquina,
tu
ser en otros labios que te copian
como
el agua acostumbra con la luna.
¡Tú
en labios de cualquiera! Qué derroche
ese
beso implacable que hace suyas
tus
gracias. No es extraño que los dioses
guardaran
en secreto sus vocales
—y
que el amante invente ese otro nombre
para
guardar en sí lo que tan solo
permites
que hasta él llegue. Nadie dice
su
nombre ante el espejo sin dudar.
Tal
vez ante tu luz también él duda.
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