Llevarnos de la mano es otra forma de volar.
Quizá Orfeo llevaba la sombría
de Eurídice en la suya. Quizá el tacto
volviéndose tangible en el umbral
le hizo mirar atrás (como si coges
la mano de tu niño o de tu amor
y la sientes helada, como un ancla
que no puedes dejar abandonada,
y vuelves hacia tu ella tu calor,
el saldo corporal de tu esperanza).
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